Diálogo Latino Cubano
Promoción de la Apertura Política en Cuba
Inclusión, participación democrática y tolerancia política en la OEA
La representación oficial cubana trató de impedir el funcionamiento de los grupos sobre «Gobernabilidad democrática» y «Participación ciudadana» de la sociedad civil, pretendiendo imponer en este ámbito el dogmatismo político que reina en la Isla. Es decir, en lugar de aceptar los principios, las reglas y la institucionalidad que rigen en el organismo al cual fueron invitados a reintegrarse y participar; en cambio, pretendieron imponer el pensamiento único, el autoritarismo y las primitivas prácticas políticas del régimen antidemocrático que en Cuba lleva ya más de medio siglo en el poder.Por Gabriel C. Salvia
"Pa lo que sea Raúl, pa lo que sea, no nos importa la OEA"; "CELAC sí, OEA no", son algunas de las consignas que cantaron los partidarios del régimen cubano durante los encuentros del Foro de la Sociedad Civil de la Organización de Estados Americanos (OEA) en Panamá, realizado entre los días 8 y 10 de abril, y fueron reproducidas nada menos que en el periódico oficial Granma, como para no dejar dudas sobre el desprecio del castrismo por este organismo.
Dos ámbitos donde los representantes del partido único de Cuba mostraron su dogmatismo e intolerancia política fueron los de los grupos de la sociedad civil dedicados a formular recomendaciones sobre "Gobernabilidad democrática" y "Participación ciudadana". En todos los casos, y siempre a los gritos, el planteo fue que no aceptaban la presencia de los referentes opositores cubanos que residen dentro y fuera de Cuba, lo cual es contradictorio con la idea de inclusión de Luis Almagro, secretario general electo de la OEA.
En cambio, los actores democráticos cubanos - excluidos de las relaciones de intercambio por parte de las embajadas en La Habana de todos los países de América Latina y Canadá - en un gesto de apertura no cuestionaron que los representantes oficiales no fueran realmente de la sociedad civil, pues se trataba de integrantes de organizaciones gubernamentales y en algunos casos de funcionarios del gobierno.
De esta manera, la representación oficial cubana trató de impedir el funcionamiento de los mencionados grupos de la sociedad civil, pretendiendo imponer en este ámbito el dogmatismo político que reina en la Isla. Es decir, en lugar de aceptar los principios, las reglas y la institucionalidad que rigen en el organismo al cual fueron invitados a reintegrarse y participar; en cambio, pretendieron imponer el pensamiento único, el autoritarismo y las primitivas prácticas políticas del régimen antidemocrático que en Cuba lleva ya más de medio siglo en el poder.
Sin embargo, para muchos de los asistentes a la Cumbre en Panamá que representaban a distintas organizaciones de la sociedad civil de las Americas, sirvió para que se sientan "cubanos por un día", viviendo en carne propia cómo los partidarios de la dictadura cubana tratan a quienes piensan distinto. En efecto, pudieron escuchar consignas nazis como las de "gusanos", para calificar a los demócratas cubanos; mercenarios, a quienes como ellos reciben fondos transparentes de la cooperación internacional; descubrir que es imposible abordar los temas de su interés debido a que la comitiva cubana trató de imponer sus criterios boicoteando deliberadamente el encuentro; y presenciar en vivo esa práctica fascista del "mitin de repudio".
Al respecto, lamentablemente no faltaron las agresiones físicas hacia los integrantes del grupo de gobernabilidad democrática integrado por la mayoría de las organizaciones asistentes, entre ellas las registradas oficialmente ante la OEA, cuando al salir del hotel El Panamá la representación oficial de la dictadura cubana actuó como grupo de choque rompiendo los carteles que portaban diciendo "Democracia es respeto" y amenazando impunemente con el "machete que son poquitos, machete que son flojitos".
Lo más trágico de todo este relato es que la mayoría de los gobiernos de los países que integran la OEA en la práctica son cómplices de lo que hicieron los partidarios del régimen de partido y pensamiento único de Cuba, al negarle el reconocimiento y la protección a los actores democráticos dentro de Cuba.
De cara al futuro, a Luis Almagro le espera un gran desafío en su propuesta "incluyente". Nada menos que integrar al gobierno de Cuba que no está dispuesto a aceptar la Carta Democrática Interamericana, y a sus organizaciones oficiales que no están dispuestas a dialogar, escuchar y convivir de manera pacífica y respetuosamente.
