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Monitoreo de la gobernabilidad democrática
APERTURA, CAPITAL HUMANO Y CALIDAD INSTITUCIONAL PARA EL DESARROLLO DE AMÉRICA LATINA
Por Carlos Gervasoni
Anne Krueger, Guillermo Perry (Economista Jefe del BID) y el ex presidente mexicano Ernesto Zedillo, entre otros, expusieron el martes 19 de abril en la conferencia Latin America in the Global Economy, en el Kellog Institute de la Universidad de Notre Dame.
El diagnóstico, en resumen, fue que hubo en América Latina una "media década perdida" entre 1998 y 2002, que el desempeño económico de la región ha sido decepcionante desde los cincuenta y que la fuerte recuperación de los últimos dos años es motivo de optimismo. El vicepresidente ejecutivo del BID Dennis Flannery, sin embargo, recordó que Latinoamérica siempre se ha caracterizado por espasmos de crecimiento, como el actual, seguidos de crisis.
El gobernador del Banco de México Guillermo Ortiz abrió con una estadística impactante: en 1960 América Latina era más rica que el promedio de España, Irlanda, Grecia y Portugal. Hoy los cuatro "pobres" europeos duplican ampliamente nuestro ingreso. "Transferencias de la Unión Europea", interpretan algunos; "instituciones europeas y libre comercio", replica la interpretación dominante, que atribuye el estancamiento latinoamericano al histórico énfasis en el mercado interno y a la mala calidad de las instituciones legales y gubernamentales.
Los conferencistas, mayoritariamente participantes del "Consenso de Washington", no evitaron la autocrítica. Perry fue el mas claro: las reformas liberales generaron estabilidad y crecimiento, pero probablemente "las sobrevendimos". En su estimación Latinoamérica creció algo así como un 2% anual más de lo que hubiera conseguido sin ellas, pero tal cifra dista del milagro económico prometido.
Los panelistas tocaron temas tradicionales, pero también enfatizaron consensos más recientes. Entre los primeros estuvieron la apertura comercial y la flexibilidad. Krueger, famosa en el mundo académico (mucho antes de llegar al Banco Mundial y al FMI) por sus pioneras contribuciones al entendimiento de los costos del proteccionismo, volvió a su tema favorito: que ningún país en desarrollo ha logrado nunca crecer rápida y sostenidamente sin abrir su economía al comercio exterior. También insistió en que la apertura genera mayores salarios para los pobres de los países en desarrollo. Chile, la economía más abierta de la región, es también la que más ha reducido la pobreza desde la crisis de la deuda.
Todos los panelistas se refirieron a la importancia de mantener una economía estable, flexible y desregulada, capaz de responder ágilmente a los cambios del contexto mundial. Mas original resultó el énfasis en un punto apenas presente en el "Consenso de Washington": la calidad de las instituciones. El décimo y último punto del "Consenso" leía: "Secure property rights". Queda claro que, si los panelistas reescribieran el decálogo hoy, agregarían: "poder judicial efectivo", "reglas claras, estables y fácilmente ejecutables", "seguridad de los contratos" y "bajos niveles de corrupción". Se hacía difícil no sentir que los especialistas hablaban todavía shockeados por la brutal violación de reglas macroeconómicas, contratos y derechos de propiedad en la Argentina de lo últimos años.
El otro punto menos tradicional (y brevemente mencionado en el "Consenso") fue el de la promoción estatal de la acumulación de conocimiento. Las estadísticas muestran una elevadísima tasa de retorno de la inversión en educación y tecnología, y el milagro del sudeste asiático ilustra clarísimamente tal conclusión. En la interpretación dominante, el espectacular desempeño de Corea del Sur y sus vecinos se debe a una sabia combinación de orientación exportadora, estabilidad macroeconómica y fuerte inversión estatal en la formación de capital humano (y de ahorro). Es decir, lo contrario de la fórmula tradicional latinoamericana: mercado interno, desequilibrios macroeconómicos, educación de baja calidad y escaso ahorro público y privado.
