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Monitoreo de la gobernabilidad democrática
¿Nace un partido liberal progresista en la Argentina?
¿Será la ''Coalición Cívica'' impulsada por Elisa Carrió una alternativa política innovadora? Un Partido Liberal Progresista sería algo muy necesario, pues ofrecería una opción política ubicada bien en el centro, donde prevalezca la defensa de las instituciones republicanas y las libertades democráticas, agrupando a socialdemócratas modernos, que aceptan los “Fundamentals de la economía” y condenan públicamente a la dictadura de Fidel Castro; junto a liberales democráticos, partidarios de las libertades civiles que los separe claramente de los conservadores, sean prioritariamente defensores del estado de derecho y pragmáticos en la construcción de consensos para la implementación de políticas públicas donde los dogmatismos ideológicos no caben en la construcción democrática.Por Gabriel C. Salvia
Se acaba de presentar formalmente en la Argentina la “Coalición Cívica”, una iniciativa política que “se propone como un espacio plural de participación y consenso que supere la mera oposición al oficialismo y sea capaz de generar las condiciones político-institucionales para un nuevo país socialmente cohesionado, económicamente avanzado e inteligentemente integrado al mundo”. Esta Coalición está inicialmente liderada por Elisa “Lilita” Carrió, ex dirigente de la Unión Cívica Radical, partido al cual renunció hace cinco años para formar uno propio: la Afirmación para una República Igualitaria (ARI), ex convencional constituyente en 1994, ex candidata presidencial y actual Diputada Nacional. La acompañan a Lilita ex dirigentes que pasaron por otros partidos políticos, como Patricia Bullrich, Enrique Olivera, Gerardo Conte Grand y María Eugenia Estenssoro, entre otros; y destacados referentes intelectuales, como Juan José Sebreli, Santiago Kovadloff y Fernando Iglesias.
“Venimos de la política, de la cultura, de la religión, de las artes, de las ciencias, y del trabajo duro y del oscuro llano. Somos parte de un diálogo pluralista, intercultural e interreligioso de quienes piensan distinto pero mantienen una misma línea de conducta y un conjunto de principios no negociables ante el poder de quienes dicen pensar lo mismo pero están unidos sólo por sus intereses económicos”, señala la Declaración de Principios de la “Coalición Cívica”. Y previo a la presentación en sociedad de la “Coalición Cívica”, uno de sus miembros, el escritor Juan Jose Sebreli adelantaba algo sobre la misma en un artículo publicado en el diario La Nación: “Previa a la eventual creación de nuevos partidos, sólo es posible una coalición que aúne los gérmenes de éstos; para ello deberá ser lo suficientemente amplia y nada sectaria, integrando a todos los ciudadanos que acepten las reglas del juego democrático y rechacen los lastres del movimientismo, el corporativismo y el clientelismo”. Para Sebrelí, el común denominador de esta coalición sería “una política de Estado donde se integren la democracia, la racionalidad económica, la equidad social y la modernidad en el estilo de vida”.
De las palabras de uno de los referentes intelectuales de la “Coalición Cívica”, se podría deducir que la misma representaría lo que algunos analistas denominan como “liberal-progresismo”, es decir: una democracia capitalista con acento en lo social y en las libertades civiles. Sebreli lo sintetiza de esta manera: “La tradición política perversa del populismo, que mezcla indiscriminadamente, según sus intereses del momento, a la izquierda y a la derecha, ha impedido, en nuestro país, la existencia de una derecha y de una izquierda democráticas, racionales y modernas, como existen en las sociedades avanzadas, incluidas algunas naciones latinoamericanas”.
Un Partido Liberal Progresista sería algo muy necesario, pues ofrecería una opción política ubicada bien en el centro, donde prevalezca la defensa de las instituciones republicanas y las libertades democráticas, agrupando a socialdemócratas modernos, que aceptan los “Fundamentals de la economía” y condenan públicamente a la dictadura de Fidel Castro; junto a liberales democráticos, partidarios de las libertades civiles que los separe claramente de los conservadores, sean prioritariamente defensores del estado de derecho y pragmáticos en la construcción de consensos para la implementación de políticas públicas donde los dogmatismos ideológicos no caben en la construcción democrática. Esta “Coalición Cívica” sería entonces una suerte de PPD chileno, el Partido por la Democracia, que agrupó a varios sectores que enfrentaron a la dictadura de Pinochet, y que al margen de la situación actual que vive este partido por casos de corrupción, su instrumentalización sirve como antecedente.
