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Observatorio de Relaciones Internacionales y Derechos Humanos

El desempeño de la República Libanesa en el Bertelsmann Transformation Index
El Líbano se posiciona como la única democracia entre los países analizados en la región, pero altamente defectuosa; con una transformación económica muy limitada y una gobernanza fallida.Por Delfina Banchero
La República Libanesa es considerada una democracia altamente defectuosa, según el puntaje del Bertelsmann Transformation Index (BTI) en 2024. Al respecto, Bente Scheller, directora de la División de Medio Oriente y África del Norte de la Fundación Heinrich Böll y analista invitada del BTI, atribuye esta situación a una “multicrisis” de carácter estructural. En los últimos años, el país enfrentó graves problemas económicos, de seguridad y gobernanza.
El actual debilitamiento político y material de Hezbolá, junto con la reciente asunción del presidente reformista Joseph Aoun, ha generado expectativas en torno al futuro y estabilidad del país. Sectores de la oposición, por su parte, acusan a Estados Unidos, Israel, Arabia Saudita y Francia de influir en las elecciones, sugiriendo nombres presidenciables a cambio de ayuda económica.
Desde el fin de la guerra civil, Líbano ha estado sin jefe de Estado en al menos cinco ocasiones, destacándose el último vacío como el más prolongado tras la salida de Michel Aoun en 2022. Estos estancamientos institucionales se deben principalmente a la falta de quórum, producto de la división entre las múltiples facciones políticas que caracterizan a la arquitectura del país. Recién en la 13a votación y más de 2 años después, fue elegido Joseph Aoun. Además, las vacancias ejecutivas suelen derivar en bloqueos legislativos, debido a boicots y ausencias de parlamentarios que buscan priorizar la elección de un presidente y presionar por sus candidatos.
La obstrucción fue impulsada en gran medida por Hezbolá y el partido Amal, que respaldaron la candidatura de Suleiman Frangieh, cercano al eje sirio-iraní. No obstante, el asesinato por parte de Israel del líder de Hezbolá, Hassan Nasrallah, y otros altos oficiales, sumado a la caída del gobierno de Bashar al-Assad en Siria, representaron grandes pérdidas estratégicas que obligaron al grupo a ceder consensos en torno a la siguiente figura presidencial.
Este panorama se agravó con las crisis financieras desencadenadas por el colapso bancario y la pandemia del COVID-19, a lo que se agregó la explosión en el puerto de Beirut en 2020 y una ola de protestas en respuesta a la corrupción que estos hechos revelaron. Asimismo, la ocupación del ejército de Israel en la frontera sur genera tensiones con el último alto al fuego de febrero, mientras entorpece los planes del ejército libanés para retomar el control militar del territorio que ha estado bajo dominio de Hezbolá.
En vista de lo anterior, es posible examinar la Transformación Política, la Transformación Económica y la Gobernanza de la República Libanesa a lo largo del tiempo. La Figura 1 ilustra los cambios en estas dimensiones desde 2006 hasta 2024 utilizando los datos del Bertelsmann Transformation Index (BTI).
Figura 1

Al inicio del período, Líbano se ubicaba en el segundo lugar de la región de Medio Oriente y África del Norte en Transformación Política (TP), y la posición 65 del ranking mundial, con un puntaje de 5.6. Con respecto a la Transformación Económica (TE), ocupaba el sexto lugar regional y el puesto 49 a nivel global, con 5.8 puntos. En materia de Gobernanza, Líbano obtuvo 4.7 puntos, ubicándose séptimo en la región y 76° a nivel mundial. Hacia 2024, el país presenta un declive de -0.35 puntos en TP, una disminución de -2.18 puntos en TE y una caída de -1.53 puntos en Gobernanza.
