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Monitoreo de la gobernabilidad democrática

Diamantes y déficits: la paradoja económica Botsuana
Botsuana está relativamente bien posicionada en comparación con el promedio de los países de su región, obteniendo valores de casi el doble en términos de Transformación Política (8.1 / 4.8), y de poco más de dos puntos en Transformación Económica (6.7 / 4.4) y Gobernanza (6.7/ 4.4). Sin embargo, estos indicadores positivos no deben nublar los desafíos estructurales que amenazan su desarrollo a futuro.Por Clara Wolmy
Botsuana es un país situado en la región de África subsahariana, se encuentra al norte de Sudáfrica limitando a su vez con Namibia, Zambia y Zimbabue. Tras obtener su independencia de Inglaterra en 1966, es considerado uno de los ejemplos más significativos en el continente africano de una agenda marcada por la democracia y el desarrollo de los derechos humanos hasta hoy. El país de África austral ha registrado la tasa de crecimiento económico más rápida a nivel global durante tres décadas (1960s-1990s). Esta significativa superación económica, ha sorprendido a más de un analista debido a que, la realidad de Botsuana al momento de su independencia era muy poco prometedora, tratándose de un país sin salida al mar y con escasez de capital humano calificado.
Hoy se erige como la nación menos corrupta del continente africano, con un PIB per cápita equiparable al de potencias emergentes como Brasil y Turquía, y el segundo mayor Índice de Libertad Económica en la región.
Para indagar si el caso de éxito que representa Botsuana es tan sólido como se piensa se analizará en detalle su desempeño durante el periodo 2004 - 2023, tomando como guía el Bertelsmann Transformation Index, que evalúa el cambio y la transición de los países en desarrollo a la democracia y la economía de mercado teniendo en cuenta 17 criterios, a través de un análisis cualitativo basado en expertos, asignando puntajes del 1 al 10 en tres dimensiones principales: transformación política, transformación económica y gobernanza.

Transformación Política
Desde su independencia en 1966, Botsuana se consolidó como una democracia multipartidista con elecciones generales periódicas y transparentes, garantizando constitucionalmente derechos políticos y civiles. Según el BTI se categoriza como una democracia en consolidación.
A pesar de que se presenta como “una de las democracias más longevas de África”, aún exhibe dificultades que vislumbran una transformación política defectuosa. En primer lugar, un sólo partido, BDP, (por sus siglas en inglés: Botswana Democratic Party, fundado por Seretse Khama en 1966) ha gobernado desde su independencia hasta las elecciones de 2024, donde por primera vez en la historia triunfó una fuerza política opositora. El prolongado control del BDP, puede explicarse en parte, debido a la fuerza limitada de la oposición, que posee una base electoral rural débil. Además de la falta de apoyo económico al resto de los partidos por parte del Estado, que contribuyó a profundizar las desigualdades en los comicios, derivando en un sistema de partidos imperfecto y restringiendo la participación política.
Botsuana enfrentó durante los últimos años serios desafíos en materia de derechos civiles, muchos de los cuales se agudizaron bajo la administración del presidente Ian Khama (2008–2018) y Mokgweetsi Masisi (2018–2024). De acuerdo con el informe del Departamento de Estado de EE. UU. (2023), se documentaron restricciones importantes a la libertad de prensa. Si bien este derecho se garantiza en la Constitución, en la práctica existen grandes limitaciones. El gobierno restringía críticamente el acceso a una prensa libre e independiente, ejerciendo un fuerte control sobre los medios de comunicación estatales, y hacia los periodistas independientes que cuestionan al oficialismo, siendo estos objeto de acoso, arrestos arbitrarios o amenazas. Este retroceso es consistente con las observaciones del BTI 2024, que otorga un puntaje de 6 en libertad de expresión, señalando, a pesar del marco legal formal, principales obstáculos prácticos al ejercicio de este derecho. Esto también se ve respaldado en el Índice Mundial de Libertad de Prensa 2025 elaborado por Reporteros Sin Fronteras, donde Botsuana se ubica en el puesto 81 de 180 países, con una puntuación global de 57,64 sobre 100, lo que lo posiciona en una zona considerada "problemática" pero con niveles de libertad superiores al promedio regional africano.
