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Observatorio de Relaciones Internacionales y Derechos Humanos
Desmond Tutu (1931-2021): «Soy humano porque soy parte de algo»
Sus enseñanzas deban ser difundidas y reflexionadas como toda expresión humana de un pensamiento honesto y potenciador de los derechos humanos, que eso es en definitiva el principal legado del hijo de una empleada doméstica, Aletta Tutu y un maestro, Zachariah Tutu, quien luego de alcanzar la democracia en la Nación del Arcoíris —como él denominó a Sudáfrica—, fue un inclaudicable crítico de la corrupción en su país, así como de las violaciones a los derechos humanos perpetradas por regímenes dictatoriales africanos.Por Hugo Machín Fajardo
Desmond Tutu en su contribución a la paz en la isla de Chipre en 2011. Antes de dar una entrevista a los periodistas, estaba leyendo una oración por la humanidad.«Desmond Tutu nos enseña cómo transformar
el dolor y la tristeza en esperanza y confianza
en el futuro. Usted valorará sus palabras, ya
sea cabeza de un país o de una familia».
Nelson Mandela
Desmond Tutu no decía: «Pienso, luego existo», sino: «Soy humano porque soy parte de algo, porque participo y comparto». Esa convicción de vida le convirtió en un referente mundial de los derechos humanos; en un incansable opositor del apartheid sudafricano; le otorgó el Nobel de la Paz en 1984 y la responsabilidad adjudicada en 1994 por su amigo Nelson Mandela para presidir la Comisión de la Verdad y la Reconciliación (CVR), que pudiera dar vuelta la página de una historia de infamia. Murió el pasado 26 de diciembre en Ciudad del Cabo.
«En África— explicaba— ese reconocimiento de nuestra interdependencia se define como Ubuntu en lengua nguni, o como botho en lengua soto, términos difíciles de traducir y que designan la esencia del ser humano. Se refieren al hecho de que mi humanidad está intrínsecamente atada a la suya. Soy humano porque soy parte de algo. El término se refiere a la unidad y a la compasión. Una persona con ubuntu es cordial, hospitalaria, cálida, generosa y dispuesta a compartir».
Desmond Tutu, primer arzobispo negro de la Iglesia episcopal metodista africana entre 1986 y 1996, fue esa persona disponible y abierta a los demás. Siempre dispuesto a ser vulnerable, a reconocer a sus congéneres, a no sentirse amenazado porque los demás sean buenos y talentosos, pues a lo largo de su vida fue construyendo esa seguridad de pertenecer a un todo más grande. Por lo tanto, le dolía en carne propia cuando los demás eran humillados o lastimados, torturados u oprimidos, o tratados como si fueran menos de lo que realmente son. Ubuntu es una cualidad que les da fuerza a las personas y les ayuda a sobrevivir y a seguir siendo humanos a pesar de todos los intentos de otros por despojarlos de su humanidad.
«Nos sentimos vulnerables y, a menudo, impotentes. Es cierto que todos somos vulnerables, pues la vulnerabilidad es la esencia de todos los seres vivos. Pero no somos impotentes».
«Durante los días más difíciles del apartheid, le dije a P.W. Botha, presidente de Sudáfrica, que ya habíamos triunfado, y lo invité a él y a otros sudafricanos blancos a que se nos unieran. «Objetivamente», todo estaba en contra de nosotros; las leyes aprobadas, las detenciones, el lanzamiento de gases lacrimógenos, las masacres, el asesinato de dirigentes políticos (…) a pesar de todas las evidencias que parezcan indicar lo contrario, la maldad, la injustica, la opresión y la mentira no podrán prevalecer».
Libertad indivisible. «Finalmente comprendieron lo que habíamos intentado decirles durante tanto tiempo: que la libertad es indivisible, que nunca serían libres mientras nosotros no lo fuéramos».
«Tan solo cinco años antes, en 1989, la policía amenazaba con utilizar balas para dispersar a quienes protestaban contra el apartheid en las playas, con matar para mantener el apartheid y con reservar las playas solo para los blancos. ¡Y ahora, pocos años después, éramos una nación que elegía a Nelson Mandela como presidente! Este hombre, que languideció en prisión durante veintisiete años y que fue vilipendiado como un terrorista, se convirtió en uno de los lideres morales del mundo” (…) Al tener conocimiento de las torturas y los actos de crueldad verdaderamente monstruosos, habríamos podido calificar a sus autores como seres monstruosos, pues sus actos habían sido realmente monstruosos. (…) No importa qué tan diabólicos hayan sido sus actos, estos no convierten a sus autores en demonios. Cuando decimos que alguien es inhumano, no solo le quitamos la posibilidad de arrepentirse, sino también lo exoneramos de su responsabilidad moral».
