Artículos
Monitoreo de la gobernabilidad democrática
Tareas pendientes en la región
(Análisis Latino) América Latina no es una región monolítica. Hay amplias diferencias de visión política entre los países de la región, y esas diferencias se reflejan en el desempeño económico que muestran. Pero especialmente se reflejan en la capacidad estructural que están construyendo para hacer sostenible el buen desempeño que hoy muestran apuntalados por factores coyunturales. Algunos de los más importantes de estos factores son precisamente los que han sido tomados en cuenta para elaborar el ranking “Democracia, mercado y transparencia”.Por Raúl Ferro
(Análisis Latino) Mientras los países desarrollados se debaten entre una grave crisis de deuda (como en el caso de Europa), el estancamiento (como Japón) o una lánguida recuperación (como Estados Unidos), la economía de América Latina sigue vivita y coleando. Sí, el crecimiento económico de la región se desacelerará en 2012, pero todavía será un crecimiento significativo, por encima del promedio mundial. La región está repitiendo la experiencia vivida en la crisis de 2008-2009, cuando la mayor parte de los países latinoamericanos soportó de manera más que satisfactoria la fuerte desaceleración que sufrió la economía global.
Las razones son conocidas: el protagónico papel de China como socio comercial de América Latina y el desacople respecto a las economías desarrolladas que esto significa, la riqueza de recursos naturales de la región y el crecimiento del consumo interno y de la clase media. Estos y otros ingredientes han creado un cóctel que ha resultado muy efectivo a la hora de contrarrestar la crisis financiera global.
Ahora, como sabemos muy bien, América Latina no es una región monolítica. Hay amplias diferencias de visión política entre los países de la región, y esas diferencias se reflejan en el desempeño económico que muestran. Pero especialmente se reflejan en la capacidad estructural que están construyendo para hacer sostenible el buen desempeño que hoy muestran apuntalados por factores coyunturales.
Algunos de los más importantes de estos factores son precisamente los que han sido tomados en cuenta para elaborar el ranking "Democracia, mercado y transparencia". Por eso, no resulta extraño que los primeros lugares del ranking hayan sido ocupados por los países que presentan las perspectivas más sólidas, aquellos que se han tomado más en serio sus procesos de reforma y apertura.
Chile y Uruguay encabezan el ranking regional de Cadal. El primero es el pionero de las reformas en América Latina y el país que presenta la institucionalidad más fuerte, con una evolución de una dictadura militar de derecha a una economía de mercado consolidada en democracia por sucesivos gobiernos de centro izquierda y que ahora se confirma bajo un gobierno de centroderecha que tiene que enfrentar fuertes protestas de una sociedad que en las últimas dos décadas ha pasado de ser de bajos ingresos a una de ingresos intermedios. Es la democracia, que incómoda y contradictoria, funciona como válvula para tratar los conflictos de interés que provoca el desarrollo económico y que ayuda a que este último se convierta también en desarrollo social.
Uruguay, por su parte, es un buen paradigma de gobiernos de izquierda que entienden lo efectivo que puede resultar combinar la economía de mercado con políticas públicas para apuntalar el desarrollo. Inspirados por el modelo chileno y, especialmente, por el modelo reformista brasileño asumido primero por el gobierno de Fernando Henrique Cardoso y consolidado después por los gobiernos del PT de Luiz Inácio Lula da Silva y el actual de Dilma Rousseff. Y, al igual que Chile, Uruguay destaca en América Latina por tener una institucionalidad relativamente sólida.
Chile y Uruguay se ubican entre los 25 primeros puestos del ranking, seguidos de Costa Rica en la posición 39. Pero el resto de los países latinoamericanos se ubican del puesto 50 hacia abajo.
Esto incluye a los países que hoy están de moda entre los inversionistas, como Brasil, Colombia, Perú y Panamá, estrellas que están cosechando los frutos de las reformas que realizaron en las últimas décadas, pero en los que aún hay mucho trabajo que realizar para asegurar que la prosperidad económica de la que hoy gozan sea sustentable en el tiempo. Estas tareas pendientes se reflejan en las posiciones que ocupan en el ranking.
