Artículos
Observatorio de Relaciones Internacionales y Derechos Humanos
Cristina Kirchner y el recuerdo de una gira vergonzosa
En la gira por Túnez, Egipto, Argelia y Libia, en noviembre de 2008, Cristina Fernández de Kirchner no tuvo en cuenta la realidad política de los respectivos países y la necesidad de llevar allí solidaridad democrática internacional.Por Gabriel C. Salvia
Entre el 16 y el 22 de noviembre de 2008, la presidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner (CFK) realizó una gira oficial por los países que desde las últimas semanas ocupan los principales titulares de las noticias internacionales. Efectivamente, acompañada por una comitiva de empresarios, con una agenda dedicada solamente a los negocios y sin realizar ningún reclamo en materia de Derechos Humanos, CFK se reunió gustosamente con el tunecino Zine Abidine Ben Ali y el egipcio Mohamed Hosni Mubarak, ambos ya fuera del poder luego de las recientes revueltas populares.
CFK también fue recibida entonces por el mandatario de Argelia, Abdelaziz Buopeflika, quien se encuentra en estos momentos enfrentando protestas; aunque lo más sorprendente fue el encuentro con uno de los dictadores más siniestros del mundo, el libio Muammar Gadhafi, cuya policía ya está actuando para reprimir a los manifestantes que reclaman apertura democrática.
En su reunión con Gadhafi, CFK –cuyo gobierno dice tener como bandera a los derechos humanos- expresó lo siguiente: “Yo también, al igual que el líder de la nación libia hemos sido militantes políticos, desde muy jóvenes, hemos abrazado ideas y convicciones muy fuertes y con un sesgo fuertemente cuestionador al estatus quo que siempre se quiere imponer para que nada cambie y nada pueda transformarse”.
Esta no fue la única gira en la cual la presidenta argentina lució contenta fotografiándose con dictadores –como lo evidencian las imágenes disponibles en el sitio oficial www.casarosada.gov.ar- pues a pocos meses de esta vergonzosa gira, por el evidente desinterés respecto a los derechos humanos, CFK posaría emocionada junto a Fidel Castro en La Habana. En todos los casos, contrariamente a lo que corresponde a una defensora de los derechos humanos, CFK le dio siempre la espalda a los referentes democráticos y a los oprimidos por las respectivas dictaduras.
Por ejemplo, en la mencionada gira por Túnez, Egipto, Argelia y Libia, CFK no tuvo en cuenta la realidad política de los respectivos países y la necesidad de llevar allí solidaridad democrática internacional. Precisamente, hace unos días intelectuales árabes pidieron solidaridad con las aspiraciones democráticas de sus pueblos, al señalar: “Nos inclinamos ante aquellas y aquellos que han dado su vida para que se realice el sueño confiscado en nuestros países desde hace decenios, el de unas sociedades más justas y más humanas, regidas por las reglas del Estado de Derecho, universalmente establecidas: soberanía popular en la elección de nuestros representantes y gobernantes, separación de poderes, igualdad ante la ley, redistribución equitativa de las riquezas, erradicación de la corrupción y garantía de las libertades individuales y colectivas, incluidas las libertades de opinión y creencia. Llamamos, finalmente, a todas las instancias de la Comunidad Internacional a que se pongan del lado de los luchadores por la libertad, denunciando la represión salvaje de la que están siendo víctimas y reconociendo sin ambages la legitimidad de las aspiraciones de nuestros pueblos a liberarse del yugo de la opresión y construir la democracia”.
Luego de leer esta declaración, cabe preguntarse lo que habrán sentido sus firmantes cuando Cristina Fernández de Kirchner realizó esta gira en 2008, donde claramente estuvo del lado de los dictadores. Una defensora de los derechos humanos no emprende un viaje oficial de negocios por países cuyos gobiernos carecen de legitimidad democrática, sin realizar reclamos al respecto y más cuando en esos lugares pesan graves denuncias de las más prestigiosas organizaciones internacionales que monitorean los atropellos a las libertades fundamentales.
Estas actitudes del gobierno de CFK son totalmente contradictorias con los fundamentos presentados por la Argentina en su candidatura al Consejo de Derechos Humanos para el período 2008/2011, donde se declamaba “la necesidad de continuar fortaleciendo el sistema universal de promoción y protección de los derechos humanos”.
A esta altura, pese a la demagógica referencia oficial de que el eje de la política exterior argentina son los derechos humanos, está más que claro que en el ámbito internacional el kirchnerismo ha estado más del lado de los dictadores que de los demócratas.
Gabriel C. Salvia es titular de CADAL y director del Proyecto Puente Democrático.
