Artículos
Observatorio de Relaciones Internacionales y Derechos Humanos
El gobierno de Viktor Orbán: un desafío para la democracia húngara
La eliminación de los pesos y contrapesos institucionales, la dominación de los medios y del discurso público, así como la corrupción política centralizada son pilares clave de la captura del Estado por parte del FIDESZ en Hungría. Bajo el gobierno de Orbán, la estructura de gobernanza está orientada al control político más que a la gestión profesional, lo que resulta en decisiones impredecibles y una gobernanza caótica.Por Morena Fernández
Hungría, un pequeño pero importante país en Europa del Este, está gobernado por Viktor Orbán, quien desde 2010 cuenta con mayoría absoluta en el parlamento. La nación húngara ha sido noticia en los últimos años, ya sea por sus medidas económicas o sus controversiales políticas conservadoras y restrictivas.
El Bertelsmann Transformation Index (BTI) evalúa y compara en 137 países los procesos de transformación hacia la democracia y una economía de mercado global. Respecto a los países incluidos, estos pertenecen a las siguientes zonas: Latinoamérica y el Caribe; Asia y Oceanía; África Meridional y Oriental; África Occidental y Central; Medio Oriente y África del Norte; Europa del Este, el Cáucaso y Asia Central; Europa del Sudeste y Central. El trabajo llevado a cabo para su realización se divide en 2 subíndices; por un lado, el Índice de Estado que deriva en la transformación política y económica, y por otro lado el Índice de Gobernanza que evalúa la calidad del liderazgo político, con el que se dirigen estos procesos de transformación. Para lograrlo, se utiliza un enfoque cualitativo en el que especialistas de cada país evalúan indicadores específicos y les otorgan una puntuación del 1 al 10, basándose en un libro estandarizado de códigos. Luego, estas calificaciones se someten a un proceso de revisión y ajuste a nivel regional e interregional para asegurar su coherencia.
El índice publicado cada 2 años desde 2006 hasta la actualidad nos permite realizar un análisis preciso sobre Hungría y los factores que caracterizaron su transformación.
Como puede apreciarse en el gráfico, Hungría ha atravesado retrocesos en las tres dimensiones que evalúa el BTI. Sin embargo, hay que destacar que las variaciones más pronunciadas se dan respecto al índice de gobernanza y a la transformación política, con aproximadamente 3 puntos de diferencia entre los reportes de 2006 y el de 2024. Mientras, la dimensión de transformación económica sufre una alteración más leve de aproximadamente 2 puntos.
La Transformación Política
Los informes presentados desde 2006 por el BTI han atravesado 3 distintos primeros ministros. Desde 2004 a 2009, liderando el partido centroderechista MDF, Ferenc Gyurcsány y luego desde 2009 a 2010, quien fue su Ministro de Economía, Gordon Bajnai. Por otro lado, desde 2010, Viktor Orbán, líder del partido conservador nacionalista, FIDESZ, ha ocupado el cargo de Primer Ministro ininterrumpidamente hasta el día de hoy.
El estado de la transformación política consta de 5 criterios, basándose en un concepto de democracia que abarca la estatalidad, la participación política, el estado de derecho, la estabilidad de las instituciones democráticas y la integración entre lo social y lo político.
Esta información es crucial para nuestro análisis, ya que podemos ver que la disminución respecto a la transformación política húngara comienza a partir del 2010, es decir coincide, con la llegada de Orbán al poder. A partir de los informes publicados entre 2006 y 2012 por el BTI, Hungría fue categorizada como democracia en consolidación dentro del estado de la transformación política. Entonces, es necesario destacar que los informes a partir del 2014 hasta el más reciente colocan la nación húngara como una democracia defectuosa; incluso en el informe del 2024, tan solo 0.3 puntos la separan de la categoría democracia altamente defectuosa. ¿Qué llevó a Hungría a descender de categoría en pocos años?
Para ilustrar este cambio hay que comenzar mencionando que en 2006 el informe del BTI señalaba que Hungría se había convertido en una de las democracias parlamentarias más estables entre los nuevos estados miembros de la UE, con elecciones justas y libres, una Corte Constitucional independiente, derechos civiles garantizados, una sociedad civil activa y la creación de programas anti-discriminación. En este año la dimensión de transformación política colocaba a Hungría en el 4° puesto entre los países analizados con un puntaje de 9,4.
No obstante, en el informe publicado en 2012 el BTI describe que la victoria de FIDESZ con mayoría de ⅔ representaba una desviación del camino húngaro hacia la democratización y la europeización.
No solo Viktor Orbán declaró que si la Corte tomaba alguna decisión en contra de su gobierno, iba a reducir aún más las competencias del tribunal; sino que también en abril del 2011 se adoptó rápidamente una nueva constitución, sin el consentimiento de la oposición, ni una participación social más amplia o un debate parlamentario adecuado.
Entre sus leyes más controversiales se encontraba la reducción de la edad respecto al retiro obligatorio de jueces, llevándola de 70 a 62 años, lo cual resultó en el retiro anticipado de muchos jueces experimentados, incluido el presidente del Tribunal Supremo. Esto se interpretó como un intento de FIDESZ por reemplazar a jueces establecidos con magistrados más afines a su agenda política. En ese año el estado de la transformación política colocaba a Hungría en el 17° puesto con un puntaje de 8,4, comenzando así el descenso en esta dimensión.
Continuando con los informes y resúmenes ejecutivos publicados por BTI, hay que destacar el publicado en 2016 que describe cómo las élites gobernantes del FIDESZ y grupos empresariales relacionados ampliaron su control sobre el sistema de medios comprando uno de los dos canales de televisión privados más grandes de Hungría, TV2, y sometiendo al otro, RTL Klub, a un impuesto prohibitivo. Si bien siguen existiendo medios independientes, tanto impresos como en línea, el gobierno intentó gravar el acceso a estos últimos y asigna de manera preferencial la publicidad oficial a medios que apoyan sus políticas.
A su vez el BTI señala que en julio de 2014, Orbán declaró sus intenciones de construir un estado iliberal y aprender de estados iliberales competitivos como Singapur, China y Rusia. Sumado a esto, Hungría criticó las sanciones económicas y diplomáticas impuestas por la UE a Rusia tras la anexión de Crimea, se mostró de acuerdo con que Putin modernice sus centrales nucleares y buscó continuar el acuerdo de suministro de gas con Rusia. El informe del BTI 2016 colocó a Hungría en el 25° puesto con 7,6 puntos.
Más aún, el BTI 2020 señala que el gobierno iliberal húngaro está constantemente en busca de un nuevo enemigo para demonizar y seguir construyendo una narrativa populista de ellos contra nosotros. Dentro de esta estrategia entran los partidos opositores, los comunistas, los liberales, las ONGs, el FMI, la Comisión Europea, George Soros o los inmigrantes. Además, la influencia gubernamental sobre los medios también aumentó, siendo Hungría el único país que tiene un medio de comunicación estatal en la Unión Europea que difunde abiertamente propaganda rusa. El informe de este año coloca a la nación húngara en el 41° puesto con un puntaje de 6,8.
