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Observatorio de Relaciones Internacionales y Derechos Humanos
Urbicidio y resurrección en Karabaj
Entre 1988 y 2020, la ocupación por parte de Armenia del 20% del territorio de Azerbaiyán ha dejado como saldo la destrucción de aproximadamente 400 monumentos, 63 mezquitas, 22 museos, 927 bibliotecas que poseían 4,6 millones de libros, 85 escuelas de música, 4 teatros, 2 salas de conciertos, 4 galerías de arte y 808 lugares recreativos en la región. Cabe destacar que la cifra de destrucción de viviendas particulares es por el momento incalculable.Por Agustín Menéndez
Ruinas en la ciudad de Ganja, Azerbaiyán, luego del ataque con misiles balísticos armenios en octubre de 2020.El término urbicidio consiste en atacar la cultura en todas sus expresiones cuando ocurre en el marco de un enfrentamiento bélico; a partir de donde se implementa la destrucción de una ciudad, junto a su patrimonio arquitectónico y cultural. Imaginemos rápidamente el valor de las ciudades por sus monumentos, sus construcciones, sus sitios simbólicos o religiosos: todos ellos son guardianes y testigos de la memoria de los antepasados de sus habitantes y condición de posibilidad de las características de la vida de cualquier población.
Si repasamos la historia, no es una situación novedosa la aplicación del urbicidio como “un arma” de agresión por parte del bando vencedor. Esta posee, en principio, dos medios: por un lado, inflige un daño simbólico, en tanto elimina las huellas del pasado del pueblo vencido y con ellas; también su memoria, y un daño material, en tanto la ciudad es literalmente destruida.
Construir sobre los cimientos del templo o del espacio de poder del bando vencido, borrar de los mapas o de los registros de la historia la existencia misma de una ciudad o civilización para reescribir una nueva historia que consume la desaparición de un pueblo se ha dado en todo tiempo y lugar. Desde Nabucodonosor destruyendo Jerusalén y trasladando a su población, hasta la conquista de Hernán Cortés y la construcción de un nuevo orden sobre el imperio azteca. La fijación del “ojo del conquistador” sobre los elementos de representatividad colectiva han brindado gran cantidad de ejemplos de urbicidios.
Excepcionalmente, en la guerra, hay situaciones en las cuales las órdenes de destrucción no son acatadas por subalternos, tal y como hizo Dietrich von Choltitz, al recibir la directiva de Hitler durante la retirada de París. Gracias al buen juicio del gobernador militar de la capital francesa, dada su negativa, la humanidad puede contemplar todavía la torre Eiffel, la catedral de Notre Dame o el Arco del Triunfo.
Sin embargo, contrariamente a eso, la ocupación de la región de Karabaj por parte de Armenia es el último urbicidio de proporciones catastróficas a nivel mundial, a partir de la ocupación ilegal e ilegítima durante casi treinta años y el desplazamiento forzado de más de un millón de azerbaiyanos.
Entre 1988 y 2020, la ocupación por parte de Armenia del 20% del territorio de Azerbaiyán ha dejado como saldo la destrucción de aproximadamente 400 monumentos, 63 mezquitas, 22 museos, 927 bibliotecas que poseían 4,6 millones de libros, 85 escuelas de música, 4 teatros, 2 salas de conciertos, 4 galerías de arte y 808 lugares recreativos en la región. Cabe destacar que la cifra de destrucción de viviendas particulares es por el momento incalculable.
Las ciudades de Kalbajar, Agdam, Fuzuli, Shusha, Zangilan, Jabrayil, Zangilan, lachin, Jodyalí, entre muchas otras en la región, fueron reducidas prácticamente a escombros. Los museos, bibliotecas, mezquitas, monumentos conmemorativos o paisajísticos y hasta sitios arqueológicos fueron saqueados y hasta utilizados como botín de guerra; pues quedó todo este patrimonio en manos del estado armenio. Se ha develado también que tal fue la avidez de destrucción y expolio, que se llegaron a saquear hasta los cementerios, exhumando cadáveres, profanando tumbas y lápidas.