Así se concretaría esta “Coalición Cívica”, donde como lo señala Sebreli, se integrarían “jirones de partidos en vías de desaparición, grupos civiles apartidarios, tendencias apenas esbozadas, dirigentes políticos sin bases y aun individuos independientes, sólo ligados por la defensa de las instituciones democráticas, los derechos civiles y la libertad de expresión”.
Los principales desafíos operativos de la “Coalición Cívica”
El propio Sebreli, señala algunos desafíos que enfrentará esta flamante Coalición: “Los participantes de esta coalición tendrán que tomar, asimismo, conciencia de que padecerán inevitablemente el abandono de sus seguidores menos flexibles y demasiado adheridos a principios envejecidos. Esta pérdida será recompensada, en cambio, por un nuevo electorado proveniente de vastos sectores de la clase media urbana y de la clase media rural que, perjudicados por la actual política económica se encuentran desorientados y sin saber por qué optar. El éxito electoral de esta coalición no le garantizaría, necesariamente, su sobrevivencia; aunque no sería imposible que ocurriera y, de ese modo, si se obstina y persevera, se asistiría al surgimiento de un nuevo partido. También es previsible que, en el mediano o largo plazo, los diferentes sectores tendieran a separarse; no obstante la experiencia democrática de la coalición predispondría a un sistema pluralista, que eludiera las polarizaciones extremas y las relaciones schmittianas, hoy vigentes, de amigo-enemigo. Vale la pena apostar por esa alternativa, porque si no llegara a concretarse o no fuera apoyada por la mayoría de la ciudadanía, la crisis política se agudizaría y sería incierto el futuro de la democracia. Pero, aunque en lo inmediato no respondiera a las expectativas, los esfuerzos no habrían sido en vano; quedaría, en todo caso, en medio de la apatía, la presencia de una oposición crítica y alerta indispensable para todo cambio futuro”.
Para comenzar ese camino que señala Sebreli y enfrentar los mencionados desafíos, esta “Coalición Cívica” también necesitaría ofrecer ciertas señales de apertura y renovación política. Una de ellas sería no postular en las próximas elecciones a sus integrantes que han tenido recientemente participación en cargo públicos legislativos, por dos motivos principales: Uno para oxigenar la política, brindándole una oportunidad a destacadas personalidades que a través de la “Coalición Cívica” se incorporan a la política; y otra es para no dejar la sensación que aquellos que vienen de la política encontrarán en este espacio una nueva oportunidad para ocupar un cargo público que no obtendrían de otra forma.
A lo anterior, la “Coalición Cívica” podría mostrar una innovadora organización interna, como la mejor forma de diferenciarla de las otras alternativas políticas; y un ejemplo de austeridad y meritocracia en la designación de personal en los ámbitos de la función pública.
Y para el largo plazo a que aspira esta Coalición, tampoco es saludable que tenga un liderazgo personalista que se autoproclame reiteradamente como futura presidente de la Argentina, pues su designación debería surgir de un proceso de democracia interna, fruto del cual pueden surgir –como sería deseable y necesario- referentes que en la misma línea de la defensa de los principios que proponen, “Ética, República, Distribución del Ingreso y un Nuevo Paradigma de Desarrollo Económico y Social”, aporten más racionalidad y menos misticismo.
Gabriel C. Salvia es Presidente del Centro para la Apertura y el Desarrollo de América Latina (CADAL).
