Artículos
Promoción de la Apertura Política en Cuba
La red y la tijera
Sobre fin del 2020, el régimen lanzó una amenazadora campaña contra los periodistas independientes a través del programa Las Razones de Cuba que presenta un cuestionado abogado Humberto López. La Televisión Cubana les acusa de estar financiados desde Estados Unidos y asegura que apuestan por una agenda abiertamente anticubana. Los periodistas estigmatizados desde el poder rechazaron la campaña de descredito a través de las redes sociales.Por Hugo Machín Fajardo
La historia de la prensa cubana a partir de 1959 tiene hitos que motivan esta columna desde que en los últimos tiempos se ha producido un notorio y notable resquebrajamiento en el control casi absoluto del régimen sobre los canales de comunicación, que en los últimos días pretende ser coartado mediante amenazas gubernamentales dirigidas hacia periodistas que no aceptan desinformar.
A principios de los 60, el dirigente obrero Conrado Rodríguez recordó la vinculación con la dictadura de Fulgencio Batista (1952-1959) de Miguel Santiesteban, uno de los principales colaboradores directos de Ernesto Che Guevara en el Banco Nacional de Cuba. De inmediato— narra el escritor cubano y ex combatiente de Sierra Maestra, José Pardo Llana— «el Che pidió un espacio de televisión y lo dedicó, íntegramente, a injuriar a Conrado Rodríguez: «Es un miserable, es un miserable…—repetía una y otra vez con terrible saña, seguro del enorme daño moral que causaba a su adversario en momentos en que todos admiraban al Che como héroe legendario, a pocos meses del triunfo de la revolución».
Casi una década después, el suicidio de Miguel Ángel Quevedo, director de la revista cubana Bohemia, marcaba un punto de inflexión en el papel jugado por el periodismo cubano. «Que la prensa no sea más un eco de la calle, sino un faro de orientación para esa propia calle», pedía Quevedo en una carta de autocrítica y despedida, escrita en el exilio horas antes de suicidarse. Guerra Fría mediante, más el entusiasmo latinoamericano y de la intelectualidad europea —Sartre escribía «Huracán sobre el azúcar»— con la Revolución cubana, anularon la profética autocrítica de Quevedo anclándola en el índex del comunismo.
Periodismo perruno
En la madrugada del 13 de julio de 1989, fusilan en Cuba al general más popular de la isla, Arnaldo Ochoa, vencedor de la guerra de Angola, el más condecorado y querido por los cubanos; al coronel Antonio (Tony) de la Guardia, al mayor Armado Padrón y al capitán Jorge Martínez Valdés. Otros importantes oficiales fueron condenados a largas penas de prisión. El juicio a estos militares acusados de narcotraficantes— quienes increíblemente habrían delinquido sin conocimiento de los hermanos Castro— televisado por los canales controlados por el régimen, fue un remedo del aberrante proceso de Moscú de 1939, en que Stalin se deshizo de sus adversarios internos en el Partido Comunista soviético.
Fidel Castro utilizó el «caso Ochoa» para cortar de raíz cualquier intento de replicar en Cuba lo que había conversado con Mijaíl Gorbachov en abril de 1989 en La Habana: un programa de reformas democráticas, una Constitución que admitiera el pluralismo político, la libertad de expresión y elecciones libres que ponían en entredicho el monopolio del Partido Comunista.
Ochoa, quien llegó a tener 300.000 soldados bajo su mando directo, con sus cuestionamientos a Castro se había convertido en un eventual adversario del caudillo.
La prensa adicta repitió con fidelidad perruna la versión oficial que salvaguardaba a los Castro de toda sospecha respecto al narcotráfico.
La represión dura del régimen fue priorizada luego de la caída del Muro de Berlín y la ciudadanía cubana continuó en esa década su travesía de oscuridad y deformación informativa.
Ley Mordaza
En 1999, se aprueba la Ley Nro. 88 de Protección de la Independencia Nacional y la Economía de Cuba, conocida como Ley Mordaza, que establece: «quien colabore con emisoras de radio o televisión, periódicos, revistas, u otros medos de difusión extranjeros, incurre en sanción de privación de libertad de dos a cinco años o multa de mil a tres mil cuotas, o ambas». Pena que puede extenderse.
