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Observatorio de Relaciones Internacionales y Derechos Humanos
Piñera, PROSUR y la dictadura china
(The Global Americans) Un mes después de impulsar PROSUR, el presidente chileno Sebastián Piñera afirma en su visita a China que «cada uno tiene el sistema político que quiera darse», antagonizando los principios mismos de la formación del nuevo mecanismo regional. Por Gabriel C. Salvia
(The Global Americans) Sabiendo que muy pronto tenía un viaje oficial a China, fue una torpeza la del presidente de Chile, Sebastián Piñera, impulsar la creación del Foro para el Progreso de América del Sur (PROSUR) en el que se establece como condición para su pertenencia, que los países mantengan un sistema democrático. ¿Qué le va a responder Nicolás Maduro a Piñera la próxima vez que reciba una crítica suya por violaciones a los derechos humanos en Venezuela? Lo mismo que el presidente de Chile dijo en China: que “cada uno tiene el sistema político que quiera darse”.
Al impulsar la creación de PROSUR, su declaración constitutiva incluyó en su punto número cinco “que los requisitos esenciales para participar en este espacio serán la plena vigencia de la democracia, de los respectivos órdenes constitucionales, el respeto del principio de separación de los Poderes del Estado, y la promoción, protección, respeto y garantía de los derechos humanos y las libertades fundamentales, así como la soberanía e integridad territorial de los Estados, con respeto al derecho internacional”.
PROSUR se constituyó el pasado 22 de marzo en Santiago de Chile como una iniciativa del presidente chileno Sebastián Piñera para reemplazar a la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), contando con el apoyo de sus colegas de Argentina, Brasil, Colombia, Ecuador, Guyana, Paraguay y Perú.
La creación de PROSUR planteó una serie de interrogantes ante el complejo panorama geopolítico de la región: ¿Es necesario un organismo nuevo en la región? ¿Cómo se concilia la existencia de PROSUR y la pertenencia de los mismos países a la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), cuya cláusula democrática carece de legitimidad de origen al haber integrado al régimen de partido único de Cuba? ¿Es coherente conformar un organismo con una cláusula democrática integrado por gobernantes que reivindican una dictadura militar o que en sus países se produjeron recientemente asesinatos de activistas de derechos humanos? Y también, ¿cuál será la política de los integrantes de PROSUR hacia otros países del mundo que no son democráticos, como el caso de China?
Piñera ya contaba con un flojo antecedente durante su primer presidencia, ante la creación en Caracas de la CELAC, cuando el 3 de diciembre de 2011, junto a Hugo Chávez y Raúl Castro expresó “¡vivan las diferencias!”, relativizando así los sistemas políticos. Bajo tal pronunciamiento, vale igual una democracia como la de Chile que una autocracia como la de Venezuela y una dictadura de partido único como Cuba.
Con este triste antecedente Piñera impulsa PROSUR y casi un mes después, el pasado 25 de abril, en su visita oficial a China reincide al afirmar que “cada uno tiene el sistema político que quiera darse”, pretendiendo justificar así su silencio frente a la violación de los derechos humanos en la mayor dictadura del mundo.
Al respecto, vale la pena leer algunos casos incluidos en la recopilación sobre China en el informe de quince páginas de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, publicado el 27 de agosto de 2018 ante el tercer examen universal de China en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU:
- “El Comité contra la Tortura seguía preocupado por las denuncias de muertes de detenidos como resultado de torturas o por no haber recibido rápidamente ni atención ni tratamiento durante su privación de libertad”.
- “El Comité contra la Tortura expresó su preocupación por el hecho de que China no informara a las familias sobre el paradero de familiares que habían participado en protestas y seguían privados de libertad, ni de personas que presuntamente habían sido detenidas por organizar actividades o expresar opiniones en 2014, en la conmemoración del 25º aniversario de las protestas en la Plaza de Tiananmén”.