Además, el informe remarca prácticas de detención arbitraria, en particular por parte del Servicio de Seguridad e Inteligencia, que ha operado sin orden judicial en varios casos, ejecutando acciones que, no solo vulneran el debido proceso, sino que también minan la confianza pública en el sistema judicial.
Respecto a los derechos de las personas LGBT+, la despenalización de la homosexualidad en 2019 representó un progreso significativo; no obstante, la discriminación social no ha sido abordada con políticas públicas activas bajo la gestión de Masisi. La ausencia de medidas de inclusión o protección específicas indica una falta de voluntad política para afianzar estos logros legislativos en prácticas sociales equitativas.
Transformación económica
Botsuana ha experimentado una de las transformaciones económicas más notables de África. A finales de la década de 1960 y principios de 1970, el país se encontraba entre las 25 naciones más pobres del mundo. Sin embargo, el descubrimiento de yacimientos de diamante y una gestión macroeconómica prudente impulsaron un crecimiento sostenido durante décadas. Este desempeño permitió que escalara hasta la categoría de país de ingresos medios-altos según el Banco Mundial. No obstante, con una puntuación de 6.71, su economía se clasifica actualmente como limitada en el BTI.
El rendimiento económico del país subsahariano es uno de los índices que más se ha visto afectado en el último tiempo. Esto se debe a la dependencia histórica de la exportación de recursos diamantíferos, y a las dificultades que ha mostrado para acelerar su diversificación económica. De 2018 a 2020 el rendimiento económico se redujo dos puntos (de 8 a 6), lo cual refleja los estragos que ha hecho la pandemia en la economía botsuana. La pandemia no solo afectó negativamente las ventas de diamantes a mercados clave como China, Europa y Estados Unidos, sino que provocó una contracción económica del 8,9% en general. Esto ha generado grandes déficits presupuestarios, afectando directamente la estabilidad fiscal. En el año 2020/2021, Botsuana registró un déficit fiscal del 9.4%, y, aunque el gobierno de Masisi demostró eficiencia en el control del gasto, este ajuste tuvo un impacto palpable en infraestructura y servicios sociales, con repercusiones negativas en el nivel socioeconómico de los sectores más vulnerables.
Pese a un desarrollo moderado en las últimas seis décadas, Botsuana sigue siendo una de las sociedades más desiguales del mundo (índice Gini de 0,533), en donde el índice de pobreza ronda un 56,6%. Además, la prevalencia del VIH/SIDA dificultan aún más la situación. La pobreza y la desigualdad continúan siendo acentuadas y están estructuralmente arraigadas. Estas barreras socioeconómicas representan una gran amenaza para la transformación económica de Botsuana, rondando puntuaciones bajas en comparación con su desempeño en otras áreas. Dicha contradicción entre estabilidad macroeconómica y exclusión social plantea un desafío urgente para cualquier gobierno que aspire a una transformación auténtica y perdurable.

Gobernanza
La gobernanza de Botsuana se caracteriza por la buena planificación y definición de prioridades, lo que se evidencia en proyectos como el Plan Nacional de Desarrollo y la Visión 2036. Por lo tanto, el BTI la clasifica como una buena gobernanza. No obstante, posee serios problemas para llevar estas ideas a la práctica. Muchos proyectos se ejecutan mal o de manera ineficiente. Aunque el gobierno ha mostrado capacidad de dirección en áreas como reformas constitucionales o ajustes en viajes oficiales, todavía le cuesta adaptarse rápido a nuevas necesidades y tecnologías.
En cuanto a la eficiencia de recursos, el país mantiene un sistema meritocrático para nombrar funcionarios, lo que ayuda a tener una administración más profesional. Sin embargo, hay casos donde los nombramientos responden a intereses políticos, aunque esto no es lo más frecuente.