¿Qué ocurría en realidad? La dictadura pretendía contener lo que ya veía como inevitable: la muerte de la distancia que supuso la Internet, así como la masificación de los celulares. Faltaba un tiempo, como señala la periodista cubana Estrella Fresnillo, pero llegarían esos avances tecnológicos: «A mí me regalaron una computadora y no fue hasta el 2003 que se me autorizó a tener internet en mi casa».
En 2003, se desata la primavera negra sobre la isla. De los 75 opositores o disidentes detenidos, 29 son periodistas independientes del régimen y a todos se les aplicó la Ley Mordaza condenándosele por delitos de «actos contra la independencia o la integridad territorial del Estado». Algunos de ellos son condenados a 20 años de cárcel, y, en determinados casos, arrancados de ella por la solidaridad internacional.
Internet sin clave
Muchos periodistas tenían vedada Internet en la redacción o en los estudios de radio y TV porque no tenían acceso a la clave oficial de entrada, denunció Fresnillo en 2005, luego de exiliarse en Estados Unidos.
Fresnillo había trabajado dos décadas como presentadora de noticias de la televisión estatal cubana: «El periodismo cubano es una anquilosada maquinaria de censura, donde todos estamos entrenados para cumplir el esquema condicionado del sistema de un modo tan servil que ni siquiera hace falta advertir lo que no se puede abordar o mencionar», consideró. «Me cansé de seguir actuando como el perro de Pavlov: quiero vivir libremente y realizar mis sueños».
Internet y la telefonía celular son inexorables. Más y más periodistas cubanos reportan la realidad y el muro de contención dictatorial multiplica sus intersticios. La represión «blanda» contra periodistas y disidentes también se multiplica, con acoso, allanamientos domiciliarios, detenciones nocturnas, decomisos, robo de computadoras, grabadoras y celulares.
El 18 de marzo de 2008, el Comité para la Protección de los Periodistas (CJP), calificó de «atroz » la situación de los periodistas encarcelados desde 2003, de los cuales 20 se exige sean liberados por Raúl Caso en cumplimento del tratado internacional sobre libertad de expresión suscrito en febrero de ese año — medio siglo después de hecha la revolución—por Cuba: «los periodistas están hacinados en pabellones enormes o diminutas celdas sin ventilación (…) el agua potable está contaminada con materia fecal y la comida está llena de gusanos».
Segunda cárcel
Los Indicadores de periodismo y democracia a nivel local en América latina, que preparaba cada semestre Fernando J. Ruiz, consejero académico de CADAL, evidenciaban que Cuba era el país con más periodistas presos después de China.
La organización Reporteros sin Fronteras (RSF) considera a Cuba la segunda cárcel del mundo para la prensa, después de China. En una lista que mide el grado de libertad de prensa en 169 países, Cuba figuraba en el puesto 165 por delante de Corea del Norte, Eritrea y Turkmenistán: «el régimen ya no se dedica a los grandes procesos contra la disidencia, sino la brutalidad ordinaria». O sea, la élite que gobierna ha perdido credibilidad en la ciudadanía que, a su vez, incrementa su desconfianza en los medios periodísticos oficiales.
Para 2009 funcionaban casi una decena y media de agencias y sitios en internet de la prensa independiente cubana: Encuentro en la Red, Bitácora cubana, Cuba-Verdad, Habana Press, Decoro, Luz Info Press, Cubanacán Press, Disidente, Misceláneas de Cuba, Carta de Cuba, Sindical Press, Cubanet, Generación Y, Desde Cuba y Convivencia.
Opacidad.
En 2014, el historiador Manuel Costa Morúa, quien reside en La Habana, escribió que «los medios de comunicación oficiales siguen paralizados en el tipo de comunicación de tiempos de la Guerra Fría, cuando la información se centraba fundamentalmente en la propaganda. Frente a la Internet y a la multiplicidad de soportes de información personalizados, los medios oficiales de Cuba siguen apostando a la estupidización de los receptores, como si estos no tuvieran la posibilidad de información alternativa (…) El hecho de que Cuba sea uno de los países con menos acceso a Internet por habitante en el mundo, no significa falta de información sino opacidad informativa».
