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Monitoreo de la gobernabilidad democrática

05-08-2010

Lecciones de invierno

Las lecciones de Chile, Brasil y --ahora-- Colombia, son claras. La única forma de evitar emergencias energéticas es aprender de las lecciones y revisar estrategias, diseñando sistemas competitivos y eficientes que reflejen el valor real de un bien clave como la energía. Es de esperar que Argentina haga lo propio.
Por Raúl Ferro

El severo invierno que está golpeando al cono sur de América Latina se siente con más inclemencia aun en Argentina, donde ha sido imposible mantener el suministro de gas que el mercado demanda. Esta no es la primera crisis energética que vive Argentina. Si no, que le pregunten a los usuarios chilenos, que hace algunos años vieron como los envíos de gas natural se precipitaron a volúmenes ínfimos, pese a la letra de los contratos vigentes, que fueron desconocidos unilateralmente por instrucciones del gobierno argentino. No es novedad que detrás de todo esto se encuentra el manejo tarifario, que desincentiva las inversiones en el desarrollo de nuevas reservas y en la expansión de la capacidad de producción y transporte de hidrocarburos.

Argentina no es el único país que enfrenta dificultades energéticas. Chile, en gran medida por los cortes de gas argentino arriba mencionados, enfrentó una fuerte subida en sus costos energéticos en la segunda mitad de esta década. Brasil también estuvo al borde del apagón hace unos diez años. Y a fines del año pasado y principios de este, Colombia enfrentó una severa crisis energética causada por la sequía que se derivó del fenómeno de El Niño. En todos estos casos, las crisis dejaron en evidencia serias debilidades de sus modelos energéticos. Pero lo más rescatable fue que estas crisis llevaron a las autoridades de estos países a revisar sus planes energéticos, corregir las debilidades del modelo y mejorar su capacidad de respuesta. Chile recurrió a la construcción de plantas de regasificación para eliminar su dependencia del gas argentino. Brasil desarrolló su modelo de asociación público privada, conocido como PPP por sus siglas en portugués, que ha permitido al país avanzar tanto en materia de infraestructura energética como de transporte. El gigante sudamericano también implementó un agresivo plan estratégico en la petrolera semiestatal Petrobras, que ha convertido a esta empresa en una de las más importantes del mundo en la industria y ha llevado al país al autoabastecimiento neto de hidrocarburos.

En el caso de Colombia, cuya matriz energética está muy concentrada en centrales hidroeléctricas, la sequía provocada por El Niño obligó a las autoridades a racionar el suministro de energía. Con la caída de la oferta de energía hidroeléctrica por la sequía, aumentó la generación de electricidad en plantas termoeléctricas, disparando el consumo de gas natural. Esto afectó el suministro a usuarios industriales y al sector vehicular. También se redujeron los envíos de electricidad y de gas natural a Venezuela --de algo más de 200 millones de pies cúbicos por día que se envían a través del gasoducto binacional inaugurado en el 2007 a unos 60 millones durante la emergencia-- así como las ventas de electricidad a Ecuador. Ambos recortes, sin embargo, se realizaron dentro de lo estipulado en los contratos que regulan estas exportaciones energéticas a los países mencionados.

Como lo hicieron Chile y Brasil en su momento, Colombia está revisando su estrategia energética para evitar que sucesos como este se repitan. El país cuenta con un adecuado marco regulatorio --que se ha traducido en flujos crecientes de inversiones en este sector-- y con empresas competitivas, tanto públicas como privadas, con lo que tiene sólidas bases para seguir desarrollando el sector. Una de sus apuestas es al gas natural, pero ante la incertidumbre sobre si se encontrarán reservas suficientes para sostener el modelo, empresas y gobierno estudian actualmente la implementación de sistemas de almacenamiento de este hidrocarburo que le dé la flexibilidad de importarlo en caso de necesidad. La estrategia pasa también por estimular las inversiones para convertir al país en un exportador de energía y no sólo como proveedor complementario, como lo es ahora con Venezuela y Ecuador (países que, paradójicamente, son miembros de la OPEP pero que enfrentan serios problemas de abastecimiento energético).

Las lecciones de Chile, Brasil y --ahora-- Colombia, son claras. La única forma de evitar emergencias energéticas es aprender de las lecciones y revisar estrategias, diseñando sistemas competitivos y eficientes que reflejen el valor real de un bien clave como la energía. Es de esperar que Argentina haga lo propio. Lo malo es que, como en otros aspectos de su economía, cuanto más tarde el país en corregir los errores, mayor será el costo que la Argentina y sus ciudadanos tendrán que pagar.

Raúl Ferro es Miembro del Consejo Consultivo de CADAL.

 

Raúl Ferro
Raúl Ferro
Consejero Consultivo
Analista de economía y negocios especializado en América Latina. Fue corresponsal en Sudamérica de distintos medios económicos de EE.UU. y el Reino Unido, director editorial de la revista AméricaEconomía y director de estudios de BNamericas. Es Director del Consejo Consultivo de CADAL.
 
 
 

 
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