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Monitoreo de la gobernabilidad democrática
El que no salta es un holandés
(Análisis Latino) Comparando la fantasía económica que vive el gobierno argentino y sus festivos militantes propagandísticos rentados, frente al realismo de los países serios que se preocupan verdaderamente por las futuras generaciones, se puede experimentar una suerte de deja vú del 25 de junio de 1978 que repite de manera inconsciente “¡el que no salta es un holandés!”.Por Gabriel C. Salvia
(Análisis Latino) Así como la presidenta argentina invita “humildemente” al mundo desarrollado a imitar el modelo kirchnerista –si es que realmente existe algo así- muchos analistas locales e internacionales perciben el lógico final que tendrá la combinación de la irresponsabilidad fiscal, la cultura de la improductividad, la inseguridad jurídica, la crónica corrupción y la ausencia de inversiones de largo plazo.
Como muestra de la percepción internacional que tienen las administraciones kirchneristas, en un artículo titulado irónicamente “El milagro económico argentino”, el prestigioso académico chileno Eduardo Engel afirmaba que “Las políticas económicas seguidas por el gobierno de Cristina Fernández desafían muchas de las convicciones más profundas que tenemos la mayoría de los economistas. Remoción del presidente del Banco Central cuando se niega a traspasar seis billones de dólares en reservas al gobierno, expropiación de los fondos de pensiones con objeto de allegar más de cuatro billones de dólares cada año a las arcas fiscales, hostigamiento de medios opositores y de empresas extranjeras, fijación de precios, adulteración de cifras de inflación y crecimiento, y mucho más. Los textos elementales de economía, y también los más avanzados, sugieren que un escenario dominado por políticas como las anteriores llevará a poco crecimiento y bajo bienestar”.
Mientras tanto, gracias a la bonanza internacional que favorece las exportaciones agrícolas argentinas de cuyos impuestos se alimenta el fisco -y al hecho de que otros gobiernos tendrán que afrontar en el futuro las consecuencias de las políticas irresponsables del kirchnerismo- se pudo multiplicar por seis el incremento del gasto de la administración gubernamental, incluyendo: haber aumentado un veintidós por ciento la cantidad de empleados públicos sin implementar ningún criterio meritocrático, crear nuevas empresas estatales, otorgar un festival de subsidios, destinar planes sociales que son determinantes para conseguir respaldo electoral clientelar, incorporar al sistema previsional a más de dos millones de personas que no realizaron aportes y, como “broche de oro”, estatizar los fondos de pensiones privados.
En perspectiva comparada, los países desarrollados que entraron en déficits fiscales y endeudamiento público, es decir, políticas para nada liberales, deben ajustarse y volver así a la sana economía. Uno de esos casos es el de los Países Bajos, que en 2009 enfrentó la reducción en la demanda de sus principales exportaciones, su déficit fiscal llegó al 5,4% del PBI y la deuda pública al 66%.
Por tal motivo, el nuevo gobierno holandés se fijo metas hasta el 2015 tendientes a lograr una economía aún más competitiva e innovadora, aplicando para ello importantes recortes presupuestarios en lo que hace al Estado y dejando espacio al ámbito empresarial para el desarrollo de la prosperidad económica. Con vistas hacia el futuro cercano, los holandeses esperan un mayor y mejor rendimiento bajo la consigna “hacer más con menos”.
Además de la baja calidad institucional de la Argentina, podría decirse que a diferencia de Holanda en el país que gobierno Cristina Kirchner “se hace menos con más”, como de manera tan obvia pudo apreciarse en la tragedia ferroviaria de la estación de Once.
Por eso, comparando la fantasía económica que vive el gobierno argentino y sus festivos militantes propagandísticos rentados, frente al realismo de los países serios que se preocupan verdaderamente por las futuras generaciones, se puede experimentar una suerte de deja vú del 25 de junio de 1978 que repite de manera inconsciente “¡el que no salta es un holandés!”.
Ese día, luego del gol con el cual el seleccionado de Holanda empataba el partido ante Argentina, a tan solo ocho minutos de la final del Mundial de Fútbol 1978, el delantero naranja Rob Rensenbrink estrelló un tiro en el palo del arco defendido por Ubaldo Matildo Fillol. Así, la fortuna salvó al equipo dirigido por César Luis Menotti, permitiéndole llegar al alargue de treinta minutos y finalmente triunfar por tres tantos contra uno, obteniendo su primera Copa del Mundo frente a la disminuida “naranja mecánica” que no contó con la participación de su estrella Johan Cruyff.
En el fútbol la suerte puede ayudar mucho, pero la política económica no es un juego. Y si bien determinado contexto puede favorecer, a la larga las malas decisiones las termina pagando la sociedad, las deberán afrontar los futuros gobiernos y las sufrirán especialmente las futuras generaciones.
