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Observatorio de Relaciones Internacionales y Derechos Humanos

¿Democracia siempre?: Los límites del «progresismo»
Contradicciones de los mandatarios que se definen como ''progresistas'' en la defensa de los derechos humanos.Por Gabriel C. Salvia
Aunque más pomposa, la convocatoria del actual presidente de Chile, Gabriel Boric, junto a otros mandatarios que se autodefinen progresistas, bajo la consigna “Democracia siempre”, correrá la misma suerte que el Foro para el Progreso de América del Sur (PROSUR) impulsado en marzo del 2019 por el entonces también presidente de Chile, Sebastián Piñera.
El énfasis de ambas iniciativas fue la defensa de la democracia y las razones por las cuales PROSUR ya no existe y “Democracia siempre” correrá la misma suerte son muy obvias. En primer lugar, los mandatarios en cada uno de estos países democráticos cambian y con ellos los respectivos alineamientos regionales e internacionales. Por caso, en ambas iniciativas participaron Brasil, Chile y Colombia, y es una posibilidad que en casi todos los países cuyos actuales gobernantes estuvieron presentes en Santiago invitados por Boric, en sus próximas elecciones ganen candidatos de otro signo político. En segundo lugar, están las contradicciones en la defensa de la democracia y los derechos humanos.
PROSUR se creó con Jair Bolsonaro como presidente de Brasil, quien reivindicaba a la dictadura militar en su país; y al cumplir esta iniciativa tan sólo un mes de existencia, Piñera viajó a China y afirmó “cada uno tiene el sistema político que quiera darse”, justificando así un régimen dictatorial en el gigante asiático.
Y ahora, irónicamente, mientras se realizaba el encuentro “Democracia siempre”, se produjo la censura a una expresión artística y espiritual tibetana que se iba a llevar a cabo en el Hall del Museo Nacional de Bellas Artes en Santiago de Chile, del 30 de julio al 4 de agosto, debido a la presión de la dictadura china, un régimen represivo ante el cual claudican tanto la derecha como la izquierda en la declamada defensa de la democracia.
A lo anterior hay que agregar, en el caso de la iniciativa de Boric, su carácter demagógico, cuando afirman que "Defender la democracia exige que seamos capaces de condenar las derivas autoritarias". Además de China, donde el debate es si se trata de un totalitarismo o un autoritarismo, o si es un régimen comunista o fascista, pero sobre el cual ninguna persona que se considere demócrata y progresista duda que se trate de una dictadura; hay casos en América Latina en los cuales la mayoría de los compañeros convocados por Boric al encuentro “Democracia siempre” han sido cómplices del autoritarismo y la violación de derechos humanos.
Por ejemplo, no se puede entender la deriva autoritaria en Venezuela sin la complicidad de Lula y el PT de Brasil, desde el cierre de RCTV en 2006 con Hugo Chávez hasta el fraude en la elección de 2013 de Maduro frente a Capriles. La Venezuela chavista es uno de los ejemplos del libro “Cómo mueren las democracias”. ¿Qué hicieron los progresistas latinoamericanos ante la deriva autoritaria venezolana? La avalaron. Luego, cuando Evo Morales, al igual que Chávez perdió un plebiscito pretendiendo ser habilitado para una nueva reelección y se postuló igualmente gracias a la decisión de una justicia adicta, también se mantuvieron en silencio.
Pero el caso más obvio es el de Cuba, donde su dictadura militar ni siquiera tiene que hacer fraude electoral, como lo hizo de manera escandalosa el autócrata Nicolás Maduro el 28 de julio de 2024. En efecto, Cuba tiene un régimen de partido único establecido en su Constitución, una normativa que criminaliza el ejercicio de los derechos humanos, incluido la participación política, y centenares de personas inocentes presas simplemente por tener opiniones distintas al régimen de pensamiento único. Al respecto, el presidente Boric, que ha criticado de manera valiente a las dictaduras de Nicaragua y Venezuela, afirmó en una de sus intervenciones que “La democracia no le teme al disenso, la democracia reconoce la divergencia de opiniones como parte esencial de la vida política”. Sin embargo, ¿alguien lo escuchó a Boric pronunciarse sobre la censura y el encarcelamiento de quienes piensan distinto en Cuba, o al menos pidiendo por la libertad del artista preso Luis Manuel Otero Alcántara quien en 2018 fue recibido en la Cancillería de Chile y en 2019 brindó una performance en un Festival en Valparaíso?
Para el próximo encuentro de “Democracia siempre” en Nueva York sería bueno que el presidente uruguayo, Yamandú Orsi, lleve de regalo a cada uno de sus colegas un ejemplar del libro de Carlos Liscano “Cuba, de eso mejor ni hablar”. El escritor uruguayo fue militante tupamaro, preso político, exiliado en Suecia y posteriormente funcionario de los gobiernos de Tabaré Vázquez y José “Pepe” Mujica.