Gabriel C. SalviaDirector GeneralActivista de derechos humanos enfocado en la solidaridad democrática internacional. En 2024 recibió el Premio Gratias Agit del Ministerio de Relaciones Exteriores de la República Checa. Es autor de los libros "Memoria, derechos humanos y solidaridad democrática internacional" (2024) y "Bailando por un espejismo: apuntes sobre política, economía y diplomacia en los gobiernos de Cristina Fernández de Kirchner" (2017). Además, compiló varios libros, entre ellos "75 años de la Declaración Universal de Derechos Humanos: Miradas desde Cuba" (2023), "Los derechos humanos en las relaciones internacionales y la política exterior" (2021), "Desafíos para el fortalecimiento democrático en la Argentina" (2015), "Un balance político a 30 años del retorno a la democracia en Argentina" (2013) y "Diplomacia y Derechos Humanos en Cuba" (2011), Sus columnas de opinión han sido publicadas en varios medios en español. Actualmente publica en Clarín, Perfil, Infobae y La Nación, de Argentina. Ha participado en eventos internacionales en América Latina, África, Asia, Europa, los Balcanes y en Estados Unidos. Desde 1992 se desempeña como director en Organizaciones de la Sociedad Civil y es miembro fundador de CADAL. Como periodista, trabajó entre 1992 y 1997 en gráfica, radio y TV especializado en temas parlamentarios, políticos y económicos, y posteriormente contribuyó con entrevistas en La Nación y Perfil.
Se acaba de presentar formalmente en la Argentina la “Coalición Cívica”, una iniciativa política que “se propone como un espacio plural de participación y consenso que supere la mera oposición al oficialismo y sea capaz de generar las condiciones político-institucionales para un nuevo país socialmente cohesionado, económicamente avanzado e inteligentemente integrado al mundo”. Esta Coalición está inicialmente liderada por Elisa “Lilita” Carrió, ex dirigente de la Unión Cívica Radical, partido al cual renunció hace cinco años para formar uno propio: la Afirmación para una República Igualitaria (ARI), ex convencional constituyente en 1994, ex candidata presidencial y actual Diputada Nacional. La acompañan a Lilita ex dirigentes que pasaron por otros partidos políticos, como Patricia Bullrich, Enrique Olivera, Gerardo Conte Grand y María Eugenia Estenssoro, entre otros; y destacados referentes intelectuales, como Juan José Sebreli, Santiago Kovadloff y Fernando Iglesias.
“Venimos de la política, de la cultura, de la religión, de las artes, de las ciencias, y del trabajo duro y del oscuro llano. Somos parte de un diálogo pluralista, intercultural e interreligioso de quienes piensan distinto pero mantienen una misma línea de conducta y un conjunto de principios no negociables ante el poder de quienes dicen pensar lo mismo pero están unidos sólo por sus intereses económicos”, señala la Declaración de Principios de la “Coalición Cívica”. Y previo a la presentación en sociedad de la “Coalición Cívica”, uno de sus miembros, el escritor Juan Jose Sebreli adelantaba algo sobre la misma en un artículo publicado en el diario La Nación: “Previa a la eventual creación de nuevos partidos, sólo es posible una coalición que aúne los gérmenes de éstos; para ello deberá ser lo suficientemente amplia y nada sectaria, integrando a todos los ciudadanos que acepten las reglas del juego democrático y rechacen los lastres del movimientismo, el corporativismo y el clientelismo”. Para Sebrelí, el común denominador de esta coalición sería “una política de Estado donde se integren la democracia, la racionalidad económica, la equidad social y la modernidad en el estilo de vida”.
De las palabras de uno de los referentes intelectuales de la “Coalición Cívica”, se podría deducir que la misma representaría lo que algunos analistas denominan como “liberal-progresismo”, es decir: una democracia capitalista con acento en lo social y en las libertades civiles. Sebreli lo sintetiza de esta manera: “La tradición política perversa del populismo, que mezcla indiscriminadamente, según sus intereses del momento, a la izquierda y a la derecha, ha impedido, en nuestro país, la existencia de una derecha y de una izquierda democráticas, racionales y modernas, como existen en las sociedades avanzadas, incluidas algunas naciones latinoamericanas”.