- “El Comité contra la Tortura expresó su preocupación por los informes de que había clínicas, tanto privadas como públicas, que ofrecían una denominada ‘terapia de conversión’ para cambiar la orientación sexual de las personas lesbianas y gais, y de que entre sus prácticas figuraban la administración de descargas eléctricas y, en ocasiones, el internamiento involuntario en centros psiquiátricos y de otro tipo, lo que podía dar lugar a daños físicos y psicológicos”.
- “El Comité contra la Tortura explicó que había recibido numerosas denuncias de fuentes dignas de crédito que documentaban en detalle casos de torturas, muertes en situación de privación de libertad, detenciones arbitrarias y desapariciones de tibetanos. También se habían recibido denuncias de actos cometidos específicamente contra uigures y mongoles”.
En defensa de Piñera, se ha dicho que su tarea es defender los intereses de su país, teniendo en cuenta que China es el principal socio comercial de Chile, por lo cual no puede arriesgar esa relación priorizando la defensa de los derechos humanos.
Pero un mandatario que impulsa un organismo regional que afirma “la promoción, protección, respeto y garantía de los derechos humanos y las libertades fundamentales” no puede ir un mes después a la mayor dictadura del mundo y justificar que tenga un sistema político que los viole.
En definitiva, Piñera no es la persona idónea para pretender asumir un liderazgo regional e internacional en defensa de la democracia y los derechos humanos.
Gabriel C. Salvia es Director General del Centro para la Apertura y el Desarrollo de América Latina (CADAL).
Gabriel C. SalviaDirector GeneralActivista de derechos humanos enfocado en la solidaridad democrática internacional. En 2024 recibió el Premio Gratias Agit del Ministerio de Relaciones Exteriores de la República Checa. Es autor de los libros "Memoria, derechos humanos y solidaridad democrática internacional" (2024) y "Bailando por un espejismo: apuntes sobre política, economía y diplomacia en los gobiernos de Cristina Fernández de Kirchner" (2017). Además, compiló varios libros, entre ellos "75 años de la Declaración Universal de Derechos Humanos: Miradas desde Cuba" (2023), "Los derechos humanos en las relaciones internacionales y la política exterior" (2021), "Desafíos para el fortalecimiento democrático en la Argentina" (2015), "Un balance político a 30 años del retorno a la democracia en Argentina" (2013) y "Diplomacia y Derechos Humanos en Cuba" (2011), Sus columnas de opinión han sido publicadas en varios medios en español. Actualmente publica en Clarín, Perfil, Infobae y La Nación, de Argentina. Ha participado en eventos internacionales en América Latina, África, Asia, Europa, los Balcanes y en Estados Unidos. Desde 1992 se desempeña como director en Organizaciones de la Sociedad Civil y es miembro fundador de CADAL. Como periodista, trabajó entre 1992 y 1997 en gráfica, radio y TV especializado en temas parlamentarios, políticos y económicos, y posteriormente contribuyó con entrevistas en La Nación y Perfil.
(The Global Americans) Sabiendo que muy pronto tenía un viaje oficial a China, fue una torpeza la del presidente de Chile, Sebastián Piñera, impulsar la creación del Foro para el Progreso de América del Sur (PROSUR) en el que se establece como condición para su pertenencia, que los países mantengan un sistema democrático. ¿Qué le va a responder Nicolás Maduro a Piñera la próxima vez que reciba una crítica suya por violaciones a los derechos humanos en Venezuela? Lo mismo que el presidente de Chile dijo en China: que “cada uno tiene el sistema político que quiera darse”.
Al impulsar la creación de PROSUR, su declaración constitutiva incluyó en su punto número cinco “que los requisitos esenciales para participar en este espacio serán la plena vigencia de la democracia, de los respectivos órdenes constitucionales, el respeto del principio de separación de los Poderes del Estado, y la promoción, protección, respeto y garantía de los derechos humanos y las libertades fundamentales, así como la soberanía e integridad territorial de los Estados, con respeto al derecho internacional”.
