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Monitoreo de la gobernabilidad democrática
UN PRESIDENTE QUE BUSCA CAMBIAR LA HISTORIA
La asunción de Nicanor Duarte Frutos como presidente de Paraguay parece cerrar uno de los procesos mas críticos de la historia contemporánea paraguaya y sin duda el mas caótico desde la recuperación de la democracia en 1989. La llegada de Nicanor -como se le conoce popularmente- al Palacio de López, ha reavivado las esperanzas de estabilidad institucional, de reforma del sistema político y de reactivación económica en el pueblo paraguayo. Sin embargo, el camino hacia cristalización de dichas esperanzas esta plagado de obstáculos, algunos de los cuales hunden sus raíces desde hace décadas en la política del país.
Por Matías Franchini
9 de Septiembre de 2003
La asunción de Nicanor Duarte Frutos como presidente de Paraguay parece cerrar uno de los procesos mas críticos de la historia contemporánea paraguaya y sin duda el mas caótico desde la recuperación de la democracia en 1989. La llegada de Nicanor (como se le conoce popularmente) al Palacio de López, ha reavivado las esperanzas de estabilidad institucional, de reforma del sistema político y de reactivación económica en el pueblo paraguayo. Sin embargo, el camino hacia cristalización de dichas esperanzas esta plagado de obstáculos, algunos de los cuales hunden sus raíces desde hace décadas en la política del país.
La apertura de la crisis
En marzo de 1999, sorprendió a propios y extraños el cruento atentado que acabó con la vida de Luis Maria Argaña, entonces vicepresidente de la Republica. Este episodio desemboco en una crisis política que puso en peligro la propia continuidad de la democracia paraguaya. El mismísimo Presidente de la Nación fue sospechado de tener algún tipo de vinculo con el crimen, mientras que el hombre fuerte del Paraguay, el General Lino Oviedo, era acusado de la autoría intelectual del hecho. La posibilidad de un golpe de estado era cada vez mas cercana. En medio de violentas protestas callejeras, donde ocho personas murieron blanco de francotiradores, el presidente Raúl Cubas renunció a su puesto solo cinco días después del magnicidio, mientas Lino Oviedo volaba a la Argentina buscando los brazos del Presidente Menem. El diputado colorado Luis González Macchi, tras una decisión del Congreso paraguayo, se hacía cargo de la primera magistratura. Más tarde, la Corte Suprema anunciaba que este debía terminar el período de cinco años de Cubas Grau.
La precaria legitimidad de origen del nuevo presidente, le permitió hacerse cargo de la situación, pero nunca logró los apoyos necesarios para una buena administración, ni siquiera en su propio partido, que sufría una profunda división interna. Por su parte, tampoco González Macchi ayudó a estabilizar la situación política, su mandato estuvo plagado de denuncias sobre corrupción, que incluyeron la utilización de un auto robado como vehículo presidencial y el desvío de fondos de bancos privados intervenidos por el Estado. Enfrentó seis procesos de juicio político y, aunque los sorteó con éxito, el último de ellos casi lo deja fuera del cargo.
En el ámbito económico, la gestión tampoco fue buena, la pobreza, el desempleo, las deudas y la inseguridad se acentuaron, a tal punto que hacia el final de su periodo, uno de cada diez paraguayos consideraban su gobierno como muy malo. El mismo González Macchi reconoció en su discurso de despedida que no había obtenido los resultados deseados en la lucha contra la corrupción, en mejorar la economía, ni en la solución de los problemas sociales.
En este contexto se realizaron las elecciones presidenciales del 27 de abril de 2003. El candidato del Partido Colorado, Nicanor Duarte, se impuso en ellas por un margen de casi 15 puntos porcentuales, alcanzando el 38.7% de los votos, relegando a los candidatos del Partido Liberal Autentico, Julio Cesar Franco y de Patria Querida, Pedro Fadul.
Nicanor
Nicanor Duarte Frutos, es un abogado y periodista que representa la nueva generación de políticos que surgió del Partido Colorado paraguayo tras la caída del dictador Alfredo Stroessner en 1989.