«Ciertamente cada uno de nosotros tiene la capacidad de hacer mucho mal. Ninguno de nosotros puede decir con seguridad que no se habría convertido en un criminal si hubiera sido sometido a las mismas circunstancias que se presentaron en Sudáfrica, Ruanda o cualquiera otro lugar donde el odio ha envenenado el espíritu humano».
«Puesto que todos fuimos creados para ser libres, toda opresión debe ser derrotada (…) Insistimos en que es un derecho inalienable. La libertad es un componente tan importante de la naturaleza humana, que no sería descabellado decir que un ser humano que no sea libre es una contradicción. Una sociedad ideal es aquella en la que sus miembros disfrutan de su libertad para ser libres, siempre y cuando no coarten indebidamente la libertad de los demás».
Capacidad de maldad. «Nuestra capacidad de maldad es parte integral de nuestra capacidad de hacer el bien. La una no tiene sentido sin la otra. La solidaridad y la compasión no tienen sentido, a no ser que se den en una situación en la que alguien sea cruel e indiferente al sufrimiento de los demás. Para tener la posibilidad de crecer moralmente, tiene que existir también la posibilidad de caer en la inmoralidad».
«Durante la época más crítica de tensión racial en Sudáfrica, más de veinte mil personas asistieron a las exequias de una activista de los derechos humanos de raza blanca, llamada Molly Blackiburn. Más del noventa por ciento de los asistentes eran negros».
«Lo cierto es que nos necesitamos unos a otros. No podemos sobrevivir ni prosperar sin los demás. (…) El mundo está descubriendo que fuimos creados para la interdependencia, y no solo con los seres humanos; estamos descubriendo que dependemos de lo que antes se definía como naturaleza inanimada. En el pasado cuando los africanos decían: «No trates así a ese árbol pues le duele», los extranjeros comentaban: «Ah, es que todavía están en la era precientífica, son muy primitivos» (...) Es cierto que los arboles siente dolor y que si les hacemos daño, también nos hacemos daño a nosotros mismos. Ahora se utilizan palabras rimbombantes para decir los mismo y se escriben tratados ecológicos».
¿Capitalismo pírrico? «Nuestra sociedad capitalista desprecia la debilidad, la vulnerabilidad y el fracaso (…) Gracias a esa debilidad y vulnerabilidad, muchos de nosotros aprendemos qué es la empatía y la compasión, a la vez que descubrimos nuestro verdadero espíritu».
«El capitalismo occidental ha generado una gran cantidad de riqueza y prosperidad, pero ¿hemos calculado el precio? ¿No ha sido acaso una victoria pírrica, a costa de innumerables desempleados, de pobres y de indigentes? (…) El capitalismo no acepta la compasión ni el interés en los demás, pues estos valores reducen la competitividad de los individuos (…) Una de las consecuencias más lamentables de ese afán desmesurado del capitalismo por establecer jerarquías de valor y cualidades humanos es que inevitablemente termina por generar odio. Ninguno de nosotros puede cumplir con todas las normas o parámetros del éxito. Nos sentimos incompetentes por tener el color de piel «equivocado», el cabello «equivocado», la religión «equivocada», conducir el auto «equivocado» o vivir en el barrio «equivocado».
Hago la precisión de que estos textos de Desmond Tutu fueron seleccionados de su libro Dios cree en nosotros, por lo que todas sus enseñanzas éticas y convicciones morales se referencian a la creencia en un ser divino, convicción que no comparto. El fin del apartheid fue consecuencia de la caída del Muro de Berlín y el fin de la Guerra Fría, antes que, por la valiente prédica del arzobispo anglicano, a quien precisamente su condición clerical le evitó ser encarcelado por la dictadura afrikáans, aunque no le evitó sufrir numerosas amenazas contra él y su familia.
Esto no obsta para que igualmente sus enseñanzas deban ser difundidas y reflexionadas como toda expresión humana de un pensamiento honesto y potenciador de los derechos humanos, que eso es en definitiva el principal legado del hijo de una empleada doméstica, Aletta Tutu y un maestro, Zachariah Tutu, quien luego de alcanzar la democracia en la Nación del Arcoíris —como él denominó a Sudáfrica—, fue un inclaudicable crítico de la corrupción en su país, así como de las violaciones a los derechos humanos perpetradas por regímenes dictatoriales africanos, como el de su vecino Zimbabue. Esa defensa frontal de los derechos humanos encabezada por quien, junto a su esposa Leah, fue padres de cuatro hijos, incluyó los derechos de los homosexuales, así como el derecho a una muerte digna— eutanasia— que también revindicó para sí mismo; o la Alianza para la Civilización, promotora del dialogo entre los mundos islámico y occidental.