Gabriel C. SalviaDirector GeneralActivista de derechos humanos enfocado en la solidaridad democrática internacional. En 2024 recibió el Premio Gratias Agit del Ministerio de Relaciones Exteriores de la República Checa. Es autor de los libros "Memoria, derechos humanos y solidaridad democrática internacional" (2024) y "Bailando por un espejismo: apuntes sobre política, economía y diplomacia en los gobiernos de Cristina Fernández de Kirchner" (2017). Además, compiló varios libros, entre ellos "75 años de la Declaración Universal de Derechos Humanos: Miradas desde Cuba" (2023), "Los derechos humanos en las relaciones internacionales y la política exterior" (2021), "Desafíos para el fortalecimiento democrático en la Argentina" (2015), "Un balance político a 30 años del retorno a la democracia en Argentina" (2013) y "Diplomacia y Derechos Humanos en Cuba" (2011), Sus columnas de opinión han sido publicadas en varios medios en español. Actualmente publica en Clarín, Perfil, Infobae y La Nación, de Argentina. Ha participado en eventos internacionales en América Latina, África, Asia, Europa, los Balcanes y en Estados Unidos. Desde 1992 se desempeña como director en Organizaciones de la Sociedad Civil y es miembro fundador de CADAL. Como periodista, trabajó entre 1992 y 1997 en gráfica, radio y TV especializado en temas parlamentarios, políticos y económicos, y posteriormente contribuyó con entrevistas en La Nación y Perfil.
"Pa lo que sea Raúl, pa lo que sea, no nos importa la OEA"; "CELAC sí, OEA no", son algunas de las consignas que cantaron los partidarios del régimen cubano durante los encuentros del Foro de la Sociedad Civil de la Organización de Estados Americanos (OEA) en Panamá, realizado entre los días 8 y 10 de abril, y fueron reproducidas nada menos que en el periódico oficial Granma, como para no dejar dudas sobre el desprecio del castrismo por este organismo.
Dos ámbitos donde los representantes del partido único de Cuba mostraron su dogmatismo e intolerancia política fueron los de los grupos de la sociedad civil dedicados a formular recomendaciones sobre "Gobernabilidad democrática" y "Participación ciudadana". En todos los casos, y siempre a los gritos, el planteo fue que no aceptaban la presencia de los referentes opositores cubanos que residen dentro y fuera de Cuba, lo cual es contradictorio con la idea de inclusión de Luis Almagro, secretario general electo de la OEA.
En cambio, los actores democráticos cubanos - excluidos de las relaciones de intercambio por parte de las embajadas en La Habana de todos los países de América Latina y Canadá - en un gesto de apertura no cuestionaron que los representantes oficiales no fueran realmente de la sociedad civil, pues se trataba de integrantes de organizaciones gubernamentales y en algunos casos de funcionarios del gobierno.
De esta manera, la representación oficial cubana trató de impedir el funcionamiento de los mencionados grupos de la sociedad civil, pretendiendo imponer en este ámbito el dogmatismo político que reina en la Isla. Es decir, en lugar de aceptar los principios, las reglas y la institucionalidad que rigen en el organismo al cual fueron invitados a reintegrarse y participar; en cambio, pretendieron imponer el pensamiento único, el autoritarismo y las primitivas prácticas políticas del régimen antidemocrático que en Cuba lleva ya más de medio siglo en el poder.
Sin embargo, para muchos de los asistentes a la Cumbre en Panamá que representaban a distintas organizaciones de la sociedad civil de las Americas, sirvió para que se sientan "cubanos por un día", viviendo en carne propia cómo los partidarios de la dictadura cubana tratan a quienes piensan distinto. En efecto, pudieron escuchar consignas nazis como las de "gusanos", para calificar a los demócratas cubanos; mercenarios, a quienes como ellos reciben fondos transparentes de la cooperación internacional; descubrir que es imposible abordar los temas de su interés debido a que la comitiva cubana trató de imponer sus criterios boicoteando deliberadamente el encuentro; y presenciar en vivo esa práctica fascista del "mitin de repudio".
Al respecto, lamentablemente no faltaron las agresiones físicas hacia los integrantes del grupo de gobernabilidad democrática integrado por la mayoría de las organizaciones asistentes, entre ellas las registradas oficialmente ante la OEA, cuando al salir del hotel El Panamá la representación oficial de la dictadura cubana actuó como grupo de choque rompiendo los carteles que portaban diciendo "Democracia es respeto" y amenazando impunemente con el "machete que son poquitos, machete que son flojitos".
Lo más trágico de todo este relato es que la mayoría de los gobiernos de los países que integran la OEA en la práctica son cómplices de lo que hicieron los partidarios del régimen de partido y pensamiento único de Cuba, al negarle el reconocimiento y la protección a los actores democráticos dentro de Cuba.
De cara al futuro, a Luis Almagro le espera un gran desafío en su propuesta "incluyente". Nada menos que integrar al gobierno de Cuba que no está dispuesto a aceptar la Carta Democrática Interamericana, y a sus organizaciones oficiales que no están dispuestas a dialogar, escuchar y convivir de manera pacífica y respetuosamente.