El gobierno obstaculiza sistemáticamente el acceso a estas páginas web dentro de Cuba. En febrero 2019, antes del referéndum sobre la nueva constitución, el gobierno bloqueó varios sitios de noticias considerados críticos contra el régimen, incluidos 14ymedio, Tremenda Nota, Cibercuba, Diario de Cuba y Cubanet, según Human Rights Watch. Desde entonces, ha continuado bloqueando otros sitios. En octubre 2019, cerca de veinte sitios de medios de comunicación cubanos independientes hicieron pública una declaración en la que solicitaban que se pusiera fin a la «ola de represión» contra la prensa independiente, denunció Amnistía Internacional.
Campaña de descrédito
Así las cosas, sobre fin del 2020, el régimen lanzó una amenazadora campaña contra los periodistas independientes a través del programa Las Razones de Cuba que presenta un cuestionado abogado Humberto López. La Televisión Cubana les acusa de estar financiados desde Estados Unidos y asegura que apuestan por una agenda abiertamente anticubana. Además, señalan que para su trabajo periodístico «acuden a cualquier recurso para manipular la realidad» del país. La Unión de Periodistas de Cuba (UPEC), un sello gremial del gobierno, se sumó al operativo represivo con el anuncio de acciones legales contra quienes «organizan y ejecutan acciones de acoso e intimidación hacia periodistas cubano», refiriéndose únicamente a quienes trabajan en medios oficialistas.
Los periodistas estigmatizados desde el poder rechazaron la campaña de descredito a través de las redes sociales. Yoani Sánchez, una de las más destacadas periodistas independientes publicó en Facebook: «Halagada: Después de 13 años de abrir mi blog «Generación Y» sigo siendo una preocupación para los medios oficialistas cubanos, que hoy han vuelto a difamarme en el Noticiero estelar de la televisión nacional, sin derecho a réplica y por enésima vez. Solo una cosa: tengo la piel curtida contra el insulto y me tomo esto con orgullo, con mucho orgullo y como un verdadero combustible para seguir con mi trabajo periodístico... he vivido más de una década de campañas de fusilamiento de la reputación».
Por su parte el propio presidente cubano Miguel Díaz-Canel aumentó la apuesta: «Se acabó el pan de piquito. Constantemente y con legítimo derecho denunciaremos todas las acciones mercenarias e imperialistas contra Cuba», escribió el mandatario en Twitter donde compartió un artículo publicado en el diario oficialista Juventud Rebelde.
En 1971, el argentino Jorge Florez Mc Gregor publicó un libro titulado La red y la tijera: los medios de comunicación social en la Argentina, de 255 páginas, que tuvo su difusión regional y acuse de recibo en la izquierda de entonces. La editorial Abecé Ediciones lo presentaba como un análisis demostrativo de que para «el imperialismo sobrevivir —por lo menos sobrevivir— equivalía a mentir». Según Mc Gregor, «los medios de comunicación sociales de la Argentina — [de hace medio siglo cuando Argentina vivía bajo la dictadura de Lanusse]— vierten a raudales, en masa y cotidianamente, el gran embuste sobre los oídos y los ojos del pueblo. Tejen la red de la calumnia con hilos manejados y urdidos desde la sede imperial de los monopolios yanquis, a la vez que aherrojan el pensamiento libre, la difusión de la verdad. La red, aquélla; la tijera, ésta. De eso se trata a fondo en este libro. Y a la vez que se sigue el tejido de la red, malla a malla, tejedor por tejedor —los de adentro y los de afuera—, se describe asimismo la forja y el temple de la acerada tijera que la cortará, que ya la está cortando. Los filos, cada vez más aguzados, de la tijera blandida por centenares de miles de manos harán hilachas de la red. Contra la mentira, la verdad».
