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Promoción de la Apertura Política en Cuba
Fidel Castro y la integridad de Estela de Carlotto en la defensa de los derechos humanos
(Infobae) Una referente de los derechos humanos no puede mantenerse indiferente frente a las violaciones que se producen en dictaduras remanentes y tampoco ignorar hechos tan categóricos de la historia para seguir defendiendo lo indefendible. Los organismos argentinos de derechos humanos tendrían que haber sido los más críticos del Gobierno cubano y los más solidarios con los activistas democráticos y presos políticos en la isla.Por Gabriel C. Salvia
(Infobae) Además de su partidización kirchnerista, una cuestión que siempre puso en duda la credibilidad y la honesta defensa de los derechos humanos por parte de las principales organizaciones de destacada labor durante la última dictadura militar en la Argentina, ha sido su indiferencia frente a las personas que en distintos lugares del mundo siguen padeciendo regímenes represivos de las libertades fundamentales.
Lamentablemente, la lista de dictaduras remanentes y autocracias es demasiado larga: Corea del Norte, China, Cuba, Belarús, Turkmenistán, Uzbekistán, Azerbaiyán, Arabia Saudita, Eritrea, Guinea Ecuatorial, Laos, Bahréin, Venezuela, Rusia y Nicaragua, por mencionar algunos casos sobre los cuales nunca escucharán un pronunciamiento de los organismos del establishment de los derechos humanos de la Argentina.
En algunos casos, como el de Cuba, organizaciones como Abuelas y Madres de Plaza de Mayo directamente defienden su régimen de partido único y su política de Estado violatoria de los derechos humanos. Lo de Cuba, además, es inconcebible dada la alianza que mantuvo la dictadura de Fidel Castro con los militares argentinos, lo cual está sobradamente documentado.
En efecto, en 1979, Cuba se abstuvo de condenar a la dictadura militar argentina en la entonces Comisión de Derechos Humanos de la ONU; intercambió favores como el apoyo mutuo en la elección a organismos internacionales; instruía a los exiliados argentinos en la isla a irse a México para realizar las críticas a la Junta Militar; y hasta gestionó una invitación a Jorge Rafael Videla para asistir a una reunión del movimiento de los No Alineados en La Habana, solicitándole sus aportes en la declaración final.
Las pruebas más recientes de la complicidad de Cuba con la dictadura militar argentina salieron a la luz luego de una desclasificación de archivos de la Cancillería, tarea que estuvo a cargo del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) durante la gestión de Héctor Timerman.
Hasta entonces, ya se sabía que los militares argentinos habían sido socios comerciales de la Unión Soviética y que Cuba era el interlocutor de la dictadura militar ante el bloque socialista. Asimismo, en esa época de dictaduras militares de seguridad nacional, Cuba solamente mantenía relaciones diplomáticas con tres países de América Latina, uno de ellos era la Argentina de Videla.
Lo concreto es que si en Cuba se violan los derechos humanos —como lo denuncian prestigiosas organizaciones internacionales entre las que se encuentran Amnistía Internacional y Human Rights Watch— y además su régimen fue cómplice de la dictadura militar de Videla, los organismos argentinos de derechos humanos tendrían que haber sido los más críticos del Gobierno cubano y los más solidarios con los activistas democráticos y presos políticos en la isla.
Por otra parte, está el cinismo de Fidel Castro, pues entrenó en Cuba a muchos de los jóvenes revolucionarios que luego participaron en la violencia política en la Argentina para terminar aliándose con los militares que los reprimieron, torturaron, asesinaron o los desaparecieron. Ante esta traición escandalosa, los organismos de derechos humanos en la Argentina siguen ciegamente defendiendo el régimen cubano y a Fidel Castro.
Al respecto, a raíz de la muerte del anciano dictador cubano, la titular de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, publicó, en Página/12, un artículo titulado "Mis encuentros con un hombre íntegro", donde señala: "Él sabía quiénes éramos, por qué éramos Madres o Abuelas de Plaza de Mayo y quiénes y por qué habían matado a nuestros hijos, a nuestros revolucionarios". Lo increíble es que empieza el artículo afirmando: "Lo conocí por primera vez cuando la Federación de Mujeres de la Revolución nos invitó a las abuelas a la isla, en 1984". Es decir, no las invitó en plena dictadura, porque entonces Fidel Castro era aliado de los militares e incluso hasta en 1982 Cuba recibió al entonces canciller argentino, Nicanor Costa Méndez, para apoyar la invasión armada a las Islas Malvinas.