El volumen de la documentación fotográfica que da cuenta de esta situación es determinante y ofrece innumerables evidencias que el mundo entero ha podido observar. Donde había museos hoy sólo hay piedras, donde había mezquitas tales como la de Yukhary y Ashaghy Govkar, se encontraron en su interior chiqueros poblados por cerdos y otros animales de granja, así como inscripciones blasfemas contra el Islam. Y donde había ciudades, como si se trataran de ruinas de una antigua civilización olvidada por el tiempo, hoy quedan resabios de lo que supieron ser hace tan sólo 30 años atrás.
Estos actos de vandalismo y odio, tanto religioso como étnico, violan numerosos instrumentos internacionales tales como la Convención para la Protección de los Bienes Culturales en Tiempo de Conflicto Armado, la Convención sobre la Protección del Patrimonio Mundial Cultural y Natural, los Protocolos I y II de 1977 a la convención de Ginebra de 1949, el Convenio Europeo para la Protección del Patrimonio Arqueológico.
La Salvaguardia y el Respeto son identificados como los principios fundamentales de la protección y preservación de los Bienes Culturales. Por eso, el incumplimiento de estos principios es un delito perpetrado sin interrupción a la fecha, a través del traslado de los mismos, y su no devolución a Azerbaiyán.
Más allá de la ocupación, urbicidio y expoliación de carácter inédito, en tanto su volumen desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, desde la liberación de la región se están ejecutando numerosos proyectos en Karabaj para reconstruir y restituir el brillo de antaño. El plan de trabajo es sumamente ambicioso, ya que la dimensión del desafío que se encara requerirá cuantiosos fondos y cierto tiempo hasta tanto puedan reconstruirse ciudades donde hoy sólo hay ruinas.
En conclusión, así como Karabaj y Zangazur Occidental fue testigo del urbicidio de mayores proporciones de los últimos 70 años, en los próximos años veremos si lo será de la resurrección de nuevas ciudades. Y con la reconstrucción, será posible ver reflejada la memoria viva de un pueblo que supo sobrevivir y recordar cómo era vivir en su tierra en un contexto de normalidad.
Agustín MenéndezInvestigador AsociadoLicenciado en Ciencia Política y Abogado (UBA). Cursó estudios de Maestría en Historia (UTDT). Becario KGIP (Korean Government Invitation Program). Especializado en temas de la Península Coreana y la violación de Derechos Humanos en Corea del Norte. Actualmente trabaja en la Unidad de Información Financiera en el área de Coordinación Internacional en materia de lavado de activos. financiamiento del terrorismo y proliferación de armas de destrucción masiva. Colabora en distintos medios gráficos y radiales.
El término urbicidio consiste en atacar la cultura en todas sus expresiones cuando ocurre en el marco de un enfrentamiento bélico; a partir de donde se implementa la destrucción de una ciudad, junto a su patrimonio arquitectónico y cultural. Imaginemos rápidamente el valor de las ciudades por sus monumentos, sus construcciones, sus sitios simbólicos o religiosos: todos ellos son guardianes y testigos de la memoria de los antepasados de sus habitantes y condición de posibilidad de las características de la vida de cualquier población.
Si repasamos la historia, no es una situación novedosa la aplicación del urbicidio como “un arma” de agresión por parte del bando vencedor. Esta posee, en principio, dos medios: por un lado, inflige un daño simbólico, en tanto elimina las huellas del pasado del pueblo vencido y con ellas; también su memoria, y un daño material, en tanto la ciudad es literalmente destruida.
Construir sobre los cimientos del templo o del espacio de poder del bando vencido, borrar de los mapas o de los registros de la historia la existencia misma de una ciudad o civilización para reescribir una nueva historia que consume la desaparición de un pueblo se ha dado en todo tiempo y lugar. Desde Nabucodonosor destruyendo Jerusalén y trasladando a su población, hasta la conquista de Hernán Cortés y la construcción de un nuevo orden sobre el imperio azteca. La fijación del “ojo del conquistador” sobre los elementos de representatividad colectiva han brindado gran cantidad de ejemplos de urbicidios.
