Derechos Humanos y
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Observatorio de Relaciones Internacionales y Derechos Humanos

02-06-2025

El rol de las misiones internacionales en Haití: ¿Un obstáculo o un apoyo para la soberanía democrática?

Las misiones bajo el mando de la ONU no pueden resolver el nivel de conflicto existente en Haití, y si bien puede ser necesaria en determinados aspectos, no es equivalente a restaurar o eliminar los principales problemas del Estado caribeño.
Por Diana Terán
Foto: unv.org

Desde sus inicios en las llamas de la revolución del 21 de agosto de 1791 que termina con su independencia formal en 1804, y hasta la actualidad, Haití, el Estado localizado en la isla de "La Española", ha sido azotado por una serie de conflictos internos y externos que han deteriorado la situación económica y política de su nación. Desde 2010, Haití ha sufrido terremotos como el que acabó con la vida de 200.000 personas, un brote de cólera que afectó a la población causando aún más muerte e infecciones, y una aguda inestabilidad política que ya venía desde antes pero que toma fuerza con la elección fraudulenta de Jovenel Moïse en 2016, desatando protestas que empeoraron con su asesinato en 2021, llevando a un vacío de poder y a una escalada de violencia de pandillas que no ha cesado y mantiene privada a la isla y a su población de la paz social. Esto impidió la celebración de elecciones, dejando al país sin funcionarios electos democráticamente en 2023, y más recientemente, en el 2024, la situación no mejoró con respecto a la violencia por parte de estas pandillas, desencadenando en la declaración de estado de emergencia y el mayor número de desplazados internos por delincuencia a nivel mundial de acuerdo a la Organización de Naciones Unidas.

Este panorama ha propiciado que se le considere un país proclive a la adversidad y, para la mayoría, un Estado fallido o, al menos, uno en inequívoco proceso de convertirse en tal. De ahí se infiere la necesidad de ayuda de la comunidad internacional en repetidas ocasiones, y dadas las características intrínsecas de Haití, resulta evidente la dificultad para que la nación logre una recuperación enteramente autónoma tras o durante una tragedia o conflicto, lo que ha llevado, a que la historia de este país no carezca ni de tragedias ni intervenciones, que si bien en teoría han buscado ser de ayuda para la seguridad de los haitianos, en la práctica han representado grandes problemas para los mismos y una polarización en torno a la aceptación de ayuda extranjera.

En julio de 1994, el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó la resolución 940, autorizando la operación "Restore Democracy", que buscaba poner fin al régimen ilegal en Haití y garantizar el pronto retorno del presidente legítimamente electo. Dicha misión es considerada en los hechos y por la opinión pública internacional como un fracaso en el objetivo principal de restaurar la democracia en el país. Desde el punto de vista del liberalismo, corriente de pensamiento de las Relaciones Internacionales, se argumentaba esta injerencia extranjera en apoyo a los haitianos y la defensa de la voluntad popular, aunque terminó con un resultado contrario socavando la soberanía del país.

Diez años después, en febrero de 2004, llegó la intervención conocida por sus siglas como MINUSTAH (Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití), misión que, como bien se sabe, es también conocida por haber sido la causa de la ola de cólera mencionada anteriormente, producto de las acciones de sus soldados nepaleses, acción por la que las Naciones Unidas no se responsabilizó legalmente, aunque posteriormente sí reconoció la contribución de sus soldados al brote, generando resentimiento y rechazo en Haití por este tipo de misiones. Más recientemente, en 2024, se aprobó y lideró bajo el mando de Kenia una misión conocida por sus siglas como MSS (Misión Multinacional de Apoyo a la Seguridad), sin el apoyo o perspectiva de éxito suficiente.

El panorama actual del Estado haitiano no es positivo incluso después de un gran número de intervenciones. Esto genera la incógnita de si estas misiones han logrado resultados significativos en sus objetivos o propiciado un cambio después de su llegada. Ciertamente, si bien han alcanzado con éxito algunos de sus fines principales, no lo han hecho en el grado ni de la manera esperada, porque lo que ocurre con las intervenciones en Haití es que si bien su ejecución ha sido necesaria en momentos de crisis humanitaria para estabilizar y proporcionar ayuda requerida, han entorpecido la ejecución de las mismas y generado un rechazo importante en la población.

Las misiones bajo el mando de la ONU no pueden resolver el nivel de conflicto existente en Haití, y si bien puede ser necesaria en determinados aspectos, no es equivalente a restaurar o eliminar los principales problemas del Estado caribeño. Desde el realismo, otra corriente de pensamiento de las Relaciones Internacionales, puede decirse con firmeza que la soberanía estatal de Haití se ha visto erosionada por estas intervenciones, la estabilización de Estados Unidos de 1915-1934 es un claro ejemplo de ello con la disolución del ejército haitiano,  e incluso, desde el neorrealismo, se puede argumentar que estas misiones de paz fungen como coaliciones circunstanciales en pos de los propios intereses de aquellos que forman parte, y aquí se puede hacer mención a la intervención del 1994, puesto que el presidente Bill Clinton se vio presionado por la crisis migratoria y la opinión pública para tomar acción, más allá de por un deseo de fortalecer las instituciones en Haití.

Sí ha sido necesaria la intervención en Haití para lograr por cortos plazos la estabilidad política en el país, para disminuir la violencia, y la ayuda humanitaria ha logrado salvar vidas. ¿Esto ha sido a costa de erosionar la gobernanza local? Desde luego que sí, la soberanía de Haití ha sido socavada. Las causas profundas de los problemas de Haití son superiores a las capacidades de las misiones desplegadas en su territorio, misiones que desde 1994 no han abarcado lo suficiente y han generado una dependencia a la ayuda externa.

Las intervenciones, indistintamente de su motivo y justificación, al tratar de relativizar el concepto de soberanía, limitan la autonomía de este, porque aunque la mayor parte de las misiones de paz de la ONU han sido solicitadas y aprobadas por Haití en el seno de la Organización, esto ha creado una división en la población haitiana, especialmente con la más reciente en 2024.

Entonces, cabe preguntarse si continuar con el mismo patrón en búsqueda de la seguridad de la población, realmente está favoreciendo al país y a la soberanía democrática del mismo. 

Diana Terán
Diana Terán
Estudió Relaciones Internacionales en la Universidad Central de Venezuela (UCV) y realizó una pasantía en El Nacional. Es pasante internacional de CADAL.
 
 
 

 
 
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