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Observatorio de Relaciones Internacionales y Derechos Humanos
Desafíos para la democracia y los derechos humanos en Europa Oriental y Eurasia de cara al 2025
En general, las noticias no son positivas en una región que tradicionalmente se dirime entre acercarse más a la Unión Europea o a Rusia, especialmente después de la invasión a gran escala de Moscú a Ucrania en febrero de 2022. Claro que hay excepciones, pero el escenario es complejo y los desafíos son muchos.Por Ignacio E. Hutin
Situaciones críticas, sin cambios a la vista
Por un lado, la consolidación y el fortalecimiento de ciertos regímenes crecientemente autoritarios no es ninguna novedad, pero se ha visto potenciada por la guerra en Ucrania. En Rusia, la movilización de tropas y las amenazas constantes han sido utilizadas para imponer un mayor grado de represión y para que Vladimir Putin fuera oficialmente reelecto con casi el 90% en marzo pasado. En Bielorrusia, el país más integrado con Moscú en cuanto a organizaciones internacionales y comercio, el todopoderoso Aleksandr Lukashenko, que acumula tres décadas en el poder, enfrentará en 2025 sus séptimas elecciones con el recuerdo de las protestas de 2020 cuya represión derivó en la muerte de 17 personas. Iljam Aliyev, incuestionable presidente de Azerbaiyán desde la muerte de su padre en 2003, obtuvo oficialmente el 92% en febrero y ahora, gracias a sus amplios recursos hidrocarburíferos, cuenta con el aval tácito de la Unión Europea. Emomali Rahmon, al frente de Tayikistán desde 1992, no puede temer cambios en las parlamentarias del próximo año: su Partido Popular Democrático domina el 75% de la Asamblea Nacional y las bancas restantes son ocupadas por aliados. Y en Kazajistán, Uzbekistán, Kirguistán y Turkmenistán, con algunos matices, la consolidación es también la norma. Los regímenes más autoritarios y represivos de la región se fortalecen gracias a un mayor acercamiento a China, a relaciones, al menos, pragmáticas con Moscú e incluso a cierto apoyo desde Occidente. No hay prácticamente ninguna novedad, y mucho menos algo positivo.
Cambios potenciales
En una segunda tanda aparecen los países en los que, sin tener niveles tan altos de represión, la situación es preocupante, aunque existen posibilidades de cambio en los próximos meses. El Partido Socialista de Albania, con Edi Rama a la cabeza, cumplirá 12 años de un gobierno cuyos estándares democráticos han tenido altibajos. Recientemente fueron detenidos dos expresidentes y figuras relevantes de la oposición: Sali Berisha, del Partido Democrático, e Ilir Meta, del Partido Libertad. El apoyo a Rama ha caído y puede que las elecciones de 2025 marquen un cambio de rumbo, aunque también la consolidación de un líder cada vez más fuerte.
En la vecina Serbia, principal aliado de Moscú en los Balcanes, el Partido Progresista del presidente Aleksandar Vučić se sabe poderoso tras 12 años de triunfos en elecciones parlamentarias, presidenciales y locales. Pero en las últimas semanas ha habido importantes protestas a partir de la muerte de 15 personas por la caída de un techo en una estación de tren. Los manifestantes responsabilizan a la corrupción gubernamental. Estas no son las primeras protestas en contra del partido de Vučić y ahora, con demandas y cuestionamientos que se acumulan, el gobierno puede responder endureciendo su posición u ofreciendo ciertas concesiones.
Algo similar ocurre en Georgia desde las elecciones de octubre pasado: la oposición denunció fraude, el Parlamento Europeo desconoció los resultados, el partido gobernante postergó las negociaciones de adhesión a la Unión Europea y las protestas diarias en todo el país han sido respondidas con represión violenta. Dependerá de los manifestantes y del apoyo internacional, pero también de los partidos opositores, si este proceso deriva en una mayor tendencia autoritaria de parte de un gobierno que se ha acercado notablemente a Moscú o en un cambio prodemocrático.