Un Partido Liberal Progresista sería algo muy necesario, pues ofrecería una opción política ubicada bien en el centro, donde prevalezca la defensa de las instituciones republicanas y las libertades democráticas, agrupando a socialdemócratas modernos, que aceptan los “Fundamentals de la economía” y condenan públicamente a la dictadura de Fidel Castro; junto a liberales democráticos, partidarios de las libertades civiles que los separe claramente de los conservadores, sean prioritariamente defensores del estado de derecho y pragmáticos en la construcción de consensos para la implementación de políticas públicas donde los dogmatismos ideológicos no caben en la construcción democrática. Esta “Coalición Cívica” sería entonces una suerte de PPD chileno, el Partido por la Democracia, que agrupó a varios sectores que enfrentaron a la dictadura de Pinochet, y que al margen de la situación actual que vive este partido por casos de corrupción, su instrumentalización sirve como antecedente.
Así se concretaría esta “Coalición Cívica”, donde como lo señala Sebreli, se integrarían “jirones de partidos en vías de desaparición, grupos civiles apartidarios, tendencias apenas esbozadas, dirigentes políticos sin bases y aun individuos independientes, sólo ligados por la defensa de las instituciones democráticas, los derechos civiles y la libertad de expresión”.
Los principales desafíos operativos de la “Coalición Cívica”
El propio Sebreli, señala algunos desafíos que enfrentará esta flamante Coalición: “Los participantes de esta coalición tendrán que tomar, asimismo, conciencia de que padecerán inevitablemente el abandono de sus seguidores menos flexibles y demasiado adheridos a principios envejecidos. Esta pérdida será recompensada, en cambio, por un nuevo electorado proveniente de vastos sectores de la clase media urbana y de la clase media rural que, perjudicados por la actual política económica se encuentran desorientados y sin saber por qué optar. El éxito electoral de esta coalición no le garantizaría, necesariamente, su sobrevivencia; aunque no sería imposible que ocurriera y, de ese modo, si se obstina y persevera, se asistiría al surgimiento de un nuevo partido. También es previsible que, en el mediano o largo plazo, los diferentes sectores tendieran a separarse; no obstante la experiencia democrática de la coalición predispondría a un sistema pluralista, que eludiera las polarizaciones extremas y las relaciones schmittianas, hoy vigentes, de amigo-enemigo. Vale la pena apostar por esa alternativa, porque si no llegara a concretarse o no fuera apoyada por la mayoría de la ciudadanía, la crisis política se agudizaría y sería incierto el futuro de la democracia. Pero, aunque en lo inmediato no respondiera a las expectativas, los esfuerzos no habrían sido en vano; quedaría, en todo caso, en medio de la apatía, la presencia de una oposición crítica y alerta indispensable para todo cambio futuro”.
Para comenzar ese camino que señala Sebreli y enfrentar los mencionados desafíos, esta “Coalición Cívica” también necesitaría ofrecer ciertas señales de apertura y renovación política. Una de ellas sería no postular en las próximas elecciones a sus integrantes que han tenido recientemente participación en cargo públicos legislativos, por dos motivos principales: Uno para oxigenar la política, brindándole una oportunidad a destacadas personalidades que a través de la “Coalición Cívica” se incorporan a la política; y otra es para no dejar la sensación que aquellos que vienen de la política encontrarán en este espacio una nueva oportunidad para ocupar un cargo público que no obtendrían de otra forma.
A lo anterior, la “Coalición Cívica” podría mostrar una innovadora organización interna, como la mejor forma de diferenciarla de las otras alternativas políticas; y un ejemplo de austeridad y meritocracia en la designación de personal en los ámbitos de la función pública.
Y para el largo plazo a que aspira esta Coalición, tampoco es saludable que tenga un liderazgo personalista que se autoproclame reiteradamente como futura presidente de la Argentina, pues su designación debería surgir de un proceso de democracia interna, fruto del cual pueden surgir –como sería deseable y necesario- referentes que en la misma línea de la defensa de los principios que proponen, “Ética, República, Distribución del Ingreso y un Nuevo Paradigma de Desarrollo Económico y Social”, aporten más racionalidad y menos misticismo.
Gabriel C. Salvia es Presidente del Centro para la Apertura y el Desarrollo de América Latina (CADAL).