Artículos
Monitoreo de la gobernabilidad democrática
Apostando al olvido
Por Ricardo López Göttig
La campaña electoral por la renovación de la mitad de la Cámara de Diputados y un tercio del Senado ha comenzado, distorsionada por el intento gubernamental de convertir a esta elección en un plebiscito sobre la administración de Néstor Kirchner. Este recurso no es nuevo en la ajetreada vida cívica argentina. Hipólito Yrigoyen publicitó a su retorno a la Casa de Gobierno, en 1928, como un plebiscito en torno a su figura carismática y su difuso programa populista. Juan Domingo Perón utilizó también este mecanismo, y su esposa María Eva Duarte no se cansaba de recordar que "votar contra Perón era votar contra el país", un modo poco sutil de denominar traidores a la nación a los partidos de oposición.
El falso plebiscito de Kirchner está viciado, además, porque el actual gobierno federal apuesta al olvido como carta de triunfo electoral. Han sido tan pocos sus logros y tantos sus desaciertos, que sólo fundándose en la escasa memoria pueden ganar los candidatos oficialistas. Recordemos, por ejemplo, el tan extraordinario anuncio de las millonarias inversiones chinas hacia fines del año pasado. Luego de los fuegos de artificio, tanto despliegue publicitario demostró ser una chispa de ilusiones que se perdió como una estrella fugaz en el horizonte. Un gravísimo paso de la administración Kirchner fue el decreto de inspiración totalitaria por el cual quedaban guardados por diez años todas las comunicaciones telefónicas, los correos electrónicos y los chats de cada uno de nosotros, afectando la privacidad y vulnerando principios constitucionales. Los ministros responsables y firmantes del decreto 1563/04, sin embargo, continúan en sus funciones, sin que las fuerzas de la oposición hayan reclamado sus renuncias, a pesar de que es evidente de que fueron iluminados por las mismas musas que asesoraron a Stalin y Mussolini.
La única idea que esgrime el oficialismo, la única consigna que lo alienta, es la de respaldar al presidente y encolumnarse tras su mando. Esto no es nuevo, sino ya demasiado viejo y de resultados desastrosos. Cabe citar a un ilustre parlamentario que reflexionó en la cámara de diputados sobre la política del entonces presidente de la República: "Yo recuerdo la última campaña electoral de la ciudad de Buenos Aires. El presidente de la República fue tomado como bandera, como único programa: vimos su nombre pintado en todos los cordones de las aceras de la ciudad, vimos su nombre presentado como programa de un partido político de improvisada formación. El nombre del presidente era todo el programa. Es éste un hecho que no había visto antes. Aun cuando trato de evocar en lo más remoto de mis recuerdos, no sé que un presidente argentino -salvo la época incondicional que dio lugar al 90- haya prestado su nombre para una mezquina campaña electoral". El diputado era el socialista Dr. Nicolás Repetto, en la sesión del 27 de septiembre de 1942; el presidente de la República, el conservador Ramón Castillo. Nada ha cambiado en los últimos sesenta años.
La administración Kirchner ha levantado desde sus comienzos la bandera de la memoria, aun cuando haga de su ausencia el fundamento de su supervivencia electoral. En este plebiscito de la memoria y el olvido que se aproxima, es bueno recordar qué se ha hecho y cuánto ha quedado en el mundo de las promesas.
Ricardo López Göttig es Doctor en Historia.
lopezgottig@generacion37.org
www.generacion37.org
Ricardo López GöttigDirector del Instituto Václav Havel
Profesor y Doctor en Historia, egresado de la Universidad de Belgrano y de la Universidad Karlova de Praga (República Checa), respectivamente. Doctorando en Ciencia Política. Es profesor titular de Historia Contemporánea en la Universidad de Belgrano, y profesor en las maestrías en Relaciones Internacionales de la UB y de la Universidad del Salvador. Fue profesor visitante en la Universidad Torcuato Di Tella, en la Universidad ORT Uruguay y en la Universidad de Pavía (Italia). Autor de los libros “Origen, mitos e influencias del antisemitismo en el mundo” (2019) y “Milada Horáková. Defensora de los derechos humanos y víctima de los totalitarismos” (2020), ambos publicados por CADAL y la Fundación Konrad Adenauer, entre otros. Fue Director de Museos y Preservación Patrimonial de la Provincia de Buenos Aires (2015-2019).
La campaña electoral por la renovación de la mitad de la Cámara de Diputados y un tercio del Senado ha comenzado, distorsionada por el intento gubernamental de convertir a esta elección en un plebiscito sobre la administración de Néstor Kirchner. Este recurso no es nuevo en la ajetreada vida cívica argentina. Hipólito Yrigoyen publicitó a su retorno a la Casa de Gobierno, en 1928, como un plebiscito en torno a su figura carismática y su difuso programa populista. Juan Domingo Perón utilizó también este mecanismo, y su esposa María Eva Duarte no se cansaba de recordar que "votar contra Perón era votar contra el país", un modo poco sutil de denominar traidores a la nación a los partidos de oposición.
El falso plebiscito de Kirchner está viciado, además, porque el actual gobierno federal apuesta al olvido como carta de triunfo electoral. Han sido tan pocos sus logros y tantos sus desaciertos, que sólo fundándose en la escasa memoria pueden ganar los candidatos oficialistas. Recordemos, por ejemplo, el tan extraordinario anuncio de las millonarias inversiones chinas hacia fines del año pasado. Luego de los fuegos de artificio, tanto despliegue publicitario demostró ser una chispa de ilusiones que se perdió como una estrella fugaz en el horizonte. Un gravísimo paso de la administración Kirchner fue el decreto de inspiración totalitaria por el cual quedaban guardados por diez años todas las comunicaciones telefónicas, los correos electrónicos y los chats de cada uno de nosotros, afectando la privacidad y vulnerando principios constitucionales. Los ministros responsables y firmantes del decreto 1563/04, sin embargo, continúan en sus funciones, sin que las fuerzas de la oposición hayan reclamado sus renuncias, a pesar de que es evidente de que fueron iluminados por las mismas musas que asesoraron a Stalin y Mussolini.
La única idea que esgrime el oficialismo, la única consigna que lo alienta, es la de respaldar al presidente y encolumnarse tras su mando. Esto no es nuevo, sino ya demasiado viejo y de resultados desastrosos. Cabe citar a un ilustre parlamentario que reflexionó en la cámara de diputados sobre la política del entonces presidente de la República: "Yo recuerdo la última campaña electoral de la ciudad de Buenos Aires. El presidente de la República fue tomado como bandera, como único programa: vimos su nombre pintado en todos los cordones de las aceras de la ciudad, vimos su nombre presentado como programa de un partido político de improvisada formación. El nombre del presidente era todo el programa. Es éste un hecho que no había visto antes. Aun cuando trato de evocar en lo más remoto de mis recuerdos, no sé que un presidente argentino -salvo la época incondicional que dio lugar al 90- haya prestado su nombre para una mezquina campaña electoral". El diputado era el socialista Dr. Nicolás Repetto, en la sesión del 27 de septiembre de 1942; el presidente de la República, el conservador Ramón Castillo. Nada ha cambiado en los últimos sesenta años.
La administración Kirchner ha levantado desde sus comienzos la bandera de la memoria, aun cuando haga de su ausencia el fundamento de su supervivencia electoral. En este plebiscito de la memoria y el olvido que se aproxima, es bueno recordar qué se ha hecho y cuánto ha quedado en el mundo de las promesas.
Ricardo López Göttig es Doctor en Historia.
lopezgottig@generacion37.org
www.generacion37.org