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Observatorio de Relaciones Internacionales y Derechos Humanos
Sudán: la guerra ignorada
La situación interna que atraviesa Sudán es de extrema complejidad. Gobernado de forma centralista, autoritaria, e intolerante por Omar Al-Bashir, el país sufre continuas guerra civiles que no hacen más que deteriorar sus de por sí paupérrimos indicadores sociales. Allí un arma es más fácil de obtener que un libro o un medicamento, y la población no conoce otra cosa más que el caos de la guerra y el abandono de su gobierno.Por Facundo González Sembla
En el año 2005 un acuerdo de paz puso fin a la Segunda Guerra Civil Sudanesa, en la que el gobierno, históricamente conducido de forma centralista por los árabes musulmanes del norte del país, se enfrentó al Ejército de Liberación del Pueblo de Sudán (SPLA, por sus siglas en inglés), un grupo insurgente con base en el sur de Sudán, habitado por pueblos de raza negra y religiosamente cristianos o animistas, marginados por el gobierno de Jartum. Seis años después, en 2011, el sur proclamaba su independencia, y se convertía en el país más joven de la Tierra, Sudán del Sur.
Sin embargo la secesión de sus estados del sur no trajo aparejada la paz y la estabilidad para Sudán, pues en ese mismo año estallaría un nuevo conflicto en las regiones de Kordofán del Sur, y el Nilo Azul, también conocidas como “las Dos Áreas”.
Estas regiones, habitadas por centenares de tribus negras, algunas musulmanas y otras cristianas, conocidas colectivamente como los nuba, siempre fueron marginadas política y económicamente por el gobierno central de Jartum, desde donde se intentó arabizar e islamizar la cultura indudablemente africana de los nuba.
En ese contexto no es de sorprender que en 1987, durante la Segunda Guerra Civil Sudanesa, los nuba se hayan aliado con los rebeldes del SPLA contra el gobierno central. Con la firma de la paz, en 2005, se acordó que debían realizarse “consultas populares” (expresión harto ambigua) para definir el futuro de Kordofán del Sur y del Nilo Azul.
Las consultas nunca se realizaron y el gobierno sudanés ordenó, a principios de 2011, que los remanentes del SPLA en las Dos Áreas se retiraran a Sudán del Sur, o se desarmaran y permanecieran en Sudán. Pero como la paz de 2005 falló en dar una solución de fondo a la problemática de los nuba, los rebeldes se rehusaron al desarme, y volvieron a levantarse contra el gobierno, encabezado por Omar Al-Bashir.
Desde entonces el conflicto continúa. Los rebeldes del flamante SPLA-N (N en alusión al Norte) tienen su bastión en las montañas Nuba, en Kordofán del Sur, el epicentro de los enfrentamientos. Ante el alzamiento, Al-Bashir, renuente a perder el control sobre un área que concentra gran parte de los yacimientos petrolíferos que quedaron en manos de Sudán, luego de la independencia del sur, reaccionó empleando las mismas tácticas que en Darfur (2003-2007). Es decir, enviando elementos del ejército, y de los Yanyauid, milicias árabes tristemente célebres por las atrocidades que cometieron en Darfur. Además cooptó y armó a los Misseriya, una tribu árabe nativa de Kordofán del Sur, y comenzó a bombardear objetivos tanto militares como civiles.
Frente a los ininterrumpidos enfrentamientos es la población civil la que ha cargado con las peores consecuencias y privaciones. Según un informe del Small Arms Survey, publicado en 2013, el régimen de Al-Bashir estaba utilizando bombas incendiarias y de racimo en sus bombardeos, además de arrasar aldeas y cultivos con la excusa de que sus habitantes colaboraban con los rebeldes.
En Kordofán del Sur los servicios básicos han sido interrumpidos, solo hay dos hospitales funcionando en la zona controlada por los rebeldes y, para empeorar las cosas, el gobierno sudanés impide el acceso de ayuda humanitaria al área. De hecho, Amnesty International denunció, en un documento publicado en agosto de 2015, la muerte de niños por jugar con munición sin explotar y que, no habiéndosele permitido a UNICEF y a la Organización Mundial de la Salud acceso para realizar una campaña de inmunización contra el sarampión, la enfermedad se difundió entre los niños que habitaban áreas controladas por los rebeldes.
