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Análisis Latino
Brasil, entre la polarización y Bolsonaro
A pesar de encontrarse en una situación relativamente alentadora respecto de varios indicadores del Bertelsmann Transformation Index (BTI), el país más grande de Sudamérica aún persiste en sus grandes disparidades. Esto incluye brecha de clase, razas y regiones. En este contexto, Brasil se ha convertido en uno de los países de América Latina con menos apoyo a la democracia, con sólo 34% de los encuestados por el Latinobarómetro en 2018 respondiendo que la preferían por sobre cualquier otra forma de gobierno. Ese mismo año, además, el nivel de satisfacción respecto de la democracia era de tan solo el 9%.Por Alejandro Di Franco
El último Índice de Transformación Bertelsmann (BTI, por sus siglas en inglés) resulta interesante a la luz de los eventos que ocurrieron bajo el período analizado: el transcurso de gran parte del gobierno de Michel Temer, las elecciones de 2018 y la asunción y el primer mes de la administración de Jair Bolsonaro.
En líneas generales, los cambios en los puntajes del informe son negativos, empeorando en 15 indicadores (y mejorando sólo en 3). Además, en algunos aspectos se viene dando una trayectoria descendente desde hace varios informes. Más allá de esto, en 31 categorías se mantiene constante y, en varias de ellas, con un puntaje muy alto.
Brasil, después de todo, es un Estado secular democrático, con elecciones libres e imparciales, con separación de poderes, un Poder Judicial independiente y respeto a los derechos civiles. Es también un país con diferentes grupos étnicos y religiosos, y ninguno de ellos es excluido sistemáticamente del derecho de ciudadanía.
Sin embargo, algunos desafíos relacionados al funcionamiento del Estado y a la garantía de los derechos civiles persisten, como es el caso de la corrupción, las deficiencias a la hora de aplicar la ley, o el uso excesivo de la fuerza dentro de los centros de detención. Con respecto a los derechos civiles y las libertades políticas, el BTI hizo hincapié en ciertos dichos problemáticos de parte de Bolsonaro, en los que reivindica la última dictadura de Brasil, o hace comentarios machistas u homofóbicos. A pesar de ello, reconoce que, tras la elección, se ha visto que Bolsonaro se ha moderado y ha demostrado adecuarse a la Constitución.
Durante los últimos años, la política ha estado caracterizada por una creciente polarización ideológica, agravada por un sistema partidario muy fragmentado debido a las leyes electorales (en la Cámara Baja del Congreso, por ejemplo, tras la última elección están representados 30 partidos). Las opiniones sobre algunos líderes políticos, como Luiz Inácio Lula da Silva o Bolsonaro, o algunos procesos, como el impeachment a Dilma Rousseff, reflejan esta polarización.
En este contexto, Brasil se ha convertido en uno de los países de América Latina con menos apoyo a la democracia, con sólo 34% de los encuestados por el Latinobarómetro en 2018 respondiendo que la preferían por sobre cualquier otra forma de gobierno. Ese mismo año, además, el nivel de satisfacción respecto de la democracia era de tan solo el 9%.
En el área económica Brasil presenta algunos indicadores muy positivos: entre 2004 y 2015, unos 24 millones de brasileños salieron de la pobreza, por ejemplo. En cuanto al funcionamiento del mercado, hay un marco legal fuerte que protege la competencia, y en el último ranking del “Doing Business Report” Brasil mejoró 33 puestos en cuanto a la facilidad de los intercambios entre fronteras.
El país posee, además, uno de los sistemas financieros más desarrollados de Latinoamérica, que le permitió manejar el impacto de la última crisis global. Los indicadores macroeconómicos son buenos, con una inflación en baja, entre 2015 y 2018, y una estabilización del tipo de cambio (a pesar de cierta turbulencia durante las elecciones de 2018). Según el BTI 2020, durante la primera década de este siglo la política fiscal del país era “ejemplar”, citando, por ejemplo, la ley de Responsabilidad Fiscal de 2000.
