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Observatorio de Relaciones Internacionales y Derechos Humanos
El gobierno de Bielorrusia discrimina a deportistas de cara a los Juegos Olímpicos de Tokio
(Diálogo Político) Hoy corre serio riesgo la participación de atletas bielorrusos en los próximos juegos bajo su propia bandera, aunque podrían presentarse bajo bandera olímpica, como atletas independientes, tal como sucederá con los deportistas rusos. Ese sería un golpe muy duro para la imagen de Lukashenko en un momento en que las manifestaciones vuelven a ganar las calles tras el invierno.Por Ignacio E. Hutin
(Diálogo Político) Las elecciones presidenciales en Bielorrusia aún no han terminado, pese a que hayan pasado casi ocho meses. El presidente Aleksandr Lukashenko se atribuyó en agosto pasado más del 80% de los votos, lo que le permitiría mantenerse en el poder por un sexto mandato, pero no fueron muchos los que creyeron en esa cifra. Desde entonces ha habido protestas multitudinarias enfrentándose a una represión policial salvaje, más de 30 mil personas han sido arrestadas por participar de las manifestaciones, al menos 7 han sido asesinadas, se han registrado más de mil casos de tortura en centros de detención y los políticos opositores que no están presos, se encuentran exiliados en países vecinos.
Ahora que Lukashenko necesita represión para mantenerse en el poder, los triunfos deportivos son una excelente manera de mejorar su imagen y la de su país. Por eso la suspensión del Comité Olímpico Internacional (COI) al Comité Olímpico Nacional de Bielorrusia (CONB) el 8 de marzo significó un duro golpe, especialmente cuando restan pocos meses para los postergados Juegos Olímpicos en Tokio.
En febrero, Víktor Lukashenko, hijo de Aleksandr, se convirtió en presidente del CONB, pero el COI no consideró su elección válida porque el dirigente ya cargaba con una sanción en su contra por discriminación a atletas bielorrusos. Hasta ahora fueron detenidos o privados de la posibilidad de entrenar deportistas como la esquiadora Darya Domracheva (máxima ganadora de oros olímpicos para su país, con cuatro), la basquetbolista Elena Levchenko, el decatlonista subcampeón olímpico Andrei Krauchanka y la maratonista campeona de Europa Volha Mazuronak, entre otros. Su delito, al igual que el de tantos más, fue expresarse abiertamente en contra de la represión masiva y de las detenciones arbitrarias.
Anatoly Kotov es ex Secretario General del CONB y actualmente representa a la Fundación de Solidaridad Deportiva de Bielorrusia, organización que impulsó ante el COI las sanciones por discriminación de atletas. En una entrevista con Human Rights Foundation, Kotov explicó que hoy en día lo único positivo que puede mostrar su país al mundo son los resultados deportivos. “Por eso Lukashenko privatiza las victorias, como si él fuera la única persona a la que agradecer, el único responsable”, dice, y agrega que “es muy doloroso para él darse cuenta de que los atletas no acuerdan con lo que está pasando en el país. Los canales de televisión, que son un instrumento de propaganda del gobierno, ahora culpan a los atletas y los acusan de traidores, de traicionar personalmente a Lukashenko”.
Fue la misma organización de Kotov la que presionó a la Federación Internacional de Hockey sobre Hielo (IIHF) para que cambiara la sede de su campeonato mundial, que debía disputarse en Minsk entre mayo y junio de este año. El presidente de la IIHF René Fasel se reunió con Lukashenko en diciembre para lograr la liberación de presos políticos a cambio de albergar el campeonato. Esto era muy importante para el mandamás bielorruso porque el hockey es su deporte favorito y uno de los más populares en su país. Pero aún así no hubo acuerdo.
Mientras tanto, el presidente de la asociación nacional de hockey sobre hielo es Dmitry Baskov, ex entrenador de Nikolai Lukashenko, hijo menor de Aleksandr. Baskov es muy cercano al presidente, por eso encabezó un grupo que persiguió a manifestantes y terminó asesinando a un hombre en noviembre. “Él sentía la necesidad de mostrar lealtad a Lukashenko. Todos sabemos que tiene relación directa con este asesinato, pero la Justicia y las autoridades estatales no investigan”, dice Kotov. El COI prohibió que Baskov, parte del Comité Olímpico Nacional, asistiera a los juegos en Tokio.
