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Observatorio de Relaciones Internacionales y Derechos Humanos
La autocracia de Bielorrusia en el BTI 2006-2024
De acuerdo con el Bertelsmann Transformation Index (BTI), Bielorrusia se ha mantenido clasificada como una autocracia desde 2006 a 2024. A tal efecto ha contribuido principalmente la centralización del poder en el presidente Lukashenko. En Bielorrusia se reprimen todas las formas de disidencia pública, se limitaron los derechos de la población y se establecieron tropas rusas. Por Victoria Farina
Durante los últimos años de la Unión Soviética, la élite bielorrusa no promovió la liberalización y si bien emergió un movimiento independentista, este fracasó por falta de identidad nacional y el deseo de la élite de seguir disfrutando de los beneficios de la cooperación con Rusia. Por lo que su independencia fue resultado del fallido golpe de estado en agosto de 1991, y recién en 1994 se promulgó la constitución. En las elecciones presidenciales de ese mismo año, ganó Aleksandr Lukashenko, quien, desde entonces, ha gobernado el país.
El Bertelsmann Transformation Index (BTI) analiza los procesos de transformación hacia la democracia y la economía de mercado de 137 países en perspectiva internacional comparada e identifica las estrategias exitosas para la transformación pacífica. Para ello, analiza los cambios que han tenido lugar de acuerdo a tres dimensiones: la transformación política, económica y la calidad de la gobernanza. Los informes resultantes utilizan una metodología mixta mediante encuestas cualitativas estandarizadas a expertos nacionales que luego convierten en clasificadores numéricos por cada indicador, los cuales son revisados por locales y extranjeros.
En el ranking internacional, Bielorrusia ocupa el lugar 97. Puede observarse la evolución entre 2006 y 2024 de dichos resultados de Bielorrusia en el siguiente gráfico:
Fuente: Puntaje de Bielorrusia en Transformación Política, Transformación Económica y Gobernanza (1-10) de 2006 a 2024. Elaboración propia a partir del BTI.
Durante los 18 años analizados por el BTI, Bielorrusia siempre fue categorizada como una “autocracia de línea dura” tras obtener un bajo desempeño en los indicadores de transformación política.
Aunque la independencia y soberanía del país es aceptada por la población, la ideología patriótica del Estado es impugnada por algunos como perjudicial para la consolidación nacional. A lo largo de su historia, el país ha tenido problemas para diferenciar la identidad rusa y la bielorrusa, pero a partir de 2008 ha mejorado. En 2014, en parte como reacción a la crisis ruso-ucraniana, y pese a la propaganda de influencia rusa, Lukashenko ha intentado reducir la dependencia de Rusia. En este sentido, la campaña del 2020 trajo una creciente conciencia cívica y nacional. Sin embargo, desde el comienzo de la guerra ruso-ucraniana, las autoridades han afirmado que sólo podrán mantener la soberanía e independencia del país por medio de una alianza con Rusia, mientras que la población se muestra a favor de un acercamiento a la Unión Europea. Por otra parte, Lukashenko buscó el apoyo económico, político e incluso militar de Moscú para conservar su poder, a cambio de aceptar la integración político-económica de Ucrania en 2021 y de proporcionarle territorio e infraestructura militar a las tropas rusas para la ofensiva en 2022, así como también el estatus de extraterritorialidad.
TRANSFORMACIÓN POLÍTICA. En esta dimensión el BTI mide la presencia y la viabilidad de la democracia, el estado de derecho y la estabilidad de las instituciones democráticas. En el reporte del BTI 2024 Bielorrusia obtuvo un puntaje de 3,47, lo cual implica un empeoramiento del 0,50 desde el 2006 y respectivamente en todos los indicadores, menos en el de la Estabilidad de las Instituciones que se ha mantenido relativamente estable. Por lo que, en el ranking global, ocupa el lugar número 107.
Desde 1994, Lukashenko ha consolidado un régimen hiperpresidencialista gracias a los referéndums constitucionales de 1996 y 2004, que le permitieron presentarse en las elecciones para un tercer y sucesivos mandatos. A lo largo de su gobierno, el sistema político (tanto vertical como horizontalmente) se ha encontrado bajo el control del poder ejecutivo, apoyándose principalmente en las fuerzas de seguridad y los órganos de enjuiciamiento. Esto ha repercutido en el desempeño de Bielorrusia en los criterios del BTI del Estado de derecho y en la estabilidad de las instituciones.
