Diálogo Latino Cubano
Promoción de la Apertura Política en Cuba
Solidaridad a la cubana
El 11 de noviembre de 1975 Angola celebró su independencia, pero también escaló la guerra civil. La presencia cubana fue un dato insoslayable para entender el conflicto. A 40 años, la solidaridad y el internacionalismo vistos desde el criticismo de un veterano de guerra cubano.Por Omer Freixa
El internacionalismo se ha convertido en uno de los pilares en defensa del régimen cubano. La solidaridad con varios pueblos del mundo es un capítulo nutrido dentro de la historia de la Revolución y la intervención en el extranjero, a partir de 1959, una particularidad intrínseca de la historia cubana. Desde allí hasta el final de la Guerra Fría, la isla, para sorpresa de muchos, se convirtió en el primer país del mundo en superar en cantidad de soldados enviados a las potencias occidentales y a la Unión Soviética. Así, con varias intervenciones en África, Cuba alteró el rumbo de la historia continental.
Desde el inicio de la Revolución hasta 1975, año en el que se intensificó la presencia cubana en África, se habían llevado casi a 2.000 cubanos a Argelia, los dos Congos y Guinea Bissau. Pero La Habana no solo envió militares, sino también médicos, maestros, técnicos, entre muchos otros oficios. Ese esfuerzo sostenido en el tiempo hizo posible el logro de empresas costosas, como la independencia de las ex colonias portuguesas de Angola y Guinea Bissau, la garantía de victoria de los aliados entre el conglomerado de grupos opuestos tras la independencia de la primera, así como la defensa de la integridad de Etiopía y, años más tarde, la liberación de la colonia sudafricana de Namibia y la caída del odiado Apartheid en Sudáfrica.
Agostinho Neto junto al dictador Fidel Castro
Angola sufrió la guerra más larga en la historia africana reciente. Comenzando en 1961 como resistencia contra el colonizador, la guerra de independencia se prolongó hasta 1975 y ese mismo año devino en enfrentamiento civil, entre dos bandos opuestos en el contexto del mundo bipolar, prolongado hasta 2002, 27 años. Si se suman ambas guerras, se trató de algo más de 40 años de beligerancia casi sin respiro. Los costos y las pérdidas fueron enormes. Angola quedó devastada puesto que en 2002 importaba los insumos más básicos, como el agua.
Los 27 años de guerra civil implicaron alrededor de un millón de muertos, 4 millones de desplazados, la herencia de un territorio ultraminado y el 82% de la población en la miseria. Todo ello en un territorio en el que el petróleo proporciona el 95% de la divisa extranjera y constituye el 85% del PBI de una economía que se posiciona en el quinto lugar africano, pero en la que el 68% vive bajo el umbral de pobreza y el 37% en la miseria. A la sazón, la mujer más rica de África es Isabel, la hija del presidente, el eterno y cuestionable José Eduardo Dos Santos, quien gobierna desde 1979.
El gobierno de la República Popular de Angola, constituido desde la independencia por el Movimiento de Liberación Popular de Angola (MPLA), un partido de ideología marxista, solicitó ayuda ante el embate de los enemigos internos, dos partidos que igual que el anterior habían luchado recientemente contra los portugueses, ahora secundados por Sudáfrica, los Estados Unidos y otros vecinos africanos. Ante el pedido de auxilio del MPLA, Cuba respondió con el envío de un contingente que en algún momento llegó a contar con 53.000 combatientes y, en total, durante 15 años más de 330.000 cubanos pasaron por Angola. Asimismo, más de 50.000 cubanos ayudaron a la reconstrucción del país. El esfuerzo conjunto sostuvo la continuidad del MPLA en el poder hasta 1991, cuando se produjo la retirada de los últimos soldados cubanos, si bien la guerra se reanudaría no mucho después y concluiría en 2002. En total, 2.077 militares cubanos fallecieron entre 1975 y 1991, lo que duró la intervención cubana, la denominada Operación Carlota.
Jorge Olivera Castillo, habanero, nacido en 1961, es veterano de la guerra en Angola en la que participó entre marzo de 1981 y mayo de 1983. Es periodista, escritor y editor de televisión. En marzo de 2003 fue sancionado a 18 años de privación de libertad por ejercer el periodismo al margen de las instituciones oficiales. Actualmente se encuentra en libertad condicional. En la entrevista a continuación relata su experiencia en Angola y cuestiona ciertos mitos de la solidaridad del régimen cubano, como la primacía de la ideología en la intervención.
