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Observatorio de Relaciones Internacionales y Derechos Humanos
Haití: ¿Y ahora?
(Clarín) La única opción humanitaria clara es otorgar algún tipo de estatus de protección temporal a muchas de las personas que ya se encuentran en campamentos en la frontera entre Estados Unidos y México. Se debería permitir que los grupos humanitarios en los Estados Unidos y otros países amparen a refugiados. Por supuesto, es aún más importante ayudar a los haitianos a construir la paz y la prosperidad en Haití, pero este es un problema aún más difícil. Requerirá la creación de un estado funcional y de condiciones propicias para la actividad económica.Por Sybil Rhodes
(Clarín) En los últimos días, la comunidad de activistas de derechos humanos ha reaccionado con horror a las impactantes imágenes de policías montados a caballo que luchan contra haitianos desesperados que se habían aglomerado a lo largo de la frontera con Estados Unidos y de mujeres y niños pequeños deportados a un estado casi fallido que experimenta una crisis ecológica y política. Algunos de estos niños son ciudadanos de diversos países sudamericanos, nacidos durante la estadía de sus padres en un continente en busca de un futuro mejor.
Como suele suceder, diferentes fuerzas políticas están interpretando la crisis a través de sus propias perspectivas políticas y llamando la atención a distintas dimensiones de la difícil situación de los haitianos. Por ejemplo, los republicanos y otros opositores políticos del presidente norteamericano han utilizado la crisis para argumentar que la crítica de Biden a las políticas de inmigración de su predecesor fue mal aconsejada y que tuvo la consecuencia de alentar a más personas a intentar cruzar la frontera de manera irregular.
El presidente Joe Biden también enfrentó severas críticas dentro de su propia coalición. Para muchos, la situación evoca recuerdos de esclavitud, segregación y racismo brutal. Tampoco ayudó que los medios de comunicación publicaran la interpretación falsa de que las riendas que los agentes estaban usando para controlar a sus caballos eran látigos que usaban para azotar a la gente. Biden respondió a la presión condenando a los agentes de la Patrulla Fronteriza. Como era de esperar, algunas fuerzas políticas han llegado a la conclusión de que todo el espectáculo muestra que el país sigue siendo tan racista como siempre.
Otros críticos de Biden no se centran en la raza, sino en la terrible situación en Haití. Particularmente en su enviado especial para Haití, Daniel Foote, quien renunció para protestar por la deportación de personas a la isla. Críticos como Foote argumentan que el trato a los haitianos es inhumano. Estados Unidos es parte de convenciones internacionales que prohíben restituir a las personas a situaciones en las que es probable que enfrenten persecución. En el último medio siglo se ha aceptado una definición más amplia del caso de asilo, que reconoce que a veces las personas se convierten en refugiados debido a una crisis política o a una crisis natural generalizada. Según este último criterio, los haitianos claramente califican.
Sin embargo, el hecho de que muchos haitianos ya hayan pasado un tiempo en países de América del Sur o Centroamérica complica su caso legal. Según algunas (no todas) interpretaciones del derecho internacional, los solicitantes de asilo deben establecerse en el primer refugio seguro que puedan. Hemos leído sobre haitianos que se quejaron de que no fueron aceptados en Chile o que no pudieron adaptarse en Brasil. Es comprensible que se sientan atraídos por Estados Unidos por su prosperidad y creciente comunidad haitiana. La pandemia de Covid-19, las dificultades económicas y las tensiones políticas en la región hicieron las cosas aún más difíciles para los haitianos.
¿Qué podría hacerse? La única opción humanitaria clara es otorgar algún tipo de estatus de protección temporal a muchas de las personas que ya se encuentran en campamentos en la frontera entre Estados Unidos y México. Sin embargo, se debe tener mucho cuidado con que esta política no provoque aún más migración insegura. Existe la posibilidad de implementar soluciones audaces y creativas que desalienten las caravanas masivas de solicitantes de asilo, que sabemos que animan los temores y resentimientos de los ciudadanos. Estados Unidos (y otros países del hemisferio occidental también) deberían permitir que las personas soliciten algún tipo de asilo desde dentro de Haití. Se debería permitir que los grupos humanitarios en los Estados Unidos y otros países amparen a refugiados.
Por supuesto, es aún más importante ayudar a los haitianos a construir la paz y la prosperidad en Haití, pero este es un problema aún más difícil. Requerirá la creación de un estado funcional y de condiciones propicias para la actividad económica. La historia de las intervenciones internacionales en el país no es muy agraciada, pero la narrativa predominante de que las intervenciones externas son el principal problema que aflige al país debe ser cuestionada. En última instancia, lo mejor para todos los países del hemisferio occidental es ayudar a los haitianos a ayudarse a sí mismos.