En efecto, el presidente es responsable por la toma de decisiones políticas. En este sentido, existe una muy limitada separación de poderes. Por un lado, los tribunales se encuentran subordinados al ejecutivo, quien elige a casi todos los jueces de las cortes, a excepción de 6 de ellos pertenecientes a la Corte Constitucional que son elegidos por el parlamento (desde el BTI 2006, la calificación del Poder judicial independiente bielorruso ha desmejorado de 4 a 3 puntos). Es más, representantes del ejecutivo y de las agencias de seguridad nacionales y regionales frecuentemente intervienen en los juicios. Así, ha demostrado su imposibilidad de salvaguardar los derechos humanos y la libertad, convirtiéndose en parte del aparato político represivo. Por consiguiente, la implementación de medidas anti-corrupción resulta inconsistente y se suma la falta de transparencia, disminuyendo de 5 puntos en el 2020 a 3 puntos en el 2024. Por otro lado, dentro de la Asamblea Nacional, que es un parlamento bicameral y desempeña un papel ceremonial, la oposición no estuvo representada entre 2004 y 2016.
Según la Oficina de Instituciones Democráticas y Derechos Humanos, desde el 2001, ninguna elección ha sido reconocida por la comunidad internacional como libre y justa. A pesar de que en las elecciones de 2015 y 2016 se registraron ciertos avances, en las de 2019 no se registró una oposición verdadera, hubo severas restricciones a los medios de comunicación, falta de seguridad durante el periodo de votaciones y falta de transparencia durante el conteo. Esto marcó el ambiente de la campaña presidencial del 2020, tras la cual tuvieron lugar una serie de protestas generalizadas, en respuesta al fraude y la manipulación electoral, que fueron fuertemente reprimidas por la policía (arrestos masivos, tortura y violencia). A partir de entonces la represión aumentó aún más. Finalmente, en las elecciones del 2023 se anunció la obligatoriedad de la inscripción de los partidos para marginar a la oposición y a prominentes figuras de la sociedad civil, encarcelarlos u obligarlos a salir del país. Como consecuencia, únicamente aquellos leales a las autoridades gobernantes tienen la posibilidad de participar en las elecciones, lo que generó una disminución en la puntuación de Bielorrusia en el indicador de participación política que en el 2018 y 2020 era de 3 puntos a 1,8 puntos en 2024. Por lo tanto, la puntuación en el indicador Elecciones libres y justas se ha mantenido en un bajo nivel de 2 puntos, con una leve mejora a 3 puntos en los BTI 2018 y 2020.
La situación de los derechos se ha deteriorado como consecuencia de la política de disuasión de la oposición, sobre todo tras las elecciones del 2020, mediante desapariciones forzadas, acoso, represión, entre otros. En este sentido, se ha deteriorado el espacio cívico a causa de que en su práctica es definida por el gobierno que abusa de su poder en orden a discriminar y oprimir a ciertas minorías étnicas, grupos sociales y de interés que no apoyan el régimen. Por lo que, la calificación de Bielorrusia en el BTI 2024 disminuyó a 1 punto en el indicador Derechos Civiles. Del mismo modo, la libertad de expresión (que obtuvo 2 puntos) se encuentra restringida y la religiosa en la práctica tampoco se aplica, ya que se restringe la actividad religiosa, se censura la literatura, se prohíbe a los extranjeros el formar parte de las comunidades religiosas y mediante un decreto del 2023 deben registrarse ante el gobierno, regulando así excesivamente la libertad de conciencia.
TRANSFORMACIÓN ECONÓMICA. En cuanto al Estado de la Economía del Mercado, mide el nivel socioeconómico en términos de apertura de mercado y bienestar social, la liberalización del mismo y el desempeño macroeconómico. En esta dimensión Bielorrusia ha obtenido los mejores resultados en comparación con el resto, pero se encuentra fuertemente debilitada. En el reporte 2024 del BTI ha alcanzado el puntaje de 5,02, disminuyendo 0,21 puntos respecto al reporte de 2022. Dentro del ranking, se encuentra en el puesto 80 de los 137 países examinados por el BTI.