Hoy corre serio riesgo la participación de atletas bielorrusos en los próximos juegos bajo su propia bandera, aunque podrían presentarse bajo bandera olímpica, como atletas independientes, tal como sucederá con los deportistas rusos. Ese sería un golpe muy duro para la imagen de Lukashenko en un momento en que las manifestaciones vuelven a ganar las calles tras el invierno. Pero si eso no ocurriera y el COI decidiera levantar las sanciones, ¿cómo podrían los atletas representar con orgullo a un país que los discrimina, a un Estado que los sanciona y persigue por el sólo hecho de condenar la violencia? En Bielorrusia no existe independencia entre gobierno y deporte, y tanto las instalaciones deportivas como el financiamiento a atletas son casi completamente estatales. Por eso resulta tan dificultoso que el gobierno no utilice a la alta competencia como propaganda.
Los grandes eventos pueden ser una oportunidad de modernizar países, no sólo en cuanto a infraestructura, sino también en el respeto a los derechos humanos. El COI puede influir mediante sanciones, monitoreos o a la hora de elegir sedes, pero sus políticas han sido hasta ahora sumamente ambiguas. Es por eso que Estados Unidos ya ha amenazado con boicotear los Juegos de Invierno de 2022, que se realizarán en Beijing, como respuesta a la persecución sistemática del Estado chino a la minoría túrquica uigur.
Para Kotov, la mejor forma de prevenir el uso de grandes eventos como propaganda es la solidaridad y el esfuerzo conjunto de la sociedad, dentro y fuera de los países en donde se violan los derechos humanos. El bielorruso dice que “en 2020 todos vieron que la dictadura en nuestro país sólo entiende de crueldad, que la ley está muerta y que se castiga a quienes no acuerdan con Lukashenko. Por eso necesitamos mantener a los atletas y a Bielorrusia como tema en los medios internacionales”. Quizás esa visibilidad logre que los deportistas de elite compitan libremente, sin persecuciones ni discriminación, y puedan representar con orgullo a su país.
Ignacio E. HutinConsejero ConsultivoMagíster en Relaciones Internacionales (USAL, 2021), Licenciado en Periodismo (USAL, 2014) y especializado en Liderazgo en Emergencias Humanitarias (UNDEF, 2019). Es especialista en Europa Oriental, Eurasia post soviética y Balcanes y fotógrafo (ARGRA, 2009). Becado por el Estado finlandés para la realización de estudios relativos al Ártico en la Universidad de Laponia (2012). Es autor de los libros Saturno (2009), Deconstrucción: Crónicas y reflexiones desde la Europa Oriental poscomunista (2018), Ucrania/Donbass: una renovada guerra fría (2021) y Ucrania: crónica desde el frente (2021).
(Diálogo Político) Las elecciones presidenciales en Bielorrusia aún no han terminado, pese a que hayan pasado casi ocho meses. El presidente Aleksandr Lukashenko se atribuyó en agosto pasado más del 80% de los votos, lo que le permitiría mantenerse en el poder por un sexto mandato, pero no fueron muchos los que creyeron en esa cifra. Desde entonces ha habido protestas multitudinarias enfrentándose a una represión policial salvaje, más de 30 mil personas han sido arrestadas por participar de las manifestaciones, al menos 7 han sido asesinadas, se han registrado más de mil casos de tortura en centros de detención y los políticos opositores que no están presos, se encuentran exiliados en países vecinos.
Ahora que Lukashenko necesita represión para mantenerse en el poder, los triunfos deportivos son una excelente manera de mejorar su imagen y la de su país. Por eso la suspensión del Comité Olímpico Internacional (COI) al Comité Olímpico Nacional de Bielorrusia (CONB) el 8 de marzo significó un duro golpe, especialmente cuando restan pocos meses para los postergados Juegos Olímpicos en Tokio.
En febrero, Víktor Lukashenko, hijo de Aleksandr, se convirtió en presidente del CONB, pero el COI no consideró su elección válida porque el dirigente ya cargaba con una sanción en su contra por discriminación a atletas bielorrusos. Hasta ahora fueron detenidos o privados de la posibilidad de entrenar deportistas como la esquiadora Darya Domracheva (máxima ganadora de oros olímpicos para su país, con cuatro), la basquetbolista Elena Levchenko, el decatlonista subcampeón olímpico Andrei Krauchanka y la maratonista campeona de Europa Volha Mazuronak, entre otros. Su delito, al igual que el de tantos más, fue expresarse abiertamente en contra de la represión masiva y de las detenciones arbitrarias.