Por último, el informe publicado en 2022 por el BTI es de los más contundentes respecto al estado de la transformación política. Este señala que en Hungría la competencia política existe, pero la arena política está extremadamente sesgada, ya que el marco institucional y político húngaro provee una ventaja abrumadora al partido gobernante, FIDESZ. A pesar de esto, la percepción de competencia política le otorga legitimidad democrática al sistema político, incluso cuando la formulación de políticas es cada vez más autoritaria. La eliminación de los pesos y contrapesos institucionales, la dominación de los medios y del discurso público, así como la corrupción política centralizada son pilares clave de la captura del Estado por parte del FIDESZ en Hungría.
Además, volviendo a la construcción de un enemigo, el colectivo LGBTQ+ ha sufrido fuertes ataques bajo el gobierno de Orbán. En diciembre de 2020, el Parlamento húngaro adoptó un paquete legislativo que incorpora la noción tradicional de familia y de "género" en la Constitución, prohibiendo que las parejas del mismo sexo puedan adoptar niños. En junio de 2021 se aprobó una ley que prohíbe la "exhibición y promoción de la homosexualidad" entre menores, censurando incluso literatura, películas y series.
Continuando con el descenso del estatus democrático, el estado de emergencia declarado por COVID-19 en Hungría fue usado para recortar fuertemente el presupuesto a los municipios gobernados por la oposición unida, luego de la victoria sorprendente que obtuvieron en las elecciones municipales de 2019. Incluso algunos fueron despojados de sus derechos contractuales y de propiedad. El BTI 2022 colocó a Hungría en el puesto 48° con 6.4 puntos.
La Transformación Económica
El estado de la transformación económica es la segunda dimensión que constituye el índice de estado, y responde a la idea de que el desarrollo integral no apunta solo al crecimiento económico, sino también requiere una reducción exitosa de la pobreza y libertad de acción/elección para la mayor cantidad de ciudadanos posible. La transformación económica entonces se calcula en base a los siguientes 7 criterios establecidos por el Bertelsmann Transformation Index: nivel de desarrollo socioeconómico, organización del mercado y competición, estabilidad monetaria y fiscal, propiedad privada, régimen de bienestar, desempeño económico y sostenibilidad.
En el caso húngaro, el estado de la transformación económica es el que ha sufrido menos alteraciones en términos de puntaje respecto a su evolución descendente. En este sentido, Hungría nunca ha salido de los primeros 25 puestos, encontrándose siempre en el último cuartil. A diferencia de la transformación política, el descenso es sostenido a partir del BTI 2010, por lo que abarca tanto el liderazgo de Orbán como el de Gyurcsány y Bajnai. Entre el primer informe publicado en 2006 hasta el de 2014, Hungría se encontraba dentro de la categorización “muy avanzado” respecto al estatus de su economía. Luego, desde la publicación de 2016 hasta la de 2020, el BTI lo calificaba como “avanzado”, mientras que en las últimas 2 ediciones el país se encuentra encasillado en “limitado”.
Para lograr comprender este decrecimiento, cabe explorar las principales medidas y/o cambios que se dieron en las distintas gestiones de gobierno. Para comenzar, si se observa el gráfico puede notarse que los resultados de los informes publicados por el BTI entre 2006 y 2010 se mantienen bastante estables entre un 8.8 y 9.0. En esos años analizados, los gobiernos de Gyurcsány y Bajnai se tuvieron que enfrentar a una crisis económica heredada del gobierno anterior, con grandes déficits y deuda pública a causa de políticas expansivas, como aumentos de salarios públicos y programas sociales financiados con deuda, lo cual dejaba vulnerable a la economía frente a shocks externos. Estos desequilibrios llevaron al gobierno de Gyurcsány a iniciar en 2006 una combinación de aumentos de impuestos, recortes de gastos y reformas estructurales en la administración pública, la educación y el sistema de salud. Estas reformas significaron una reducción del 20% del empleo en el gobierno central, una centralización de las funciones de planificación, infraestructura y servicios dentro del gobierno. A pesar de este esfuerzo por estabilizar, la crisis financiera global de 2008 agravó la situación, produciendo la caída del florín húngaro, aumentando el costo de la deuda externa, disminuyendo los flujos de inversión extranjera directa y empujando la economía a una recesión. En búsqueda de atravesar esta crisis, en 2008 el gobierno solicitó un paquete de rescate de €20 mil millones al FMI, la UE y el Banco Mundial, que permitió estabilizar la moneda y recuperar la confianza de los mercados. Más aún, en 2009 el parlamento húngaro aprobó un presupuesto que seguía la línea de austeridad estatal, representando la estabilización del gobierno minoritario y una gestión exitosa en la primera etapa de la crisis financiera. Sin embargo, también fue el comienzo de un nuevo período, ya que la crisis económica condujo a la reestructuración de la economía nacional con un aumento del desempleo e incertidumbre para las pequeñas y medianas empresas (PYMEs).
A partir del BTI 2012, nos encontramos frente al cambio de gobierno con la llegada de Viktor Orbán al poder. El resumen ejecutivo del informe del BTI en ese año señala que cuando FIDESZ asumió el poder en mayo de 2010, la gestión más dura de la crisis económica ya había terminado. A pesar de eso, se desarrolló una nueva crisis económica, ya que el gobierno trató de cumplir un mínimo de sus promesas de campaña respecto a la drástica disminución de los impuestos personales y empresariales. Esta disminución creó un enorme déficit en el presupuesto que tuvo que ser cubierto por otras fuentes: en primer lugar, con “impuestos de crisis” especiales al sector financiero/energético, y en segundo lugar, con la “renacionalización” de los fondos de pensiones privadas. Con estas medidas, FIDESZ fue capaz de convertir un déficit presupuestario en un déficit democrático, ya que se percibió como un ataque al derecho de propiedad y una centralización del control económico en manos del Estado.
Continuando con el análisis, el informe publicado en 2014 señalaba una recesión en Hungría, que probablemente continuaría con los años. Debido a los procedimientos de déficit excesivo en la Unión Europea, el único objetivo del gobierno era mantener el déficit presupuestario por debajo del 3%. El enorme agujero presupuestario derivó en la necesidad de otras fuentes para afrontar el déficit, como los "impuestos de crisis" mencionados anteriormente, la recaudación de nuevos impuestos indirectos, y un aumento del IVA, que lo colocó como el más alto de la Unión Europea.
Además, luego del análisis del BTI entre 2012 y 2014 quedaron claras 2 tendencias principales respecto a la transformación social de Hungría. En primer lugar, la clase media del país se estaba fragmentando, si no colapsando por completo. En segundo lugar, la población con menos ingresos estaba descendiendo más rápidamente a niveles de pobreza. Debido a la crisis económica mundial, se han producido cambios fundamentales, con perdedores tanto relativos como absolutos. La clase media se ha debilitado y su número se redujo aproximadamente un 70% en comparación a los niveles anteriores. Este grupo ha enfrentado una creciente incertidumbre, desempleo e inconsistencia de estatus; se han vuelto aún más dependiente del Estado que antes. Por otro lado, la población con los ingresos más bajos ha caído en la exclusión social, volviéndose estructuralmente más aislados de otros estratos sociales debido a la pobreza, afectando aún más al pueblo gitano, y haciéndose mucho más dependientes del Estado para su supervivencia.