El libro de Liscano interpela las convicciones democráticas de la izquierda progresista. En su valiente obra, el ex preso político uruguayo señala: “Cuba influyó en la izquierda latinoamericana en los años sesenta y setenta. Los resultados de esa influencia fueron desastrosos para el pensamiento y para la acción de la izquierda democrática de la región. Aunque la culpa no es atribuible a Cuba, sino a quienes siguieron de modo acrítico los delirios del dictador”.
Solamente hay que recordar las veces que Michelle Bachelet, Lula Da Silva, Dilma Rousseff y Pepe Mujica fueron a Cuba, se reunieron con sus dictadores e ignoraron a sus referentes democráticos y, al igual que hoy un sector del gobierno de Chile junto a los de Colombia, México y Uruguay, siguen justificando a la dictadura más longeva de la región y discriminando al pueblo cubano en sus aspiraciones democráticas.
Como expresó Liscano: “La izquierda democrática latinoamericana no podrá pensar con claridad mientras no dilucide claramente su posición respecto a la Revolución cubana y diga de modo expreso que la dictadura castrista no solo viola los derechos humanos, sino que ni siquiera reconozcan que existan”.
Párrafo final merecen las referencias de “Democracia siempre” a combatir la desigualdad y promover la justicia social, teniendo en cuenta que la corrupción es una violación a los derechos económicos y sociales, un factor de erosión democrática y en ese sentido más de uno de los mandatarios presentes en Santiago de Chile han sido protagonistas de casos que deberían avergonzar al progresismo.
Gabriel C. SalviaDirector GeneralActivista de derechos humanos enfocado en la solidaridad democrática internacional. En 2024 recibió el Premio Gratias Agit del Ministerio de Relaciones Exteriores de la República Checa. Es autor de los libros "Memoria, derechos humanos y solidaridad democrática internacional" (2024) y "Bailando por un espejismo: apuntes sobre política, economía y diplomacia en los gobiernos de Cristina Fernández de Kirchner" (2017). Además, compiló varios libros, entre ellos "75 años de la Declaración Universal de Derechos Humanos: Miradas desde Cuba" (2023), "Los derechos humanos en las relaciones internacionales y la política exterior" (2021), "Desafíos para el fortalecimiento democrático en la Argentina" (2015), "Un balance político a 30 años del retorno a la democracia en Argentina" (2013) y "Diplomacia y Derechos Humanos en Cuba" (2011), Sus columnas de opinión han sido publicadas en varios medios en español. Actualmente publica en Clarín, Perfil, Infobae y La Nación, de Argentina. Ha participado en eventos internacionales en América Latina, África, Asia, Europa, los Balcanes y en Estados Unidos. Desde 1992 se desempeña como director en Organizaciones de la Sociedad Civil y es miembro fundador de CADAL. Como periodista, trabajó entre 1992 y 1997 en gráfica, radio y TV especializado en temas parlamentarios, políticos y económicos, y posteriormente contribuyó con entrevistas en La Nación y Perfil.
Aunque más pomposa, la convocatoria del actual presidente de Chile, Gabriel Boric, junto a otros mandatarios que se autodefinen progresistas, bajo la consigna “Democracia siempre”, correrá la misma suerte que el Foro para el Progreso de América del Sur (PROSUR) impulsado en marzo del 2019 por el entonces también presidente de Chile, Sebastián Piñera.
El énfasis de ambas iniciativas fue la defensa de la democracia y las razones por las cuales PROSUR ya no existe y “Democracia siempre” correrá la misma suerte son muy obvias. En primer lugar, los mandatarios en cada uno de estos países democráticos cambian y con ellos los respectivos alineamientos regionales e internacionales. Por caso, en ambas iniciativas participaron Brasil, Chile y Colombia, y es una posibilidad que en casi todos los países cuyos actuales gobernantes estuvieron presentes en Santiago invitados por Boric, en sus próximas elecciones ganen candidatos de otro signo político. En segundo lugar, están las contradicciones en la defensa de la democracia y los derechos humanos.
PROSUR se creó con Jair Bolsonaro como presidente de Brasil, quien reivindicaba a la dictadura militar en su país; y al cumplir esta iniciativa tan sólo un mes de existencia, Piñera viajó a China y afirmó “cada uno tiene el sistema político que quiera darse”, justificando así un régimen dictatorial en el gigante asiático.