En donde puede empeorar
Bulgaria atraviesa una etapa de profunda inestabilidad política con siete elecciones entre 2021 y 2024. En casi todas ellas, obtuvo el primer puesto GERB, el partido del tres veces ex Primer Ministro Boyko Borisov. GERB ha sido cuestionado por la UE por los altos niveles de corrupción, los ataques al Estado de derecho y la falta de independencia judicial, así como debido a la posición ambigua en su relación con Moscú y con el bloque continental. En la vecina Rumania el clima de incertidumbre es similar después de las fallidas elecciones presidenciales de noviembre. Los dos principales partidos del país, el Socialdemócrata y el Liberal, quedaron fuera de la segunda vuelta y el candidato más votado fue el ultraderechista y rusófilo Călin Georgescu, oficialmente independiente. La Corte Constitucional anuló los resultados por aportes no declarados e injerencia rusa en el proceso electoral a través de redes sociales. Habrá que votar nuevamente entre abril y marzo. Esta decisión, primera en su tipo, puede llevar a potenciar posiciones ya extremas.
Los ataques del gobierno del húngaro Víktor Orbán contra el Estado de derecho y las instituciones democráticas, así como la promoción de la discriminación a minorías étnicas y sexuales, no son ninguna novedad. Pero ahora este accionar cuenta con un mayor respaldo internacional de la mano de figuras cercanas como el presidente electo estadounidense Donald Trump o el Primer Ministro eslovaco Robert Fico. De la mano de Fico, que ocupa el cargo desde 2023, el Estado está promoviendo una visión centrada en el orgullo nacional y los valores religiosos, un patrón similar al de Orbán y destinado a suprimir el pluralismo político y los derechos de las minorías. El húngaro y el eslovaco han mostrado cierto apoyo a Moscú en el marco de la invasión a Ucrania.
Los discursos nacionalistas que ponen (o pueden poner) en peligro a las minorías también aparecen en Macedonia del Norte. En 2024, regresó al poder después de 7 años la nacionalista Organización Revolucionaria Interna (VMRO). Durante su gestión anterior, este partido se mostró opositor a la UE y promovió políticas contra los albaneses, principal minoría del país. Además, la alta corrupción derivó en que Nikola Gruevski, Primer Ministro entre 2006 y 2016, escapara del país y se refugiara hasta hoy en Hungría. El mayor partido albanés y tradicionalmente tercera fuerza a nivel nacional, quedó fuera del poder después de haber sido miembro de la coalición gobernante durante 21 de los últimos 23 años. Si VMRO promueve nuevamente su ya conocida agenda xenófoba en este contexto, pueden volver las tensiones interétnicas a un país en el que hubo guerra entre macedonios y albaneses en 2001 y choques esporádicos hasta 2015.
En la parcialmente reconocida República de Kosovo, el nacionalista partido Autodeterminación (LVV) muy probablemente retenga el poder en las elecciones de 2025. Hace cuatro años aventajó en más de 30 puntos a la oposición y su respaldo popular se mantiene muy alto. El Primer Ministro Albin Kurti ha endurecido su posición hacia los serbios que habitan al norte del territorio y que no reconocen la independencia kosovar, pero también ha concentrado el poder en un creciente clima de polarización política. Ha habido recientemente restricciones a la prensa (intimidación y ataques a periodistas), falta de independencia en el poder judicial y altos niveles de corrupción. Esto podría potenciarse si LVV obtiene un previsiblemente amplio respaldo electoral en 2025.
Si bien las violaciones a los derechos humanos y los numerosos crímenes de guerra cometidos por las fuerzas rusas en Ucrania ocupan la mayor parte de la agenda en Ucrania, la situación netamente interna del país también merece atención. En 2024 terminó el mandato presidencial de Volodimir Zelenski, pero las elecciones están suspendidas mientras dure la guerra. Esto es parte del estado de excepción que centraliza el poder en la figura del presidente, ha limitado los contrapesos políticos y los derechos civiles, se ha restringido el derecho de expresión a figuras políticas opositoras a Zelenski, y se ha limitado la libertad de prensa. Además, la corrupción, ya preocupante antes de 2022, continúa siendo un problema grave. En ese sentido, el retroceso democrático de Ucrania puede llegar a socavar la cohesión del país en tiempos de guerra.