Gabriel C. SalviaDirector GeneralActivista de derechos humanos enfocado en la solidaridad democrática internacional. En 2024 recibió el Premio Gratias Agit del Ministerio de Relaciones Exteriores de la República Checa. Es autor de los libros "Memoria, derechos humanos y solidaridad democrática internacional" (2024) y "Bailando por un espejismo: apuntes sobre política, economía y diplomacia en los gobiernos de Cristina Fernández de Kirchner" (2017). Además, compiló varios libros, entre ellos "75 años de la Declaración Universal de Derechos Humanos: Miradas desde Cuba" (2023), "Los derechos humanos en las relaciones internacionales y la política exterior" (2021), "Desafíos para el fortalecimiento democrático en la Argentina" (2015), "Un balance político a 30 años del retorno a la democracia en Argentina" (2013) y "Diplomacia y Derechos Humanos en Cuba" (2011), Sus columnas de opinión han sido publicadas en varios medios en español. Actualmente publica en Clarín, Perfil, Infobae y La Nación, de Argentina. Ha participado en eventos internacionales en América Latina, África, Asia, Europa, los Balcanes y en Estados Unidos. Desde 1992 se desempeña como director en Organizaciones de la Sociedad Civil y es miembro fundador de CADAL. Como periodista, trabajó entre 1992 y 1997 en gráfica, radio y TV especializado en temas parlamentarios, políticos y económicos, y posteriormente contribuyó con entrevistas en La Nación y Perfil.
Entre el 16 y el 22 de noviembre de 2008, la presidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner (CFK) realizó una gira oficial por los países que desde las últimas semanas ocupan los principales titulares de las noticias internacionales. Efectivamente, acompañada por una comitiva de empresarios, con una agenda dedicada solamente a los negocios y sin realizar ningún reclamo en materia de Derechos Humanos, CFK se reunió gustosamente con el tunecino Zine Abidine Ben Ali y el egipcio Mohamed Hosni Mubarak, ambos ya fuera del poder luego de las recientes revueltas populares.
CFK también fue recibida entonces por el mandatario de Argelia, Abdelaziz Buopeflika, quien se encuentra en estos momentos enfrentando protestas; aunque lo más sorprendente fue el encuentro con uno de los dictadores más siniestros del mundo, el libio Muammar Gadhafi, cuya policía ya está actuando para reprimir a los manifestantes que reclaman apertura democrática.
En su reunión con Gadhafi, CFK –cuyo gobierno dice tener como bandera a los derechos humanos- expresó lo siguiente: “Yo también, al igual que el líder de la nación libia hemos sido militantes políticos, desde muy jóvenes, hemos abrazado ideas y convicciones muy fuertes y con un sesgo fuertemente cuestionador al estatus quo que siempre se quiere imponer para que nada cambie y nada pueda transformarse”.
Esta no fue la única gira en la cual la presidenta argentina lució contenta fotografiándose con dictadores –como lo evidencian las imágenes disponibles en el sitio oficial www.casarosada.gov.ar- pues a pocos meses de esta vergonzosa gira, por el evidente desinterés respecto a los derechos humanos, CFK posaría emocionada junto a Fidel Castro en La Habana. En todos los casos, contrariamente a lo que corresponde a una defensora de los derechos humanos, CFK le dio siempre la espalda a los referentes democráticos y a los oprimidos por las respectivas dictaduras.
Por ejemplo, en la mencionada gira por Túnez, Egipto, Argelia y Libia, CFK no tuvo en cuenta la realidad política de los respectivos países y la necesidad de llevar allí solidaridad democrática internacional. Precisamente, hace unos días intelectuales árabes pidieron solidaridad con las aspiraciones democráticas de sus pueblos, al señalar: “Nos inclinamos ante aquellas y aquellos que han dado su vida para que se realice el sueño confiscado en nuestros países desde hace decenios, el de unas sociedades más justas y más humanas, regidas por las reglas del Estado de Derecho, universalmente establecidas: soberanía popular en la elección de nuestros representantes y gobernantes, separación de poderes, igualdad ante la ley, redistribución equitativa de las riquezas, erradicación de la corrupción y garantía de las libertades individuales y colectivas, incluidas las libertades de opinión y creencia. Llamamos, finalmente, a todas las instancias de la Comunidad Internacional a que se pongan del lado de los luchadores por la libertad, denunciando la represión salvaje de la que están siendo víctimas y reconociendo sin ambages la legitimidad de las aspiraciones de nuestros pueblos a liberarse del yugo de la opresión y construir la democracia”.
Luego de leer esta declaración, cabe preguntarse lo que habrán sentido sus firmantes cuando Cristina Fernández de Kirchner realizó esta gira en 2008, donde claramente estuvo del lado de los dictadores. Una defensora de los derechos humanos no emprende un viaje oficial de negocios por países cuyos gobiernos carecen de legitimidad democrática, sin realizar reclamos al respecto y más cuando en esos lugares pesan graves denuncias de las más prestigiosas organizaciones internacionales que monitorean los atropellos a las libertades fundamentales.
Estas actitudes del gobierno de CFK son totalmente contradictorias con los fundamentos presentados por la Argentina en su candidatura al Consejo de Derechos Humanos para el período 2008/2011, donde se declamaba “la necesidad de continuar fortaleciendo el sistema universal de promoción y protección de los derechos humanos”.
A esta altura, pese a la demagógica referencia oficial de que el eje de la política exterior argentina son los derechos humanos, está más que claro que en el ámbito internacional el kirchnerismo ha estado más del lado de los dictadores que de los demócratas.
Gabriel C. Salvia es titular de CADAL y director del Proyecto Puente Democrático.