Diálogo Latino Cubano
Promoción de la Apertura Política en Cuba
La fascinación por Cuba
En las más de 400 páginas que tiene el libro de Patricio Fernández “Cuba: Viaje al fin de la revolución”, aparecen retratados la vida de los cubanos, sus vínculos con las cuestiones materiales, las opiniones sobre la revolución, los norteamericanos o los Castro.Por Fernando Pedrosa
Patricio Fernández es un periodista y escritor chileno que, a través de sus trabajos, sobre todo en la revista The Clinic que él mismo ha fundado, se ha caracterizado por un estilo crítico, ácido y a la vez muy vinculado al mundo de la cultura aunque no por ello, alejado de la política.
Su libro “Cuba: Viaje al fin de la revolución” (Penguin Random House Grupo Editorial, 2018) es producto de los múltiples viajes del autor a la isla y por eso comienza con su primera llegada a la isla en 1995 (durante el llamado “periodo especial” caracterizado por la intensa crisis que produjo la caída del patrocinador soviético) hasta la salida de los hermanos Castro del gobierno. Fidel primero por causas de salud y luego Raúl al ser reemplazado por Miguel Díaz Canel en la presidencia del país (aunque todavía mantiene el trascendente poder partidario como primer secretario del Partido Comunista de Cuba).
El libro entonces podría incluirse dentro del amplio marco de literatura de viajes, donde el autor hace gala de una excelente capacidad narrativa para ofrecernos postales de diferentes personas y momentos a través de los cuales se puede reconstruir una suerte de historia de las últimas décadas (más del tipo story que History, apelando a la ayuda del idioma inglés).
El libro no posee una voz que en forma permanente guíe la lectura. Por momentos el autor apela a un cierto método etnográfico, donde el testimonio de diversos cubanos y las respuestas a las preguntas que se les hacen, ocupan un lugar clave, tocando temas neurálgicos de la vida social cubana. Sin embargo, Fernández no ofrece un análisis posterior sobre esos discursos y, a lo sumo, realiza algunas acotaciones en tono irónico dejando que el lector mismo forme su propia opinión.
Así aparecen retratados en las más de 400 páginas que tiene este libro la vida de los cubanos, sus vínculos con las cuestiones materiales, las opiniones sobre la revolución, los norteamericanos o los Castro. También se observa el lugar central que ocupa el sexo en los vínculos personales, la relación de los ciudadanos con la burocracia, la historia de la revolución, la llegada de Obama, la paulatina desaparición de Fidel Castro del poder, los cambios que produjo su hermano y las expectativas y desazones por las aperturas que nunca llegan.
La relación de los cubanos con todo tipo de consumo se muestra como algo conflictivo, exasperante, cruzado por las interminables esperas, carencias, ineludibles negociaciones o, en definitiva, por la necesidad de recurrir a un mercado negro donde las relaciones capitalistas son, finalmente, las que priman.
Los relatos muestran también la existencia de un sistema de control y vigilancia permanente y a todo nivel. La sospecha (y la posibilidad de delación) son la base de la relación que entablan los cubanos entre si y eso los llevó a asimilarla como un obstáculo más de todos los que deben enfrentarse día a día. Muchos de los cubanos que han permanecido en la Isla, apoyen o no al régimen, parecen seguros de no querer entrometerse en el camino del régimen porque las consecuencias son severas, y ponen en riesgo su patrimonio, su propia vida y la de las personas cercanas.
El autor lo define perfectamente al repetir una sentencia simple pero gráfica: “se puede jugar con la cadena pero no con el mono”, refiriendo de ese modo los límites que el poder político le pone a las disidencias.
El cubano que retrata Fernández entonces, busca seguir hacia adelante, aceptando el destino que le ha tocado, refugiándose en los placeres posibles (sobre todo el sexo y el alcohol) y enfrentando su suerte con un humor negro y una crítica sorda y soterrada. Al estilo del “Coloquio de los perros” de Cervantes, el libro finalmente muestra una sociedad donde la picaresca y la trampa han sido una de las formas de eludir y superar las enormes restricciones de la vida cotidiana.