Países para ser optimista
De la mano de Ley y Justicia (PiS), el partido gobernante desde 2015, los estándares democráticos de Polonia se habían desplomado gracias a un discurso xenófobo, amplio control sobre los medios de comunicación y el poder judicial, y numerosos choques con la Unión Europea. Pero PiS perdió el poder en 2023 y asumió como Primer Ministro Donald Tusk, quien ya había ocupado el cargo entre 2007 y 2014, y había sido presidente del Consejo Europeo entre 2014 y 2019. En 2025 habrá elecciones presidenciales y, según todas las encuestas, PiS perderá su último bastión formal.
En Moldavia, la presidenta Maia Sandu obtuvo la reelección en 2024 y resultó aprobada en un referéndum la moción para incorporar el mandato constitucional de adhesión a la Unión Europea. En los últimos 4 años, el gobierno ha mostrado importantes mejoras en cuanto a calidad democrática y lucha contra la corrupción, y ahora, formalmente como candidato al bloque continental, encarará una muy postergada reforma judicial con el apoyo de Bruselas. El escenario es siempre complejo en el país más pobre de Europa y es necesario prestar atención a Transnistria, región que el Estado central no controla desde principios de los 90 y en donde hay apostados al menos 1500 soldados rusos, y a la región autónoma de Gagauzia, muy cercana políticamente a Moscú. En 2025 habrá elecciones parlamentarias y el partido de Sandu probablemente obtenga un triunfo amplio.
Por último, el armenio Nikol Pashinyan se convirtió en Primer Ministro en 2018 a partir de protestas en contra de un gobierno poco democrático. Dos años más tarde, la derrota en la guerra contra Azerbaiyán parecía el final de sus reformas, pero Pashinyan fue reelecto en comicios anticipados y, ya consolidado, comenzó un proceso de distanciamiento de Moscú y promovió una agenda notablemente aperturista, sobre todo en comparación con sus vecinos de Azerbaiyán, Irán, Turquía o Georgia. Los desafíos son muchos en un país frágil y con escasos recursos, pero hay espacio para el optimismo.
Ignacio E. HutinConsejero ConsultivoMagíster en Relaciones Internacionales (USAL, 2021), Licenciado en Periodismo (USAL, 2014) y especializado en Liderazgo en Emergencias Humanitarias (UNDEF, 2019). Es especialista en Europa Oriental, Eurasia post soviética y Balcanes y fotógrafo (ARGRA, 2009). Becado por el Estado finlandés para la realización de estudios relativos al Ártico en la Universidad de Laponia (2012). Es autor de los libros Saturno (2009), Deconstrucción: Crónicas y reflexiones desde la Europa Oriental poscomunista (2018), Ucrania/Donbass: una renovada guerra fría (2021) y Ucrania: crónica desde el frente (2021).
Situaciones críticas, sin cambios a la vista
Por un lado, la consolidación y el fortalecimiento de ciertos regímenes crecientemente autoritarios no es ninguna novedad, pero se ha visto potenciada por la guerra en Ucrania. En Rusia, la movilización de tropas y las amenazas constantes han sido utilizadas para imponer un mayor grado de represión y para que Vladimir Putin fuera oficialmente reelecto con casi el 90% en marzo pasado. En Bielorrusia, el país más integrado con Moscú en cuanto a organizaciones internacionales y comercio, el todopoderoso Aleksandr Lukashenko, que acumula tres décadas en el poder, enfrentará en 2025 sus séptimas elecciones con el recuerdo de las protestas de 2020 cuya represión derivó en la muerte de 17 personas. Iljam Aliyev, incuestionable presidente de Azerbaiyán desde la muerte de su padre en 2003, obtuvo oficialmente el 92% en febrero y ahora, gracias a sus amplios recursos hidrocarburíferos, cuenta con el aval tácito de la Unión Europea. Emomali Rahmon, al frente de Tayikistán desde 1992, no puede temer cambios en las parlamentarias del próximo año: su Partido Popular Democrático domina el 75% de la Asamblea Nacional y las bancas restantes son ocupadas por aliados. Y en Kazajistán, Uzbekistán, Kirguistán y Turkmenistán, con algunos matices, la consolidación es también la norma. Los regímenes más autoritarios y represivos de la región se fortalecen gracias a un mayor acercamiento a China, a relaciones, al menos, pragmáticas con Moscú e incluso a cierto apoyo desde Occidente. No hay prácticamente ninguna novedad, y mucho menos algo positivo.