Los gráficos de Perry mostraron cómo el desempeño de los sistemas educativos latinoamericanos se encuentra por debajo de lo que se esperaría para países de su nivel de desarrollo, e ilustraron cómo las recientes historias de desarrollo exitoso, de Corea a Finlandia, van siempre asociadas a niveles de inversión en investigación y desarrollo muy superiores a los de países Latinoamericanos. Agregó que a menudo esta inversión es más productiva cuando se dirige adaptar, incorporar o importar tecnología ya existente que cuando se aplica a nuevos desarrollos.
Perry también destacó la debilidad de los mercados financieros latinoamericanos, caracterizados por anémicos niveles de capitalización bursátil y crédito al sector privado. El estado es en buena parte responsable: no sólo su endeudamiento consume crédito que podría financiar la inversión privada, sino que su propia tasa de inversión es baja y declinante. Casi todo el progreso reciente en reducir los déficit fiscales fue realizado a expensas de la inversión pública en infraestructura.
Krueger y Perry coincidieron también en que la economía mundial está en un (transitorio) buen momento, y que esto debería ser aprovechado para hacer reformas y prepararse para la próxima desaceleración mundial. Hoy la región crece gracias a las bajas tasas de interés, los altos precios de los commodities y el fuerte crecimiento en Asia y Estados Unidos. Pero los déficit gemelos estadounidenses, el precio del petróleo, o algún problema en la locomotora china podrían conducir en breve a una nueva crisis mundial.
Perry lo dijo con claridad: Latinoamérica ha manejado mucho peor sus buenos momentos que los malos. Cuando la región crece, en vez de ahorrar, reducir vulnerabilidades y aplicar políticas anticíclicas, tiende a gastar más, endeudarse y postergar las necesarias reformas.
Todos los panelistas coincidieron en ponderar a Chile: desde hace tres décadas es la economía más abierta y desregulada de la región, y la de mayor estabilidad macroeconómica y calidad institucional. Es, en consecuencia, el país que más ha crecido, el de exportaciones más dinámicas y el que más ha reducido la pobreza. Quizás sea una nación desarrollada en 10 o 15 años. México es visto positivamente por su muy abierta economía, pero con dudas debido a su calidad institucional. Brasil, Perú y Uruguay fueron elogiados por su prudente y profesional manejo macroeconómico, mientras que el "populismo petrolero" venezolano fue objeto de varias críticas.
Argentina fue poco mencionada a pesar de sus recurrentes crisis y reciente reestructuración de su deuda. Quizás los representantes de organismos internacionales y bancos de inversión prefieran evitar un caso en el que nadie puede tirar la primera piedra. Pero si sus diagnósticos son certeros, nuestras perspectivas no son buenas: un país que cobra impuestos a sus exportaciones en vez de promoverlas, que oscila entre la inflación y el sobreendeudamiento, que invierte poco en investigación y desarrollo, que cambia abrupta y repetidamente sus reglas de juego, que viola los derechos de propiedad una vez por década, que carga con un ineficaz poder judicial, y que tiene un paupérrimo "índice de percepción de corrupción", no puede crecer sostenidamente. Quizás pueda recuperarse de las caídas, como ocurre actualmente, pero para acercarse, no al milagro coreano, sino al menos al éxito chileno, debería Argentina aprovechar estos buenos tiempos económicos (y políticos) para hacer lo que no podrá hacer cuando golpee el próximo shock externo y el presidente sea menos popular.
Carlos Gervasoni es Politólogo, Profesor universitario y doctorando en la Universidad de Notre Dame, Estados Unidos. Fue presidente de CADAL (2003/2004) y actualmente integra su Consejo Académico.