Nació el 11 de Octubre de 1956 en la Ciudad de Coronel Oviedo, ubicada en una región agrícola del centro del país. De padre policía y madre maestra, proviene de una familia de pocos recursos. Trabajó en aserraderos desde los 11 años y en la década del setenta se radicó en Asunción donde comenzó a trabajar en la prensa, hasta convertirse en un conocido columnista político. Afiliado al Partido Colorado desde los 14 años, después de la caída de Stroessner y de la mano del ex vicepresidente Angel Roberto Seifart, Duarte empezó a escalar posiciones dentro de la estructura partidaria y a ocupar cargos públicos. Fue viceministro de Educación del gobierno del general Andrés Rodríguez (1989/93) y titular de esa cartera en la administración de Juan Carlos Wasmosy (1993/98). Después volvió a ocupar ese cargo durante el gobierno de Luis González Macchi, hasta enero de 2001. Sin embargo, su camino hacia la presidencia comenzó realmente tras la caída de Raúl Cubas en marzo de 1999 y la proscripción política decretada sobre el tutor de éste, el ex general Lino Oviedo. Duarte no se involucró en las persecuciones llevadas adelante por el gobierno de González Macchi contra los oviedistas y su temprano retiro de su administración le permitió evitar las acusaciones de corrupción que paulatinamente fueron desprestigiando a quienes podían disputarle la candidatura. Tras convertirse en presidente de su partido en mayo de 2001 e imponerse en la elecciones internas en diciembre de 2002, comenzó un trabajo de conciliación que le permitió pacificar las filas del coloradismo. Su búsqueda de consenso sin embargo, trascendió las filas de su propio partido, y buscó acuerdos con los principales dirigentes de la oposición, especialmente luego de ganar las elecciones del 27 de abril, buscando asegurar un piso de gobernabilidad para afrontar la difícil situación del país.
Duarte Frutos se ha presentado como un dirigente renovador, carente de vínculos con el gobierno militar de Stroessner y con el pasado más oscuro del partido que gobierna el país desde hace mas de medio siglo. Además, su compromiso con una reforma profunda del sistema político paraguayo (uno de los lemas de su campaña) ha generado una gran expectativa en la opinión publica.
Promesas y realidades
"Venimos para cambiar la historia del Paraguay". Esta frase, dicha por el presidente Duarte durante la ceremonia de asunción, resume la intención del nuevo mandatario y a su vez sintetiza las esperanzas del pueblo paraguayo. Según las palabras del propio mandatario el objetivo es encauzar una transformación profunda de la política y la economía; la lucha contra la corrupción y la impunidad, la recuperación de la confianza en la instituciones y la promoción de un nuevo modelo económico basado en la agroindustrializacion que combata la pobreza e inequidad social, son los instrumentos planteados para sacar al Paraguay de la crisis.
Sin embargo, es una tarea titánica la que tiene por delante la nueva administración, ya que el país sufre problemas institucionales crónicos, junto con el agravamiento progresivo de las principales variables económicas. Económica y socialmente, Paraguay es un país al borde del colapso: el PBI per capita ha caído a la mitad en los últimos seis años para ubicarse en torno de los U$S 900; la pobreza castiga a la mitad de la población y la indigencia a un cuarto de los paraguayos; el sistema de salud está en crisis y los índices de educación muestran alarmantes cifras de deserción. El desempleo ronda el 17% de la población económicamente activa y el subempleo alcanza los 20 puntos porcentuales. El déficit fiscal se ubicó en torno 3% del PBI en el año 2002, mientras que los vencimientos de deuda externa alcanzan los U$S 156 millones entre agosto y diciembre de este año, haciendo del default una realidad posible. La dimensión de la economía informal, calculada en un 20% del producto, junto con los altísimos niveles de evasión impositiva (73.5%), agravan aun más la situación de las fiscal del Estado [1].
Párrafo aparte merece la cuestión del contrabando, responsable de aproximadamente un quinto de la economía paraguaya y que, según el Índice de Libertad Económica de 2003, hace de Paraguay un "centro de regional de piratería y falsificación y un punto de trasbordo de productos ilegales transportados hacia mercados limítrofes mas grandes" [2]. El contrabando se ha convertido desde hace años en uno de los problemas centrales del escenario paraguayo, le ha traído grandes perjuicios fiscales al estado y le ha valido críticas internacionales. El presidente Duarte ha prometido reprimir esta situación crónica y construir un sistema de legalidad, pero la dificultad radica en la gran porción de la población que se gana la vida en esta forma irregular.