De todos modos y al mismo tiempo, también se observa en diferentes testimonios los numerosos apoyos que la revolución y el mismo Fidel aún mantienen, sobre todo, en las generaciones mayores. Para los jóvenes esos días apenas son una historia en blanco y negro contada por sus abuelos o padres.
Uno de los grandes desafíos que espera al régimen en el futuro inmediato es la necesidad de construir una nueva legitimidad para sostener un gobierno abiertamente antidemocrático. Sobre todo para cuando el relato de los sucesos de 1959 ya deje de tener un significado tan vital como todavía hoy ocurre.
Fernández no es un político, pero pertenece a los sectores de la elite chilena, sobre todo a los grupos sociales e intelectuales más ligados a la Concertación que gobernó el país hasta hace poco tiempo y que han tenido fuertes vínculos con el gobierno cubano. Desde ese lugar puede transitar la isla con todos los beneficios que su situación social y política le prodiga y que lo une a la vez, con una elite cubana en muchos casos ligada al Partido Comunista y que vive en una realidad muy diferente a la mayoría del país.
El autor va narrando sus encuentros con otros extranjeros, personajes de la cultura como él, y en todos ellos se observa la fascinación que produce la mirada naif sobre el “paraíso comunista”. Resalta en ese sentido la idealización y una ambigua admiración, de todo aquello que sufren los cubanos, quienes deben vivirlo diariamente y sin privilegios. Seguramente ninguno de los extranjeros soportaría más de un día si todo ello ocurriera en su propia tierra.
Un comentario aparte merece la descripción hecha por el autor de la llegada del entonces presidente Obama al país caribeño. La descripción hecha por Fernández muestra la llamativa superficialidad del presidente norteamericano y una ausencia de interés en contribuir a producir cambios reales en la isla (cambios que son temidos, pero a su vez deseados por muchos cubanos). La política de Obama no duró mucho y apenas redundó en darle al progresismo latinoamericano la posibilidad de volver a reivindicar a Cuba sin culpas, de disfrutar de sus posibilidades y excesos, perdonando sus “particularidades políticas”.
El tipo de enfoque elegido por Fernández entonces elude el ensayo, la reflexión política sistemática y la misma definición personal frente a los sucesos que describe. Si bien hay una actitud ligeramente negativa sobre el régimen cubano, esta no termina de plasmarse frontalmente, aunque utiliza la ironía y la acidez para mostrar sus opiniones ante algunas de las difíciles situaciones que viven los cubanos.
La descripción un poco infantilizada de los cubanos echa de menos alguna referencia más concreta sobre quiénes decidieron enfrentar ese modelo y pagar los altísimos costos que ello trae aparejado. En la historia de Fernández no hay disidentes frontales, ni presos políticos, apenas alguna referencia muy menor (y critica) a las Damas de blanco o a muertes dudosas como la de Oswaldo Payá. Los exiliados son un entorno lejano que sigue siendo visto como sospechoso o intrascendente.
Finalmente, el problema que todos los cubanos presienten, que algunos esbozan y que los extranjeros señalan claramente en el libro, se sintetiza en una pregunta: ¿qué pasará cuando ya no haya un Castro detrás del poder?
La sociedad entre Fidel y Raúl fue el cemento que mantuvo monolítico el control del régimen y, posiblemente, cuando Raúl ya no esté, recién pueda haber condiciones para algún tipo de cambio. Como en Venezuela, los testimonios que ofrece el libro señalan que detrás del trono y su posible vacancia, está el poder de los militares y que serán ellos, en definitiva, los que tomen las decisiones de fondo.
“Cuba: Viaje al fin de la revolución” de Patricio Fernández es un agradable, interesante y bien escrito libro, para conocer un poco más sobre la vida de los cubanos en Cuba durante las últimas décadas. De lo que ya conocemos suficiente es de las élites progresistas latinoamericanas, a quienes les siguen atrayendo irrefrenablemente las revoluciones y los líderes socialistas, sobre todo, cuando están en países lejanos a los propios y, aún más, si tienen bellas costas en el mar Caribe.