Sin embargo, la desigualdad en Brasil sigue siendo una de las más altas del mundo, y no ha logrado bajar incluso luego de los años de gobierno del PT. La disparidad se da tanto entre regiones (con el Sur mucho más desarrollado que el Norte), entre razas y género (aunque, en este último caso, la diferencia entre hombres y mujeres se ha reducido, y se han expandido los derechos de las mujeres en el lugar de trabajo y en la propiedad de la tierra).
Uno de los aspectos sobre los que más advierte el informe es el ambiental, sobre todo, la situación del Amazonas. Según los datos que cita, el 20% de su superficie original ya estaría destruida, y esta deforestación sólo habría aumentado en los últimos años. Tomando los datos sólo del primer mes del gobierno de Bolsonaro, pues no cubre las críticas a nivel internacional que tuvo el país a mediados de 2019 por los incendios allí suscitados. No obstante, advierte sobre los temores que había sobre la posición del nuevo presidente sobre el tema (como su cercanía al lobby agrario o su promesa de retirarse del Acuerdo de París).
En el campo de la cooperación internacional, Brasil ha sido tradicionalmente un país que ha trabajado de manera activa con organizaciones internacionales, siendo considerado como un socio creíble y confiable. Sin embargo, algunos dichos de Bolsonaro, señala el BTI, ponen en duda esta política y algunos de los miembros de su gobierno son críticos de la globalización y las instituciones multilaterales.
Con respecto a Latinoamérica, ya se venía viendo un cierto distanciamiento desde la presidencia de Rousseff y luego también durante la de Temer, debido a la fragmentación política de la región. El BTI, además, refleja una caída de un punto en el último informe, debido a que se estaba “volviendo aparente que la administración Bolsonaro está más preparada que gobiernos anteriores para involucrarse en conflictos con países vecinos por razones ideológicas”.
A pesar de encontrarse en una situación relativamente buena en varios temas analizados por el BTI, Brasil todavía es un país con grandes disparidades -ya sea entre clases sociales, entre razas o entre regiones-. La creciente polarización política y social no ayuda a solucionar algunas de estas brechas y, a su vez, algunos dichos de Bolsonaro no ayudan a solucionar esta polarización. Con indicadores relativamente buenos en cuanto al desempeño económico, se debe todavía mejorar en algunos aspectos de la gobernanza y la transformación política para lograr revertir algunas tendencias y mejorar en el informe de 2022.
Alejandro Di FrancoEstudiante de la carrera de Relaciones Internacionales en la Universidad Católica Argentina (UCA). Fue voluntario en el Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI). Ha participado en varios seminarios y foros con personalidades nacionales e internacionales de la política y la academia.
El último Índice de Transformación Bertelsmann (BTI, por sus siglas en inglés) resulta interesante a la luz de los eventos que ocurrieron bajo el período analizado: el transcurso de gran parte del gobierno de Michel Temer, las elecciones de 2018 y la asunción y el primer mes de la administración de Jair Bolsonaro.
En líneas generales, los cambios en los puntajes del informe son negativos, empeorando en 15 indicadores (y mejorando sólo en 3). Además, en algunos aspectos se viene dando una trayectoria descendente desde hace varios informes. Más allá de esto, en 31 categorías se mantiene constante y, en varias de ellas, con un puntaje muy alto.
Brasil, después de todo, es un Estado secular democrático, con elecciones libres e imparciales, con separación de poderes, un Poder Judicial independiente y respeto a los derechos civiles. Es también un país con diferentes grupos étnicos y religiosos, y ninguno de ellos es excluido sistemáticamente del derecho de ciudadanía.
Sin embargo, algunos desafíos relacionados al funcionamiento del Estado y a la garantía de los derechos civiles persisten, como es el caso de la corrupción, las deficiencias a la hora de aplicar la ley, o el uso excesivo de la fuerza dentro de los centros de detención. Con respecto a los derechos civiles y las libertades políticas, el BTI hizo hincapié en ciertos dichos problemáticos de parte de Bolsonaro, en los que reivindica la última dictadura de Brasil, o hace comentarios machistas u homofóbicos. A pesar de ello, reconoce que, tras la elección, se ha visto que Bolsonaro se ha moderado y ha demostrado adecuarse a la Constitución.