El BTI 2016 nos da a saber que el gobierno húngaro aumentó su influencia sobre la economía mediante la adquisición de participaciones en los sectores bancario y energético; introduciendo un programa de obras públicas a gran escala que abarca el 10% del empleo total; y ofreciendo préstamos subsidiados por el Estado a más de 20.000 pequeñas y medianas empresas. Además, se impusieron impuestos sectoriales principalmente a las filiales húngaras de bancos extranjeros, minoristas multinacionales, empresas de telecomunicaciones, energía y tabaco.
Por otro lado, los escándalos de corrupción política de alto nivel afectaron a la Oficina Nacional de Impuestos y Aduanas, al ministro que encabezaba la Cancillería del Primer Ministro, y a otros políticos del FIDESZ, lo cual llevó a Estados Unidos a prohibir la entrada a su país a 6 funcionarios del gobierno húngaro. Para el 2016, el Bertelsmann Transformation Index colocaba a Hungría en el puesto 16° con un puntaje de 7.8.
Para finalizar el análisis de esta dimensión, las últimas 4 publicaciones del BTI mantienen un descenso paulatino aunque en los informes de 2022 y 2024 se ve una estabilización con puntajes de 6.9 y 6.8.
Los informes de estas últimas ediciones nos dan a saber que, gracias a los fondos de la Unión Europea y una mayor atención por parte del gobierno a los indicadores macroeconómicos, Hungría ha logrado un crecimiento económico. Sin embargo, a pesar del superávit presupuestario y las reducciones de impuestos, los sectores de salud, educación e innovación no recibieron más recursos. Paralelamente, la corrupción se volvió sistemática y organizada desde el Estado. El rigor fiscal se convirtió en una prioridad para el gobierno, ya que tienen en mente que la vulnerabilidad económica podría socavar su apoyo. En lugar de la clásica captura del Estado, en la que los intereses económicos se apoderan de un ejecutivo débil, en Hungría un ejecutivo poderoso coopera de manera no transparente con los círculos empresariales, que él mismo ha creado. La élite gobernante y los actores económicos que la rodean gobiernan según sus intereses privados.
Aunque el gobierno de FIDESZ ha promovido políticas fiscales conservadoras centradas en la disciplina presupuestaria, su política económica procíclica le dio un margen limitado para actuar en un contexto de crecimiento negativo. Es por eso que en 2020 la relación deuda/PBI aumentó de 66.3% a 81.2% frente a los impactos fiscales de la pandemia del COVID-19, rompiendo un récord de 25 años y anulando los esfuerzos de reducción de deuda de la última década.
La economía de Hungría, altamente internacionalizada y dependiente de los mercados abiertos, enfrenta importantes riesgos. Como parte del Mercado Único Europeo, depende tanto de las transferencias de fondos de la Unión Europea como del apoyo de esta para establecer relaciones comerciales a nivel regional y global. Sin embargo, los conflictos del gobierno húngaro con la UE, sumados al procedimiento del Artículo 7, ponen en peligro el acceso a estos fondos, lo que representa una grave amenaza para el sistema de corrupción estatal. Dicho artículo del Tratado de la UE permite suspender ciertos derechos de un Estado miembro, como el voto en el Consejo, si viola gravemente los principios fundamentales de la Unión Europea. Sin embargo, sus obligaciones siguen siendo vinculantes.
Aunque Hungría ha implementado adaptaciones institucionales y reformas para responder a las exigencias de la UE, no existe una voluntad política real para realizar cambios sostenibles en el sistema. Además, la combinación de su dependencia de la UE, las interrupciones en los mercados de exportación provocadas por sanciones contra Rusia, el impacto negativo de la corrupción y la presión política hacen que la economía húngara sea particularmente vulnerable.
El Índice de Gobernanza
El índice de gobernanza es uno de los 2 subíndices que constituyen el Bertelsmann Transformation Index, junto al índice de estado analizado anteriormente. El concepto de gobernanza refiere a la calidad de la gestión política en los procesos de transformación. Para calcularlo, se examinan los responsables políticos de un país tomando en cuenta las dificultades estructurales. El valor de este índice se deriva del desempeño en 4 criterios de gobernanza multiplicado por un factor, que se determina por el nivel de dificultad de cada país. Los 4 criterios tenidos en cuenta son capacidad de dirección, eficiencia en el uso de recursos, construcción de consenso y cooperación internacional.
Esta tercera dimensión analizada en el BTI es la que más se destaca en el caso de Hungría, ya que es la que menores puntajes sostiene. Es decir, si nos fijamos en las categorías que se establecen desde el BTI para la calidad de gobernanza, podemos ver que Hungría desde 2006 hasta 2024 fue descendiendo desde una calidad “buena” de gobernanza hasta llegar a una calidad “débil” en la actualidad.
El informe publicado en 2010 nos hablaba de una Hungría, que, respecto a la capacidad de dirección, priorizó objetivos estratégicos a largo plazo, como la estabilización fiscal, pero enfrentó importantes obstáculos debido a divisiones internas dentro de la coalición y la falta de apoyo social. Si bien mostraron capacidad de aprendizaje y flexibilidad para ajustar políticas, tuvieron dificultades para implementar las reformas anunciadas, resultando en una significativa pérdida de popularidad y apoyo político.
En cuanto a la eficiencia en el uso de recursos este informe señaló que la administración pública presentó serias limitaciones debido a la fragmentación territorial y la falta de coordinación entre instituciones. A pesar de esto, Hungría logró destacarse en la absorción de fondos europeos, consolidándose como uno de los países más eficientes en su gestión dentro del bloque, lo que fue clave para su estrategia de desarrollo a largo plazo.
Analizando la construcción de consenso, el BTI 2010 resaltó la alta polarización política, que dificultó los acuerdos entre las distintas fuerzas y bloqueó reformas clave. Aunque el gobierno intentó incluir a la sociedad civil en los procesos de deliberación, favoreció los intereses de actores más poderosos, limitando la capacidad de cooperación y generando descontento entre sectores menos representados.
Por último, durante el período analizado por el BTI 2010, Hungría, en términos de cooperación internacional, desempeñó un papel activo y efectivo en el fortalecimiento de su integración regional e internacional, especialmente dentro de la UE y el Grupo de Visegrado (Eslovaquia, Hungría, Polonia y República Checa). También mantuvo buenas relaciones con sus vecinos, salvo con Eslovaquia debido a tensiones bilaterales. Destacó por gestionar exitosamente los fondos europeos y por impulsar iniciativas como el respaldo a Serbia en su proceso de acercamiento a la UE y la colaboración húngara en la gestión de crisis energéticas de la región. Este informe presentado por el BTI colocó a Hungría en el puesto 21° con 6.5 puntos.
