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Análisis Sínico
Lo que Perú debe saber de la vacuna china
Tanto por su gestión del coronavirus como por la reacción del régimen chino en Hong Kong, la estrategia de seducción internacional de Pekín de algún modo está ahora en jaque. China no ha podido evitar las críticas desde el extranjero, algunas feroces, y por primera vez se oyen voces acerca de la conveniencia de reducir la dependencia que muchos países tienen de ella, o incluso de modificar el rumbo de la relación bilateral.Por Juan Pablo Cardenal
La carrera por la vacuna desembarcó hace unos meses en Perú. El gobierno peruano acordó ensayos con miles de voluntarios, en una búsqueda por asegurarse los millones de dosis que alivien la crisis sanitaria y social que sufre el país. Mientras, China afirmó que venció al virus. Así de rotundo lo expresó en septiembre el régimen chino en una ceremonia oficial en el Gran Palacio del Pueblo, en la que el Partido Comunista chino (PCCh) se tributó a sí mismo un homenaje inaudito por su gestión, supuestamente modélica, de la pandemia del coronavirus. Atribuyéndose todo el mérito y asegurando que ha salvado a millones de personas en todo el planeta, engendró una puesta en escena propagandística, el enésimo esfuerzo de Pekín para convencer a su población y al mundo entero de que no tiene responsabilidad alguna en la crisis del Covid-19. Continúa así la campaña de intoxicación y propaganda que lanzó en marzo en cuanto se hizo evidente el alcance de la tragedia que se avecinaba.
La próxima etapa de esta campaña ya está aquí y no es otra que China nos va a salvar con su vacuna. A inicios de septiembre, una delegación peruana representada por la ministra de Salud, dio la bienvenida al laboratorio chino Sinopharm a su llegada al aeropuerto de Lima. En este primer ensayo participan 6.000 peruanos. La Universidad Peruana Cayetano Heredia (UPCH) y la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM) son las encargadas de conducir el estudio. En total, cuatro farmacéuticas chinas estarían ya en la última fase de ensayos clínicos, a los que se prestan miles de voluntarios también de Argentina y Brasil, y podría estar lista a final de año. Por la tragedia sanitaria y la ruina económica que sufren tantos países, con Perú como uno de los países más afectados y mayor tasa de contagios en la región, obviamente ningún gobierno está en disposición de dar la espalda a la primera vacuna fiable que esté disponible. Incluso si nos viésemos en la paradójica situación de que los que metieron al mundo en el peor caos de nuestro tiempo fuesen los mismos que facilitasen la pócima mágica que nos ayude a salir de él. Es obligado entender entonces qué hay detrás de la vacuna china.
Más allá del origen del virus, sobre el que no es posible profundizar por la falta de evidencias, parece indiscutible que China encubrió los hechos y contribuyó a la propagación de la pandemia. Politizó las donaciones de material que realizó a otros países, además de que no está claro cuántas de ellas fueron en verdad transacciones comerciales. En el mercado chino, donde se aprovisionaron tantos países desesperados, reinó la ley de la selva. También en Perú. Aprovechando su posición dominante, la industria china inundó los mercados internacionales de material sanitario defectuoso, proliferaron los fabricantes sin licencias ni certificaciones, dispararon los precios de los ingredientes farmacéuticos y no faltaron las operaciones fraudulentas. Estos antecedentes ponen en cuestión la confianza que merece Pekín en torno a su vacuna redentora.
Lo anterior no se puede desvincular de la oportunidad que la vacuna brinda a China para avanzar en la consecución de sus objetivos geopolíticos. Seduce a países de África, de Oriente Medio y del sudeste asiático con promesas de acceso prioritario a la vacuna, mientras habría ofrecido a América Latina futuros préstamos por valor de 1.000 millones de dólares para sufragar su compra. Es importante entender que el Covid-19 ha venido a truncar la estrategia de poder blando que China tiene en Latinoamérica y en otras regiones desde hace un lustro. Una estrategia, ejecutada a golpe de talonario, destinada a ganar en influencia política en el extranjero, a legitimar al PCCh internacionalmente y a sentar las bases de un nuevo orden mundial a través de los corredores comerciales de la Franja y la Ruta y sus instituciones financieras.
Tanto por su gestión del coronavirus como por la reacción del régimen chino en Hong Kong, la estrategia de seducción internacional de Pekín de algún modo está ahora en jaque. China no ha podido evitar las críticas desde el extranjero, algunas feroces, y por primera vez se oyen voces acerca de la conveniencia de reducir la dependencia que muchos países tienen de ella, o incluso de modificar el rumbo de la relación bilateral. Todo ello forma parte del trasfondo que se esconde detrás de la vacuna china y que va mucho más allá de la dimensión estrictamente científica. En este contexto, el gobierno chino ha entendido perfectamente el peligro que la crisis del coronavirus supone para China, y no sólo en términos de reputación. Por ello trata de hacer de la necesidad virtud y convertir el peligro en oportunidad. Y la oportunidad reside en ofrecer como sea la vacuna que salve al mundo.