¿Cómo era Angola cuando la conociste?
Llegué a la República de Angola en el mes de marzo de 1981, después de una larga travesía en un buque de carga en el que viajábamos cerca de 2.000 jóvenes, entre los 19 y 25 años de edad. La mayoría iba en cumplimiento del servicio militar obligatorio.
Nuestro objetivo era relevar a varios contingentes de militares cubanos que se encontraban en este país, participando directamente en el conflicto armado interno, desde su inicio en el mes de noviembre de 1975.
En el poblado de Matala estaban reflejadas las huellas de la extrema pobreza y la ignorancia. Las marcas del tribalismo se podían observar por doquier. Me pareció que había llegado a una de las parcelas del infierno. No podía concebir la vida humana en esas condiciones de insalubridad y escasez. Lo más visible eran las chozas de los nativos, hechas de barro y paja.
¿Cómo fue la experiencia de combatiente?
Fueron 26 meses en condiciones extremas. Entre los peligros de ataques de las fuerzas irregulares, las minas personales y antitanques, colocadas en los sitios más insospechados, la existencia de serpientes venenosas, la fiebre palúdica transmitida por mosquitos y los parásitos del agua que ingeríamos, la vida pendía de un hilo.
En más de una ocasión, pude conocer en carne propia lo que era la malaria. A los tres meses de mi llegada, hubo que trasladarme en avión a la capital del país, ubicada a más de 1.000 kilómetros, debido a esta enfermedad.
Otros de los momentos en que la muerte me rozó fueron los días 18 y 19 de mayo de 1982. Se trató de sendas incursiones aéreas del ejército sudafricano. Un indeterminado número de reclutas optó por quitarse la vida con los fusiles AKM y otros enloquecieron. Fui testigo de varios de estos episodios.
¿Era tu voluntad asistir al frente angoleño? ¿Cómo fue la campaña de reclutamiento?
En un país gobernado por una dictadura el ser humano no puede elegir libremente lo que considera mejor para su vida. Con el rechazo a implicarse en la guerra, los jóvenes se exponían a recibir cuotas adicionales de marginación laboral, social y educativa. Por ejemplo, haber participado en ese conflicto constituía un mérito que de cierta manera facilitaba el acceso a un buen empleo o a determinada carrera universitaria.
La coacción era regularmente sutil, aunque podían aparecer métodos radicales si era necesario. El fin justificaba todos los medios. Al culminar mis estudios de técnico en comunicaciones, recibí una citación del Comité militar de mi circunscripción. Tenía 19 años.
¿Cómo fue el entrenamiento previo? ¿Tenías preparación militar anterior?
Hasta ese momento, nunca había recibido entrenamiento militar, salvo una asignatura que había en el programa escolar del instituto politécnico llamada Preparación Militar, pero en términos generales su dictado era muy anodino.
¿Evidenciaste malos tratos a prisioneros de guerra o a la tropa por parte de los oficiales cubanos?
Nunca escuché sobre abusos cometidos contra prisioneros de guerra. Aunque no dudo que hayan ocurrido. Algunos oficiales trataban despectivamente a la población civil, por considerarlos presuntos colaboradores de la Unita. También era usual el maltrato de la oficialidad con las tropas. Un fenómeno bastante extendido era el de la corrupción. Muchos de los altos oficiales llevaban vidas de lujo, sobre todo los de más alta graduación, en un ambiente caracterizado por la miseria de buena parte de la población nativa.
¿Has recibido alguna compensación por tu participación?
Al regreso a Cuba pudimos comprar una o dos mudas de ropa, algunos perfumes de pésima calidad y algo de aseo personal con la mísera cantidad de dinero que nos entregaron. Después de esa humillación, llegaron los vientos de un olvido olímpico. Es lamentable pero muchos de los mendigos y los locos que deambulan por las calles cubanas son veteranos de aquella guerra.
Hoy casi ningún soldado cubano conserva las medallas y los diplomas. Toda esa parafernalia fue a dar a la basura o al fondo del mar. No se podían esperar otras actitudes, ante el vergonzoso abandono del gobierno.