Aunque Bielorrusia se encuentra entre los países con un alto índice de desarrollo humano, hay un deterioro de la esperanza de vida, años de escolarización y la renta per cápita.
Como señala el BTI, la competencia del mercado siempre funcionó en un marco institucional débil. Dado que, desde 2006, se aplica una política de intervención y el sistema bancario quedó en manos del Estado. Sin embargo, la economía (principalmente el comercio y la industria) se ha visto afectada por las sanciones impuestas por Occidente, y mediante la suba de impuestos y las regulaciones, el gobierno ha desalentado a las empresas privadas, que juegan un papel crucial en la economía. Esta tendencia continúa hasta la actualidad, junto con un aumento de las políticas represivas por la crisis del 2020, restricciones a las inversiones extranjeras, expropiaciones, entre otros. Por lo que, la organización del mercado que desde 2006 se había mantenido en 4,8 puntos ha disminuido 1 punto quedando en 3,8 puntos y el respeto a la propiedad privada que desde 2006 (con 2 puntos) había aumentado, a partir del 2021 comenzó a disminuir. A esto debe sumarse que la mano de obra calificada disminuyó debido al descenso en la calidad de la educación en los últimos años y a una creciente fuga de estudiantes como consecuencia de la represión política interna y las tensiones geopolíticas. No obstante, ha mejorado la estabilidad fiscal y monetaria del país.
A causa de la recesión económica de 2014 a 2016, la débil recuperación económica entre 2017 y 2020, y la creciente presión rusa, las autoridades han diversificado las relaciones exteriores y los vínculos del país. Además, se han comprometido con los objetivos de desarrollo sostenible, pero la falta de participación de expertos y ONG ha interferido en la evaluación de los avances al respecto. Por lo tanto, Bielorrusia cuenta con una economía que apenas alcanza los 5 puntos, lo cual dentro de los parámetros evaluados por el BTI significan que se encuentra limitada.
CALIDAD DE LA GOBERNANZA. Respecto al Índice de Gobernanza, mide la calidad del liderazgo político con que se llevan a cabo los procesos políticos. En este sentido, Bielorrusia ha obtenido los peores resultados en comparación con las demás dimensiones debido a la constante gestión defectuosa. Actualmente se encuentra en el puesto número 127 con un puntaje de 2,22 en el reporte 2024.
En 2013 el gobierno comenzó una progresiva reforma de la estructura administrativa que permitió garantizar los bienes públicos básicos y modificó la administración local, y terminó centralizando aún más el poder. A partir de ello, la principal tarea de la élite ha sido consolidar un bloque de seguridad y al aparato estatal en torno de Lukashenko, lo que se encuentra acompañado por una disciplina militar en la que cualquier intento de desafiar las directrices ideológicas se ha equiparado casi con la alta traición.
Por otra parte, las actividades de las organizaciones de la sociedad civil opositoras han sido atacadas constantemente. Así, a pesar de que el puntaje en la construcción de consensos tanto con los partidos de la oposición como de otras organizaciones opositoras siempre ha sido bajo, en estos últimos años ha disminuido aún más llegando a 1,6 puntos en la medición del BTI.
En 2020, el gobierno bielorruso se enfrentó a una crisis epidemiológica, una económica y una política que afectaron su reputación de país estable y seguro, y dieron lugar a serias dudas acerca de la legitimidad nacional e internacional de Lukashenko, así como sobre su capacidad para mantener su régimen político y su modelo socioeconómico. Es más, tanto la represión contra la población como a las fuerzas democráticas y de la sociedad civil que se encuentran en el exilio han contribuido a la deslegitimación del régimen y a agravar la crisis. Empero, a lo largo de 2022, el régimen restableció la manejabilidad y la eficiencia básica de las instituciones del Estado con un puntaje de 3,3, lo cual implica una disminución de aproximadamente 1 punto respecto de años anteriores. Mientras que en relación con la cooperación internacional ha disminuido a 2 puntos respecto del 2020 debido a que ha abandonado la política de buen vecino que buscaba diversificar sus relaciones económicas. Ello junto con las sanciones de Occidente y el aislamiento del Este, la han acercado a Rusia.