Hugo Machín FajardoRedactor Especial del Portal Análisis LatinoPeriodista desde 1969, una forzada interrupción entre 1973 -1985, no le impidió ejercer el periodismo clandestino. Secuestrado en 1981 por la dictadura uruguaya, permaneció desaparecido y torturado hasta 1982, en que fue recluido en el Penal de Libertad hasta 1985. Ex -docente de periodismo en Universidad ORT, de Montevideo. Ex vicepresidente de la Asociación de la Prensa Uruguaya (APU). Jurado del Premio Periodismo para la Tolerancia, 2004, de la Federación Internacional de Periodistas (FIP) /Unión Europea. Coordinó "Periodismo e Infancia-2005". Integró diversas redacciones periodísticas de medios y agencias de noticias en Montevideo, Uruguay. Actualmente se desempeña como free -lance.
«Desmond Tutu nos enseña cómo transformar
el dolor y la tristeza en esperanza y confianza
en el futuro. Usted valorará sus palabras, ya
sea cabeza de un país o de una familia».
Nelson Mandela
Desmond Tutu no decía: «Pienso, luego existo», sino: «Soy humano porque soy parte de algo, porque participo y comparto». Esa convicción de vida le convirtió en un referente mundial de los derechos humanos; en un incansable opositor del apartheid sudafricano; le otorgó el Nobel de la Paz en 1984 y la responsabilidad adjudicada en 1994 por su amigo Nelson Mandela para presidir la Comisión de la Verdad y la Reconciliación (CVR), que pudiera dar vuelta la página de una historia de infamia. Murió el pasado 26 de diciembre en Ciudad del Cabo.
«En África— explicaba— ese reconocimiento de nuestra interdependencia se define como Ubuntu en lengua nguni, o como botho en lengua soto, términos difíciles de traducir y que designan la esencia del ser humano. Se refieren al hecho de que mi humanidad está intrínsecamente atada a la suya. Soy humano porque soy parte de algo. El término se refiere a la unidad y a la compasión. Una persona con ubuntu es cordial, hospitalaria, cálida, generosa y dispuesta a compartir».
Desmond Tutu, primer arzobispo negro de la Iglesia episcopal metodista africana entre 1986 y 1996, fue esa persona disponible y abierta a los demás. Siempre dispuesto a ser vulnerable, a reconocer a sus congéneres, a no sentirse amenazado porque los demás sean buenos y talentosos, pues a lo largo de su vida fue construyendo esa seguridad de pertenecer a un todo más grande. Por lo tanto, le dolía en carne propia cuando los demás eran humillados o lastimados, torturados u oprimidos, o tratados como si fueran menos de lo que realmente son. Ubuntu es una cualidad que les da fuerza a las personas y les ayuda a sobrevivir y a seguir siendo humanos a pesar de todos los intentos de otros por despojarlos de su humanidad.
«Nos sentimos vulnerables y, a menudo, impotentes. Es cierto que todos somos vulnerables, pues la vulnerabilidad es la esencia de todos los seres vivos. Pero no somos impotentes».
«Durante los días más difíciles del apartheid, le dije a P.W. Botha, presidente de Sudáfrica, que ya habíamos triunfado, y lo invité a él y a otros sudafricanos blancos a que se nos unieran. «Objetivamente», todo estaba en contra de nosotros; las leyes aprobadas, las detenciones, el lanzamiento de gases lacrimógenos, las masacres, el asesinato de dirigentes políticos (…) a pesar de todas las evidencias que parezcan indicar lo contrario, la maldad, la injustica, la opresión y la mentira no podrán prevalecer».
Libertad indivisible. «Finalmente comprendieron lo que habíamos intentado decirles durante tanto tiempo: que la libertad es indivisible, que nunca serían libres mientras nosotros no lo fuéramos».
«Tan solo cinco años antes, en 1989, la policía amenazaba con utilizar balas para dispersar a quienes protestaban contra el apartheid en las playas, con matar para mantener el apartheid y con reservar las playas solo para los blancos. ¡Y ahora, pocos años después, éramos una nación que elegía a Nelson Mandela como presidente! Este hombre, que languideció en prisión durante veintisiete años y que fue vilipendiado como un terrorista, se convirtió en uno de los lideres morales del mundo” (…) Al tener conocimiento de las torturas y los actos de crueldad verdaderamente monstruosos, habríamos podido calificar a sus autores como seres monstruosos, pues sus actos habían sido realmente monstruosos. (…) No importa qué tan diabólicos hayan sido sus actos, estos no convierten a sus autores en demonios. Cuando decimos que alguien es inhumano, no solo le quitamos la posibilidad de arrepentirse, sino también lo exoneramos de su responsabilidad moral».