¿Cuál es tu opinión sobre la participación cubana en las guerras en el frente luso-africano?
La participación cubana en la guerra respondió a los esquemas de la Guerra Fría, pero creo que no se puede desdeñar la voluntad mesiánica de Fidel Castro. Su objetivo era establecerse en la posteridad mediante la intervención en los asuntos internos del Tercer Mundo. El conflicto de Angola fue una oportunidad para proyectarse como pieza clave en el ajedrez de la política mundial. Cuba puso el capital humano y la Unión Soviética, junto con sus satélites europeos, la logística para una guerra que no pudo alterar el mapa político africano. En esa geografía, el socialismo fue un sueño que no pudo hacerse realidad. Las compañías de Occidente finalmente ganaron ese espacio.
¿Cómo ha explotado el régimen cubano el recuerdo de las intervenciones en África?
El componente principal de esa faceta moderna del llamado internacionalismo proletario responde a una necesidad de legitimación. El trasfondo tiene más que ver con la obtención de dividendos políticos que con el altruismo.
El envío masivo de médicos, instructores de deportes y maestros, hacia varios países pobres o en vías de desarrollo, es una manera de influir en sus asuntos internos y garantizar sus apoyos en la arena internacional.
Se trata de una metodología de penetración, a todas luces, más efectiva que lo puramente bélico. Es imposible criticar un gesto de este tipo, ante una pobreza que espanta. Pero, dentro de Cuba, nada se dice de las miles de personas que han desertado de esas “misiones humanitarias” ni del pago miserable que reciben por sus labores. A la guerra de Angola se iba por resignación o por inocencia. Ahora la disputa es por figurar en las listas de viajes para ganar un poco más de lo que se recibe en Cuba, traer pacotilla para vender en el mercado negro y ver si se puede escapar a Europa o Estados Unidos.
El régimen de La Habana se ha anotado no pocos puntos con la masificación de esas acciones. Logró camuflar la subversión con un ininterrumpido ejercicio de filantropía.
Omer Freixa es historiador africanista. Especialista en estudios afroamericanos. Colaborador en medios digitales.
Web: www.omerfreixa.com.ar
Omer FreixaConsejero ConsultivoMagíster en Diversidad Cultural y especialista en estudios afroamericanos por la Universidad Nacional de Tres de Febrero. Licenciado y profesor en Historia, graduado en la Universidad de Buenos Aires. Investigador, docente y escritor. Autor del sitio web www.omerfreixa.com.ar. Colaborador freelance en sitios locales y españoles.
El internacionalismo se ha convertido en uno de los pilares en defensa del régimen cubano. La solidaridad con varios pueblos del mundo es un capítulo nutrido dentro de la historia de la Revolución y la intervención en el extranjero, a partir de 1959, una particularidad intrínseca de la historia cubana. Desde allí hasta el final de la Guerra Fría, la isla, para sorpresa de muchos, se convirtió en el primer país del mundo en superar en cantidad de soldados enviados a las potencias occidentales y a la Unión Soviética. Así, con varias intervenciones en África, Cuba alteró el rumbo de la historia continental.
Desde el inicio de la Revolución hasta 1975, año en el que se intensificó la presencia cubana en África, se habían llevado casi a 2.000 cubanos a Argelia, los dos Congos y Guinea Bissau. Pero La Habana no solo envió militares, sino también médicos, maestros, técnicos, entre muchos otros oficios. Ese esfuerzo sostenido en el tiempo hizo posible el logro de empresas costosas, como la independencia de las ex colonias portuguesas de Angola y Guinea Bissau, la garantía de victoria de los aliados entre el conglomerado de grupos opuestos tras la independencia de la primera, así como la defensa de la integridad de Etiopía y, años más tarde, la liberación de la colonia sudafricana de Namibia y la caída del odiado Apartheid en Sudáfrica.
Agostinho Neto junto al dictador Fidel Castro
Angola sufrió la guerra más larga en la historia africana reciente. Comenzando en 1961 como resistencia contra el colonizador, la guerra de independencia se prolongó hasta 1975 y ese mismo año devino en enfrentamiento civil, entre dos bandos opuestos en el contexto del mundo bipolar, prolongado hasta 2002, 27 años. Si se suman ambas guerras, se trató de algo más de 40 años de beligerancia casi sin respiro. Los costos y las pérdidas fueron enormes. Angola quedó devastada puesto que en 2002 importaba los insumos más básicos, como el agua.