La situación humanitaria no hace más que empeorar año tras año. Entre enero de 2014 y mayo de 2015 murieron 4.577 personas, y el número de desplazados supera los 180.000. Como consecuencia de esta situación centenares de civiles huyeron a campos de refugiados en Sudán del Sur, o buscaron refugio en las cuevas de las montañas.
Cinco meses después del estallido del conflicto, en noviembre de 2011, se formó el Frente Revolucionario Sudanés (SRF), una novedosa coalición de grupos rebeldes de todo Sudán, cuyo objetivo común es derrocar al régimen islamista de Omar Al-Bashir, y lograr un país más equitativo entre las distintas regiones. Además del SPLA-N, la alianza era originalmente integrada por el Movimiento por la Justicia y la Igualdad (JEM), y las dos facciones en las que se dividió el Ejército de Liberación Sudanés (SLA), ambas fuerzas protagonistas del conflicto de Darfur.
A pesar de sus diferencias tácticas y hasta religiosas, el Frente Revolucionario incorporó a tres nuevos grupos rebeldes entre 2012 y 2013, consolidándose como la mayor amenaza interna al gobierno de Al-Bashir.
Sin embargo, según otro informe del Small Armas Survey, no faltan desafíos en el horizonte de la coalición. Siendo poco probable que el gobierno sea derrotado en el terreno militar, este deberá establecer vínculos con la oposición no armada y, además, deberá superar la tendencia histórica de los grupos rebeldes sudaneses a fragmentarse en distintas facciones.
La situación interna que atraviesa Sudán es de extrema complejidad. Gobernado de forma centralista, autoritaria, e intolerante por Omar Al-Bashir, el país sufre continuas guerra civiles que no hacen más que deteriorar sus de por sí paupérrimos indicadores sociales. Allí un arma es más fácil de obtener que un libro o un medicamento, y la población no conoce otra cosa más que el caos de la guerra y el abandono de su gobierno. Esto es Sudán, un país bendecido por la naturaleza, y condenado por los hombres.
Facundo González Sembla
En el año 2005 un acuerdo de paz puso fin a la Segunda Guerra Civil Sudanesa, en la que el gobierno, históricamente conducido de forma centralista por los árabes musulmanes del norte del país, se enfrentó al Ejército de Liberación del Pueblo de Sudán (SPLA, por sus siglas en inglés), un grupo insurgente con base en el sur de Sudán, habitado por pueblos de raza negra y religiosamente cristianos o animistas, marginados por el gobierno de Jartum. Seis años después, en 2011, el sur proclamaba su independencia, y se convertía en el país más joven de la Tierra, Sudán del Sur.
Sin embargo la secesión de sus estados del sur no trajo aparejada la paz y la estabilidad para Sudán, pues en ese mismo año estallaría un nuevo conflicto en las regiones de Kordofán del Sur, y el Nilo Azul, también conocidas como “las Dos Áreas”.
Estas regiones, habitadas por centenares de tribus negras, algunas musulmanas y otras cristianas, conocidas colectivamente como los nuba, siempre fueron marginadas política y económicamente por el gobierno central de Jartum, desde donde se intentó arabizar e islamizar la cultura indudablemente africana de los nuba.
En ese contexto no es de sorprender que en 1987, durante la Segunda Guerra Civil Sudanesa, los nuba se hayan aliado con los rebeldes del SPLA contra el gobierno central. Con la firma de la paz, en 2005, se acordó que debían realizarse “consultas populares” (expresión harto ambigua) para definir el futuro de Kordofán del Sur y del Nilo Azul.