«Ciertamente cada uno de nosotros tiene la capacidad de hacer mucho mal. Ninguno de nosotros puede decir con seguridad que no se habría convertido en un criminal si hubiera sido sometido a las mismas circunstancias que se presentaron en Sudáfrica, Ruanda o cualquiera otro lugar donde el odio ha envenenado el espíritu humano».
«Puesto que todos fuimos creados para ser libres, toda opresión debe ser derrotada (…) Insistimos en que es un derecho inalienable. La libertad es un componente tan importante de la naturaleza humana, que no sería descabellado decir que un ser humano que no sea libre es una contradicción. Una sociedad ideal es aquella en la que sus miembros disfrutan de su libertad para ser libres, siempre y cuando no coarten indebidamente la libertad de los demás».
Capacidad de maldad. «Nuestra capacidad de maldad es parte integral de nuestra capacidad de hacer el bien. La una no tiene sentido sin la otra. La solidaridad y la compasión no tienen sentido, a no ser que se den en una situación en la que alguien sea cruel e indiferente al sufrimiento de los demás. Para tener la posibilidad de crecer moralmente, tiene que existir también la posibilidad de caer en la inmoralidad».
«Durante la época más crítica de tensión racial en Sudáfrica, más de veinte mil personas asistieron a las exequias de una activista de los derechos humanos de raza blanca, llamada Molly Blackiburn. Más del noventa por ciento de los asistentes eran negros».
«Lo cierto es que nos necesitamos unos a otros. No podemos sobrevivir ni prosperar sin los demás. (…) El mundo está descubriendo que fuimos creados para la interdependencia, y no solo con los seres humanos; estamos descubriendo que dependemos de lo que antes se definía como naturaleza inanimada. En el pasado cuando los africanos decían: «No trates así a ese árbol pues le duele», los extranjeros comentaban: «Ah, es que todavía están en la era precientífica, son muy primitivos» (...) Es cierto que los arboles siente dolor y que si les hacemos daño, también nos hacemos daño a nosotros mismos. Ahora se utilizan palabras rimbombantes para decir los mismo y se escriben tratados ecológicos».
¿Capitalismo pírrico? «Nuestra sociedad capitalista desprecia la debilidad, la vulnerabilidad y el fracaso (…) Gracias a esa debilidad y vulnerabilidad, muchos de nosotros aprendemos qué es la empatía y la compasión, a la vez que descubrimos nuestro verdadero espíritu».
«El capitalismo occidental ha generado una gran cantidad de riqueza y prosperidad, pero ¿hemos calculado el precio? ¿No ha sido acaso una victoria pírrica, a costa de innumerables desempleados, de pobres y de indigentes? (…) El capitalismo no acepta la compasión ni el interés en los demás, pues estos valores reducen la competitividad de los individuos (…) Una de las consecuencias más lamentables de ese afán desmesurado del capitalismo por establecer jerarquías de valor y cualidades humanos es que inevitablemente termina por generar odio. Ninguno de nosotros puede cumplir con todas las normas o parámetros del éxito. Nos sentimos incompetentes por tener el color de piel «equivocado», el cabello «equivocado», la religión «equivocada», conducir el auto «equivocado» o vivir en el barrio «equivocado».
Hago la precisión de que estos textos de Desmond Tutu fueron seleccionados de su libro Dios cree en nosotros, por lo que todas sus enseñanzas éticas y convicciones morales se referencian a la creencia en un ser divino, convicción que no comparto. El fin del apartheid fue consecuencia de la caída del Muro de Berlín y el fin de la Guerra Fría, antes que, por la valiente prédica del arzobispo anglicano, a quien precisamente su condición clerical le evitó ser encarcelado por la dictadura afrikáans, aunque no le evitó sufrir numerosas amenazas contra él y su familia.
Esto no obsta para que igualmente sus enseñanzas deban ser difundidas y reflexionadas como toda expresión humana de un pensamiento honesto y potenciador de los derechos humanos, que eso es en definitiva el principal legado del hijo de una empleada doméstica, Aletta Tutu y un maestro, Zachariah Tutu, quien luego de alcanzar la democracia en la Nación del Arcoíris —como él denominó a Sudáfrica—, fue un inclaudicable crítico de la corrupción en su país, así como de las violaciones a los derechos humanos perpetradas por regímenes dictatoriales africanos, como el de su vecino Zimbabue. Esa defensa frontal de los derechos humanos encabezada por quien, junto a su esposa Leah, fue padres de cuatro hijos, incluyó los derechos de los homosexuales, así como el derecho a una muerte digna— eutanasia— que también revindicó para sí mismo; o la Alianza para la Civilización, promotora del dialogo entre los mundos islámico y occidental.