En el caso brasileño, los desafíos son grandes. Brasil necesita adelgazar su estado, cuyos gastos hoy representan más de un tercio del producto bruto interno del país y que se concentran fundamentalmente en el pago de salarios y transferencias, y ordenar su sistema tributario, que hoy presenta una carga tributaria del 34,3%, según la Heritage Foundation. También es necesario que mejore su sistema judicial y mantener la lucha contra la corrupción, tarea a la que se ha abocado la actual presidenta.
Desafíos sociales
Más allá de asegurar la sustentabilidad de su desempeño económico, los países latinoamericanos más prósperos necesitan afinar políticas públicas que permitan traducir el crecimiento económico en mayor bienestar social. El caso de Chile es emblemático. Este país es el que mejor se ubica en los rankings de competitividad y de clima de negocios y es el que más progreso social ha mostrado. Sin embargo, la sociedad chilena dio claras y rotundas muestras de disconformidad durante el 2011, con protestas estudiantiles que fueron apoyadas por buena parte de la ciudadanía. Las protestas pusieron el dedo sobre uno de los puntos más débiles del exitoso modelo chileno: el alto costo de la educación y los efectos regresivos desde el punto de vista social del sistema bajo el que funciona actualmente.
En ese sentido, llama la atención que entre los países con mejor desempeño en la región a la hora de medir el índice de desarrollo humano figuren algunos, como Venezuela, Cuba o Argentina, donde la calidad de la democracia es muy baja --o directamente no la hay, como en el caso de Cuba-- y el clima de negocios bastante malo.
¿Quiere decir esto que la democracia y el libre mercado van en contra del desarrollo social? No, en absoluto. De hecho, Chile es el país latinoamericano mejor rankeado según el Índice de Desarrollo Humano, mientras que Uruguay ocupa el tercer lugar. Pero que las estrellas económicas emergentes de la región se ubiquen hacia la mitad del ranking es un claro llamado de atención respecto a las tareas pendientes. Además de facilitar los negocios y estimular el crecimiento económico, los países latinoamericanos tienen que diseñar y aplicar políticas públicas que faciliten la inclusión social, profundizando de este modo la calidad de la democracia.
Y para esto, el desarrollo de la institucionalidad es clave. No es casualidad que tanto Chile como Uruguay sean, como ya mencionamos líneas arriba, los dos países latinoamericanos con mayor calidad institucional.
Raúl Ferro es Director de Business Intelligence de Business News Americas.
Raúl FerroConsejero ConsultivoAnalista de economía y negocios especializado en América Latina. Fue corresponsal en Sudamérica de distintos medios económicos de EE.UU. y el Reino Unido, director editorial de la revista AméricaEconomía y director de estudios de BNamericas. Es Director del Consejo Consultivo de CADAL.
(Análisis Latino) Mientras los países desarrollados se debaten entre una grave crisis de deuda (como en el caso de Europa), el estancamiento (como Japón) o una lánguida recuperación (como Estados Unidos), la economía de América Latina sigue vivita y coleando. Sí, el crecimiento económico de la región se desacelerará en 2012, pero todavía será un crecimiento significativo, por encima del promedio mundial. La región está repitiendo la experiencia vivida en la crisis de 2008-2009, cuando la mayor parte de los países latinoamericanos soportó de manera más que satisfactoria la fuerte desaceleración que sufrió la economía global.
Las razones son conocidas: el protagónico papel de China como socio comercial de América Latina y el desacople respecto a las economías desarrolladas que esto significa, la riqueza de recursos naturales de la región y el crecimiento del consumo interno y de la clase media. Estos y otros ingredientes han creado un cóctel que ha resultado muy efectivo a la hora de contrarrestar la crisis financiera global.
Ahora, como sabemos muy bien, América Latina no es una región monolítica. Hay amplias diferencias de visión política entre los países de la región, y esas diferencias se reflejan en el desempeño económico que muestran. Pero especialmente se reflejan en la capacidad estructural que están construyendo para hacer sostenible el buen desempeño que hoy muestran apuntalados por factores coyunturales.
Algunos de los más importantes de estos factores son precisamente los que han sido tomados en cuenta para elaborar el ranking "Democracia, mercado y transparencia". Por eso, no resulta extraño que los primeros lugares del ranking hayan sido ocupados por los países que presentan las perspectivas más sólidas, aquellos que se han tomado más en serio sus procesos de reforma y apertura.