La primera caída pronunciada en esta dimensión se observa en el informe publicado en el 2012, donde el puntaje asignado es 5.47, es decir 1 punto menos que la edición anterior, pasando de una calidad “buena” a “moderada”. A esta altura puede sonar repetitivo, pero es necesario mencionar que a partir de este informe entra en análisis el gobierno por parte del FIDESZ y Orbán, que comenzó en el 2010.
El informe del 2012 publicado por el BTI coloca a la nación húngara 28 puestos por debajo que la publicación anterior. En este nuevo análisis la capacidad de dirección durante el gobierno de FIDESZ se ha basado en su habilidad para acumular poder, pero su capacidad para formular y coordinar políticas coherentes es limitada, lo que afecta la implementación efectiva de decisiones. Su estrategia carece de una planificación sólida, resultando en contradicciones entre sus metas a largo plazo y movimientos improvisados a corto plazo.
Más aún, el gobierno respecto al uso eficiente de recursos, los ha gestionado deficientemente, tanto los humanos como los financieros. La destitución de personal capacitado y su reemplazo por funcionarios políticamente designados ha debilitado la memoria institucional y la administración pública. Además, medidas como impuestos de crisis y la nacionalización de fondos de pensiones privadas generaron incertidumbre económica y perjudicaron la confianza de los mercados.
Respecto a la construcción de consenso, se ha marginado a la sociedad civil, debilitado los mecanismos de consulta con actores sociales y centralizado el poder de manera excesiva. Estas acciones han aumentado las tensiones internas, especialmente con sindicatos y organizaciones civiles.
En lo relativo a la cooperación internacional, el informe del BTI 2012 señaló que el liderazgo de Orbán ha generado tensiones con la UE y el FMI, debido a la imprevisibilidad de su gobierno y las confrontaciones políticas. Aunque la cooperación regional dentro del Grupo de Visegrado se ha mantenido funcional en temas técnicos, políticas nacionalistas y decisiones simbólicas como la introducción del Día del Tratado de Trianon, han deteriorado las relaciones con países vecinos, especialmente Eslovaquia.
Buscando analizar los cambios más relevantes en la evolución del índice de gobernanza, continuaremos con lo dicho en el resumen ejecutivo del informe publicado por el BTI en 2020. En esta publicación Hungría fue colocada en el puesto 94° con 4.13 puntos, es decir una diferencia de más de un punto respecto al informe de 2012 y ya encontrándose dentro de la categoría de una calidad de gobernanza “débil”. El informe señala que, respecto a la capacidad de dirección, el gobierno húngaro se caracteriza por una fuerte centralización del poder en torno al primer ministro Viktor Orbán y un reducido círculo cercano. Las decisiones clave se toman de manera informal, muchas veces sin transparencia ni consultas con expertos o ministros, lo que limita la autonomía de los funcionarios y dificulta la introducción de ideas innovadoras o críticas constructivas. La estructura de gobernanza está orientada al control político más que a la gestión profesional, lo que resulta en decisiones impredecibles y una gobernanza caótica.
Más aún, sobre la eficiencia en el uso de recursos si bien el déficit presupuestario se ha mantenido por debajo del umbral del 3% de la UE y la deuda pública ha disminuido desde 2010, la gestión del presupuesto carece de transparencia y se realizan modificaciones frecuentes que afectan la previsibilidad económica. Los procesos de contratación pública no son transparentes, con un gran número de licitaciones de un solo oferente y sobrecostos que representan pérdidas considerables para los contribuyentes. Además, los recortes de personal en el sector público no han sido acompañados de una simplificación de procesos burocráticos, lo que aumenta la carga laboral y disminuye la eficacia administrativa. La falta de estrategias sostenibles en áreas clave, como educación y competitividad, limita el crecimiento a largo plazo.
Continuando con la construcción de consenso, en Hungría no existe un acuerdo generalizado sobre los objetivos estratégicos de la nación, como la democracia y la economía de mercado. El partido gobernante FIDESZ promueve un modelo político basado en una ideología cristiano-conservadora y tradicionalista, buscando consolidar el poder mediante la centralización institucional y económica. La oposición, aunque intenta desafiar este sistema, carece de una alternativa fuerte, ya que enfrenta divisiones internas sobre el papel del Estado en la economía y las normas que deben regir el desarrollo. Además, la sociedad está profundamente polarizada, y tanto el gobierno como la oposición exacerban estas divisiones a través de políticas identitarias.
Por último, en el área de la cooperación internacional Hungría ha adoptado un enfoque pragmático con intereses a corto plazo, que en muchos casos socava la cohesión de sus alianzas. Aunque es uno de los mayores receptores de fondos de la UE, existen graves problemas de transparencia en su uso, lo que ha generado conflictos con las instituciones europeas. Además, el gobierno húngaro ha bloqueado iniciativas clave, como la cooperación entre la OTAN y Ucrania, y ha priorizado relaciones con regímenes autoritarios como Rusia y China, en detrimento de los intereses de la UE y la OTAN. En lo regional Hungría mantiene relaciones pragmáticas con países como Eslovaquia y Serbia, pero sus acciones unilaterales y su interferencia en la política interna de países como Ucrania, Rumania y Eslovenia han creado tensiones. Este enfoque selectivo junto a la instrumentalización de la política exterior para fines domésticos dificultan la integración regional y la confianza en Hungría como socio.
Para finalizar, los últimos 2 informes han representado un descenso leve y estable, ubicando en 2024 a la nación húngara en el puesto 103° con 3.8 puntos en el ranking del BTI. Considerando la pequeña diferencia en relación a la calidad de gobernanza, el criterio que más se destaca en el último informe es el de cooperación internacional, ya que este último informe abarca el primer año de la guerra de Rusia y Ucrania luego de la invasión rusa del 24 de febrero de 2022. Respecto a esto, el BTI 2024 resalta la pérdida de credibilidad de Hungría ante muchos de sus países vecinos por desempeñar el rol del socio poco fiable en la UE y la OTAN, intensificando las tensiones con los países occidentales. Las relaciones entre Hungría y Ucrania han llegado a su punto más bajo desde que Rusia invadió el país; la postura negativa húngara frente a la ayuda militar occidental para Kiev se percibe de manera hostil. Esta cuestión también ha tenido un impacto negativo en las relaciones con los otros países del Grupo de Visegrado, Polonia, Chequia y Eslovaquia, que apoyan firmemente a Ucrania.
Conclusión
El desempeño democrático de Hungría se ha deteriorado significativamente durante los últimos 12 años bajo el gobierno de Viktor Orbán y su partido FIDESZ. Para ofrecer una alternativa al gobierno populista-autocrático de Orbán, la oposición debe ir más allá de alianzas electorales de conveniencia, y establecer un candidato creíble e incluso carismático para desafiar a Orbán. Sin embargo, incluso si la oposición consiguiera una victoria electoral, podría no lograr alterar sustancialmente el sistema, ya que los aliados del actual Primer Ministro están profundamente arraigados en el panorama político, social y económico. En consecuencia, es necesario un nuevo esfuerzo de reconciliación para mitigar las tensiones y establecer un entorno seguro para resolver los reclamos políticos, sociales y económicos.