Las consultas nunca se realizaron y el gobierno sudanés ordenó, a principios de 2011, que los remanentes del SPLA en las Dos Áreas se retiraran a Sudán del Sur, o se desarmaran y permanecieran en Sudán. Pero como la paz de 2005 falló en dar una solución de fondo a la problemática de los nuba, los rebeldes se rehusaron al desarme, y volvieron a levantarse contra el gobierno, encabezado por Omar Al-Bashir.
Desde entonces el conflicto continúa. Los rebeldes del flamante SPLA-N (N en alusión al Norte) tienen su bastión en las montañas Nuba, en Kordofán del Sur, el epicentro de los enfrentamientos. Ante el alzamiento, Al-Bashir, renuente a perder el control sobre un área que concentra gran parte de los yacimientos petrolíferos que quedaron en manos de Sudán, luego de la independencia del sur, reaccionó empleando las mismas tácticas que en Darfur (2003-2007). Es decir, enviando elementos del ejército, y de los Yanyauid, milicias árabes tristemente célebres por las atrocidades que cometieron en Darfur. Además cooptó y armó a los Misseriya, una tribu árabe nativa de Kordofán del Sur, y comenzó a bombardear objetivos tanto militares como civiles.
Frente a los ininterrumpidos enfrentamientos es la población civil la que ha cargado con las peores consecuencias y privaciones. Según un informe del Small Arms Survey, publicado en 2013, el régimen de Al-Bashir estaba utilizando bombas incendiarias y de racimo en sus bombardeos, además de arrasar aldeas y cultivos con la excusa de que sus habitantes colaboraban con los rebeldes.
En Kordofán del Sur los servicios básicos han sido interrumpidos, solo hay dos hospitales funcionando en la zona controlada por los rebeldes y, para empeorar las cosas, el gobierno sudanés impide el acceso de ayuda humanitaria al área. De hecho, Amnesty International denunció, en un documento publicado en agosto de 2015, la muerte de niños por jugar con munición sin explotar y que, no habiéndosele permitido a UNICEF y a la Organización Mundial de la Salud acceso para realizar una campaña de inmunización contra el sarampión, la enfermedad se difundió entre los niños que habitaban áreas controladas por los rebeldes.
La situación humanitaria no hace más que empeorar año tras año. Entre enero de 2014 y mayo de 2015 murieron 4.577 personas, y el número de desplazados supera los 180.000. Como consecuencia de esta situación centenares de civiles huyeron a campos de refugiados en Sudán del Sur, o buscaron refugio en las cuevas de las montañas.
Cinco meses después del estallido del conflicto, en noviembre de 2011, se formó el Frente Revolucionario Sudanés (SRF), una novedosa coalición de grupos rebeldes de todo Sudán, cuyo objetivo común es derrocar al régimen islamista de Omar Al-Bashir, y lograr un país más equitativo entre las distintas regiones. Además del SPLA-N, la alianza era originalmente integrada por el Movimiento por la Justicia y la Igualdad (JEM), y las dos facciones en las que se dividió el Ejército de Liberación Sudanés (SLA), ambas fuerzas protagonistas del conflicto de Darfur.
A pesar de sus diferencias tácticas y hasta religiosas, el Frente Revolucionario incorporó a tres nuevos grupos rebeldes entre 2012 y 2013, consolidándose como la mayor amenaza interna al gobierno de Al-Bashir.
Sin embargo, según otro informe del Small Armas Survey, no faltan desafíos en el horizonte de la coalición. Siendo poco probable que el gobierno sea derrotado en el terreno militar, este deberá establecer vínculos con la oposición no armada y, además, deberá superar la tendencia histórica de los grupos rebeldes sudaneses a fragmentarse en distintas facciones.
La situación interna que atraviesa Sudán es de extrema complejidad. Gobernado de forma centralista, autoritaria, e intolerante por Omar Al-Bashir, el país sufre continuas guerra civiles que no hacen más que deteriorar sus de por sí paupérrimos indicadores sociales. Allí un arma es más fácil de obtener que un libro o un medicamento, y la población no conoce otra cosa más que el caos de la guerra y el abandono de su gobierno. Esto es Sudán, un país bendecido por la naturaleza, y condenado por los hombres.