Fernando Pedrosa(Buenos Aires, 1968) es historiador y politólogo. Profesor Titular de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y de posgrado en la Universidad del Salvador. Es Investigador del Instituto de Estudios Latinoamericanos de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA). Tiene un Master en Estudios Latinoamericanos y es Doctor en Procesos Políticos Contemporáneos por la Universidad de Salamanca. Es autor del libro “La otra izquierda. La socialdemocracia en América Latina” (Buenos Aires: Capital Intelectual, 2012) y coeditor del libro “Extendiendo los límites. Nuevas agendas en la historia reciente” (Buenos Aires, Eudeba, 2015). En la actualidad dirige la revista Asia/AmericaLatina http://www.asiaamericalatina.org/
Patricio Fernández es un periodista y escritor chileno que, a través de sus trabajos, sobre todo en la revista The Clinic que él mismo ha fundado, se ha caracterizado por un estilo crítico, ácido y a la vez muy vinculado al mundo de la cultura aunque no por ello, alejado de la política.
Su libro “Cuba: Viaje al fin de la revolución” (Penguin Random House Grupo Editorial, 2018) es producto de los múltiples viajes del autor a la isla y por eso comienza con su primera llegada a la isla en 1995 (durante el llamado “periodo especial” caracterizado por la intensa crisis que produjo la caída del patrocinador soviético) hasta la salida de los hermanos Castro del gobierno. Fidel primero por causas de salud y luego Raúl al ser reemplazado por Miguel Díaz Canel en la presidencia del país (aunque todavía mantiene el trascendente poder partidario como primer secretario del Partido Comunista de Cuba).
El libro entonces podría incluirse dentro del amplio marco de literatura de viajes, donde el autor hace gala de una excelente capacidad narrativa para ofrecernos postales de diferentes personas y momentos a través de los cuales se puede reconstruir una suerte de historia de las últimas décadas (más del tipo story que History, apelando a la ayuda del idioma inglés).
El libro no posee una voz que en forma permanente guíe la lectura. Por momentos el autor apela a un cierto método etnográfico, donde el testimonio de diversos cubanos y las respuestas a las preguntas que se les hacen, ocupan un lugar clave, tocando temas neurálgicos de la vida social cubana. Sin embargo, Fernández no ofrece un análisis posterior sobre esos discursos y, a lo sumo, realiza algunas acotaciones en tono irónico dejando que el lector mismo forme su propia opinión.
Así aparecen retratados en las más de 400 páginas que tiene este libro la vida de los cubanos, sus vínculos con las cuestiones materiales, las opiniones sobre la revolución, los norteamericanos o los Castro. También se observa el lugar central que ocupa el sexo en los vínculos personales, la relación de los ciudadanos con la burocracia, la historia de la revolución, la llegada de Obama, la paulatina desaparición de Fidel Castro del poder, los cambios que produjo su hermano y las expectativas y desazones por las aperturas que nunca llegan.
La relación de los cubanos con todo tipo de consumo se muestra como algo conflictivo, exasperante, cruzado por las interminables esperas, carencias, ineludibles negociaciones o, en definitiva, por la necesidad de recurrir a un mercado negro donde las relaciones capitalistas son, finalmente, las que priman.
Los relatos muestran también la existencia de un sistema de control y vigilancia permanente y a todo nivel. La sospecha (y la posibilidad de delación) son la base de la relación que entablan los cubanos entre si y eso los llevó a asimilarla como un obstáculo más de todos los que deben enfrentarse día a día. Muchos de los cubanos que han permanecido en la Isla, apoyen o no al régimen, parecen seguros de no querer entrometerse en el camino del régimen porque las consecuencias son severas, y ponen en riesgo su patrimonio, su propia vida y la de las personas cercanas.
El autor lo define perfectamente al repetir una sentencia simple pero gráfica: “se puede jugar con la cadena pero no con el mono”, refiriendo de ese modo los límites que el poder político le pone a las disidencias.
El cubano que retrata Fernández entonces, busca seguir hacia adelante, aceptando el destino que le ha tocado, refugiándose en los placeres posibles (sobre todo el sexo y el alcohol) y enfrentando su suerte con un humor negro y una crítica sorda y soterrada. Al estilo del “Coloquio de los perros” de Cervantes, el libro finalmente muestra una sociedad donde la picaresca y la trampa han sido una de las formas de eludir y superar las enormes restricciones de la vida cotidiana.