Morena FernándezVoluntariaEstudiante de Estudios Internacionales de la Universidad Torcuato Di Tella.
Hungría, un pequeño pero importante país en Europa del Este, está gobernado por Viktor Orbán, quien desde 2010 cuenta con mayoría absoluta en el parlamento. La nación húngara ha sido noticia en los últimos años, ya sea por sus medidas económicas o sus controversiales políticas conservadoras y restrictivas.
El Bertelsmann Transformation Index (BTI) evalúa y compara en 137 países los procesos de transformación hacia la democracia y una economía de mercado global. Respecto a los países incluidos, estos pertenecen a las siguientes zonas: Latinoamérica y el Caribe; Asia y Oceanía; África Meridional y Oriental; África Occidental y Central; Medio Oriente y África del Norte; Europa del Este, el Cáucaso y Asia Central; Europa del Sudeste y Central. El trabajo llevado a cabo para su realización se divide en 2 subíndices; por un lado, el Índice de Estado que deriva en la transformación política y económica, y por otro lado el Índice de Gobernanza que evalúa la calidad del liderazgo político, con el que se dirigen estos procesos de transformación. Para lograrlo, se utiliza un enfoque cualitativo en el que especialistas de cada país evalúan indicadores específicos y les otorgan una puntuación del 1 al 10, basándose en un libro estandarizado de códigos. Luego, estas calificaciones se someten a un proceso de revisión y ajuste a nivel regional e interregional para asegurar su coherencia.
El índice publicado cada 2 años desde 2006 hasta la actualidad nos permite realizar un análisis preciso sobre Hungría y los factores que caracterizaron su transformación.
Como puede apreciarse en el gráfico, Hungría ha atravesado retrocesos en las tres dimensiones que evalúa el BTI. Sin embargo, hay que destacar que las variaciones más pronunciadas se dan respecto al índice de gobernanza y a la transformación política, con aproximadamente 3 puntos de diferencia entre los reportes de 2006 y el de 2024. Mientras, la dimensión de transformación económica sufre una alteración más leve de aproximadamente 2 puntos.
La Transformación Política
Los informes presentados desde 2006 por el BTI han atravesado 3 distintos primeros ministros. Desde 2004 a 2009, liderando el partido centroderechista MDF, Ferenc Gyurcsány y luego desde 2009 a 2010, quien fue su Ministro de Economía, Gordon Bajnai. Por otro lado, desde 2010, Viktor Orbán, líder del partido conservador nacionalista, FIDESZ, ha ocupado el cargo de Primer Ministro ininterrumpidamente hasta el día de hoy.
El estado de la transformación política consta de 5 criterios, basándose en un concepto de democracia que abarca la estatalidad, la participación política, el estado de derecho, la estabilidad de las instituciones democráticas y la integración entre lo social y lo político.
Esta información es crucial para nuestro análisis, ya que podemos ver que la disminución respecto a la transformación política húngara comienza a partir del 2010, es decir coincide, con la llegada de Orbán al poder. A partir de los informes publicados entre 2006 y 2012 por el BTI, Hungría fue categorizada como democracia en consolidación dentro del estado de la transformación política. Entonces, es necesario destacar que los informes a partir del 2014 hasta el más reciente colocan la nación húngara como una democracia defectuosa; incluso en el informe del 2024, tan solo 0.3 puntos la separan de la categoría democracia altamente defectuosa. ¿Qué llevó a Hungría a descender de categoría en pocos años?
Para ilustrar este cambio hay que comenzar mencionando que en 2006 el informe del BTI señalaba que Hungría se había convertido en una de las democracias parlamentarias más estables entre los nuevos estados miembros de la UE, con elecciones justas y libres, una Corte Constitucional independiente, derechos civiles garantizados, una sociedad civil activa y la creación de programas anti-discriminación. En este año la dimensión de transformación política colocaba a Hungría en el 4° puesto entre los países analizados con un puntaje de 9,4.
No obstante, en el informe publicado en 2012 el BTI describe que la victoria de FIDESZ con mayoría de ⅔ representaba una desviación del camino húngaro hacia la democratización y la europeización.
No solo Viktor Orbán declaró que si la Corte tomaba alguna decisión en contra de su gobierno, iba a reducir aún más las competencias del tribunal; sino que también en abril del 2011 se adoptó rápidamente una nueva constitución, sin el consentimiento de la oposición, ni una participación social más amplia o un debate parlamentario adecuado.
Entre sus leyes más controversiales se encontraba la reducción de la edad respecto al retiro obligatorio de jueces, llevándola de 70 a 62 años, lo cual resultó en el retiro anticipado de muchos jueces experimentados, incluido el presidente del Tribunal Supremo. Esto se interpretó como un intento de FIDESZ por reemplazar a jueces establecidos con magistrados más afines a su agenda política. En ese año el estado de la transformación política colocaba a Hungría en el 17° puesto con un puntaje de 8,4, comenzando así el descenso en esta dimensión.
Continuando con los informes y resúmenes ejecutivos publicados por BTI, hay que destacar el publicado en 2016 que describe cómo las élites gobernantes del FIDESZ y grupos empresariales relacionados ampliaron su control sobre el sistema de medios comprando uno de los dos canales de televisión privados más grandes de Hungría, TV2, y sometiendo al otro, RTL Klub, a un impuesto prohibitivo. Si bien siguen existiendo medios independientes, tanto impresos como en línea, el gobierno intentó gravar el acceso a estos últimos y asigna de manera preferencial la publicidad oficial a medios que apoyan sus políticas.
A su vez el BTI señala que en julio de 2014, Orbán declaró sus intenciones de construir un estado iliberal y aprender de estados iliberales competitivos como Singapur, China y Rusia. Sumado a esto, Hungría criticó las sanciones económicas y diplomáticas impuestas por la UE a Rusia tras la anexión de Crimea, se mostró de acuerdo con que Putin modernice sus centrales nucleares y buscó continuar el acuerdo de suministro de gas con Rusia. El informe del BTI 2016 colocó a Hungría en el 25° puesto con 7,6 puntos.
Más aún, el BTI 2020 señala que el gobierno iliberal húngaro está constantemente en busca de un nuevo enemigo para demonizar y seguir construyendo una narrativa populista de ellos contra nosotros. Dentro de esta estrategia entran los partidos opositores, los comunistas, los liberales, las ONGs, el FMI, la Comisión Europea, George Soros o los inmigrantes. Además, la influencia gubernamental sobre los medios también aumentó, siendo Hungría el único país que tiene un medio de comunicación estatal en la Unión Europea que difunde abiertamente propaganda rusa. El informe de este año coloca a la nación húngara en el 41° puesto con un puntaje de 6,8.