Un aspecto fuerte del país es el amplio consenso político sobre mantener la democracia y la economía de mercado. Todos los actores relevantes -partidos, sociedad civil, empresarios- apoyan este modelo. Las encuestas muestran que los ciudadanos también respaldan este sistema. Pero hay un problema: la participación ciudadana efectiva en las decisiones es restringida. Las consultas que se hacen, incluso en las asambleas tradicionales (kgotla), muchas veces son solo formales y no llevan a cambios reales.
A nivel internacional, Botsuana goza de una imagen positiva. Cumple con sus compromisos financieros (incluso pagó sus deudas durante la pandemia), participa activamente en organizaciones africanas como la SADC y la Unión Africana, y ha recibido elogios por su transparencia. El ex presidente Masisi asumió compromisos importantes, como reducir emisiones de carbono. El país trabaja con muchos organismos internacionales (desde el Banco Mundial hasta fundaciones extranjeras) para mejorar sus políticas.
A modo de conclusión se puede advertir que, Botsuana está relativamente bien posicionada en comparación con el promedio de los países de su región, obteniendo valores de casi el doble en términos de Transformación Política (8.1 / 4.8), y de poco más de dos puntos en Transformación Económica (6.7 / 4.4) y Gobernanza (6.7/ 4.4). Sin embargo, estos indicadores positivos no deben nublar los desafíos estructurales que amenazan su desarrollo a futuro. En el ámbito político, aunque el país mantiene una democracia estable en comparación con su entorno, persisten problemas graves: la alternancia en el poder es casi inexistente, los medios estatales funcionan como voceros del gobierno, y la falta de financiamiento estatal al resto de partidos genera un panorama de desigualdad aún mayor al momento de las elecciones.
En lo económico, el modelo de desarrollo botsuano sigue anclado en una peligrosa dependencia del sector diamantífero (80% de las exportaciones), sin haber logrado una diversificación certera, en un contexto de declive para el mercado de diamantes, donde los precios cayeron alrededor de un 30% desde 2022 tras el advenimiento de las piedras sintéticas. Esto la hace vulnerable a crisis externas y explica por qué, pese su crecimiento, la pobreza y la desigualdad reflejan cifras alarmantes.
Clara WolmyEstudiante de Relaciones Internacionales de la Universidad Católica de Salta y voluntaria de CADAL).
Botsuana es un país situado en la región de África subsahariana, se encuentra al norte de Sudáfrica limitando a su vez con Namibia, Zambia y Zimbabue. Tras obtener su independencia de Inglaterra en 1966, es considerado uno de los ejemplos más significativos en el continente africano de una agenda marcada por la democracia y el desarrollo de los derechos humanos hasta hoy. El país de África austral ha registrado la tasa de crecimiento económico más rápida a nivel global durante tres décadas (1960s-1990s). Esta significativa superación económica, ha sorprendido a más de un analista debido a que, la realidad de Botsuana al momento de su independencia era muy poco prometedora, tratándose de un país sin salida al mar y con escasez de capital humano calificado.
Hoy se erige como la nación menos corrupta del continente africano, con un PIB per cápita equiparable al de potencias emergentes como Brasil y Turquía, y el segundo mayor Índice de Libertad Económica en la región.
Para indagar si el caso de éxito que representa Botsuana es tan sólido como se piensa se analizará en detalle su desempeño durante el periodo 2004 - 2023, tomando como guía el Bertelsmann Transformation Index, que evalúa el cambio y la transición de los países en desarrollo a la democracia y la economía de mercado teniendo en cuenta 17 criterios, a través de un análisis cualitativo basado en expertos, asignando puntajes del 1 al 10 en tres dimensiones principales: transformación política, transformación económica y gobernanza.
Transformación Política
Desde su independencia en 1966, Botsuana se consolidó como una democracia multipartidista con elecciones generales periódicas y transparentes, garantizando constitucionalmente derechos políticos y civiles. Según el BTI se categoriza como una democracia en consolidación.