Hugo Machín FajardoRedactor Especial del Portal Análisis LatinoPeriodista desde 1969, una forzada interrupción entre 1973 -1985, no le impidió ejercer el periodismo clandestino. Secuestrado en 1981 por la dictadura uruguaya, permaneció desaparecido y torturado hasta 1982, en que fue recluido en el Penal de Libertad hasta 1985. Ex -docente de periodismo en Universidad ORT, de Montevideo. Ex vicepresidente de la Asociación de la Prensa Uruguaya (APU). Jurado del Premio Periodismo para la Tolerancia, 2004, de la Federación Internacional de Periodistas (FIP) /Unión Europea. Coordinó "Periodismo e Infancia-2005". Integró diversas redacciones periodísticas de medios y agencias de noticias en Montevideo, Uruguay. Actualmente se desempeña como free -lance.
La historia de la prensa cubana a partir de 1959 tiene hitos que motivan esta columna desde que en los últimos tiempos se ha producido un notorio y notable resquebrajamiento en el control casi absoluto del régimen sobre los canales de comunicación, que en los últimos días pretende ser coartado mediante amenazas gubernamentales dirigidas hacia periodistas que no aceptan desinformar.
A principios de los 60, el dirigente obrero Conrado Rodríguez recordó la vinculación con la dictadura de Fulgencio Batista (1952-1959) de Miguel Santiesteban, uno de los principales colaboradores directos de Ernesto Che Guevara en el Banco Nacional de Cuba. De inmediato— narra el escritor cubano y ex combatiente de Sierra Maestra, José Pardo Llana— «el Che pidió un espacio de televisión y lo dedicó, íntegramente, a injuriar a Conrado Rodríguez: «Es un miserable, es un miserable…—repetía una y otra vez con terrible saña, seguro del enorme daño moral que causaba a su adversario en momentos en que todos admiraban al Che como héroe legendario, a pocos meses del triunfo de la revolución».
Casi una década después, el suicidio de Miguel Ángel Quevedo, director de la revista cubana Bohemia, marcaba un punto de inflexión en el papel jugado por el periodismo cubano. «Que la prensa no sea más un eco de la calle, sino un faro de orientación para esa propia calle», pedía Quevedo en una carta de autocrítica y despedida, escrita en el exilio horas antes de suicidarse. Guerra Fría mediante, más el entusiasmo latinoamericano y de la intelectualidad europea —Sartre escribía «Huracán sobre el azúcar»— con la Revolución cubana, anularon la profética autocrítica de Quevedo anclándola en el índex del comunismo.
Periodismo perruno
En la madrugada del 13 de julio de 1989, fusilan en Cuba al general más popular de la isla, Arnaldo Ochoa, vencedor de la guerra de Angola, el más condecorado y querido por los cubanos; al coronel Antonio (Tony) de la Guardia, al mayor Armado Padrón y al capitán Jorge Martínez Valdés. Otros importantes oficiales fueron condenados a largas penas de prisión. El juicio a estos militares acusados de narcotraficantes— quienes increíblemente habrían delinquido sin conocimiento de los hermanos Castro— televisado por los canales controlados por el régimen, fue un remedo del aberrante proceso de Moscú de 1939, en que Stalin se deshizo de sus adversarios internos en el Partido Comunista soviético.
Fidel Castro utilizó el «caso Ochoa» para cortar de raíz cualquier intento de replicar en Cuba lo que había conversado con Mijaíl Gorbachov en abril de 1989 en La Habana: un programa de reformas democráticas, una Constitución que admitiera el pluralismo político, la libertad de expresión y elecciones libres que ponían en entredicho el monopolio del Partido Comunista.
Ochoa, quien llegó a tener 300.000 soldados bajo su mando directo, con sus cuestionamientos a Castro se había convertido en un eventual adversario del caudillo.
La prensa adicta repitió con fidelidad perruna la versión oficial que salvaguardaba a los Castro de toda sospecha respecto al narcotráfico.
La represión dura del régimen fue priorizada luego de la caída del Muro de Berlín y la ciudadanía cubana continuó en esa década su travesía de oscuridad y deformación informativa.