Estas contradicciones de los organismos de derechos humanos de la Argentina en realidad no son tales, pues lo cierto es que no comparten la ideología liberal progresista de la declaración adoptada por la ONU el 10 de diciembre de 1948. Para los organismos, los derechos políticos y civiles, conocidos como los de primera generación, siguen siendo "libertades burguesas" y contra ellos lucharon por la vía armada muchos de los que luego fueron víctimas de la represión ilegal durante la última dictadura militar en la Argentina. Figuras emblemáticas de los organismos reivindican los medios y los fines de la lucha armada de los años setenta y pocos familiares del terrorismo de Estado, como fue el caso del matrimonio uruguayo Rovira-Grieco, tendrán la grandeza de criticar a Cuba y de reconocer que sus seres queridos lamentablemente murieron "luchando por un espejismo".
Lo concreto es que una referente de los derechos humanos no puede mantenerse indiferente frente a las violaciones que se producen en dictaduras remanentes y tampoco ignorar hechos tan categóricos de la historia para seguir defendiendo lo indefendible. Es hora de cuestionar la credibilidad de Estela de Carlotto, quien hace muy poco, al responder en una entrevista con el diario La Nación sobre la cifra oficial de desaparecidos en la Argentina, afirmó que trataban de hacerla quedar como mentirosa. Ella misma, con sus dichos y sus acciones, deja muy en claro que carece de integridad en la defensa de los derechos humanos.
Fuente: Infobae (Buenos Aires, Argentina)
Gabriel C. SalviaDirector GeneralActivista internacional de derechos humanos. Desde 1992 se desempeña como director en Organizaciones de la Sociedad Civil y es miembro fundador de CADAL. Como periodista trabajó en gráfica, radio y TV.
Compiló varios libros, entre ellos "Diplomacia y Derechos Humanos en Cuba" (2011), "Los derechos humanos en las relaciones internacionales y la política exterior" (2021) y "75 años de la Declaración Universal de Derechos Humanos: Miradas desde Cuba" (2023),
y es autor de "Bailando por un espejismo: apuntes sobre política, economía y diplomacia en los gobiernos de Cristina Fernández de Kirchner" (2017). También es autor de varios informes, entre los que se destacan "Las sillas del Consejo: autoritarismos y democracias en la evolución de la integración del órgano de DDHH de la ONU" y "Memoria cerrada: La complicidad de la revolución cubana con la dictadura militar argentina".
(Infobae) Además de su partidización kirchnerista, una cuestión que siempre puso en duda la credibilidad y la honesta defensa de los derechos humanos por parte de las principales organizaciones de destacada labor durante la última dictadura militar en la Argentina, ha sido su indiferencia frente a las personas que en distintos lugares del mundo siguen padeciendo regímenes represivos de las libertades fundamentales.
Lamentablemente, la lista de dictaduras remanentes y autocracias es demasiado larga: Corea del Norte, China, Cuba, Belarús, Turkmenistán, Uzbekistán, Azerbaiyán, Arabia Saudita, Eritrea, Guinea Ecuatorial, Laos, Bahréin, Venezuela, Rusia y Nicaragua, por mencionar algunos casos sobre los cuales nunca escucharán un pronunciamiento de los organismos del establishment de los derechos humanos de la Argentina.
En algunos casos, como el de Cuba, organizaciones como Abuelas y Madres de Plaza de Mayo directamente defienden su régimen de partido único y su política de Estado violatoria de los derechos humanos. Lo de Cuba, además, es inconcebible dada la alianza que mantuvo la dictadura de Fidel Castro con los militares argentinos, lo cual está sobradamente documentado.