Anatoly Kotov es ex Secretario General del CONB y actualmente representa a la Fundación de Solidaridad Deportiva de Bielorrusia, organización que impulsó ante el COI las sanciones por discriminación de atletas. En una entrevista con Human Rights Foundation, Kotov explicó que hoy en día lo único positivo que puede mostrar su país al mundo son los resultados deportivos. “Por eso Lukashenko privatiza las victorias, como si él fuera la única persona a la que agradecer, el único responsable”, dice, y agrega que “es muy doloroso para él darse cuenta de que los atletas no acuerdan con lo que está pasando en el país. Los canales de televisión, que son un instrumento de propaganda del gobierno, ahora culpan a los atletas y los acusan de traidores, de traicionar personalmente a Lukashenko”.
Fue la misma organización de Kotov la que presionó a la Federación Internacional de Hockey sobre Hielo (IIHF) para que cambiara la sede de su campeonato mundial, que debía disputarse en Minsk entre mayo y junio de este año. El presidente de la IIHF René Fasel se reunió con Lukashenko en diciembre para lograr la liberación de presos políticos a cambio de albergar el campeonato. Esto era muy importante para el mandamás bielorruso porque el hockey es su deporte favorito y uno de los más populares en su país. Pero aún así no hubo acuerdo.
Mientras tanto, el presidente de la asociación nacional de hockey sobre hielo es Dmitry Baskov, ex entrenador de Nikolai Lukashenko, hijo menor de Aleksandr. Baskov es muy cercano al presidente, por eso encabezó un grupo que persiguió a manifestantes y terminó asesinando a un hombre en noviembre. “Él sentía la necesidad de mostrar lealtad a Lukashenko. Todos sabemos que tiene relación directa con este asesinato, pero la Justicia y las autoridades estatales no investigan”, dice Kotov. El COI prohibió que Baskov, parte del Comité Olímpico Nacional, asistiera a los juegos en Tokio.
Hoy corre serio riesgo la participación de atletas bielorrusos en los próximos juegos bajo su propia bandera, aunque podrían presentarse bajo bandera olímpica, como atletas independientes, tal como sucederá con los deportistas rusos. Ese sería un golpe muy duro para la imagen de Lukashenko en un momento en que las manifestaciones vuelven a ganar las calles tras el invierno. Pero si eso no ocurriera y el COI decidiera levantar las sanciones, ¿cómo podrían los atletas representar con orgullo a un país que los discrimina, a un Estado que los sanciona y persigue por el sólo hecho de condenar la violencia? En Bielorrusia no existe independencia entre gobierno y deporte, y tanto las instalaciones deportivas como el financiamiento a atletas son casi completamente estatales. Por eso resulta tan dificultoso que el gobierno no utilice a la alta competencia como propaganda.
Los grandes eventos pueden ser una oportunidad de modernizar países, no sólo en cuanto a infraestructura, sino también en el respeto a los derechos humanos. El COI puede influir mediante sanciones, monitoreos o a la hora de elegir sedes, pero sus políticas han sido hasta ahora sumamente ambiguas. Es por eso que Estados Unidos ya ha amenazado con boicotear los Juegos de Invierno de 2022, que se realizarán en Beijing, como respuesta a la persecución sistemática del Estado chino a la minoría túrquica uigur.
Para Kotov, la mejor forma de prevenir el uso de grandes eventos como propaganda es la solidaridad y el esfuerzo conjunto de la sociedad, dentro y fuera de los países en donde se violan los derechos humanos. El bielorruso dice que “en 2020 todos vieron que la dictadura en nuestro país sólo entiende de crueldad, que la ley está muerta y que se castiga a quienes no acuerdan con Lukashenko. Por eso necesitamos mantener a los atletas y a Bielorrusia como tema en los medios internacionales”. Quizás esa visibilidad logre que los deportistas de elite compitan libremente, sin persecuciones ni discriminación, y puedan representar con orgullo a su país.