Chile y Uruguay encabezan el ranking regional de Cadal. El primero es el pionero de las reformas en América Latina y el país que presenta la institucionalidad más fuerte, con una evolución de una dictadura militar de derecha a una economía de mercado consolidada en democracia por sucesivos gobiernos de centro izquierda y que ahora se confirma bajo un gobierno de centroderecha que tiene que enfrentar fuertes protestas de una sociedad que en las últimas dos décadas ha pasado de ser de bajos ingresos a una de ingresos intermedios. Es la democracia, que incómoda y contradictoria, funciona como válvula para tratar los conflictos de interés que provoca el desarrollo económico y que ayuda a que este último se convierta también en desarrollo social.
Uruguay, por su parte, es un buen paradigma de gobiernos de izquierda que entienden lo efectivo que puede resultar combinar la economía de mercado con políticas públicas para apuntalar el desarrollo. Inspirados por el modelo chileno y, especialmente, por el modelo reformista brasileño asumido primero por el gobierno de Fernando Henrique Cardoso y consolidado después por los gobiernos del PT de Luiz Inácio Lula da Silva y el actual de Dilma Rousseff. Y, al igual que Chile, Uruguay destaca en América Latina por tener una institucionalidad relativamente sólida.
Chile y Uruguay se ubican entre los 25 primeros puestos del ranking, seguidos de Costa Rica en la posición 39. Pero el resto de los países latinoamericanos se ubican del puesto 50 hacia abajo.
Esto incluye a los países que hoy están de moda entre los inversionistas, como Brasil, Colombia, Perú y Panamá, estrellas que están cosechando los frutos de las reformas que realizaron en las últimas décadas, pero en los que aún hay mucho trabajo que realizar para asegurar que la prosperidad económica de la que hoy gozan sea sustentable en el tiempo. Estas tareas pendientes se reflejan en las posiciones que ocupan en el ranking.
En el caso brasileño, los desafíos son grandes. Brasil necesita adelgazar su estado, cuyos gastos hoy representan más de un tercio del producto bruto interno del país y que se concentran fundamentalmente en el pago de salarios y transferencias, y ordenar su sistema tributario, que hoy presenta una carga tributaria del 34,3%, según la Heritage Foundation. También es necesario que mejore su sistema judicial y mantener la lucha contra la corrupción, tarea a la que se ha abocado la actual presidenta.
Desafíos sociales
Más allá de asegurar la sustentabilidad de su desempeño económico, los países latinoamericanos más prósperos necesitan afinar políticas públicas que permitan traducir el crecimiento económico en mayor bienestar social. El caso de Chile es emblemático. Este país es el que mejor se ubica en los rankings de competitividad y de clima de negocios y es el que más progreso social ha mostrado. Sin embargo, la sociedad chilena dio claras y rotundas muestras de disconformidad durante el 2011, con protestas estudiantiles que fueron apoyadas por buena parte de la ciudadanía. Las protestas pusieron el dedo sobre uno de los puntos más débiles del exitoso modelo chileno: el alto costo de la educación y los efectos regresivos desde el punto de vista social del sistema bajo el que funciona actualmente.
En ese sentido, llama la atención que entre los países con mejor desempeño en la región a la hora de medir el índice de desarrollo humano figuren algunos, como Venezuela, Cuba o Argentina, donde la calidad de la democracia es muy baja --o directamente no la hay, como en el caso de Cuba-- y el clima de negocios bastante malo.
¿Quiere decir esto que la democracia y el libre mercado van en contra del desarrollo social? No, en absoluto. De hecho, Chile es el país latinoamericano mejor rankeado según el Índice de Desarrollo Humano, mientras que Uruguay ocupa el tercer lugar. Pero que las estrellas económicas emergentes de la región se ubiquen hacia la mitad del ranking es un claro llamado de atención respecto a las tareas pendientes. Además de facilitar los negocios y estimular el crecimiento económico, los países latinoamericanos tienen que diseñar y aplicar políticas públicas que faciliten la inclusión social, profundizando de este modo la calidad de la democracia.
Y para esto, el desarrollo de la institucionalidad es clave. No es casualidad que tanto Chile como Uruguay sean, como ya mencionamos líneas arriba, los dos países latinoamericanos con mayor calidad institucional.
Raúl Ferro es Director de Business Intelligence de Business News Americas.