Carlos GervasoniConsejero AcadémicoProfesor-Investigador en el Departamento de Ciencia Política y Estudios Internacionales de la Universidad Torcuato Di Tella y Gerente Regional del proyecto Varieties of Democracy. Obtuvo una maestría en ciencia política en la Universidad de Stanford, y el doctorado en la universidad de Notre Dame. Se especializa en estudios sobre la democracia, federalismo, opinión pública y metodología de la investigación. Sus artículos han aparecido en América Latina Hoy, Comparative Political Studies, Democratization, Journal of Democracy en Español, Journal of Politics in Latin America, Party Politics, Política y Gobierno, y World Politics. Es autor del libro Hybrid Regimes within Democracies. Fiscal Federalism and Subnational Rentier States (Cambridge University Press, 2018). Miembro fundador y presidente de CADAL entre 2003 y 2004.
Anne Krueger, Guillermo Perry (Economista Jefe del BID) y el ex presidente mexicano Ernesto Zedillo, entre otros, expusieron el martes 19 de abril en la conferencia Latin America in the Global Economy, en el Kellog Institute de la Universidad de Notre Dame.
El diagnóstico, en resumen, fue que hubo en América Latina una "media década perdida" entre 1998 y 2002, que el desempeño económico de la región ha sido decepcionante desde los cincuenta y que la fuerte recuperación de los últimos dos años es motivo de optimismo. El vicepresidente ejecutivo del BID Dennis Flannery, sin embargo, recordó que Latinoamérica siempre se ha caracterizado por espasmos de crecimiento, como el actual, seguidos de crisis.
El gobernador del Banco de México Guillermo Ortiz abrió con una estadística impactante: en 1960 América Latina era más rica que el promedio de España, Irlanda, Grecia y Portugal. Hoy los cuatro "pobres" europeos duplican ampliamente nuestro ingreso. "Transferencias de la Unión Europea", interpretan algunos; "instituciones europeas y libre comercio", replica la interpretación dominante, que atribuye el estancamiento latinoamericano al histórico énfasis en el mercado interno y a la mala calidad de las instituciones legales y gubernamentales.
Los conferencistas, mayoritariamente participantes del "Consenso de Washington", no evitaron la autocrítica. Perry fue el mas claro: las reformas liberales generaron estabilidad y crecimiento, pero probablemente "las sobrevendimos". En su estimación Latinoamérica creció algo así como un 2% anual más de lo que hubiera conseguido sin ellas, pero tal cifra dista del milagro económico prometido.
Los panelistas tocaron temas tradicionales, pero también enfatizaron consensos más recientes. Entre los primeros estuvieron la apertura comercial y la flexibilidad. Krueger, famosa en el mundo académico (mucho antes de llegar al Banco Mundial y al FMI) por sus pioneras contribuciones al entendimiento de los costos del proteccionismo, volvió a su tema favorito: que ningún país en desarrollo ha logrado nunca crecer rápida y sostenidamente sin abrir su economía al comercio exterior. También insistió en que la apertura genera mayores salarios para los pobres de los países en desarrollo. Chile, la economía más abierta de la región, es también la que más ha reducido la pobreza desde la crisis de la deuda.
Todos los panelistas se refirieron a la importancia de mantener una economía estable, flexible y desregulada, capaz de responder ágilmente a los cambios del contexto mundial. Mas original resultó el énfasis en un punto apenas presente en el "Consenso de Washington": la calidad de las instituciones. El décimo y último punto del "Consenso" leía: "Secure property rights". Queda claro que, si los panelistas reescribieran el decálogo hoy, agregarían: "poder judicial efectivo", "reglas claras, estables y fácilmente ejecutables", "seguridad de los contratos" y "bajos niveles de corrupción". Se hacía difícil no sentir que los especialistas hablaban todavía shockeados por la brutal violación de reglas macroeconómicas, contratos y derechos de propiedad en la Argentina de lo últimos años.
El otro punto menos tradicional (y brevemente mencionado en el "Consenso") fue el de la promoción estatal de la acumulación de conocimiento. Las estadísticas muestran una elevadísima tasa de retorno de la inversión en educación y tecnología, y el milagro del sudeste asiático ilustra clarísimamente tal conclusión. En la interpretación dominante, el espectacular desempeño de Corea del Sur y sus vecinos se debe a una sabia combinación de orientación exportadora, estabilidad macroeconómica y fuerte inversión estatal en la formación de capital humano (y de ahorro). Es decir, lo contrario de la fórmula tradicional latinoamericana: mercado interno, desequilibrios macroeconómicos, educación de baja calidad y escaso ahorro público y privado.