Excepcionalmente, en la guerra, hay situaciones en las cuales las órdenes de destrucción no son acatadas por subalternos, tal y como hizo Dietrich von Choltitz, al recibir la directiva de Hitler durante la retirada de París. Gracias al buen juicio del gobernador militar de la capital francesa, dada su negativa, la humanidad puede contemplar todavía la torre Eiffel, la catedral de Notre Dame o el Arco del Triunfo.
Sin embargo, contrariamente a eso, la ocupación de la región de Karabaj por parte de Armenia es el último urbicidio de proporciones catastróficas a nivel mundial, a partir de la ocupación ilegal e ilegítima durante casi treinta años y el desplazamiento forzado de más de un millón de azerbaiyanos.
Entre 1988 y 2020, la ocupación por parte de Armenia del 20% del territorio de Azerbaiyán ha dejado como saldo la destrucción de aproximadamente 400 monumentos, 63 mezquitas, 22 museos, 927 bibliotecas que poseían 4,6 millones de libros, 85 escuelas de música, 4 teatros, 2 salas de conciertos, 4 galerías de arte y 808 lugares recreativos en la región. Cabe destacar que la cifra de destrucción de viviendas particulares es por el momento incalculable.
Las ciudades de Kalbajar, Agdam, Fuzuli, Shusha, Zangilan, Jabrayil, Zangilan, lachin, Jodyalí, entre muchas otras en la región, fueron reducidas prácticamente a escombros. Los museos, bibliotecas, mezquitas, monumentos conmemorativos o paisajísticos y hasta sitios arqueológicos fueron saqueados y hasta utilizados como botín de guerra; pues quedó todo este patrimonio en manos del estado armenio. Se ha develado también que tal fue la avidez de destrucción y expolio, que se llegaron a saquear hasta los cementerios, exhumando cadáveres, profanando tumbas y lápidas.
El volumen de la documentación fotográfica que da cuenta de esta situación es determinante y ofrece innumerables evidencias que el mundo entero ha podido observar. Donde había museos hoy sólo hay piedras, donde había mezquitas tales como la de Yukhary y Ashaghy Govkar, se encontraron en su interior chiqueros poblados por cerdos y otros animales de granja, así como inscripciones blasfemas contra el Islam. Y donde había ciudades, como si se trataran de ruinas de una antigua civilización olvidada por el tiempo, hoy quedan resabios de lo que supieron ser hace tan sólo 30 años atrás.
Estos actos de vandalismo y odio, tanto religioso como étnico, violan numerosos instrumentos internacionales tales como la Convención para la Protección de los Bienes Culturales en Tiempo de Conflicto Armado, la Convención sobre la Protección del Patrimonio Mundial Cultural y Natural, los Protocolos I y II de 1977 a la convención de Ginebra de 1949, el Convenio Europeo para la Protección del Patrimonio Arqueológico.
La Salvaguardia y el Respeto son identificados como los principios fundamentales de la protección y preservación de los Bienes Culturales. Por eso, el incumplimiento de estos principios es un delito perpetrado sin interrupción a la fecha, a través del traslado de los mismos, y su no devolución a Azerbaiyán.
Más allá de la ocupación, urbicidio y expoliación de carácter inédito, en tanto su volumen desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, desde la liberación de la región se están ejecutando numerosos proyectos en Karabaj para reconstruir y restituir el brillo de antaño. El plan de trabajo es sumamente ambicioso, ya que la dimensión del desafío que se encara requerirá cuantiosos fondos y cierto tiempo hasta tanto puedan reconstruirse ciudades donde hoy sólo hay ruinas.
En conclusión, así como Karabaj y Zangazur Occidental fue testigo del urbicidio de mayores proporciones de los últimos 70 años, en los próximos años veremos si lo será de la resurrección de nuevas ciudades. Y con la reconstrucción, será posible ver reflejada la memoria viva de un pueblo que supo sobrevivir y recordar cómo era vivir en su tierra en un contexto de normalidad.