A pesar de que se presenta como “una de las democracias más longevas de África”, aún exhibe dificultades que vislumbran una transformación política defectuosa. En primer lugar, un sólo partido, BDP, (por sus siglas en inglés: Botswana Democratic Party, fundado por Seretse Khama en 1966) ha gobernado desde su independencia hasta las elecciones de 2024, donde por primera vez en la historia triunfó una fuerza política opositora. El prolongado control del BDP, puede explicarse en parte, debido a la fuerza limitada de la oposición, que posee una base electoral rural débil. Además de la falta de apoyo económico al resto de los partidos por parte del Estado, que contribuyó a profundizar las desigualdades en los comicios, derivando en un sistema de partidos imperfecto y restringiendo la participación política.
Botsuana enfrentó durante los últimos años serios desafíos en materia de derechos civiles, muchos de los cuales se agudizaron bajo la administración del presidente Ian Khama (2008–2018) y Mokgweetsi Masisi (2018–2024). De acuerdo con el informe del Departamento de Estado de EE. UU. (2023), se documentaron restricciones importantes a la libertad de prensa. Si bien este derecho se garantiza en la Constitución, en la práctica existen grandes limitaciones. El gobierno restringía críticamente el acceso a una prensa libre e independiente, ejerciendo un fuerte control sobre los medios de comunicación estatales, y hacia los periodistas independientes que cuestionan al oficialismo, siendo estos objeto de acoso, arrestos arbitrarios o amenazas. Este retroceso es consistente con las observaciones del BTI 2024, que otorga un puntaje de 6 en libertad de expresión, señalando, a pesar del marco legal formal, principales obstáculos prácticos al ejercicio de este derecho. Esto también se ve respaldado en el Índice Mundial de Libertad de Prensa 2025 elaborado por Reporteros Sin Fronteras, donde Botsuana se ubica en el puesto 81 de 180 países, con una puntuación global de 57,64 sobre 100, lo que lo posiciona en una zona considerada "problemática" pero con niveles de libertad superiores al promedio regional africano.
Además, el informe remarca prácticas de detención arbitraria, en particular por parte del Servicio de Seguridad e Inteligencia, que ha operado sin orden judicial en varios casos, ejecutando acciones que, no solo vulneran el debido proceso, sino que también minan la confianza pública en el sistema judicial.
Respecto a los derechos de las personas LGBT+, la despenalización de la homosexualidad en 2019 representó un progreso significativo; no obstante, la discriminación social no ha sido abordada con políticas públicas activas bajo la gestión de Masisi. La ausencia de medidas de inclusión o protección específicas indica una falta de voluntad política para afianzar estos logros legislativos en prácticas sociales equitativas.
Transformación económica
Botsuana ha experimentado una de las transformaciones económicas más notables de África. A finales de la década de 1960 y principios de 1970, el país se encontraba entre las 25 naciones más pobres del mundo. Sin embargo, el descubrimiento de yacimientos de diamante y una gestión macroeconómica prudente impulsaron un crecimiento sostenido durante décadas. Este desempeño permitió que escalara hasta la categoría de país de ingresos medios-altos según el Banco Mundial. No obstante, con una puntuación de 6.71, su economía se clasifica actualmente como limitada en el BTI.
El rendimiento económico del país subsahariano es uno de los índices que más se ha visto afectado en el último tiempo. Esto se debe a la dependencia histórica de la exportación de recursos diamantíferos, y a las dificultades que ha mostrado para acelerar su diversificación económica. De 2018 a 2020 el rendimiento económico se redujo dos puntos (de 8 a 6), lo cual refleja los estragos que ha hecho la pandemia en la economía botsuana. La pandemia no solo afectó negativamente las ventas de diamantes a mercados clave como China, Europa y Estados Unidos, sino que provocó una contracción económica del 8,9% en general. Esto ha generado grandes déficits presupuestarios, afectando directamente la estabilidad fiscal. En el año 2020/2021, Botsuana registró un déficit fiscal del 9.4%, y, aunque el gobierno de Masisi demostró eficiencia en el control del gasto, este ajuste tuvo un impacto palpable en infraestructura y servicios sociales, con repercusiones negativas en el nivel socioeconómico de los sectores más vulnerables.
