Artículos
Observatorio de Relaciones Internacionales y Derechos Humanos
Tormentas en el Altiplano
Por Ricardo López Göttig
El gobierno del presidente Evo Morales ha sufrido el embate de su propia metodología cuando su partido, el Movimiento al Socialismo (MAS), se encontraba en la oposición a los mandatarios Gonzalo Sánchez de Lozada y Carlos Mesa: la huelga generalizada. A un mes de la inauguración de la asamblea constituyente que sesiona en Sucre, la capital administrativa de la República de Bolivia, las bancadas aún no se han puesto de acuerdo ni en el carácter de esta convención, ni en el reglamento general. El objetivo inicial de Evo Morales era obtener los dos tercios de los curules en disputa pero, a pesar de contar con un sistema electoral que favorece a la mayoría, no logró superar el 60% de los escaños, sumando a sus circunstanciales aliados. El partido opositor Podemos (Poder Democrático y Social, del ex presidente Jorge "Tuto" Quiroga) recibió la mitad de los sufragios con respecto a la campaña presidencial, pero mantiene un grupo importante de asambleístas constituyentes. Asimismo, en cuatro departamentos triunfó el voto positivo por el reclamo de autonomías, en Santa Cruz, Beni, Pando y Tarija, lo que le otorga un importante aval a los deseos federalistas de estas regiones tan dinámicas para la economía boliviana.
Como el MAS no logró el 70% de los escaños de la asamblea constituyente, alteró las reglas: los artículos del nuevo texto constitucional deberían ser aprobados por la mitad más uno de los votos, en abierta violación a la ley de convocatoria de esta convención, que establecía los dos tercios. A la par de esto, el MAS persiste en declarar a esta asamblea como originaria y plenipotenciaria, uno de sus latiguillos de campaña hace pocos meses atrás, con el fin de refundar sobre bases completamente nuevas a la República de Bolivia y que, por consiguiente, significaría la revocatoria de los tres poderes del estado. Esta convención constituyente no estaría limitada ni por la constitución política ni por la legislación aún vigente. Este criterio tampoco es compartido por las bancadas opositoras.
El presidente Morales ha abierto en sus escasos diez primeros meses de gobierno varios frentes de tormenta en la nación del Altiplano: la estatización de la explotación de los hidrocarburos, enfrentándose a empresas como Petrobras y Repsol YPF y, por ende, con los gobiernos de países vecinos. La inseguridad jurídica perjudicará notablemente a un país tan necesitado de urgentes inversiones para elevar el nivel de vida de la población, y estas dejarán de interesarse por un país con tantas convulsiones políticas y sociales. También lanzó una campaña por la reforma agraria –en rigor, se trata de repartir tierras fiscales a campesinos-, pero que desató conflictos armados del movimiento de los sin tierra con hacendados privados en varias regiones. Desde sus comienzos, el alineamiento sistemático con la Venezuela de Hugo Chávez y la Cuba de Fidel Castro, no le ha reportado sino una serie de problemas internos y acusaciones de intromisión en la política doméstica, pero ninguna compensación económica para Bolivia.
Evo Morales no representa a los sectores más extremos de la política boliviana, como son las reivindicaciones indianistas de Felipe Quispe o de los "talibanes indígenas", inspirados en las lecturas de Fausto Reinaga, quien dedicó varios libros a señalar que el origen de los males de Occidente se halla en las enseñanzas de Sócrates. Sin embargo, el MAS supo alentar reivindicaciones simbólicas en numerosos sectores de la ciudadanía boliviana que ahora quiere cumplir, como es el enfrentamiento al capitalismo, a los Estados Unidos, a Chile y a quienes han venido usufructuando el poder durante tantos decenios, sin que se advirtieran mejoras sustanciales en la vida cotidiana de muchos ciudadanos. El camino elegido en el llano de la oposición y en el que persiste en el altiplano del poder, despierta más y más tempestades que alejan la normalidad institucional, la inversión y el diálogo con el 45% de los bolivianos que no votaron por Evo Morales. Un presente de muchas tormentas en el Altiplano.
Ricardo López Göttig es Doctor en Historia y director del Instituto Liberal Democrático de CADAL. Es investigador de la Fundación Hayek y profesor universitario. Es autor del libro "Los fundadores de la República".