Cambios potenciales
En una segunda tanda aparecen los países en los que, sin tener niveles tan altos de represión, la situación es preocupante, aunque existen posibilidades de cambio en los próximos meses. El Partido Socialista de Albania, con Edi Rama a la cabeza, cumplirá 12 años de un gobierno cuyos estándares democráticos han tenido altibajos. Recientemente fueron detenidos dos expresidentes y figuras relevantes de la oposición: Sali Berisha, del Partido Democrático, e Ilir Meta, del Partido Libertad. El apoyo a Rama ha caído y puede que las elecciones de 2025 marquen un cambio de rumbo, aunque también la consolidación de un líder cada vez más fuerte.
En la vecina Serbia, principal aliado de Moscú en los Balcanes, el Partido Progresista del presidente Aleksandar Vučić se sabe poderoso tras 12 años de triunfos en elecciones parlamentarias, presidenciales y locales. Pero en las últimas semanas ha habido importantes protestas a partir de la muerte de 15 personas por la caída de un techo en una estación de tren. Los manifestantes responsabilizan a la corrupción gubernamental. Estas no son las primeras protestas en contra del partido de Vučić y ahora, con demandas y cuestionamientos que se acumulan, el gobierno puede responder endureciendo su posición u ofreciendo ciertas concesiones.
Algo similar ocurre en Georgia desde las elecciones de octubre pasado: la oposición denunció fraude, el Parlamento Europeo desconoció los resultados, el partido gobernante postergó las negociaciones de adhesión a la Unión Europea y las protestas diarias en todo el país han sido respondidas con represión violenta. Dependerá de los manifestantes y del apoyo internacional, pero también de los partidos opositores, si este proceso deriva en una mayor tendencia autoritaria de parte de un gobierno que se ha acercado notablemente a Moscú o en un cambio prodemocrático.
En donde puede empeorar
Bulgaria atraviesa una etapa de profunda inestabilidad política con siete elecciones entre 2021 y 2024. En casi todas ellas, obtuvo el primer puesto GERB, el partido del tres veces ex Primer Ministro Boyko Borisov. GERB ha sido cuestionado por la UE por los altos niveles de corrupción, los ataques al Estado de derecho y la falta de independencia judicial, así como debido a la posición ambigua en su relación con Moscú y con el bloque continental. En la vecina Rumania el clima de incertidumbre es similar después de las fallidas elecciones presidenciales de noviembre. Los dos principales partidos del país, el Socialdemócrata y el Liberal, quedaron fuera de la segunda vuelta y el candidato más votado fue el ultraderechista y rusófilo Călin Georgescu, oficialmente independiente. La Corte Constitucional anuló los resultados por aportes no declarados e injerencia rusa en el proceso electoral a través de redes sociales. Habrá que votar nuevamente entre abril y marzo. Esta decisión, primera en su tipo, puede llevar a potenciar posiciones ya extremas.
Los ataques del gobierno del húngaro Víktor Orbán contra el Estado de derecho y las instituciones democráticas, así como la promoción de la discriminación a minorías étnicas y sexuales, no son ninguna novedad. Pero ahora este accionar cuenta con un mayor respaldo internacional de la mano de figuras cercanas como el presidente electo estadounidense Donald Trump o el Primer Ministro eslovaco Robert Fico. De la mano de Fico, que ocupa el cargo desde 2023, el Estado está promoviendo una visión centrada en el orgullo nacional y los valores religiosos, un patrón similar al de Orbán y destinado a suprimir el pluralismo político y los derechos de las minorías. El húngaro y el eslovaco han mostrado cierto apoyo a Moscú en el marco de la invasión a Ucrania.