Pese a un desarrollo moderado en las últimas seis décadas, Botsuana sigue siendo una de las sociedades más desiguales del mundo (índice Gini de 0,533), en donde el índice de pobreza ronda un 56,6%. Además, la prevalencia del VIH/SIDA dificultan aún más la situación. La pobreza y la desigualdad continúan siendo acentuadas y están estructuralmente arraigadas. Estas barreras socioeconómicas representan una gran amenaza para la transformación económica de Botsuana, rondando puntuaciones bajas en comparación con su desempeño en otras áreas. Dicha contradicción entre estabilidad macroeconómica y exclusión social plantea un desafío urgente para cualquier gobierno que aspire a una transformación auténtica y perdurable.
Gobernanza
La gobernanza de Botsuana se caracteriza por la buena planificación y definición de prioridades, lo que se evidencia en proyectos como el Plan Nacional de Desarrollo y la Visión 2036. Por lo tanto, el BTI la clasifica como una buena gobernanza. No obstante, posee serios problemas para llevar estas ideas a la práctica. Muchos proyectos se ejecutan mal o de manera ineficiente. Aunque el gobierno ha mostrado capacidad de dirección en áreas como reformas constitucionales o ajustes en viajes oficiales, todavía le cuesta adaptarse rápido a nuevas necesidades y tecnologías.
En cuanto a la eficiencia de recursos, el país mantiene un sistema meritocrático para nombrar funcionarios, lo que ayuda a tener una administración más profesional. Sin embargo, hay casos donde los nombramientos responden a intereses políticos, aunque esto no es lo más frecuente.
Un aspecto fuerte del país es el amplio consenso político sobre mantener la democracia y la economía de mercado. Todos los actores relevantes -partidos, sociedad civil, empresarios- apoyan este modelo. Las encuestas muestran que los ciudadanos también respaldan este sistema. Pero hay un problema: la participación ciudadana efectiva en las decisiones es restringida. Las consultas que se hacen, incluso en las asambleas tradicionales (kgotla), muchas veces son solo formales y no llevan a cambios reales.
A nivel internacional, Botsuana goza de una imagen positiva. Cumple con sus compromisos financieros (incluso pagó sus deudas durante la pandemia), participa activamente en organizaciones africanas como la SADC y la Unión Africana, y ha recibido elogios por su transparencia. El ex presidente Masisi asumió compromisos importantes, como reducir emisiones de carbono. El país trabaja con muchos organismos internacionales (desde el Banco Mundial hasta fundaciones extranjeras) para mejorar sus políticas.
A modo de conclusión se puede advertir que, Botsuana está relativamente bien posicionada en comparación con el promedio de los países de su región, obteniendo valores de casi el doble en términos de Transformación Política (8.1 / 4.8), y de poco más de dos puntos en Transformación Económica (6.7 / 4.4) y Gobernanza (6.7/ 4.4). Sin embargo, estos indicadores positivos no deben nublar los desafíos estructurales que amenazan su desarrollo a futuro. En el ámbito político, aunque el país mantiene una democracia estable en comparación con su entorno, persisten problemas graves: la alternancia en el poder es casi inexistente, los medios estatales funcionan como voceros del gobierno, y la falta de financiamiento estatal al resto de partidos genera un panorama de desigualdad aún mayor al momento de las elecciones.
En lo económico, el modelo de desarrollo botsuano sigue anclado en una peligrosa dependencia del sector diamantífero (80% de las exportaciones), sin haber logrado una diversificación certera, en un contexto de declive para el mercado de diamantes, donde los precios cayeron alrededor de un 30% desde 2022 tras el advenimiento de las piedras sintéticas. Esto la hace vulnerable a crisis externas y explica por qué, pese su crecimiento, la pobreza y la desigualdad reflejan cifras alarmantes.