Los 27 años de guerra civil implicaron alrededor de un millón de muertos, 4 millones de desplazados, la herencia de un territorio ultraminado y el 82% de la población en la miseria. Todo ello en un territorio en el que el petróleo proporciona el 95% de la divisa extranjera y constituye el 85% del PBI de una economía que se posiciona en el quinto lugar africano, pero en la que el 68% vive bajo el umbral de pobreza y el 37% en la miseria. A la sazón, la mujer más rica de África es Isabel, la hija del presidente, el eterno y cuestionable José Eduardo Dos Santos, quien gobierna desde 1979.
El gobierno de la República Popular de Angola, constituido desde la independencia por el Movimiento de Liberación Popular de Angola (MPLA), un partido de ideología marxista, solicitó ayuda ante el embate de los enemigos internos, dos partidos que igual que el anterior habían luchado recientemente contra los portugueses, ahora secundados por Sudáfrica, los Estados Unidos y otros vecinos africanos. Ante el pedido de auxilio del MPLA, Cuba respondió con el envío de un contingente que en algún momento llegó a contar con 53.000 combatientes y, en total, durante 15 años más de 330.000 cubanos pasaron por Angola. Asimismo, más de 50.000 cubanos ayudaron a la reconstrucción del país. El esfuerzo conjunto sostuvo la continuidad del MPLA en el poder hasta 1991, cuando se produjo la retirada de los últimos soldados cubanos, si bien la guerra se reanudaría no mucho después y concluiría en 2002. En total, 2.077 militares cubanos fallecieron entre 1975 y 1991, lo que duró la intervención cubana, la denominada Operación Carlota.
Jorge Olivera Castillo, habanero, nacido en 1961, es veterano de la guerra en Angola en la que participó entre marzo de 1981 y mayo de 1983. Es periodista, escritor y editor de televisión. En marzo de 2003 fue sancionado a 18 años de privación de libertad por ejercer el periodismo al margen de las instituciones oficiales. Actualmente se encuentra en libertad condicional. En la entrevista a continuación relata su experiencia en Angola y cuestiona ciertos mitos de la solidaridad del régimen cubano, como la primacía de la ideología en la intervención.
¿Cómo era Angola cuando la conociste?
Llegué a la República de Angola en el mes de marzo de 1981, después de una larga travesía en un buque de carga en el que viajábamos cerca de 2.000 jóvenes, entre los 19 y 25 años de edad. La mayoría iba en cumplimiento del servicio militar obligatorio.
Nuestro objetivo era relevar a varios contingentes de militares cubanos que se encontraban en este país, participando directamente en el conflicto armado interno, desde su inicio en el mes de noviembre de 1975.
En el poblado de Matala estaban reflejadas las huellas de la extrema pobreza y la ignorancia. Las marcas del tribalismo se podían observar por doquier. Me pareció que había llegado a una de las parcelas del infierno. No podía concebir la vida humana en esas condiciones de insalubridad y escasez. Lo más visible eran las chozas de los nativos, hechas de barro y paja.
¿Cómo fue la experiencia de combatiente?
Fueron 26 meses en condiciones extremas. Entre los peligros de ataques de las fuerzas irregulares, las minas personales y antitanques, colocadas en los sitios más insospechados, la existencia de serpientes venenosas, la fiebre palúdica transmitida por mosquitos y los parásitos del agua que ingeríamos, la vida pendía de un hilo.
En más de una ocasión, pude conocer en carne propia lo que era la malaria. A los tres meses de mi llegada, hubo que trasladarme en avión a la capital del país, ubicada a más de 1.000 kilómetros, debido a esta enfermedad.
Otros de los momentos en que la muerte me rozó fueron los días 18 y 19 de mayo de 1982. Se trató de sendas incursiones aéreas del ejército sudafricano. Un indeterminado número de reclutas optó por quitarse la vida con los fusiles AKM y otros enloquecieron. Fui testigo de varios de estos episodios.
¿Era tu voluntad asistir al frente angoleño? ¿Cómo fue la campaña de reclutamiento?