Los gráficos de Perry mostraron cómo el desempeño de los sistemas educativos latinoamericanos se encuentra por debajo de lo que se esperaría para países de su nivel de desarrollo, e ilustraron cómo las recientes historias de desarrollo exitoso, de Corea a Finlandia, van siempre asociadas a niveles de inversión en investigación y desarrollo muy superiores a los de países Latinoamericanos. Agregó que a menudo esta inversión es más productiva cuando se dirige adaptar, incorporar o importar tecnología ya existente que cuando se aplica a nuevos desarrollos.
Perry también destacó la debilidad de los mercados financieros latinoamericanos, caracterizados por anémicos niveles de capitalización bursátil y crédito al sector privado. El estado es en buena parte responsable: no sólo su endeudamiento consume crédito que podría financiar la inversión privada, sino que su propia tasa de inversión es baja y declinante. Casi todo el progreso reciente en reducir los déficit fiscales fue realizado a expensas de la inversión pública en infraestructura.
Krueger y Perry coincidieron también en que la economía mundial está en un (transitorio) buen momento, y que esto debería ser aprovechado para hacer reformas y prepararse para la próxima desaceleración mundial. Hoy la región crece gracias a las bajas tasas de interés, los altos precios de los commodities y el fuerte crecimiento en Asia y Estados Unidos. Pero los déficit gemelos estadounidenses, el precio del petróleo, o algún problema en la locomotora china podrían conducir en breve a una nueva crisis mundial.
Perry lo dijo con claridad: Latinoamérica ha manejado mucho peor sus buenos momentos que los malos. Cuando la región crece, en vez de ahorrar, reducir vulnerabilidades y aplicar políticas anticíclicas, tiende a gastar más, endeudarse y postergar las necesarias reformas.
Todos los panelistas coincidieron en ponderar a Chile: desde hace tres décadas es la economía más abierta y desregulada de la región, y la de mayor estabilidad macroeconómica y calidad institucional. Es, en consecuencia, el país que más ha crecido, el de exportaciones más dinámicas y el que más ha reducido la pobreza. Quizás sea una nación desarrollada en 10 o 15 años. México es visto positivamente por su muy abierta economía, pero con dudas debido a su calidad institucional. Brasil, Perú y Uruguay fueron elogiados por su prudente y profesional manejo macroeconómico, mientras que el "populismo petrolero" venezolano fue objeto de varias críticas.
Argentina fue poco mencionada a pesar de sus recurrentes crisis y reciente reestructuración de su deuda. Quizás los representantes de organismos internacionales y bancos de inversión prefieran evitar un caso en el que nadie puede tirar la primera piedra. Pero si sus diagnósticos son certeros, nuestras perspectivas no son buenas: un país que cobra impuestos a sus exportaciones en vez de promoverlas, que oscila entre la inflación y el sobreendeudamiento, que invierte poco en investigación y desarrollo, que cambia abrupta y repetidamente sus reglas de juego, que viola los derechos de propiedad una vez por década, que carga con un ineficaz poder judicial, y que tiene un paupérrimo "índice de percepción de corrupción", no puede crecer sostenidamente. Quizás pueda recuperarse de las caídas, como ocurre actualmente, pero para acercarse, no al milagro coreano, sino al menos al éxito chileno, debería Argentina aprovechar estos buenos tiempos económicos (y políticos) para hacer lo que no podrá hacer cuando golpee el próximo shock externo y el presidente sea menos popular.
Carlos Gervasoni es Politólogo, Profesor universitario y doctorando en la Universidad de Notre Dame, Estados Unidos. Fue presidente de CADAL (2003/2004) y actualmente integra su Consejo Académico.