Juan Pablo CardenalEditor de Análisis SínicoPeriodista y escritor. Entre 2003 y 2014 fue corresponsal en China de sendos diarios españoles, especializándose desde 2009 en la expansión internacional del gigante asiático. Desde entonces ha investigado dicho fenómeno en 40 países de 4 continentes al objeto de entender las consecuencias de las inversiones, infraestructuras y préstamos chinos en los países receptores. De dicha investigación han resultado tres libros, de los que es co-autor con otro periodista, entre ellos “La silenciosa conquista china” (Crítica, 2011) y “La imparable conquista china” (Crítica, 2015), traducidos a 12 idiomas. Desde 2016 ha dirigido proyectos de investigación para entender el poder blando chino y la estrategia de Pekín para ganar en influencia política en América Latina, lo que resultó en la publicación de varios informes. Ha impartido también conferencias en distintas instituciones internacionales y ha publicado capítulos sobre China en libros que abordan dichas temáticas, además de haber contribuido con sus análisis y artículos en El País, El Mundo, Clarín, The New York Times, Project Syndicate y el South China Morning Post, entre otros. Su última obra es “La Telaraña” (Ariel, 2020), que aborda la trama internacional de la crisis política en Cataluña.
La carrera por la vacuna desembarcó hace unos meses en Perú. El gobierno peruano acordó ensayos con miles de voluntarios, en una búsqueda por asegurarse los millones de dosis que alivien la crisis sanitaria y social que sufre el país. Mientras, China afirmó que venció al virus. Así de rotundo lo expresó en septiembre el régimen chino en una ceremonia oficial en el Gran Palacio del Pueblo, en la que el Partido Comunista chino (PCCh) se tributó a sí mismo un homenaje inaudito por su gestión, supuestamente modélica, de la pandemia del coronavirus. Atribuyéndose todo el mérito y asegurando que ha salvado a millones de personas en todo el planeta, engendró una puesta en escena propagandística, el enésimo esfuerzo de Pekín para convencer a su población y al mundo entero de que no tiene responsabilidad alguna en la crisis del Covid-19. Continúa así la campaña de intoxicación y propaganda que lanzó en marzo en cuanto se hizo evidente el alcance de la tragedia que se avecinaba.
La próxima etapa de esta campaña ya está aquí y no es otra que China nos va a salvar con su vacuna. A inicios de septiembre, una delegación peruana representada por la ministra de Salud, dio la bienvenida al laboratorio chino Sinopharm a su llegada al aeropuerto de Lima. En este primer ensayo participan 6.000 peruanos. La Universidad Peruana Cayetano Heredia (UPCH) y la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM) son las encargadas de conducir el estudio. En total, cuatro farmacéuticas chinas estarían ya en la última fase de ensayos clínicos, a los que se prestan miles de voluntarios también de Argentina y Brasil, y podría estar lista a final de año. Por la tragedia sanitaria y la ruina económica que sufren tantos países, con Perú como uno de los países más afectados y mayor tasa de contagios en la región, obviamente ningún gobierno está en disposición de dar la espalda a la primera vacuna fiable que esté disponible. Incluso si nos viésemos en la paradójica situación de que los que metieron al mundo en el peor caos de nuestro tiempo fuesen los mismos que facilitasen la pócima mágica que nos ayude a salir de él. Es obligado entender entonces qué hay detrás de la vacuna china.
Más allá del origen del virus, sobre el que no es posible profundizar por la falta de evidencias, parece indiscutible que China encubrió los hechos y contribuyó a la propagación de la pandemia. Politizó las donaciones de material que realizó a otros países, además de que no está claro cuántas de ellas fueron en verdad transacciones comerciales. En el mercado chino, donde se aprovisionaron tantos países desesperados, reinó la ley de la selva. También en Perú. Aprovechando su posición dominante, la industria china inundó los mercados internacionales de material sanitario defectuoso, proliferaron los fabricantes sin licencias ni certificaciones, dispararon los precios de los ingredientes farmacéuticos y no faltaron las operaciones fraudulentas. Estos antecedentes ponen en cuestión la confianza que merece Pekín en torno a su vacuna redentora.
Lo anterior no se puede desvincular de la oportunidad que la vacuna brinda a China para avanzar en la consecución de sus objetivos geopolíticos. Seduce a países de África, de Oriente Medio y del sudeste asiático con promesas de acceso prioritario a la vacuna, mientras habría ofrecido a América Latina futuros préstamos por valor de 1.000 millones de dólares para sufragar su compra. Es importante entender que el Covid-19 ha venido a truncar la estrategia de poder blando que China tiene en Latinoamérica y en otras regiones desde hace un lustro. Una estrategia, ejecutada a golpe de talonario, destinada a ganar en influencia política en el extranjero, a legitimar al PCCh internacionalmente y a sentar las bases de un nuevo orden mundial a través de los corredores comerciales de la Franja y la Ruta y sus instituciones financieras.
Tanto por su gestión del coronavirus como por la reacción del régimen chino en Hong Kong, la estrategia de seducción internacional de Pekín de algún modo está ahora en jaque. China no ha podido evitar las críticas desde el extranjero, algunas feroces, y por primera vez se oyen voces acerca de la conveniencia de reducir la dependencia que muchos países tienen de ella, o incluso de modificar el rumbo de la relación bilateral. Todo ello forma parte del trasfondo que se esconde detrás de la vacuna china y que va mucho más allá de la dimensión estrictamente científica. En este contexto, el gobierno chino ha entendido perfectamente el peligro que la crisis del coronavirus supone para China, y no sólo en términos de reputación. Por ello trata de hacer de la necesidad virtud y convertir el peligro en oportunidad. Y la oportunidad reside en ofrecer como sea la vacuna que salve al mundo.