De todos modos y al mismo tiempo, también se observa en diferentes testimonios los numerosos apoyos que la revolución y el mismo Fidel aún mantienen, sobre todo, en las generaciones mayores. Para los jóvenes esos días apenas son una historia en blanco y negro contada por sus abuelos o padres.
Uno de los grandes desafíos que espera al régimen en el futuro inmediato es la necesidad de construir una nueva legitimidad para sostener un gobierno abiertamente antidemocrático. Sobre todo para cuando el relato de los sucesos de 1959 ya deje de tener un significado tan vital como todavía hoy ocurre.
Fernández no es un político, pero pertenece a los sectores de la elite chilena, sobre todo a los grupos sociales e intelectuales más ligados a la Concertación que gobernó el país hasta hace poco tiempo y que han tenido fuertes vínculos con el gobierno cubano. Desde ese lugar puede transitar la isla con todos los beneficios que su situación social y política le prodiga y que lo une a la vez, con una elite cubana en muchos casos ligada al Partido Comunista y que vive en una realidad muy diferente a la mayoría del país.
El autor va narrando sus encuentros con otros extranjeros, personajes de la cultura como él, y en todos ellos se observa la fascinación que produce la mirada naif sobre el “paraíso comunista”. Resalta en ese sentido la idealización y una ambigua admiración, de todo aquello que sufren los cubanos, quienes deben vivirlo diariamente y sin privilegios. Seguramente ninguno de los extranjeros soportaría más de un día si todo ello ocurriera en su propia tierra.
Un comentario aparte merece la descripción hecha por el autor de la llegada del entonces presidente Obama al país caribeño. La descripción hecha por Fernández muestra la llamativa superficialidad del presidente norteamericano y una ausencia de interés en contribuir a producir cambios reales en la isla (cambios que son temidos, pero a su vez deseados por muchos cubanos). La política de Obama no duró mucho y apenas redundó en darle al progresismo latinoamericano la posibilidad de volver a reivindicar a Cuba sin culpas, de disfrutar de sus posibilidades y excesos, perdonando sus “particularidades políticas”.
El tipo de enfoque elegido por Fernández entonces elude el ensayo, la reflexión política sistemática y la misma definición personal frente a los sucesos que describe. Si bien hay una actitud ligeramente negativa sobre el régimen cubano, esta no termina de plasmarse frontalmente, aunque utiliza la ironía y la acidez para mostrar sus opiniones ante algunas de las difíciles situaciones que viven los cubanos.
La descripción un poco infantilizada de los cubanos echa de menos alguna referencia más concreta sobre quiénes decidieron enfrentar ese modelo y pagar los altísimos costos que ello trae aparejado. En la historia de Fernández no hay disidentes frontales, ni presos políticos, apenas alguna referencia muy menor (y critica) a las Damas de blanco o a muertes dudosas como la de Oswaldo Payá. Los exiliados son un entorno lejano que sigue siendo visto como sospechoso o intrascendente.
Finalmente, el problema que todos los cubanos presienten, que algunos esbozan y que los extranjeros señalan claramente en el libro, se sintetiza en una pregunta: ¿qué pasará cuando ya no haya un Castro detrás del poder?
La sociedad entre Fidel y Raúl fue el cemento que mantuvo monolítico el control del régimen y, posiblemente, cuando Raúl ya no esté, recién pueda haber condiciones para algún tipo de cambio. Como en Venezuela, los testimonios que ofrece el libro señalan que detrás del trono y su posible vacancia, está el poder de los militares y que serán ellos, en definitiva, los que tomen las decisiones de fondo.
“Cuba: Viaje al fin de la revolución” de Patricio Fernández es un agradable, interesante y bien escrito libro, para conocer un poco más sobre la vida de los cubanos en Cuba durante las últimas décadas. De lo que ya conocemos suficiente es de las élites progresistas latinoamericanas, a quienes les siguen atrayendo irrefrenablemente las revoluciones y los líderes socialistas, sobre todo, cuando están en países lejanos a los propios y, aún más, si tienen bellas costas en el mar Caribe.