Las tres dimensiones evidencian tendencias decrecientes. El declive más acelerado y sostenido se observa en la Transformación Económica, cuya pendiente anual es de −0.12 (el cambio promedio por año). Se observa una caída constante, especialmente marcada a partir de 2020. La Transformación Política, en cambio, muestra una pendiente más leve (−0.056) y un comportamiento menos lineal, con algunos períodos de recuperación parcial. Finalmente, la dimensión de Gobernanza cambia de manera más uniforme, con una pendiente de −0.08, lo que indica un proceso de deterioro estable pero continuo; sin fluctuaciones, pero sin signos de mejora, excepto por el 2018. De este modo, el Líbano se posiciona como la única democracia entre los países analizados en la región, pero altamente defectuosa; con una transformación económica muy limitada y una gobernanza fallida. ¿Qué datos sostienen a estas conclusiones?
El peso del confesionalismo en la configuración del sistema político libanés
Un punto de partida necesario para comprender la política libanesa es la forma de gobierno, basada en un sistema consociativo que distribuye el poder entre las diversas comunidades religiosas. Tras el Acuerdo de Taif que concluyó la guerra civil (1975-1990), este reparto pasó a ser representativo de la población musulmana, cristiana y drusa, reflejando los complejos cambios demográficos en una división de bancas equitativa y una limitación de los poderes del ejecutivo. El presidente debe ser cristiano maronita, el primer ministro sunita y el presidente del parlamento chiita.
Este sectarismo está institucionalizado en el artículo 24 de la Constitución reformada, presentado como una solución pacífica a la guerra, pero provisoria; paradójicamente, la Constitución a su vez prevé la abolición progresiva del confesionalismo político, reconociendo su carácter conflictivo con la democracia. Por esta razón, el BTI le asigna al indicador de sistema de partidos 5 puntos durante todo el período analizado y 3 puntos a la capacidad efectiva para gobernar, lo que tiene serias repercusiones en el resto del sistema político.
Por un lado, afectó al indicador de elecciones libres y justas: la parálisis legislativa, particularmente de leyes electorales, condujo a irregularidades como la postergación de elecciones parlamentarias, manipulación distrital y la extensión de mandatos, que se reflejan en el puntaje sostenido alrededor de 7 y su peor caída en el BTI 2018 a 5 puntos. Este deterioro incluso implicó que el país pasara a ser clasificado por el índice como una autocracia moderada.
En el mismo sentido, el indicador de compromiso con las instituciones democráticas evidencia el agotamiento de la lógica clientelar y la corrupción de los funcionarios: alcanzó su puntaje más bajo (3) el mismo año, aunque logró estabilizarse en 5 puntos a partir del BTI 2020. Por otro lado, impactó en la aprobación de la democracia, también declinando hasta los 5 puntos. Los últimos 10 años se tiñeron de una baja participación política y encuestas que le otorgan un lugar secundario al tipo de régimen en pos de la estabilidad política.
Dicho esto, tan importante como los intereses de las elites sectarias es el temor por la pérdida del monopolio del uso de la fuerza. Los reportes BTI 2012 (4 puntos) y 2014 (3 puntos) ponderan la ocupación israelí, las zonas bajo control de facciones armadas palestinas y sunitas, y Hezbolá, cuyas capacidades militares fortalecidas fueron percibidas como amenazas cada vez mayores. Hacia 2024 se observa una leve mejora, con un puntaje que se mantiene en 5, en un contexto de relativa desescalada del conflicto sirio, la retirada parcial de Israel y el desgaste de Hezbolá. Sin embargo, una encuesta llevada a cabo por el Centro Consultivo de Estudios y Documentación de Líbano concluyó que el 58% de los libaneses se opone al desarme de Hezbolá, puesto que no consideran al ejército nacional competente para defender las fronteras con Siria e Israel.
Sin dudas, las profundas divisiones arraigadas inclusive en la dimensión territorial exhiben tensiones identitarias históricas, con orígenes que se remontan al pasado colonial del Líbano y otros factores actuales como las inmigraciones masivas. Con todo, para el BTI el indicador de la identidad del Estado libanés merece 7 puntos, puesto que los esfuerzos políticos han intentado velar por la diversidad de la población. Más aún, es el ciudadano libanés común el que anhela la unidad del pueblo: tras la explosión en Beirut que dejó cerca de 200 víctimas fatales, tanto los vecinos como la diáspora se movilizaron voluntariamente para auxiliar y reconstruir con sus propias manos las zonas más afectadas. Ese mismo espíritu comunitario volvió a manifestarse cuando brindaron refugio a desconocidos desplazados por los bombardeos israelíes el año pasado.