Gabriel C. Salvia es editor de www.analisislatino.com
Gabriel C. SalviaDirector GeneralActivista de derechos humanos enfocado en la solidaridad democrática internacional. En 2024 recibió el Premio Gratias Agit del Ministerio de Relaciones Exteriores de la República Checa. Es autor de los libros "Memoria, derechos humanos y solidaridad democrática internacional" (2024) y "Bailando por un espejismo: apuntes sobre política, economía y diplomacia en los gobiernos de Cristina Fernández de Kirchner" (2017). Además, compiló varios libros, entre ellos "75 años de la Declaración Universal de Derechos Humanos: Miradas desde Cuba" (2023), "Los derechos humanos en las relaciones internacionales y la política exterior" (2021), "Desafíos para el fortalecimiento democrático en la Argentina" (2015), "Un balance político a 30 años del retorno a la democracia en Argentina" (2013) y "Diplomacia y Derechos Humanos en Cuba" (2011), Sus columnas de opinión han sido publicadas en varios medios en español. Actualmente publica en Clarín, Perfil, Infobae y La Nación, de Argentina. Ha participado en eventos internacionales en América Latina, África, Asia, Europa, los Balcanes y en Estados Unidos. Desde 1992 se desempeña como director en Organizaciones de la Sociedad Civil y es miembro fundador de CADAL. Como periodista, trabajó entre 1992 y 1997 en gráfica, radio y TV especializado en temas parlamentarios, políticos y económicos, y posteriormente contribuyó con entrevistas en La Nación y Perfil.
(Análisis Latino) Así como la presidenta argentina invita “humildemente” al mundo desarrollado a imitar el modelo kirchnerista –si es que realmente existe algo así- muchos analistas locales e internacionales perciben el lógico final que tendrá la combinación de la irresponsabilidad fiscal, la cultura de la improductividad, la inseguridad jurídica, la crónica corrupción y la ausencia de inversiones de largo plazo.
Como muestra de la percepción internacional que tienen las administraciones kirchneristas, en un artículo titulado irónicamente “El milagro económico argentino”, el prestigioso académico chileno Eduardo Engel afirmaba que “Las políticas económicas seguidas por el gobierno de Cristina Fernández desafían muchas de las convicciones más profundas que tenemos la mayoría de los economistas. Remoción del presidente del Banco Central cuando se niega a traspasar seis billones de dólares en reservas al gobierno, expropiación de los fondos de pensiones con objeto de allegar más de cuatro billones de dólares cada año a las arcas fiscales, hostigamiento de medios opositores y de empresas extranjeras, fijación de precios, adulteración de cifras de inflación y crecimiento, y mucho más. Los textos elementales de economía, y también los más avanzados, sugieren que un escenario dominado por políticas como las anteriores llevará a poco crecimiento y bajo bienestar”.
Mientras tanto, gracias a la bonanza internacional que favorece las exportaciones agrícolas argentinas de cuyos impuestos se alimenta el fisco -y al hecho de que otros gobiernos tendrán que afrontar en el futuro las consecuencias de las políticas irresponsables del kirchnerismo- se pudo multiplicar por seis el incremento del gasto de la administración gubernamental, incluyendo: haber aumentado un veintidós por ciento la cantidad de empleados públicos sin implementar ningún criterio meritocrático, crear nuevas empresas estatales, otorgar un festival de subsidios, destinar planes sociales que son determinantes para conseguir respaldo electoral clientelar, incorporar al sistema previsional a más de dos millones de personas que no realizaron aportes y, como “broche de oro”, estatizar los fondos de pensiones privados.
En perspectiva comparada, los países desarrollados que entraron en déficits fiscales y endeudamiento público, es decir, políticas para nada liberales, deben ajustarse y volver así a la sana economía. Uno de esos casos es el de los Países Bajos, que en 2009 enfrentó la reducción en la demanda de sus principales exportaciones, su déficit fiscal llegó al 5,4% del PBI y la deuda pública al 66%.
Por tal motivo, el nuevo gobierno holandés se fijo metas hasta el 2015 tendientes a lograr una economía aún más competitiva e innovadora, aplicando para ello importantes recortes presupuestarios en lo que hace al Estado y dejando espacio al ámbito empresarial para el desarrollo de la prosperidad económica. Con vistas hacia el futuro cercano, los holandeses esperan un mayor y mejor rendimiento bajo la consigna “hacer más con menos”.
Además de la baja calidad institucional de la Argentina, podría decirse que a diferencia de Holanda en el país que gobierno Cristina Kirchner “se hace menos con más”, como de manera tan obvia pudo apreciarse en la tragedia ferroviaria de la estación de Once.
Por eso, comparando la fantasía económica que vive el gobierno argentino y sus festivos militantes propagandísticos rentados, frente al realismo de los países serios que se preocupan verdaderamente por las futuras generaciones, se puede experimentar una suerte de deja vú del 25 de junio de 1978 que repite de manera inconsciente “¡el que no salta es un holandés!”.
Ese día, luego del gol con el cual el seleccionado de Holanda empataba el partido ante Argentina, a tan solo ocho minutos de la final del Mundial de Fútbol 1978, el delantero naranja Rob Rensenbrink estrelló un tiro en el palo del arco defendido por Ubaldo Matildo Fillol. Así, la fortuna salvó al equipo dirigido por César Luis Menotti, permitiéndole llegar al alargue de treinta minutos y finalmente triunfar por tres tantos contra uno, obteniendo su primera Copa del Mundo frente a la disminuida “naranja mecánica” que no contó con la participación de su estrella Johan Cruyff.
En el fútbol la suerte puede ayudar mucho, pero la política económica no es un juego. Y si bien determinado contexto puede favorecer, a la larga las malas decisiones las termina pagando la sociedad, las deberán afrontar los futuros gobiernos y las sufrirán especialmente las futuras generaciones.
Gabriel C. Salvia es editor de www.analisislatino.com