En un país gobernado por una dictadura el ser humano no puede elegir libremente lo que considera mejor para su vida. Con el rechazo a implicarse en la guerra, los jóvenes se exponían a recibir cuotas adicionales de marginación laboral, social y educativa. Por ejemplo, haber participado en ese conflicto constituía un mérito que de cierta manera facilitaba el acceso a un buen empleo o a determinada carrera universitaria.
La coacción era regularmente sutil, aunque podían aparecer métodos radicales si era necesario. El fin justificaba todos los medios. Al culminar mis estudios de técnico en comunicaciones, recibí una citación del Comité militar de mi circunscripción. Tenía 19 años.
¿Cómo fue el entrenamiento previo? ¿Tenías preparación militar anterior?
Hasta ese momento, nunca había recibido entrenamiento militar, salvo una asignatura que había en el programa escolar del instituto politécnico llamada Preparación Militar, pero en términos generales su dictado era muy anodino.
¿Evidenciaste malos tratos a prisioneros de guerra o a la tropa por parte de los oficiales cubanos?
Nunca escuché sobre abusos cometidos contra prisioneros de guerra. Aunque no dudo que hayan ocurrido. Algunos oficiales trataban despectivamente a la población civil, por considerarlos presuntos colaboradores de la Unita. También era usual el maltrato de la oficialidad con las tropas. Un fenómeno bastante extendido era el de la corrupción. Muchos de los altos oficiales llevaban vidas de lujo, sobre todo los de más alta graduación, en un ambiente caracterizado por la miseria de buena parte de la población nativa.
¿Has recibido alguna compensación por tu participación?
Al regreso a Cuba pudimos comprar una o dos mudas de ropa, algunos perfumes de pésima calidad y algo de aseo personal con la mísera cantidad de dinero que nos entregaron. Después de esa humillación, llegaron los vientos de un olvido olímpico. Es lamentable pero muchos de los mendigos y los locos que deambulan por las calles cubanas son veteranos de aquella guerra.
Hoy casi ningún soldado cubano conserva las medallas y los diplomas. Toda esa parafernalia fue a dar a la basura o al fondo del mar. No se podían esperar otras actitudes, ante el vergonzoso abandono del gobierno.
¿Cuál es tu opinión sobre la participación cubana en las guerras en el frente luso-africano?
La participación cubana en la guerra respondió a los esquemas de la Guerra Fría, pero creo que no se puede desdeñar la voluntad mesiánica de Fidel Castro. Su objetivo era establecerse en la posteridad mediante la intervención en los asuntos internos del Tercer Mundo. El conflicto de Angola fue una oportunidad para proyectarse como pieza clave en el ajedrez de la política mundial. Cuba puso el capital humano y la Unión Soviética, junto con sus satélites europeos, la logística para una guerra que no pudo alterar el mapa político africano. En esa geografía, el socialismo fue un sueño que no pudo hacerse realidad. Las compañías de Occidente finalmente ganaron ese espacio.
¿Cómo ha explotado el régimen cubano el recuerdo de las intervenciones en África?
El componente principal de esa faceta moderna del llamado internacionalismo proletario responde a una necesidad de legitimación. El trasfondo tiene más que ver con la obtención de dividendos políticos que con el altruismo.
El envío masivo de médicos, instructores de deportes y maestros, hacia varios países pobres o en vías de desarrollo, es una manera de influir en sus asuntos internos y garantizar sus apoyos en la arena internacional.
Se trata de una metodología de penetración, a todas luces, más efectiva que lo puramente bélico. Es imposible criticar un gesto de este tipo, ante una pobreza que espanta. Pero, dentro de Cuba, nada se dice de las miles de personas que han desertado de esas “misiones humanitarias” ni del pago miserable que reciben por sus labores. A la guerra de Angola se iba por resignación o por inocencia. Ahora la disputa es por figurar en las listas de viajes para ganar un poco más de lo que se recibe en Cuba, traer pacotilla para vender en el mercado negro y ver si se puede escapar a Europa o Estados Unidos.
El régimen de La Habana se ha anotado no pocos puntos con la masificación de esas acciones. Logró camuflar la subversión con un ininterrumpido ejercicio de filantropía.
Omer Freixa es historiador africanista. Especialista en estudios afroamericanos. Colaborador en medios digitales.
Web: www.omerfreixa.com.ar