Y ahora, irónicamente, mientras se realizaba el encuentro “Democracia siempre”, se produjo la censura a una expresión artística y espiritual tibetana que se iba a llevar a cabo en el Hall del Museo Nacional de Bellas Artes en Santiago de Chile, del 30 de julio al 4 de agosto, debido a la presión de la dictadura china, un régimen represivo ante el cual claudican tanto la derecha como la izquierda en la declamada defensa de la democracia.
A lo anterior hay que agregar, en el caso de la iniciativa de Boric, su carácter demagógico, cuando afirman que "Defender la democracia exige que seamos capaces de condenar las derivas autoritarias". Además de China, donde el debate es si se trata de un totalitarismo o un autoritarismo, o si es un régimen comunista o fascista, pero sobre el cual ninguna persona que se considere demócrata y progresista duda que se trate de una dictadura; hay casos en América Latina en los cuales la mayoría de los compañeros convocados por Boric al encuentro “Democracia siempre” han sido cómplices del autoritarismo y la violación de derechos humanos.
Por ejemplo, no se puede entender la deriva autoritaria en Venezuela sin la complicidad de Lula y el PT de Brasil, desde el cierre de RCTV en 2006 con Hugo Chávez hasta el fraude en la elección de 2013 de Maduro frente a Capriles. La Venezuela chavista es uno de los ejemplos del libro “Cómo mueren las democracias”. ¿Qué hicieron los progresistas latinoamericanos ante la deriva autoritaria venezolana? La avalaron. Luego, cuando Evo Morales, al igual que Chávez perdió un plebiscito pretendiendo ser habilitado para una nueva reelección y se postuló igualmente gracias a la decisión de una justicia adicta, también se mantuvieron en silencio.
Pero el caso más obvio es el de Cuba, donde su dictadura militar ni siquiera tiene que hacer fraude electoral, como lo hizo de manera escandalosa el autócrata Nicolás Maduro el 28 de julio de 2024. En efecto, Cuba tiene un régimen de partido único establecido en su Constitución, una normativa que criminaliza el ejercicio de los derechos humanos, incluido la participación política, y centenares de personas inocentes presas simplemente por tener opiniones distintas al régimen de pensamiento único. Al respecto, el presidente Boric, que ha criticado de manera valiente a las dictaduras de Nicaragua y Venezuela, afirmó en una de sus intervenciones que “La democracia no le teme al disenso, la democracia reconoce la divergencia de opiniones como parte esencial de la vida política”. Sin embargo, ¿alguien lo escuchó a Boric pronunciarse sobre la censura y el encarcelamiento de quienes piensan distinto en Cuba, o al menos pidiendo por la libertad del artista preso Luis Manuel Otero Alcántara quien en 2018 fue recibido en la Cancillería de Chile y en 2019 brindó una performance en un Festival en Valparaíso?
Para el próximo encuentro de “Democracia siempre” en Nueva York sería bueno que el presidente uruguayo, Yamandú Orsi, lleve de regalo a cada uno de sus colegas un ejemplar del libro de Carlos Liscano “Cuba, de eso mejor ni hablar”. El escritor uruguayo fue militante tupamaro, preso político, exiliado en Suecia y posteriormente funcionario de los gobiernos de Tabaré Vázquez y José “Pepe” Mujica.
El libro de Liscano interpela las convicciones democráticas de la izquierda progresista. En su valiente obra, el ex preso político uruguayo señala: “Cuba influyó en la izquierda latinoamericana en los años sesenta y setenta. Los resultados de esa influencia fueron desastrosos para el pensamiento y para la acción de la izquierda democrática de la región. Aunque la culpa no es atribuible a Cuba, sino a quienes siguieron de modo acrítico los delirios del dictador”.
Solamente hay que recordar las veces que Michelle Bachelet, Lula Da Silva, Dilma Rousseff y Pepe Mujica fueron a Cuba, se reunieron con sus dictadores e ignoraron a sus referentes democráticos y, al igual que hoy un sector del gobierno de Chile junto a los de Colombia, México y Uruguay, siguen justificando a la dictadura más longeva de la región y discriminando al pueblo cubano en sus aspiraciones democráticas.
Como expresó Liscano: “La izquierda democrática latinoamericana no podrá pensar con claridad mientras no dilucide claramente su posición respecto a la Revolución cubana y diga de modo expreso que la dictadura castrista no solo viola los derechos humanos, sino que ni siquiera reconozcan que existan”.
Párrafo final merecen las referencias de “Democracia siempre” a combatir la desigualdad y promover la justicia social, teniendo en cuenta que la corrupción es una violación a los derechos económicos y sociales, un factor de erosión democrática y en ese sentido más de uno de los mandatarios presentes en Santiago de Chile han sido protagonistas de casos que deberían avergonzar al progresismo.