Ley Mordaza
En 1999, se aprueba la Ley Nro. 88 de Protección de la Independencia Nacional y la Economía de Cuba, conocida como Ley Mordaza, que establece: «quien colabore con emisoras de radio o televisión, periódicos, revistas, u otros medos de difusión extranjeros, incurre en sanción de privación de libertad de dos a cinco años o multa de mil a tres mil cuotas, o ambas». Pena que puede extenderse.
¿Qué ocurría en realidad? La dictadura pretendía contener lo que ya veía como inevitable: la muerte de la distancia que supuso la Internet, así como la masificación de los celulares. Faltaba un tiempo, como señala la periodista cubana Estrella Fresnillo, pero llegarían esos avances tecnológicos: «A mí me regalaron una computadora y no fue hasta el 2003 que se me autorizó a tener internet en mi casa».
En 2003, se desata la primavera negra sobre la isla. De los 75 opositores o disidentes detenidos, 29 son periodistas independientes del régimen y a todos se les aplicó la Ley Mordaza condenándosele por delitos de «actos contra la independencia o la integridad territorial del Estado». Algunos de ellos son condenados a 20 años de cárcel, y, en determinados casos, arrancados de ella por la solidaridad internacional.
Internet sin clave
Muchos periodistas tenían vedada Internet en la redacción o en los estudios de radio y TV porque no tenían acceso a la clave oficial de entrada, denunció Fresnillo en 2005, luego de exiliarse en Estados Unidos.
Fresnillo había trabajado dos décadas como presentadora de noticias de la televisión estatal cubana: «El periodismo cubano es una anquilosada maquinaria de censura, donde todos estamos entrenados para cumplir el esquema condicionado del sistema de un modo tan servil que ni siquiera hace falta advertir lo que no se puede abordar o mencionar», consideró. «Me cansé de seguir actuando como el perro de Pavlov: quiero vivir libremente y realizar mis sueños».
Internet y la telefonía celular son inexorables. Más y más periodistas cubanos reportan la realidad y el muro de contención dictatorial multiplica sus intersticios. La represión «blanda» contra periodistas y disidentes también se multiplica, con acoso, allanamientos domiciliarios, detenciones nocturnas, decomisos, robo de computadoras, grabadoras y celulares.
El 18 de marzo de 2008, el Comité para la Protección de los Periodistas (CJP), calificó de «atroz » la situación de los periodistas encarcelados desde 2003, de los cuales 20 se exige sean liberados por Raúl Caso en cumplimento del tratado internacional sobre libertad de expresión suscrito en febrero de ese año — medio siglo después de hecha la revolución—por Cuba: «los periodistas están hacinados en pabellones enormes o diminutas celdas sin ventilación (…) el agua potable está contaminada con materia fecal y la comida está llena de gusanos».
Segunda cárcel
Los Indicadores de periodismo y democracia a nivel local en América latina, que preparaba cada semestre Fernando J. Ruiz, consejero académico de CADAL, evidenciaban que Cuba era el país con más periodistas presos después de China.
La organización Reporteros sin Fronteras (RSF) considera a Cuba la segunda cárcel del mundo para la prensa, después de China. En una lista que mide el grado de libertad de prensa en 169 países, Cuba figuraba en el puesto 165 por delante de Corea del Norte, Eritrea y Turkmenistán: «el régimen ya no se dedica a los grandes procesos contra la disidencia, sino la brutalidad ordinaria». O sea, la élite que gobierna ha perdido credibilidad en la ciudadanía que, a su vez, incrementa su desconfianza en los medios periodísticos oficiales.
Para 2009 funcionaban casi una decena y media de agencias y sitios en internet de la prensa independiente cubana: Encuentro en la Red, Bitácora cubana, Cuba-Verdad, Habana Press, Decoro, Luz Info Press, Cubanacán Press, Disidente, Misceláneas de Cuba, Carta de Cuba, Sindical Press, Cubanet, Generación Y, Desde Cuba y Convivencia.
Opacidad.