En efecto, en 1979, Cuba se abstuvo de condenar a la dictadura militar argentina en la entonces Comisión de Derechos Humanos de la ONU; intercambió favores como el apoyo mutuo en la elección a organismos internacionales; instruía a los exiliados argentinos en la isla a irse a México para realizar las críticas a la Junta Militar; y hasta gestionó una invitación a Jorge Rafael Videla para asistir a una reunión del movimiento de los No Alineados en La Habana, solicitándole sus aportes en la declaración final.
Las pruebas más recientes de la complicidad de Cuba con la dictadura militar argentina salieron a la luz luego de una desclasificación de archivos de la Cancillería, tarea que estuvo a cargo del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) durante la gestión de Héctor Timerman.
Hasta entonces, ya se sabía que los militares argentinos habían sido socios comerciales de la Unión Soviética y que Cuba era el interlocutor de la dictadura militar ante el bloque socialista. Asimismo, en esa época de dictaduras militares de seguridad nacional, Cuba solamente mantenía relaciones diplomáticas con tres países de América Latina, uno de ellos era la Argentina de Videla.
Lo concreto es que si en Cuba se violan los derechos humanos —como lo denuncian prestigiosas organizaciones internacionales entre las que se encuentran Amnistía Internacional y Human Rights Watch— y además su régimen fue cómplice de la dictadura militar de Videla, los organismos argentinos de derechos humanos tendrían que haber sido los más críticos del Gobierno cubano y los más solidarios con los activistas democráticos y presos políticos en la isla.
Por otra parte, está el cinismo de Fidel Castro, pues entrenó en Cuba a muchos de los jóvenes revolucionarios que luego participaron en la violencia política en la Argentina para terminar aliándose con los militares que los reprimieron, torturaron, asesinaron o los desaparecieron. Ante esta traición escandalosa, los organismos de derechos humanos en la Argentina siguen ciegamente defendiendo el régimen cubano y a Fidel Castro.
Al respecto, a raíz de la muerte del anciano dictador cubano, la titular de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, publicó, en Página/12, un artículo titulado "Mis encuentros con un hombre íntegro", donde señala: "Él sabía quiénes éramos, por qué éramos Madres o Abuelas de Plaza de Mayo y quiénes y por qué habían matado a nuestros hijos, a nuestros revolucionarios". Lo increíble es que empieza el artículo afirmando: "Lo conocí por primera vez cuando la Federación de Mujeres de la Revolución nos invitó a las abuelas a la isla, en 1984". Es decir, no las invitó en plena dictadura, porque entonces Fidel Castro era aliado de los militares e incluso hasta en 1982 Cuba recibió al entonces canciller argentino, Nicanor Costa Méndez, para apoyar la invasión armada a las Islas Malvinas.
Estas contradicciones de los organismos de derechos humanos de la Argentina en realidad no son tales, pues lo cierto es que no comparten la ideología liberal progresista de la declaración adoptada por la ONU el 10 de diciembre de 1948. Para los organismos, los derechos políticos y civiles, conocidos como los de primera generación, siguen siendo "libertades burguesas" y contra ellos lucharon por la vía armada muchos de los que luego fueron víctimas de la represión ilegal durante la última dictadura militar en la Argentina. Figuras emblemáticas de los organismos reivindican los medios y los fines de la lucha armada de los años setenta y pocos familiares del terrorismo de Estado, como fue el caso del matrimonio uruguayo Rovira-Grieco, tendrán la grandeza de criticar a Cuba y de reconocer que sus seres queridos lamentablemente murieron "luchando por un espejismo".
Lo concreto es que una referente de los derechos humanos no puede mantenerse indiferente frente a las violaciones que se producen en dictaduras remanentes y tampoco ignorar hechos tan categóricos de la historia para seguir defendiendo lo indefendible. Es hora de cuestionar la credibilidad de Estela de Carlotto, quien hace muy poco, al responder en una entrevista con el diario La Nación sobre la cifra oficial de desaparecidos en la Argentina, afirmó que trataban de hacerla quedar como mentirosa. Ella misma, con sus dichos y sus acciones, deja muy en claro que carece de integridad en la defensa de los derechos humanos.
Fuente: Infobae (Buenos Aires, Argentina)