PROSUR se constituyó el pasado 22 de marzo en Santiago de Chile como una iniciativa del presidente chileno Sebastián Piñera para reemplazar a la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), contando con el apoyo de sus colegas de Argentina, Brasil, Colombia, Ecuador, Guyana, Paraguay y Perú.
La creación de PROSUR planteó una serie de interrogantes ante el complejo panorama geopolítico de la región: ¿Es necesario un organismo nuevo en la región? ¿Cómo se concilia la existencia de PROSUR y la pertenencia de los mismos países a la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), cuya cláusula democrática carece de legitimidad de origen al haber integrado al régimen de partido único de Cuba? ¿Es coherente conformar un organismo con una cláusula democrática integrado por gobernantes que reivindican una dictadura militar o que en sus países se produjeron recientemente asesinatos de activistas de derechos humanos? Y también, ¿cuál será la política de los integrantes de PROSUR hacia otros países del mundo que no son democráticos, como el caso de China?
Piñera ya contaba con un flojo antecedente durante su primer presidencia, ante la creación en Caracas de la CELAC, cuando el 3 de diciembre de 2011, junto a Hugo Chávez y Raúl Castro expresó “¡vivan las diferencias!”, relativizando así los sistemas políticos. Bajo tal pronunciamiento, vale igual una democracia como la de Chile que una autocracia como la de Venezuela y una dictadura de partido único como Cuba.
Con este triste antecedente Piñera impulsa PROSUR y casi un mes después, el pasado 25 de abril, en su visita oficial a China reincide al afirmar que “cada uno tiene el sistema político que quiera darse”, pretendiendo justificar así su silencio frente a la violación de los derechos humanos en la mayor dictadura del mundo.
Al respecto, vale la pena leer algunos casos incluidos en la recopilación sobre China en el informe de quince páginas de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, publicado el 27 de agosto de 2018 ante el tercer examen universal de China en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU:
- “El Comité contra la Tortura seguía preocupado por las denuncias de muertes de detenidos como resultado de torturas o por no haber recibido rápidamente ni atención ni tratamiento durante su privación de libertad”.
- “El Comité contra la Tortura expresó su preocupación por el hecho de que China no informara a las familias sobre el paradero de familiares que habían participado en protestas y seguían privados de libertad, ni de personas que presuntamente habían sido detenidas por organizar actividades o expresar opiniones en 2014, en la conmemoración del 25º aniversario de las protestas en la Plaza de Tiananmén”.
- “El Comité contra la Tortura expresó su preocupación por los informes de que había clínicas, tanto privadas como públicas, que ofrecían una denominada ‘terapia de conversión’ para cambiar la orientación sexual de las personas lesbianas y gais, y de que entre sus prácticas figuraban la administración de descargas eléctricas y, en ocasiones, el internamiento involuntario en centros psiquiátricos y de otro tipo, lo que podía dar lugar a daños físicos y psicológicos”.
- “El Comité contra la Tortura explicó que había recibido numerosas denuncias de fuentes dignas de crédito que documentaban en detalle casos de torturas, muertes en situación de privación de libertad, detenciones arbitrarias y desapariciones de tibetanos. También se habían recibido denuncias de actos cometidos específicamente contra uigures y mongoles”.
En defensa de Piñera, se ha dicho que su tarea es defender los intereses de su país, teniendo en cuenta que China es el principal socio comercial de Chile, por lo cual no puede arriesgar esa relación priorizando la defensa de los derechos humanos.
Pero un mandatario que impulsa un organismo regional que afirma “la promoción, protección, respeto y garantía de los derechos humanos y las libertades fundamentales” no puede ir un mes después a la mayor dictadura del mundo y justificar que tenga un sistema político que los viole.
En definitiva, Piñera no es la persona idónea para pretender asumir un liderazgo regional e internacional en defensa de la democracia y los derechos humanos.
Gabriel C. Salvia es Director General del Centro para la Apertura y el Desarrollo de América Latina (CADAL).