En 2014, el historiador Manuel Costa Morúa, quien reside en La Habana, escribió que «los medios de comunicación oficiales siguen paralizados en el tipo de comunicación de tiempos de la Guerra Fría, cuando la información se centraba fundamentalmente en la propaganda. Frente a la Internet y a la multiplicidad de soportes de información personalizados, los medios oficiales de Cuba siguen apostando a la estupidización de los receptores, como si estos no tuvieran la posibilidad de información alternativa (…) El hecho de que Cuba sea uno de los países con menos acceso a Internet por habitante en el mundo, no significa falta de información sino opacidad informativa».
El gobierno obstaculiza sistemáticamente el acceso a estas páginas web dentro de Cuba. En febrero 2019, antes del referéndum sobre la nueva constitución, el gobierno bloqueó varios sitios de noticias considerados críticos contra el régimen, incluidos 14ymedio, Tremenda Nota, Cibercuba, Diario de Cuba y Cubanet, según Human Rights Watch. Desde entonces, ha continuado bloqueando otros sitios. En octubre 2019, cerca de veinte sitios de medios de comunicación cubanos independientes hicieron pública una declaración en la que solicitaban que se pusiera fin a la «ola de represión» contra la prensa independiente, denunció Amnistía Internacional.
Campaña de descrédito
Así las cosas, sobre fin del 2020, el régimen lanzó una amenazadora campaña contra los periodistas independientes a través del programa Las Razones de Cuba que presenta un cuestionado abogado Humberto López. La Televisión Cubana les acusa de estar financiados desde Estados Unidos y asegura que apuestan por una agenda abiertamente anticubana. Además, señalan que para su trabajo periodístico «acuden a cualquier recurso para manipular la realidad» del país. La Unión de Periodistas de Cuba (UPEC), un sello gremial del gobierno, se sumó al operativo represivo con el anuncio de acciones legales contra quienes «organizan y ejecutan acciones de acoso e intimidación hacia periodistas cubano», refiriéndose únicamente a quienes trabajan en medios oficialistas.
Los periodistas estigmatizados desde el poder rechazaron la campaña de descredito a través de las redes sociales. Yoani Sánchez, una de las más destacadas periodistas independientes publicó en Facebook: «Halagada: Después de 13 años de abrir mi blog «Generación Y» sigo siendo una preocupación para los medios oficialistas cubanos, que hoy han vuelto a difamarme en el Noticiero estelar de la televisión nacional, sin derecho a réplica y por enésima vez. Solo una cosa: tengo la piel curtida contra el insulto y me tomo esto con orgullo, con mucho orgullo y como un verdadero combustible para seguir con mi trabajo periodístico... he vivido más de una década de campañas de fusilamiento de la reputación».
Por su parte el propio presidente cubano Miguel Díaz-Canel aumentó la apuesta: «Se acabó el pan de piquito. Constantemente y con legítimo derecho denunciaremos todas las acciones mercenarias e imperialistas contra Cuba», escribió el mandatario en Twitter donde compartió un artículo publicado en el diario oficialista Juventud Rebelde.
En 1971, el argentino Jorge Florez Mc Gregor publicó un libro titulado La red y la tijera: los medios de comunicación social en la Argentina, de 255 páginas, que tuvo su difusión regional y acuse de recibo en la izquierda de entonces. La editorial Abecé Ediciones lo presentaba como un análisis demostrativo de que para «el imperialismo sobrevivir —por lo menos sobrevivir— equivalía a mentir». Según Mc Gregor, «los medios de comunicación sociales de la Argentina — [de hace medio siglo cuando Argentina vivía bajo la dictadura de Lanusse]— vierten a raudales, en masa y cotidianamente, el gran embuste sobre los oídos y los ojos del pueblo. Tejen la red de la calumnia con hilos manejados y urdidos desde la sede imperial de los monopolios yanquis, a la vez que aherrojan el pensamiento libre, la difusión de la verdad. La red, aquélla; la tijera, ésta. De eso se trata a fondo en este libro. Y a la vez que se sigue el tejido de la red, malla a malla, tejedor por tejedor —los de adentro y los de afuera—, se describe asimismo la forja y el temple de la acerada tijera que la cortará, que ya la está cortando. Los filos, cada vez más aguzados, de la tijera blandida por centenares de miles de manos harán hilachas de la red. Contra la mentira, la verdad».