Sybil RhodesPresidenteDirectora del Departamento de Ciencias Políticas y Jurídicas de la Universidad del CEMA, y de la Licenciatura en Relaciones Internacionales y la Maestría en Estudios Internacionales. Tiene un doctorado y una maestría en Ciencia Política (Stanford University), y es Lic. en Estudios Latinoamericanos (University of North Carolina at Chapel Hill). Se especializa en relaciones internacionales y política comparada.
(Clarín) En los últimos días, la comunidad de activistas de derechos humanos ha reaccionado con horror a las impactantes imágenes de policías montados a caballo que luchan contra haitianos desesperados que se habían aglomerado a lo largo de la frontera con Estados Unidos y de mujeres y niños pequeños deportados a un estado casi fallido que experimenta una crisis ecológica y política. Algunos de estos niños son ciudadanos de diversos países sudamericanos, nacidos durante la estadía de sus padres en un continente en busca de un futuro mejor.
Como suele suceder, diferentes fuerzas políticas están interpretando la crisis a través de sus propias perspectivas políticas y llamando la atención a distintas dimensiones de la difícil situación de los haitianos. Por ejemplo, los republicanos y otros opositores políticos del presidente norteamericano han utilizado la crisis para argumentar que la crítica de Biden a las políticas de inmigración de su predecesor fue mal aconsejada y que tuvo la consecuencia de alentar a más personas a intentar cruzar la frontera de manera irregular.
El presidente Joe Biden también enfrentó severas críticas dentro de su propia coalición. Para muchos, la situación evoca recuerdos de esclavitud, segregación y racismo brutal. Tampoco ayudó que los medios de comunicación publicaran la interpretación falsa de que las riendas que los agentes estaban usando para controlar a sus caballos eran látigos que usaban para azotar a la gente. Biden respondió a la presión condenando a los agentes de la Patrulla Fronteriza. Como era de esperar, algunas fuerzas políticas han llegado a la conclusión de que todo el espectáculo muestra que el país sigue siendo tan racista como siempre.
Otros críticos de Biden no se centran en la raza, sino en la terrible situación en Haití. Particularmente en su enviado especial para Haití, Daniel Foote, quien renunció para protestar por la deportación de personas a la isla. Críticos como Foote argumentan que el trato a los haitianos es inhumano. Estados Unidos es parte de convenciones internacionales que prohíben restituir a las personas a situaciones en las que es probable que enfrenten persecución. En el último medio siglo se ha aceptado una definición más amplia del caso de asilo, que reconoce que a veces las personas se convierten en refugiados debido a una crisis política o a una crisis natural generalizada. Según este último criterio, los haitianos claramente califican.
Sin embargo, el hecho de que muchos haitianos ya hayan pasado un tiempo en países de América del Sur o Centroamérica complica su caso legal. Según algunas (no todas) interpretaciones del derecho internacional, los solicitantes de asilo deben establecerse en el primer refugio seguro que puedan. Hemos leído sobre haitianos que se quejaron de que no fueron aceptados en Chile o que no pudieron adaptarse en Brasil. Es comprensible que se sientan atraídos por Estados Unidos por su prosperidad y creciente comunidad haitiana. La pandemia de Covid-19, las dificultades económicas y las tensiones políticas en la región hicieron las cosas aún más difíciles para los haitianos.
¿Qué podría hacerse? La única opción humanitaria clara es otorgar algún tipo de estatus de protección temporal a muchas de las personas que ya se encuentran en campamentos en la frontera entre Estados Unidos y México. Sin embargo, se debe tener mucho cuidado con que esta política no provoque aún más migración insegura. Existe la posibilidad de implementar soluciones audaces y creativas que desalienten las caravanas masivas de solicitantes de asilo, que sabemos que animan los temores y resentimientos de los ciudadanos. Estados Unidos (y otros países del hemisferio occidental también) deberían permitir que las personas soliciten algún tipo de asilo desde dentro de Haití. Se debería permitir que los grupos humanitarios en los Estados Unidos y otros países amparen a refugiados.
Por supuesto, es aún más importante ayudar a los haitianos a construir la paz y la prosperidad en Haití, pero este es un problema aún más difícil. Requerirá la creación de un estado funcional y de condiciones propicias para la actividad económica. La historia de las intervenciones internacionales en el país no es muy agraciada, pero la narrativa predominante de que las intervenciones externas son el principal problema que aflige al país debe ser cuestionada. En última instancia, lo mejor para todos los países del hemisferio occidental es ayudar a los haitianos a ayudarse a sí mismos.