Ricardo López GöttigDirector del Instituto Václav Havel
Profesor y Doctor en Historia, egresado de la Universidad de Belgrano y de la Universidad Karlova de Praga (República Checa), respectivamente. Doctorando en Ciencia Política. Es profesor titular de Historia Contemporánea en la Universidad de Belgrano, y profesor en las maestrías en Relaciones Internacionales de la UB y de la Universidad del Salvador. Fue profesor visitante en la Universidad Torcuato Di Tella, en la Universidad ORT Uruguay y en la Universidad de Pavía (Italia). Autor de los libros “Origen, mitos e influencias del antisemitismo en el mundo” (2019) y “Milada Horáková. Defensora de los derechos humanos y víctima de los totalitarismos” (2020), ambos publicados por CADAL y la Fundación Konrad Adenauer, entre otros. Fue Director de Museos y Preservación Patrimonial de la Provincia de Buenos Aires (2015-2019).
El gobierno del presidente Evo Morales ha sufrido el embate de su propia metodología cuando su partido, el Movimiento al Socialismo (MAS), se encontraba en la oposición a los mandatarios Gonzalo Sánchez de Lozada y Carlos Mesa: la huelga generalizada. A un mes de la inauguración de la asamblea constituyente que sesiona en Sucre, la capital administrativa de la República de Bolivia, las bancadas aún no se han puesto de acuerdo ni en el carácter de esta convención, ni en el reglamento general. El objetivo inicial de Evo Morales era obtener los dos tercios de los curules en disputa pero, a pesar de contar con un sistema electoral que favorece a la mayoría, no logró superar el 60% de los escaños, sumando a sus circunstanciales aliados. El partido opositor Podemos (Poder Democrático y Social, del ex presidente Jorge "Tuto" Quiroga) recibió la mitad de los sufragios con respecto a la campaña presidencial, pero mantiene un grupo importante de asambleístas constituyentes. Asimismo, en cuatro departamentos triunfó el voto positivo por el reclamo de autonomías, en Santa Cruz, Beni, Pando y Tarija, lo que le otorga un importante aval a los deseos federalistas de estas regiones tan dinámicas para la economía boliviana.
Como el MAS no logró el 70% de los escaños de la asamblea constituyente, alteró las reglas: los artículos del nuevo texto constitucional deberían ser aprobados por la mitad más uno de los votos, en abierta violación a la ley de convocatoria de esta convención, que establecía los dos tercios. A la par de esto, el MAS persiste en declarar a esta asamblea como originaria y plenipotenciaria, uno de sus latiguillos de campaña hace pocos meses atrás, con el fin de refundar sobre bases completamente nuevas a la República de Bolivia y que, por consiguiente, significaría la revocatoria de los tres poderes del estado. Esta convención constituyente no estaría limitada ni por la constitución política ni por la legislación aún vigente. Este criterio tampoco es compartido por las bancadas opositoras.
El presidente Morales ha abierto en sus escasos diez primeros meses de gobierno varios frentes de tormenta en la nación del Altiplano: la estatización de la explotación de los hidrocarburos, enfrentándose a empresas como Petrobras y Repsol YPF y, por ende, con los gobiernos de países vecinos. La inseguridad jurídica perjudicará notablemente a un país tan necesitado de urgentes inversiones para elevar el nivel de vida de la población, y estas dejarán de interesarse por un país con tantas convulsiones políticas y sociales. También lanzó una campaña por la reforma agraria –en rigor, se trata de repartir tierras fiscales a campesinos-, pero que desató conflictos armados del movimiento de los sin tierra con hacendados privados en varias regiones. Desde sus comienzos, el alineamiento sistemático con la Venezuela de Hugo Chávez y la Cuba de Fidel Castro, no le ha reportado sino una serie de problemas internos y acusaciones de intromisión en la política doméstica, pero ninguna compensación económica para Bolivia.
Evo Morales no representa a los sectores más extremos de la política boliviana, como son las reivindicaciones indianistas de Felipe Quispe o de los "talibanes indígenas", inspirados en las lecturas de Fausto Reinaga, quien dedicó varios libros a señalar que el origen de los males de Occidente se halla en las enseñanzas de Sócrates. Sin embargo, el MAS supo alentar reivindicaciones simbólicas en numerosos sectores de la ciudadanía boliviana que ahora quiere cumplir, como es el enfrentamiento al capitalismo, a los Estados Unidos, a Chile y a quienes han venido usufructuando el poder durante tantos decenios, sin que se advirtieran mejoras sustanciales en la vida cotidiana de muchos ciudadanos. El camino elegido en el llano de la oposición y en el que persiste en el altiplano del poder, despierta más y más tempestades que alejan la normalidad institucional, la inversión y el diálogo con el 45% de los bolivianos que no votaron por Evo Morales. Un presente de muchas tormentas en el Altiplano.
Ricardo López Göttig es Doctor en Historia y director del Instituto Liberal Democrático de CADAL. Es investigador de la Fundación Hayek y profesor universitario. Es autor del libro "Los fundadores de la República".