¿Una economía y geopolítica con relativa resiliencia a la guerra?
El BTI 2024 ilustra críticamente la dimensión de creación de consenso en Líbano: “Existe un acuerdo normativo sobre la democracia y una economía de mercado en el Líbano, pero no como objetivos de desarrollo o transformación. Más bien, ambos sirven como marcos narrativos a través de los cuales se puede mantener el status quo existente y, con él, los privilegios de la clase política”.
Esto se evidencia en la falta de iniciativa de implementar efectivamente el artículo 95 de la Constitución que busca abolir el confesionalismo. De este modo, además de la guerra, la política interna exacerbó profundamente la crisis económica. La política monetaria ha sido responsable e independiente, pero el clima de protestas y la crisis de legitimidad de 2019 vulneraron fuertemente la estabilidad macroeconómica del pequeño país. Con una de las proporciones de deuda más grandes del mundo y una gran dependencia de la diáspora, inversiones extranjeras, turismo y reservas, el tipo de cambio fijo no sobrevivió a la fuga masiva de capitales que la amenaza a controles de capital provocaron en dicho contexto de descontento y desconfianza. Por añadidura a la pandemia, las altas tasas de inflación dispararon el desempleo y empobrecieron a la población. En consecuencia, la estabilidad monetaria y fiscal, que en 2006 partía de 7 puntos, sufrió un desplome abrupto en 2020 hasta un puntaje de 2.
Tal como propuso la visión estratégica del BTI 2024, la ayuda internacional está sujeta al desarme de organizaciones paramilitares y al compromiso de la elite política de impulsar un poder de agenda positivo. Para ello, las instituciones tienen que estar a la altura para responder a los conflictos de la región y recuperar la credibilidad ante el pueblo libanés.
Delfina BancheroVoluntariaEstudiante de Relaciones Internacionales en la Universidad de San Andrés (Buenos Aires, Argentina).
La República Libanesa es considerada una democracia altamente defectuosa, según el puntaje del Bertelsmann Transformation Index (BTI) en 2024. Al respecto, Bente Scheller, directora de la División de Medio Oriente y África del Norte de la Fundación Heinrich Böll y analista invitada del BTI, atribuye esta situación a una “multicrisis” de carácter estructural. En los últimos años, el país enfrentó graves problemas económicos, de seguridad y gobernanza.
El actual debilitamiento político y material de Hezbolá, junto con la reciente asunción del presidente reformista Joseph Aoun, ha generado expectativas en torno al futuro y estabilidad del país. Sectores de la oposición, por su parte, acusan a Estados Unidos, Israel, Arabia Saudita y Francia de influir en las elecciones, sugiriendo nombres presidenciables a cambio de ayuda económica.
Desde el fin de la guerra civil, Líbano ha estado sin jefe de Estado en al menos cinco ocasiones, destacándose el último vacío como el más prolongado tras la salida de Michel Aoun en 2022. Estos estancamientos institucionales se deben principalmente a la falta de quórum, producto de la división entre las múltiples facciones políticas que caracterizan a la arquitectura del país. Recién en la 13a votación y más de 2 años después, fue elegido Joseph Aoun. Además, las vacancias ejecutivas suelen derivar en bloqueos legislativos, debido a boicots y ausencias de parlamentarios que buscan priorizar la elección de un presidente y presionar por sus candidatos.
La obstrucción fue impulsada en gran medida por Hezbolá y el partido Amal, que respaldaron la candidatura de Suleiman Frangieh, cercano al eje sirio-iraní. No obstante, el asesinato por parte de Israel del líder de Hezbolá, Hassan Nasrallah, y otros altos oficiales, sumado a la caída del gobierno de Bashar al-Assad en Siria, representaron grandes pérdidas estratégicas que obligaron al grupo a ceder consensos en torno a la siguiente figura presidencial.