Por último, el informe publicado en 2022 por el BTI es de los más contundentes respecto al estado de la transformación política. Este señala que en Hungría la competencia política existe, pero la arena política está extremadamente sesgada, ya que el marco institucional y político húngaro provee una ventaja abrumadora al partido gobernante, FIDESZ. A pesar de esto, la percepción de competencia política le otorga legitimidad democrática al sistema político, incluso cuando la formulación de políticas es cada vez más autoritaria. La eliminación de los pesos y contrapesos institucionales, la dominación de los medios y del discurso público, así como la corrupción política centralizada son pilares clave de la captura del Estado por parte del FIDESZ en Hungría.
Además, volviendo a la construcción de un enemigo, el colectivo LGBTQ+ ha sufrido fuertes ataques bajo el gobierno de Orbán. En diciembre de 2020, el Parlamento húngaro adoptó un paquete legislativo que incorpora la noción tradicional de familia y de "género" en la Constitución, prohibiendo que las parejas del mismo sexo puedan adoptar niños. En junio de 2021 se aprobó una ley que prohíbe la "exhibición y promoción de la homosexualidad" entre menores, censurando incluso literatura, películas y series.
Continuando con el descenso del estatus democrático, el estado de emergencia declarado por COVID-19 en Hungría fue usado para recortar fuertemente el presupuesto a los municipios gobernados por la oposición unida, luego de la victoria sorprendente que obtuvieron en las elecciones municipales de 2019. Incluso algunos fueron despojados de sus derechos contractuales y de propiedad. El BTI 2022 colocó a Hungría en el puesto 48° con 6.4 puntos.
La Transformación Económica
El estado de la transformación económica es la segunda dimensión que constituye el índice de estado, y responde a la idea de que el desarrollo integral no apunta solo al crecimiento económico, sino también requiere una reducción exitosa de la pobreza y libertad de acción/elección para la mayor cantidad de ciudadanos posible. La transformación económica entonces se calcula en base a los siguientes 7 criterios establecidos por el Bertelsmann Transformation Index: nivel de desarrollo socioeconómico, organización del mercado y competición, estabilidad monetaria y fiscal, propiedad privada, régimen de bienestar, desempeño económico y sostenibilidad.
En el caso húngaro, el estado de la transformación económica es el que ha sufrido menos alteraciones en términos de puntaje respecto a su evolución descendente. En este sentido, Hungría nunca ha salido de los primeros 25 puestos, encontrándose siempre en el último cuartil. A diferencia de la transformación política, el descenso es sostenido a partir del BTI 2010, por lo que abarca tanto el liderazgo de Orbán como el de Gyurcsány y Bajnai. Entre el primer informe publicado en 2006 hasta el de 2014, Hungría se encontraba dentro de la categorización “muy avanzado” respecto al estatus de su economía. Luego, desde la publicación de 2016 hasta la de 2020, el BTI lo calificaba como “avanzado”, mientras que en las últimas 2 ediciones el país se encuentra encasillado en “limitado”.
Para lograr comprender este decrecimiento, cabe explorar las principales medidas y/o cambios que se dieron en las distintas gestiones de gobierno. Para comenzar, si se observa el gráfico puede notarse que los resultados de los informes publicados por el BTI entre 2006 y 2010 se mantienen bastante estables entre un 8.8 y 9.0. En esos años analizados, los gobiernos de Gyurcsány y Bajnai se tuvieron que enfrentar a una crisis económica heredada del gobierno anterior, con grandes déficits y deuda pública a causa de políticas expansivas, como aumentos de salarios públicos y programas sociales financiados con deuda, lo cual dejaba vulnerable a la economía frente a shocks externos. Estos desequilibrios llevaron al gobierno de Gyurcsány a iniciar en 2006 una combinación de aumentos de impuestos, recortes de gastos y reformas estructurales en la administración pública, la educación y el sistema de salud. Estas reformas significaron una reducción del 20% del empleo en el gobierno central, una centralización de las funciones de planificación, infraestructura y servicios dentro del gobierno. A pesar de este esfuerzo por estabilizar, la crisis financiera global de 2008 agravó la situación, produciendo la caída del florín húngaro, aumentando el costo de la deuda externa, disminuyendo los flujos de inversión extranjera directa y empujando la economía a una recesión. En búsqueda de atravesar esta crisis, en 2008 el gobierno solicitó un paquete de rescate de €20 mil millones al FMI, la UE y el Banco Mundial, que permitió estabilizar la moneda y recuperar la confianza de los mercados. Más aún, en 2009 el parlamento húngaro aprobó un presupuesto que seguía la línea de austeridad estatal, representando la estabilización del gobierno minoritario y una gestión exitosa en la primera etapa de la crisis financiera. Sin embargo, también fue el comienzo de un nuevo período, ya que la crisis económica condujo a la reestructuración de la economía nacional con un aumento del desempleo e incertidumbre para las pequeñas y medianas empresas (PYMEs).
A partir del BTI 2012, nos encontramos frente al cambio de gobierno con la llegada de Viktor Orbán al poder. El resumen ejecutivo del informe del BTI en ese año señala que cuando FIDESZ asumió el poder en mayo de 2010, la gestión más dura de la crisis económica ya había terminado. A pesar de eso, se desarrolló una nueva crisis económica, ya que el gobierno trató de cumplir un mínimo de sus promesas de campaña respecto a la drástica disminución de los impuestos personales y empresariales. Esta disminución creó un enorme déficit en el presupuesto que tuvo que ser cubierto por otras fuentes: en primer lugar, con “impuestos de crisis” especiales al sector financiero/energético, y en segundo lugar, con la “renacionalización” de los fondos de pensiones privadas. Con estas medidas, FIDESZ fue capaz de convertir un déficit presupuestario en un déficit democrático, ya que se percibió como un ataque al derecho de propiedad y una centralización del control económico en manos del Estado.
Continuando con el análisis, el informe publicado en 2014 señalaba una recesión en Hungría, que probablemente continuaría con los años. Debido a los procedimientos de déficit excesivo en la Unión Europea, el único objetivo del gobierno era mantener el déficit presupuestario por debajo del 3%. El enorme agujero presupuestario derivó en la necesidad de otras fuentes para afrontar el déficit, como los "impuestos de crisis" mencionados anteriormente, la recaudación de nuevos impuestos indirectos, y un aumento del IVA, que lo colocó como el más alto de la Unión Europea.
Además, luego del análisis del BTI entre 2012 y 2014 quedaron claras 2 tendencias principales respecto a la transformación social de Hungría. En primer lugar, la clase media del país se estaba fragmentando, si no colapsando por completo. En segundo lugar, la población con menos ingresos estaba descendiendo más rápidamente a niveles de pobreza. Debido a la crisis económica mundial, se han producido cambios fundamentales, con perdedores tanto relativos como absolutos. La clase media se ha debilitado y su número se redujo aproximadamente un 70% en comparación a los niveles anteriores. Este grupo ha enfrentado una creciente incertidumbre, desempleo e inconsistencia de estatus; se han vuelto aún más dependiente del Estado que antes. Por otro lado, la población con los ingresos más bajos ha caído en la exclusión social, volviéndose estructuralmente más aislados de otros estratos sociales debido a la pobreza, afectando aún más al pueblo gitano, y haciéndose mucho más dependientes del Estado para su supervivencia.