No obstante, no son solo económicos los problemas que enfrenta el nuevo presidente, el Paraguay pasa por una profunda crisis de credibilidad de las instituciones republicanas. Ya se dijo anteriormente que el presidente González Macchi no logró captar la adhesión de los ciudadanos y enfrenta un proceso judicial por desvío de fondos públicos, pero también el Congreso que acompañó su mandato estuvo fuertemente cuestionado, minado por divisiones fueron muchas las cesiones que fracasaron por falta de quórum. La Corte Suprema de Justicia de la Nación -máxima instancia judicial- ha sido blanco de ataques por parte de la prensa y la opinión publica que la ha considerado presa de intereses particulares, el propio Nicanor Duarte prometió una renovación profunda del poder judicial, aun si eso implicaba la remoción de los jueces del Superior Tribunal, situación que aparece cada vez más cercana. La corrupción y la impunidad son parte del paisaje político en el Paraguay y son un foco de profunda inestabilidad, además de las sabidas consecuencias que trae sobre la actividad económica.
Sin embargo, y como se mencionó anteriormente, el presidente ha logrado unificar tras de si gran parte del Partido Colorado, la principal fuerza política del país, y ha logrado el compromiso de la oposición para sacar al Paraguay de la crisis, logrando una base de apoyo de la que careció la anterior administración. Esto no parece ser suficiente, pero por lo menos abre un panorama más optimista de cara al futuro. La llegada de Duarte a la presidencia cierra una etapa de profunda inestabilidad política en el Paraguay y el hecho de haber sido elegido en forma clara y en un proceso eleccionario limpio le da un margen de legitimidad que no tuvo el anterior gobierno. Dependerá de la capacidad del presidente y su administración el que Paraguay entre en una etapa de reformas y comience a caminar la senda del crecimiento.
[1] Los datos provienen de la Encuesta de Hogares 1998/99, y sus proyecciones estimadas para el censo 2002.
[2] O´DRISCOLL (Jr.), Gerald P.; FEULNER, Edwin J.; y O´GRADY, Mary A.; Índice de Libertad Económica 2003; The Heritage Foundation; Washington D.C., 2003.
Matías FranchiniConsejero AcadémicoEs Profesor Principal de la Facultad de Estudios Internacionales, Políticos y Urbanos de la Universidad del Rosario, en Bogotá. Doctor en Relaciones Internacionales por la Universidad de Brasilia y Licenciado en Ciencia Política por la Universidad Católica de Buenos Aires. Fue investigador visitante en la Woodrow Wilson School de la Universidad de Princeton. Es autor de varias publicaciones en inglés, portugués y español en las áreas de gobernanza global, estudios latinoamericanos y política internacional del cambio climático.
9 de Septiembre de 2003
La asunción de Nicanor Duarte Frutos como presidente de Paraguay parece cerrar uno de los procesos mas críticos de la historia contemporánea paraguaya y sin duda el mas caótico desde la recuperación de la democracia en 1989. La llegada de Nicanor (como se le conoce popularmente) al Palacio de López, ha reavivado las esperanzas de estabilidad institucional, de reforma del sistema político y de reactivación económica en el pueblo paraguayo. Sin embargo, el camino hacia cristalización de dichas esperanzas esta plagado de obstáculos, algunos de los cuales hunden sus raíces desde hace décadas en la política del país.
La apertura de la crisis
En marzo de 1999, sorprendió a propios y extraños el cruento atentado que acabó con la vida de Luis Maria Argaña, entonces vicepresidente de la Republica. Este episodio desemboco en una crisis política que puso en peligro la propia continuidad de la democracia paraguaya. El mismísimo Presidente de la Nación fue sospechado de tener algún tipo de vinculo con el crimen, mientras que el hombre fuerte del Paraguay, el General Lino Oviedo, era acusado de la autoría intelectual del hecho. La posibilidad de un golpe de estado era cada vez mas cercana. En medio de violentas protestas callejeras, donde ocho personas murieron blanco de francotiradores, el presidente Raúl Cubas renunció a su puesto solo cinco días después del magnicidio, mientas Lino Oviedo volaba a la Argentina buscando los brazos del Presidente Menem. El diputado colorado Luis González Macchi, tras una decisión del Congreso paraguayo, se hacía cargo de la primera magistratura. Más tarde, la Corte Suprema anunciaba que este debía terminar el período de cinco años de Cubas Grau.
