Derechos Humanos y
Solidaridad Democrática Internacional

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Observatorio de Relaciones Internacionales y Derechos Humanos

14-08-2008

Evaluando a la Alta Comisionada de Derechos Humanos de Naciones Unidas

La conclusión a la que llega UN Watch es que el desempeño de Louise Arbour es, en definitiva, ''mixto''. Aunque se desvío groseramente de su trabajo al establecer prioridades y en sus críticas a ciertas democracias, es también cierto que en ocasiones sí hizo su trabajo y condenó a regímenes como el de Sudán o el de Myanmar.
Por Pablo Brum

UN Watch publicó en días pasados un informe que representa una evaluación del desempeño de la canadiense Louise Arbour como Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos. El informe, titulado "The Right to Name and Shame", examina qué tan bien desempeñó su misión durante los últimos cuatro años la persona a cargo del mayor puesto de Naciones Unidas concerniente a los derechos humanos. Tal como explica el documento, este cargo no puede hacer más que criticar y monitorear a los estados miembro de Naciones Unidas, ya que no tiene poder coercitivo. Por lo tanto, la clave reside en qué tipo de declaraciones y acciones demostró Arbour durante su gestión.

Según la evidencia que estudió UN Watch, Arbour criticó a gobiernos de todo tipo durante su gestión: tanto en países libres como en dictaduras, y todo lo que hay en el medio. En referencia a la peor crisis de derechos humanos en el mundo, el genocidio en Darfur perpetrado por el régimen que gobierna Sudán, Arbour se mostró muy  activa. En 2004 incluso visitó la zona de guerra, en uno de sus peores momentos. Sobre algunos de los gobiernos más represivos del mundo, como Myanmar, también realizó condenas públicas.

Sin embargo, una de las primeras críticas que surgen es que la Comisionada eligió no denunciar en demasía las graves violaciones de los derechos de sus propios ciudadanos que cometen los gobiernos de Rusia y China, lo cual lógicamente responde a cálculos de poder. Sin embargo, el puesto de la Alta Comisionada de Derechos Humanos existe precisamente para ignorar ese tipo de consideración y evaluar por igual a todos los países.

En la gestión de Arbour destacan las condenas no en cantidad pero sí en intensidad a algunas democracias.  Por ejemplo, Arbour expresó públicamente que ciertas tropas estadounidenses en Iraq deberían ser enjuiciadas como criminales de guerra – una calificación que no lanzó ni siquiera a Sudán. Asimismo, demostró un nivel inusual de solidaridad con ex miembros del régimen de Saddam Husayn condenados a muerte por el nuevo gobierno en Bagdad –algo que no hizo con otros condenados a muerte en distintos países del mundo.

En Medio Oriente se notaron también las prioridades equivocadas de Arbour. Según el informe, la Alta Comisionada realizó, entre 2007 y 2008, "cuatro críticas fuertes a Israel, una crítica moderada a Egipto, cuatro críticas moderadas a Irán, tres críticas fuertes a Iraq (asimilables a críticas a Estados Unidos) y una crítica suave al Líbano". Ni una de esas fue dirigida por ejemplo a Arabia Saudí, un país donde apenas esta semana la policía religiosa arrestó a una mujer por el crimen de conducir un automóvil. Asimismo, hizo poco y nada por detener la obsesión de su propia organización y del Consejo de Derechos Humanos con Israel.

El desempeño de Arbour queda aún más manchado al considerar que se abstuvo de condenar a Mahmoud Ahmadinejad por negar el Holocausto y simultáneamente proponer otro, pero que sí se tomó el trabajo de condenar públicamente las caricaturas danesas del profeta Muhammad que se usaron en el mundo islámico para cometer actos de barbarie.

La conclusión a la que llega UN Watch es que el desempeño de Louise Arbour es, en definitiva, "mixto". Aunque se desvío groseramente de su trabajo al establecer prioridades y en sus críticas a ciertas democracias –a la vez que ignoraba muchas situaciones de violaciones más graves de los derechos humanos alrededor del mundo- es también cierto que en ocasiones sí hizo su trabajo y condenó a regímenes como el de Sudán o el de Myanmar. La esperanza es que la siguiente Comisionada, la jueza india Navanethem Pillay, supere la inconsecuencia de Arbour.

 

Pablo Brum
Pablo Brum
Investigador Asociado del Centro para la Apertura y el Desarrollo de América Latina (CADAL). Es licenciado en Estudios Internacionales por la Universidad ORT, Uruguay. Entre sus publicaciones en CADAL se encuentran: “El Examen Periódico Universal: Oportunidad inesperada en el Consejo de Derechos Humanos”, “Evaluando a la Alta Comisionada de Derechos Humanos de Naciones Unidas”; y “Rogue States: Acerca de un concepto interesante y su aplicación a América Latina”.
 
 
 

 
 
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