Durante los últimos años, la política ha estado caracterizada por una creciente polarización ideológica, agravada por un sistema partidario muy fragmentado debido a las leyes electorales (en la Cámara Baja del Congreso, por ejemplo, tras la última elección están representados 30 partidos). Las opiniones sobre algunos líderes políticos, como Luiz Inácio Lula da Silva o Bolsonaro, o algunos procesos, como el impeachment a Dilma Rousseff, reflejan esta polarización.
En este contexto, Brasil se ha convertido en uno de los países de América Latina con menos apoyo a la democracia, con sólo 34% de los encuestados por el Latinobarómetro en 2018 respondiendo que la preferían por sobre cualquier otra forma de gobierno. Ese mismo año, además, el nivel de satisfacción respecto de la democracia era de tan solo el 9%.
En el área económica Brasil presenta algunos indicadores muy positivos: entre 2004 y 2015, unos 24 millones de brasileños salieron de la pobreza, por ejemplo. En cuanto al funcionamiento del mercado, hay un marco legal fuerte que protege la competencia, y en el último ranking del “Doing Business Report” Brasil mejoró 33 puestos en cuanto a la facilidad de los intercambios entre fronteras.
El país posee, además, uno de los sistemas financieros más desarrollados de Latinoamérica, que le permitió manejar el impacto de la última crisis global. Los indicadores macroeconómicos son buenos, con una inflación en baja, entre 2015 y 2018, y una estabilización del tipo de cambio (a pesar de cierta turbulencia durante las elecciones de 2018). Según el BTI 2020, durante la primera década de este siglo la política fiscal del país era “ejemplar”, citando, por ejemplo, la ley de Responsabilidad Fiscal de 2000.
Sin embargo, la desigualdad en Brasil sigue siendo una de las más altas del mundo, y no ha logrado bajar incluso luego de los años de gobierno del PT. La disparidad se da tanto entre regiones (con el Sur mucho más desarrollado que el Norte), entre razas y género (aunque, en este último caso, la diferencia entre hombres y mujeres se ha reducido, y se han expandido los derechos de las mujeres en el lugar de trabajo y en la propiedad de la tierra).
Uno de los aspectos sobre los que más advierte el informe es el ambiental, sobre todo, la situación del Amazonas. Según los datos que cita, el 20% de su superficie original ya estaría destruida, y esta deforestación sólo habría aumentado en los últimos años. Tomando los datos sólo del primer mes del gobierno de Bolsonaro, pues no cubre las críticas a nivel internacional que tuvo el país a mediados de 2019 por los incendios allí suscitados. No obstante, advierte sobre los temores que había sobre la posición del nuevo presidente sobre el tema (como su cercanía al lobby agrario o su promesa de retirarse del Acuerdo de París).
En el campo de la cooperación internacional, Brasil ha sido tradicionalmente un país que ha trabajado de manera activa con organizaciones internacionales, siendo considerado como un socio creíble y confiable. Sin embargo, algunos dichos de Bolsonaro, señala el BTI, ponen en duda esta política y algunos de los miembros de su gobierno son críticos de la globalización y las instituciones multilaterales.
Con respecto a Latinoamérica, ya se venía viendo un cierto distanciamiento desde la presidencia de Rousseff y luego también durante la de Temer, debido a la fragmentación política de la región. El BTI, además, refleja una caída de un punto en el último informe, debido a que se estaba “volviendo aparente que la administración Bolsonaro está más preparada que gobiernos anteriores para involucrarse en conflictos con países vecinos por razones ideológicas”.
A pesar de encontrarse en una situación relativamente buena en varios temas analizados por el BTI, Brasil todavía es un país con grandes disparidades -ya sea entre clases sociales, entre razas o entre regiones-. La creciente polarización política y social no ayuda a solucionar algunas de estas brechas y, a su vez, algunos dichos de Bolsonaro no ayudan a solucionar esta polarización. Con indicadores relativamente buenos en cuanto al desempeño económico, se debe todavía mejorar en algunos aspectos de la gobernanza y la transformación política para lograr revertir algunas tendencias y mejorar en el informe de 2022.