La precaria legitimidad de origen del nuevo presidente, le permitió hacerse cargo de la situación, pero nunca logró los apoyos necesarios para una buena administración, ni siquiera en su propio partido, que sufría una profunda división interna. Por su parte, tampoco González Macchi ayudó a estabilizar la situación política, su mandato estuvo plagado de denuncias sobre corrupción, que incluyeron la utilización de un auto robado como vehículo presidencial y el desvío de fondos de bancos privados intervenidos por el Estado. Enfrentó seis procesos de juicio político y, aunque los sorteó con éxito, el último de ellos casi lo deja fuera del cargo.
En el ámbito económico, la gestión tampoco fue buena, la pobreza, el desempleo, las deudas y la inseguridad se acentuaron, a tal punto que hacia el final de su periodo, uno de cada diez paraguayos consideraban su gobierno como muy malo. El mismo González Macchi reconoció en su discurso de despedida que no había obtenido los resultados deseados en la lucha contra la corrupción, en mejorar la economía, ni en la solución de los problemas sociales.
En este contexto se realizaron las elecciones presidenciales del 27 de abril de 2003. El candidato del Partido Colorado, Nicanor Duarte, se impuso en ellas por un margen de casi 15 puntos porcentuales, alcanzando el 38.7% de los votos, relegando a los candidatos del Partido Liberal Autentico, Julio Cesar Franco y de Patria Querida, Pedro Fadul.
Nicanor
Nicanor Duarte Frutos, es un abogado y periodista que representa la nueva generación de políticos que surgió del Partido Colorado paraguayo tras la caída del dictador Alfredo Stroessner en 1989.
Nació el 11 de Octubre de 1956 en la Ciudad de Coronel Oviedo, ubicada en una región agrícola del centro del país. De padre policía y madre maestra, proviene de una familia de pocos recursos. Trabajó en aserraderos desde los 11 años y en la década del setenta se radicó en Asunción donde comenzó a trabajar en la prensa, hasta convertirse en un conocido columnista político. Afiliado al Partido Colorado desde los 14 años, después de la caída de Stroessner y de la mano del ex vicepresidente Angel Roberto Seifart, Duarte empezó a escalar posiciones dentro de la estructura partidaria y a ocupar cargos públicos. Fue viceministro de Educación del gobierno del general Andrés Rodríguez (1989/93) y titular de esa cartera en la administración de Juan Carlos Wasmosy (1993/98). Después volvió a ocupar ese cargo durante el gobierno de Luis González Macchi, hasta enero de 2001. Sin embargo, su camino hacia la presidencia comenzó realmente tras la caída de Raúl Cubas en marzo de 1999 y la proscripción política decretada sobre el tutor de éste, el ex general Lino Oviedo. Duarte no se involucró en las persecuciones llevadas adelante por el gobierno de González Macchi contra los oviedistas y su temprano retiro de su administración le permitió evitar las acusaciones de corrupción que paulatinamente fueron desprestigiando a quienes podían disputarle la candidatura. Tras convertirse en presidente de su partido en mayo de 2001 e imponerse en la elecciones internas en diciembre de 2002, comenzó un trabajo de conciliación que le permitió pacificar las filas del coloradismo. Su búsqueda de consenso sin embargo, trascendió las filas de su propio partido, y buscó acuerdos con los principales dirigentes de la oposición, especialmente luego de ganar las elecciones del 27 de abril, buscando asegurar un piso de gobernabilidad para afrontar la difícil situación del país.
Duarte Frutos se ha presentado como un dirigente renovador, carente de vínculos con el gobierno militar de Stroessner y con el pasado más oscuro del partido que gobierna el país desde hace mas de medio siglo. Además, su compromiso con una reforma profunda del sistema político paraguayo (uno de los lemas de su campaña) ha generado una gran expectativa en la opinión publica.