Este panorama se agravó con las crisis financieras desencadenadas por el colapso bancario y la pandemia del COVID-19, a lo que se agregó la explosión en el puerto de Beirut en 2020 y una ola de protestas en respuesta a la corrupción que estos hechos revelaron. Asimismo, la ocupación del ejército de Israel en la frontera sur genera tensiones con el último alto al fuego de febrero, mientras entorpece los planes del ejército libanés para retomar el control militar del territorio que ha estado bajo dominio de Hezbolá.
En vista de lo anterior, es posible examinar la Transformación Política, la Transformación Económica y la Gobernanza de la República Libanesa a lo largo del tiempo. La Figura 1 ilustra los cambios en estas dimensiones desde 2006 hasta 2024 utilizando los datos del Bertelsmann Transformation Index (BTI).
Figura 1
Al inicio del período, Líbano se ubicaba en el segundo lugar de la región de Medio Oriente y África del Norte en Transformación Política (TP), y la posición 65 del ranking mundial, con un puntaje de 5.6. Con respecto a la Transformación Económica (TE), ocupaba el sexto lugar regional y el puesto 49 a nivel global, con 5.8 puntos. En materia de Gobernanza, Líbano obtuvo 4.7 puntos, ubicándose séptimo en la región y 76° a nivel mundial. Hacia 2024, el país presenta un declive de -0.35 puntos en TP, una disminución de -2.18 puntos en TE y una caída de -1.53 puntos en Gobernanza.
Las tres dimensiones evidencian tendencias decrecientes. El declive más acelerado y sostenido se observa en la Transformación Económica, cuya pendiente anual es de −0.12 (el cambio promedio por año). Se observa una caída constante, especialmente marcada a partir de 2020. La Transformación Política, en cambio, muestra una pendiente más leve (−0.056) y un comportamiento menos lineal, con algunos períodos de recuperación parcial. Finalmente, la dimensión de Gobernanza cambia de manera más uniforme, con una pendiente de −0.08, lo que indica un proceso de deterioro estable pero continuo; sin fluctuaciones, pero sin signos de mejora, excepto por el 2018. De este modo, el Líbano se posiciona como la única democracia entre los países analizados en la región, pero altamente defectuosa; con una transformación económica muy limitada y una gobernanza fallida. ¿Qué datos sostienen a estas conclusiones?
El peso del confesionalismo en la configuración del sistema político libanés
Un punto de partida necesario para comprender la política libanesa es la forma de gobierno, basada en un sistema consociativo que distribuye el poder entre las diversas comunidades religiosas. Tras el Acuerdo de Taif que concluyó la guerra civil (1975-1990), este reparto pasó a ser representativo de la población musulmana, cristiana y drusa, reflejando los complejos cambios demográficos en una división de bancas equitativa y una limitación de los poderes del ejecutivo. El presidente debe ser cristiano maronita, el primer ministro sunita y el presidente del parlamento chiita.
Este sectarismo está institucionalizado en el artículo 24 de la Constitución reformada, presentado como una solución pacífica a la guerra, pero provisoria; paradójicamente, la Constitución a su vez prevé la abolición progresiva del confesionalismo político, reconociendo su carácter conflictivo con la democracia. Por esta razón, el BTI le asigna al indicador de sistema de partidos 5 puntos durante todo el período analizado y 3 puntos a la capacidad efectiva para gobernar, lo que tiene serias repercusiones en el resto del sistema político.
Por un lado, afectó al indicador de elecciones libres y justas: la parálisis legislativa, particularmente de leyes electorales, condujo a irregularidades como la postergación de elecciones parlamentarias, manipulación distrital y la extensión de mandatos, que se reflejan en el puntaje sostenido alrededor de 7 y su peor caída en el BTI 2018 a 5 puntos. Este deterioro incluso implicó que el país pasara a ser clasificado por el índice como una autocracia moderada.