Los discursos nacionalistas que ponen (o pueden poner) en peligro a las minorías también aparecen en Macedonia del Norte. En 2024, regresó al poder después de 7 años la nacionalista Organización Revolucionaria Interna (VMRO). Durante su gestión anterior, este partido se mostró opositor a la UE y promovió políticas contra los albaneses, principal minoría del país. Además, la alta corrupción derivó en que Nikola Gruevski, Primer Ministro entre 2006 y 2016, escapara del país y se refugiara hasta hoy en Hungría. El mayor partido albanés y tradicionalmente tercera fuerza a nivel nacional, quedó fuera del poder después de haber sido miembro de la coalición gobernante durante 21 de los últimos 23 años. Si VMRO promueve nuevamente su ya conocida agenda xenófoba en este contexto, pueden volver las tensiones interétnicas a un país en el que hubo guerra entre macedonios y albaneses en 2001 y choques esporádicos hasta 2015.
En la parcialmente reconocida República de Kosovo, el nacionalista partido Autodeterminación (LVV) muy probablemente retenga el poder en las elecciones de 2025. Hace cuatro años aventajó en más de 30 puntos a la oposición y su respaldo popular se mantiene muy alto. El Primer Ministro Albin Kurti ha endurecido su posición hacia los serbios que habitan al norte del territorio y que no reconocen la independencia kosovar, pero también ha concentrado el poder en un creciente clima de polarización política. Ha habido recientemente restricciones a la prensa (intimidación y ataques a periodistas), falta de independencia en el poder judicial y altos niveles de corrupción. Esto podría potenciarse si LVV obtiene un previsiblemente amplio respaldo electoral en 2025.
Si bien las violaciones a los derechos humanos y los numerosos crímenes de guerra cometidos por las fuerzas rusas en Ucrania ocupan la mayor parte de la agenda en Ucrania, la situación netamente interna del país también merece atención. En 2024 terminó el mandato presidencial de Volodimir Zelenski, pero las elecciones están suspendidas mientras dure la guerra. Esto es parte del estado de excepción que centraliza el poder en la figura del presidente, ha limitado los contrapesos políticos y los derechos civiles, se ha restringido el derecho de expresión a figuras políticas opositoras a Zelenski, y se ha limitado la libertad de prensa. Además, la corrupción, ya preocupante antes de 2022, continúa siendo un problema grave. En ese sentido, el retroceso democrático de Ucrania puede llegar a socavar la cohesión del país en tiempos de guerra.
Países para ser optimista
De la mano de Ley y Justicia (PiS), el partido gobernante desde 2015, los estándares democráticos de Polonia se habían desplomado gracias a un discurso xenófobo, amplio control sobre los medios de comunicación y el poder judicial, y numerosos choques con la Unión Europea. Pero PiS perdió el poder en 2023 y asumió como Primer Ministro Donald Tusk, quien ya había ocupado el cargo entre 2007 y 2014, y había sido presidente del Consejo Europeo entre 2014 y 2019. En 2025 habrá elecciones presidenciales y, según todas las encuestas, PiS perderá su último bastión formal.
En Moldavia, la presidenta Maia Sandu obtuvo la reelección en 2024 y resultó aprobada en un referéndum la moción para incorporar el mandato constitucional de adhesión a la Unión Europea. En los últimos 4 años, el gobierno ha mostrado importantes mejoras en cuanto a calidad democrática y lucha contra la corrupción, y ahora, formalmente como candidato al bloque continental, encarará una muy postergada reforma judicial con el apoyo de Bruselas. El escenario es siempre complejo en el país más pobre de Europa y es necesario prestar atención a Transnistria, región que el Estado central no controla desde principios de los 90 y en donde hay apostados al menos 1500 soldados rusos, y a la región autónoma de Gagauzia, muy cercana políticamente a Moscú. En 2025 habrá elecciones parlamentarias y el partido de Sandu probablemente obtenga un triunfo amplio.
Por último, el armenio Nikol Pashinyan se convirtió en Primer Ministro en 2018 a partir de protestas en contra de un gobierno poco democrático. Dos años más tarde, la derrota en la guerra contra Azerbaiyán parecía el final de sus reformas, pero Pashinyan fue reelecto en comicios anticipados y, ya consolidado, comenzó un proceso de distanciamiento de Moscú y promovió una agenda notablemente aperturista, sobre todo en comparación con sus vecinos de Azerbaiyán, Irán, Turquía o Georgia. Los desafíos son muchos en un país frágil y con escasos recursos, pero hay espacio para el optimismo.