Promesas y realidades
"Venimos para cambiar la historia del Paraguay". Esta frase, dicha por el presidente Duarte durante la ceremonia de asunción, resume la intención del nuevo mandatario y a su vez sintetiza las esperanzas del pueblo paraguayo. Según las palabras del propio mandatario el objetivo es encauzar una transformación profunda de la política y la economía; la lucha contra la corrupción y la impunidad, la recuperación de la confianza en la instituciones y la promoción de un nuevo modelo económico basado en la agroindustrializacion que combata la pobreza e inequidad social, son los instrumentos planteados para sacar al Paraguay de la crisis.
Sin embargo, es una tarea titánica la que tiene por delante la nueva administración, ya que el país sufre problemas institucionales crónicos, junto con el agravamiento progresivo de las principales variables económicas. Económica y socialmente, Paraguay es un país al borde del colapso: el PBI per capita ha caído a la mitad en los últimos seis años para ubicarse en torno de los U$S 900; la pobreza castiga a la mitad de la población y la indigencia a un cuarto de los paraguayos; el sistema de salud está en crisis y los índices de educación muestran alarmantes cifras de deserción. El desempleo ronda el 17% de la población económicamente activa y el subempleo alcanza los 20 puntos porcentuales. El déficit fiscal se ubicó en torno 3% del PBI en el año 2002, mientras que los vencimientos de deuda externa alcanzan los U$S 156 millones entre agosto y diciembre de este año, haciendo del default una realidad posible. La dimensión de la economía informal, calculada en un 20% del producto, junto con los altísimos niveles de evasión impositiva (73.5%), agravan aun más la situación de las fiscal del Estado [1].
Párrafo aparte merece la cuestión del contrabando, responsable de aproximadamente un quinto de la economía paraguaya y que, según el Índice de Libertad Económica de 2003, hace de Paraguay un "centro de regional de piratería y falsificación y un punto de trasbordo de productos ilegales transportados hacia mercados limítrofes mas grandes" [2]. El contrabando se ha convertido desde hace años en uno de los problemas centrales del escenario paraguayo, le ha traído grandes perjuicios fiscales al estado y le ha valido críticas internacionales. El presidente Duarte ha prometido reprimir esta situación crónica y construir un sistema de legalidad, pero la dificultad radica en la gran porción de la población que se gana la vida en esta forma irregular.
No obstante, no son solo económicos los problemas que enfrenta el nuevo presidente, el Paraguay pasa por una profunda crisis de credibilidad de las instituciones republicanas. Ya se dijo anteriormente que el presidente González Macchi no logró captar la adhesión de los ciudadanos y enfrenta un proceso judicial por desvío de fondos públicos, pero también el Congreso que acompañó su mandato estuvo fuertemente cuestionado, minado por divisiones fueron muchas las cesiones que fracasaron por falta de quórum. La Corte Suprema de Justicia de la Nación -máxima instancia judicial- ha sido blanco de ataques por parte de la prensa y la opinión publica que la ha considerado presa de intereses particulares, el propio Nicanor Duarte prometió una renovación profunda del poder judicial, aun si eso implicaba la remoción de los jueces del Superior Tribunal, situación que aparece cada vez más cercana. La corrupción y la impunidad son parte del paisaje político en el Paraguay y son un foco de profunda inestabilidad, además de las sabidas consecuencias que trae sobre la actividad económica.
Sin embargo, y como se mencionó anteriormente, el presidente ha logrado unificar tras de si gran parte del Partido Colorado, la principal fuerza política del país, y ha logrado el compromiso de la oposición para sacar al Paraguay de la crisis, logrando una base de apoyo de la que careció la anterior administración. Esto no parece ser suficiente, pero por lo menos abre un panorama más optimista de cara al futuro. La llegada de Duarte a la presidencia cierra una etapa de profunda inestabilidad política en el Paraguay y el hecho de haber sido elegido en forma clara y en un proceso eleccionario limpio le da un margen de legitimidad que no tuvo el anterior gobierno. Dependerá de la capacidad del presidente y su administración el que Paraguay entre en una etapa de reformas y comience a caminar la senda del crecimiento.
[1] Los datos provienen de la Encuesta de Hogares 1998/99, y sus proyecciones estimadas para el censo 2002.
[2] O´DRISCOLL (Jr.), Gerald P.; FEULNER, Edwin J.; y O´GRADY, Mary A.; Índice de Libertad Económica 2003; The Heritage Foundation; Washington D.C., 2003.