El BTI 2016 nos da a saber que el gobierno húngaro aumentó su influencia sobre la economía mediante la adquisición de participaciones en los sectores bancario y energético; introduciendo un programa de obras públicas a gran escala que abarca el 10% del empleo total; y ofreciendo préstamos subsidiados por el Estado a más de 20.000 pequeñas y medianas empresas. Además, se impusieron impuestos sectoriales principalmente a las filiales húngaras de bancos extranjeros, minoristas multinacionales, empresas de telecomunicaciones, energía y tabaco.
Por otro lado, los escándalos de corrupción política de alto nivel afectaron a la Oficina Nacional de Impuestos y Aduanas, al ministro que encabezaba la Cancillería del Primer Ministro, y a otros políticos del FIDESZ, lo cual llevó a Estados Unidos a prohibir la entrada a su país a 6 funcionarios del gobierno húngaro. Para el 2016, el Bertelsmann Transformation Index colocaba a Hungría en el puesto 16° con un puntaje de 7.8.
Para finalizar el análisis de esta dimensión, las últimas 4 publicaciones del BTI mantienen un descenso paulatino aunque en los informes de 2022 y 2024 se ve una estabilización con puntajes de 6.9 y 6.8.
Los informes de estas últimas ediciones nos dan a saber que, gracias a los fondos de la Unión Europea y una mayor atención por parte del gobierno a los indicadores macroeconómicos, Hungría ha logrado un crecimiento económico. Sin embargo, a pesar del superávit presupuestario y las reducciones de impuestos, los sectores de salud, educación e innovación no recibieron más recursos. Paralelamente, la corrupción se volvió sistemática y organizada desde el Estado. El rigor fiscal se convirtió en una prioridad para el gobierno, ya que tienen en mente que la vulnerabilidad económica podría socavar su apoyo. En lugar de la clásica captura del Estado, en la que los intereses económicos se apoderan de un ejecutivo débil, en Hungría un ejecutivo poderoso coopera de manera no transparente con los círculos empresariales, que él mismo ha creado. La élite gobernante y los actores económicos que la rodean gobiernan según sus intereses privados.
Aunque el gobierno de FIDESZ ha promovido políticas fiscales conservadoras centradas en la disciplina presupuestaria, su política económica procíclica le dio un margen limitado para actuar en un contexto de crecimiento negativo. Es por eso que en 2020 la relación deuda/PBI aumentó de 66.3% a 81.2% frente a los impactos fiscales de la pandemia del COVID-19, rompiendo un récord de 25 años y anulando los esfuerzos de reducción de deuda de la última década.
La economía de Hungría, altamente internacionalizada y dependiente de los mercados abiertos, enfrenta importantes riesgos. Como parte del Mercado Único Europeo, depende tanto de las transferencias de fondos de la Unión Europea como del apoyo de esta para establecer relaciones comerciales a nivel regional y global. Sin embargo, los conflictos del gobierno húngaro con la UE, sumados al procedimiento del Artículo 7, ponen en peligro el acceso a estos fondos, lo que representa una grave amenaza para el sistema de corrupción estatal. Dicho artículo del Tratado de la UE permite suspender ciertos derechos de un Estado miembro, como el voto en el Consejo, si viola gravemente los principios fundamentales de la Unión Europea. Sin embargo, sus obligaciones siguen siendo vinculantes.
Aunque Hungría ha implementado adaptaciones institucionales y reformas para responder a las exigencias de la UE, no existe una voluntad política real para realizar cambios sostenibles en el sistema. Además, la combinación de su dependencia de la UE, las interrupciones en los mercados de exportación provocadas por sanciones contra Rusia, el impacto negativo de la corrupción y la presión política hacen que la economía húngara sea particularmente vulnerable.
El Índice de Gobernanza
El índice de gobernanza es uno de los 2 subíndices que constituyen el Bertelsmann Transformation Index, junto al índice de estado analizado anteriormente. El concepto de gobernanza refiere a la calidad de la gestión política en los procesos de transformación. Para calcularlo, se examinan los responsables políticos de un país tomando en cuenta las dificultades estructurales. El valor de este índice se deriva del desempeño en 4 criterios de gobernanza multiplicado por un factor, que se determina por el nivel de dificultad de cada país. Los 4 criterios tenidos en cuenta son capacidad de dirección, eficiencia en el uso de recursos, construcción de consenso y cooperación internacional.
Esta tercera dimensión analizada en el BTI es la que más se destaca en el caso de Hungría, ya que es la que menores puntajes sostiene. Es decir, si nos fijamos en las categorías que se establecen desde el BTI para la calidad de gobernanza, podemos ver que Hungría desde 2006 hasta 2024 fue descendiendo desde una calidad “buena” de gobernanza hasta llegar a una calidad “débil” en la actualidad.
El informe publicado en 2010 nos hablaba de una Hungría, que, respecto a la capacidad de dirección, priorizó objetivos estratégicos a largo plazo, como la estabilización fiscal, pero enfrentó importantes obstáculos debido a divisiones internas dentro de la coalición y la falta de apoyo social. Si bien mostraron capacidad de aprendizaje y flexibilidad para ajustar políticas, tuvieron dificultades para implementar las reformas anunciadas, resultando en una significativa pérdida de popularidad y apoyo político.
En cuanto a la eficiencia en el uso de recursos este informe señaló que la administración pública presentó serias limitaciones debido a la fragmentación territorial y la falta de coordinación entre instituciones. A pesar de esto, Hungría logró destacarse en la absorción de fondos europeos, consolidándose como uno de los países más eficientes en su gestión dentro del bloque, lo que fue clave para su estrategia de desarrollo a largo plazo.
Analizando la construcción de consenso, el BTI 2010 resaltó la alta polarización política, que dificultó los acuerdos entre las distintas fuerzas y bloqueó reformas clave. Aunque el gobierno intentó incluir a la sociedad civil en los procesos de deliberación, favoreció los intereses de actores más poderosos, limitando la capacidad de cooperación y generando descontento entre sectores menos representados.
Por último, durante el período analizado por el BTI 2010, Hungría, en términos de cooperación internacional, desempeñó un papel activo y efectivo en el fortalecimiento de su integración regional e internacional, especialmente dentro de la UE y el Grupo de Visegrado (Eslovaquia, Hungría, Polonia y República Checa). También mantuvo buenas relaciones con sus vecinos, salvo con Eslovaquia debido a tensiones bilaterales. Destacó por gestionar exitosamente los fondos europeos y por impulsar iniciativas como el respaldo a Serbia en su proceso de acercamiento a la UE y la colaboración húngara en la gestión de crisis energéticas de la región. Este informe presentado por el BTI colocó a Hungría en el puesto 21° con 6.5 puntos.
