Derechos Humanos y
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Observatorio de Relaciones Internacionales y Derechos Humanos

30-11-2010

Cumbre Iberoamericana y legitimidad democrática: La hipocresía de no invitar a Honduras y cobijar a Cuba

La postura de la Argentina de no invitar a la Cumbre en Mar del Plata al presidente de Honduras y seguir legitimando a la obscena dictadura cubana, tiene la complicidad de la Secretaría General de la Organización de Estados Iberoamericanos y de todos los mandatarios que avalan esa hipocresía.
Por Gabriel C. Salvia

BUENOS AIRES, nov 29 (DyN).- Durante el viernes y sábado próximo se realizará en Mar del Plata la vigésima Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno de los países de América latina, España y Portugal y el único presidente que no ha sido invitado por la Argentina, como país organizador, es Porfirio Lobo, de Honduras, pues el Gobierno cuestiona su legitimidad democrática.

Está claro que la Argentina tiene una política exterior ideológicamente selectiva en relación a los países que considera o no democráticos y, al respecto, lo más reprobable de la decisión de Cristina Fernández de Kirchner (CFK) es que la Presidenta no aplica el mismo criterio de veto con Cuba.

El caso cubano es todo un emblema, ya que la isla tiene un régimen de partido único que es claramente una dictadura, mientras que sus autoridades, surgidas en enero de 1959 luego de una revolución armada llevada a cabo para derrocar a otra dictadura y retornar luego a la democracia, son totalmente ilegítimas desde la perspectiva democrática.©

Nunca se ha escuchado al gobierno de CFK pronunciarse sobre la legitimidad democrática de países como China o Libia, a cuyos dictadores la Presidenta visitó oficialmente y lo propio podría decirse de visitantes recibidos en Buenos Aires con honores, cuando sus países son muy cuestionados internacionalmente por las violaciones a los Derechos Humanos (Siria, Qatar, Vietnam, por ejemplo).

Respecto al marginado Honduras, es evidente que el año pasado hubo en ese país un golpe de estado. A la erosión del estado de derecho que venía generando el gobierno de Manuel Zelaya no correspondía como respuesta otra violación al estado de derecho por parte de los militares, quienes lo sacaron durante la madrugada en pijamas de su casa y lo llevaron a Costa Rica.

Si bien el hondureño no fue un golpe tradicional, pues inmediatamente se convocó a elecciones presidenciales de las cuales resultó electo Porfirio Lobo, está claro que su legitimidad democrática puede ser cuestionada, pero no mucho más que otros gobiernos latinoamericanos que retornaron a la democracia luego de golpes militares.

Tampoco puede dejar de considerarse en el caso de Honduras, que a la comunidad democrática latinoamericana poco le importaron las violaciones al estado de derecho generadas por  Zelaya, entre ellas la de incumplir la Constitución de su país para presentarse a la reelección, siguiendo el manual bolivariano.

Lo cierto es que luego del golpe de Honduras, la Argentina retiró a su embajador de Tegucigalpa y expulsó a la embajadora del país centroamericano en Buenos Aires y si bien es totalmente racional la postura de no mantener relaciones con países que no tienen autoridades democráticamente electas, el punto es que este criterio se le ha aplicado solamente a Honduras y no al resto de las dictaduras con las cuales se mantienen relaciones cordiales y en varios casos muy estrechas.

Al actual gobierno argentino lo unen afectuosas relaciones con la dictadura cubana e incluso CFK viajó en febrero del año pasado a La Habana, donde "logró" una entrevista y una foto con Fidel Castro, mientras que no mantuvo ningún encuentro con referentes de la oposición democrática.

Es decir, la Presidenta hizo todo lo contrario de lo que corresponde a un defensor de los Derechos Humanos: festejó al dictador e ignoró a sus víctimas.

Por supuesto, que la postura de la Argentina de no invitar a la Cumbre en Mar del Plata al presidente de Honduras y seguir legitimando a la obscena dictadura cubana, tiene la complicidad de la Secretaría General de la Organización de Estados Iberoamericanos y de todos los mandatarios que avalan esa hipocresía.

Desde 1990, Cuba viene incumpliendo todo lo que ha suscripto en las Declaraciones de las Cumbres Iberoamericanas en materia de libertades democráticas. Por ejemplo, en 1996 Fidel Castro adhirió a lo siguiente en Viña del Mar: "En Iberoamérica existe la convicción de que la independencia de poderes, su mutuo control, la adecuada representación y participación de mayorías y minorías, las libertades de expresión, asociación y reunión, el pleno acceso a la información, las elecciones libres, periódicas y transparentes de los gobernantes, constituyen elementos esenciales de la democracia".

Sin embargo, la dictadura cubana no produjo ningún avance de apertura política en estos veinte años de Cumbres Iberoamericanas y, contrariamente, incrementó la represión en distintos momentos, especialmente en 1999 con la Ley 88, conocida como "mordaza" y en 2003 llevándola a la práctica y condenando a largas penas de prisión, tras juicios sumarísimos, a setenta y cinco opositores pacíficos.

Curiosamente, los delitos por los cuáles se los acusó son los derechos y las libertades que las Declaraciones de las Cumbres Iberoamericanas ratifican y dicen promover, pero que en Cuba son consideradas actividades ilegales.

Eso sí, en todas las declaraciones de las Cumbres se ha incluido un Comunicado Especial que condena el embargo estadounidense a la isla, que erróneamente (o no tanto) se califica de "bloqueo", pero nunca hubo un pronunciamiento sobre el bloqueo del gobierno cubano a las libertades democráticas de su pueblo.

Y como muestra de lo bizarras que llegan a ser estas Cumbres en materia de compromiso democrático, en la del año pasado, realizada en la ciudad portuguesa de Estoril, el canciller de Cuba fue uno de los que cuestionó la legalidad del gobierno de Honduras. Justamente, un régimen de partido único -dictadura- cuestionando el proceso electoral en otro país.

Estos reiterados derrapes ponen en clara evidencia la hipocresía de las Cumbres Iberoamericanas, que ahora en Mar del Plata se volverá a repetir.

Gabriel C. Salvia
Gabriel C. Salvia
Director General
Activista internacional de derechos humanos. Desde 1992 se desempeña como director en Organizaciones de la Sociedad Civil y es miembro fundador de CADAL. Como periodista trabajó en gráfica, radio y TV. Compiló varios libros, entre ellos "Diplomacia y Derechos Humanos en Cuba" (2011), "Los derechos humanos en las relaciones internacionales y la política exterior" (2021) y "75 años de la Declaración Universal de Derechos Humanos: Miradas desde Cuba" (2023), y es autor de "Bailando por un espejismo: apuntes sobre política, economía y diplomacia en los gobiernos de Cristina Fernández de Kirchner" (2017). También es autor de varios informes, entre los que se destacan "Las sillas del Consejo: autoritarismos y democracias en la evolución de la integración del órgano de DDHH de la ONU" y "Memoria cerrada: La complicidad de la revolución cubana con la dictadura militar argentina".
 
 
 

 
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