En el mismo sentido, el indicador de compromiso con las instituciones democráticas evidencia el agotamiento de la lógica clientelar y la corrupción de los funcionarios: alcanzó su puntaje más bajo (3) el mismo año, aunque logró estabilizarse en 5 puntos a partir del BTI 2020. Por otro lado, impactó en la aprobación de la democracia, también declinando hasta los 5 puntos. Los últimos 10 años se tiñeron de una baja participación política y encuestas que le otorgan un lugar secundario al tipo de régimen en pos de la estabilidad política.
Dicho esto, tan importante como los intereses de las elites sectarias es el temor por la pérdida del monopolio del uso de la fuerza. Los reportes BTI 2012 (4 puntos) y 2014 (3 puntos) ponderan la ocupación israelí, las zonas bajo control de facciones armadas palestinas y sunitas, y Hezbolá, cuyas capacidades militares fortalecidas fueron percibidas como amenazas cada vez mayores. Hacia 2024 se observa una leve mejora, con un puntaje que se mantiene en 5, en un contexto de relativa desescalada del conflicto sirio, la retirada parcial de Israel y el desgaste de Hezbolá. Sin embargo, una encuesta llevada a cabo por el Centro Consultivo de Estudios y Documentación de Líbano concluyó que el 58% de los libaneses se opone al desarme de Hezbolá, puesto que no consideran al ejército nacional competente para defender las fronteras con Siria e Israel.
Sin dudas, las profundas divisiones arraigadas inclusive en la dimensión territorial exhiben tensiones identitarias históricas, con orígenes que se remontan al pasado colonial del Líbano y otros factores actuales como las inmigraciones masivas. Con todo, para el BTI el indicador de la identidad del Estado libanés merece 7 puntos, puesto que los esfuerzos políticos han intentado velar por la diversidad de la población. Más aún, es el ciudadano libanés común el que anhela la unidad del pueblo: tras la explosión en Beirut que dejó cerca de 200 víctimas fatales, tanto los vecinos como la diáspora se movilizaron voluntariamente para auxiliar y reconstruir con sus propias manos las zonas más afectadas. Ese mismo espíritu comunitario volvió a manifestarse cuando brindaron refugio a desconocidos desplazados por los bombardeos israelíes el año pasado.
¿Una economía y geopolítica con relativa resiliencia a la guerra?
El BTI 2024 ilustra críticamente la dimensión de creación de consenso en Líbano: “Existe un acuerdo normativo sobre la democracia y una economía de mercado en el Líbano, pero no como objetivos de desarrollo o transformación. Más bien, ambos sirven como marcos narrativos a través de los cuales se puede mantener el status quo existente y, con él, los privilegios de la clase política”.
Esto se evidencia en la falta de iniciativa de implementar efectivamente el artículo 95 de la Constitución que busca abolir el confesionalismo. De este modo, además de la guerra, la política interna exacerbó profundamente la crisis económica. La política monetaria ha sido responsable e independiente, pero el clima de protestas y la crisis de legitimidad de 2019 vulneraron fuertemente la estabilidad macroeconómica del pequeño país. Con una de las proporciones de deuda más grandes del mundo y una gran dependencia de la diáspora, inversiones extranjeras, turismo y reservas, el tipo de cambio fijo no sobrevivió a la fuga masiva de capitales que la amenaza a controles de capital provocaron en dicho contexto de descontento y desconfianza. Por añadidura a la pandemia, las altas tasas de inflación dispararon el desempleo y empobrecieron a la población. En consecuencia, la estabilidad monetaria y fiscal, que en 2006 partía de 7 puntos, sufrió un desplome abrupto en 2020 hasta un puntaje de 2.
Tal como propuso la visión estratégica del BTI 2024, la ayuda internacional está sujeta al desarme de organizaciones paramilitares y al compromiso de la elite política de impulsar un poder de agenda positivo. Para ello, las instituciones tienen que estar a la altura para responder a los conflictos de la región y recuperar la credibilidad ante el pueblo libanés.