La primera caída pronunciada en esta dimensión se observa en el informe publicado en el 2012, donde el puntaje asignado es 5.47, es decir 1 punto menos que la edición anterior, pasando de una calidad “buena” a “moderada”. A esta altura puede sonar repetitivo, pero es necesario mencionar que a partir de este informe entra en análisis el gobierno por parte del FIDESZ y Orbán, que comenzó en el 2010.
El informe del 2012 publicado por el BTI coloca a la nación húngara 28 puestos por debajo que la publicación anterior. En este nuevo análisis la capacidad de dirección durante el gobierno de FIDESZ se ha basado en su habilidad para acumular poder, pero su capacidad para formular y coordinar políticas coherentes es limitada, lo que afecta la implementación efectiva de decisiones. Su estrategia carece de una planificación sólida, resultando en contradicciones entre sus metas a largo plazo y movimientos improvisados a corto plazo.
Más aún, el gobierno respecto al uso eficiente de recursos, los ha gestionado deficientemente, tanto los humanos como los financieros. La destitución de personal capacitado y su reemplazo por funcionarios políticamente designados ha debilitado la memoria institucional y la administración pública. Además, medidas como impuestos de crisis y la nacionalización de fondos de pensiones privadas generaron incertidumbre económica y perjudicaron la confianza de los mercados.
Respecto a la construcción de consenso, se ha marginado a la sociedad civil, debilitado los mecanismos de consulta con actores sociales y centralizado el poder de manera excesiva. Estas acciones han aumentado las tensiones internas, especialmente con sindicatos y organizaciones civiles.
En lo relativo a la cooperación internacional, el informe del BTI 2012 señaló que el liderazgo de Orbán ha generado tensiones con la UE y el FMI, debido a la imprevisibilidad de su gobierno y las confrontaciones políticas. Aunque la cooperación regional dentro del Grupo de Visegrado se ha mantenido funcional en temas técnicos, políticas nacionalistas y decisiones simbólicas como la introducción del Día del Tratado de Trianon, han deteriorado las relaciones con países vecinos, especialmente Eslovaquia.
Buscando analizar los cambios más relevantes en la evolución del índice de gobernanza, continuaremos con lo dicho en el resumen ejecutivo del informe publicado por el BTI en 2020. En esta publicación Hungría fue colocada en el puesto 94° con 4.13 puntos, es decir una diferencia de más de un punto respecto al informe de 2012 y ya encontrándose dentro de la categoría de una calidad de gobernanza “débil”. El informe señala que, respecto a la capacidad de dirección, el gobierno húngaro se caracteriza por una fuerte centralización del poder en torno al primer ministro Viktor Orbán y un reducido círculo cercano. Las decisiones clave se toman de manera informal, muchas veces sin transparencia ni consultas con expertos o ministros, lo que limita la autonomía de los funcionarios y dificulta la introducción de ideas innovadoras o críticas constructivas. La estructura de gobernanza está orientada al control político más que a la gestión profesional, lo que resulta en decisiones impredecibles y una gobernanza caótica.
Más aún, sobre la eficiencia en el uso de recursos si bien el déficit presupuestario se ha mantenido por debajo del umbral del 3% de la UE y la deuda pública ha disminuido desde 2010, la gestión del presupuesto carece de transparencia y se realizan modificaciones frecuentes que afectan la previsibilidad económica. Los procesos de contratación pública no son transparentes, con un gran número de licitaciones de un solo oferente y sobrecostos que representan pérdidas considerables para los contribuyentes. Además, los recortes de personal en el sector público no han sido acompañados de una simplificación de procesos burocráticos, lo que aumenta la carga laboral y disminuye la eficacia administrativa. La falta de estrategias sostenibles en áreas clave, como educación y competitividad, limita el crecimiento a largo plazo.
Continuando con la construcción de consenso, en Hungría no existe un acuerdo generalizado sobre los objetivos estratégicos de la nación, como la democracia y la economía de mercado. El partido gobernante FIDESZ promueve un modelo político basado en una ideología cristiano-conservadora y tradicionalista, buscando consolidar el poder mediante la centralización institucional y económica. La oposición, aunque intenta desafiar este sistema, carece de una alternativa fuerte, ya que enfrenta divisiones internas sobre el papel del Estado en la economía y las normas que deben regir el desarrollo. Además, la sociedad está profundamente polarizada, y tanto el gobierno como la oposición exacerban estas divisiones a través de políticas identitarias.
Por último, en el área de la cooperación internacional Hungría ha adoptado un enfoque pragmático con intereses a corto plazo, que en muchos casos socava la cohesión de sus alianzas. Aunque es uno de los mayores receptores de fondos de la UE, existen graves problemas de transparencia en su uso, lo que ha generado conflictos con las instituciones europeas. Además, el gobierno húngaro ha bloqueado iniciativas clave, como la cooperación entre la OTAN y Ucrania, y ha priorizado relaciones con regímenes autoritarios como Rusia y China, en detrimento de los intereses de la UE y la OTAN. En lo regional Hungría mantiene relaciones pragmáticas con países como Eslovaquia y Serbia, pero sus acciones unilaterales y su interferencia en la política interna de países como Ucrania, Rumania y Eslovenia han creado tensiones. Este enfoque selectivo junto a la instrumentalización de la política exterior para fines domésticos dificultan la integración regional y la confianza en Hungría como socio.
Para finalizar, los últimos 2 informes han representado un descenso leve y estable, ubicando en 2024 a la nación húngara en el puesto 103° con 3.8 puntos en el ranking del BTI. Considerando la pequeña diferencia en relación a la calidad de gobernanza, el criterio que más se destaca en el último informe es el de cooperación internacional, ya que este último informe abarca el primer año de la guerra de Rusia y Ucrania luego de la invasión rusa del 24 de febrero de 2022. Respecto a esto, el BTI 2024 resalta la pérdida de credibilidad de Hungría ante muchos de sus países vecinos por desempeñar el rol del socio poco fiable en la UE y la OTAN, intensificando las tensiones con los países occidentales. Las relaciones entre Hungría y Ucrania han llegado a su punto más bajo desde que Rusia invadió el país; la postura negativa húngara frente a la ayuda militar occidental para Kiev se percibe de manera hostil. Esta cuestión también ha tenido un impacto negativo en las relaciones con los otros países del Grupo de Visegrado, Polonia, Chequia y Eslovaquia, que apoyan firmemente a Ucrania.
Conclusión
El desempeño democrático de Hungría se ha deteriorado significativamente durante los últimos 12 años bajo el gobierno de Viktor Orbán y su partido FIDESZ. Para ofrecer una alternativa al gobierno populista-autocrático de Orbán, la oposición debe ir más allá de alianzas electorales de conveniencia, y establecer un candidato creíble e incluso carismático para desafiar a Orbán. Sin embargo, incluso si la oposición consiguiera una victoria electoral, podría no lograr alterar sustancialmente el sistema, ya que los aliados del actual Primer Ministro están profundamente arraigados en el panorama político, social y económico. En consecuencia, es necesario un nuevo esfuerzo de reconciliación para mitigar las tensiones y establecer un entorno seguro para resolver los reclamos políticos, sociales y económicos.