CONCLUSIONES. De acuerdo con el BTI, desde 2006 Bielorrusia ha mantenido niveles bajos en las tres dimensiones que analiza. A pesar de haber presentado ciertas mejoras a partir del 2014, desde el 2019 se observa la reversión de las mejoras anteriores y la consolidación del régimen de Lukashenko, gracias a la consolidación de su leal aparato de seguridad y de la élite administrativa, así como al apoyo político, financiero y militar de Rusia. Por lo tanto, hoy en día es clasificada como una autocracia de línea dura con una limitada transformación económica y una gobernanza fallida.
Victoria FarinaEstudiante de la Licenciatura en Relaciones Internacionales en la Universidad Católica Argentina y voluntaria de CADAL.
Durante los últimos años de la Unión Soviética, la élite bielorrusa no promovió la liberalización y si bien emergió un movimiento independentista, este fracasó por falta de identidad nacional y el deseo de la élite de seguir disfrutando de los beneficios de la cooperación con Rusia. Por lo que su independencia fue resultado del fallido golpe de estado en agosto de 1991, y recién en 1994 se promulgó la constitución. En las elecciones presidenciales de ese mismo año, ganó Aleksandr Lukashenko, quien, desde entonces, ha gobernado el país.
El Bertelsmann Transformation Index (BTI) analiza los procesos de transformación hacia la democracia y la economía de mercado de 137 países en perspectiva internacional comparada e identifica las estrategias exitosas para la transformación pacífica. Para ello, analiza los cambios que han tenido lugar de acuerdo a tres dimensiones: la transformación política, económica y la calidad de la gobernanza. Los informes resultantes utilizan una metodología mixta mediante encuestas cualitativas estandarizadas a expertos nacionales que luego convierten en clasificadores numéricos por cada indicador, los cuales son revisados por locales y extranjeros.
En el ranking internacional, Bielorrusia ocupa el lugar 97. Puede observarse la evolución entre 2006 y 2024 de dichos resultados de Bielorrusia en el siguiente gráfico:
Fuente: Puntaje de Bielorrusia en Transformación Política, Transformación Económica y Gobernanza (1-10) de 2006 a 2024. Elaboración propia a partir del BTI.
Durante los 18 años analizados por el BTI, Bielorrusia siempre fue categorizada como una “autocracia de línea dura” tras obtener un bajo desempeño en los indicadores de transformación política.
Aunque la independencia y soberanía del país es aceptada por la población, la ideología patriótica del Estado es impugnada por algunos como perjudicial para la consolidación nacional. A lo largo de su historia, el país ha tenido problemas para diferenciar la identidad rusa y la bielorrusa, pero a partir de 2008 ha mejorado. En 2014, en parte como reacción a la crisis ruso-ucraniana, y pese a la propaganda de influencia rusa, Lukashenko ha intentado reducir la dependencia de Rusia. En este sentido, la campaña del 2020 trajo una creciente conciencia cívica y nacional. Sin embargo, desde el comienzo de la guerra ruso-ucraniana, las autoridades han afirmado que sólo podrán mantener la soberanía e independencia del país por medio de una alianza con Rusia, mientras que la población se muestra a favor de un acercamiento a la Unión Europea. Por otra parte, Lukashenko buscó el apoyo económico, político e incluso militar de Moscú para conservar su poder, a cambio de aceptar la integración político-económica de Ucrania en 2021 y de proporcionarle territorio e infraestructura militar a las tropas rusas para la ofensiva en 2022, así como también el estatus de extraterritorialidad.
TRANSFORMACIÓN POLÍTICA. En esta dimensión el BTI mide la presencia y la viabilidad de la democracia, el estado de derecho y la estabilidad de las instituciones democráticas. En el reporte del BTI 2024 Bielorrusia obtuvo un puntaje de 3,47, lo cual implica un empeoramiento del 0,50 desde el 2006 y respectivamente en todos los indicadores, menos en el de la Estabilidad de las Instituciones que se ha mantenido relativamente estable. Por lo que, en el ranking global, ocupa el lugar número 107.
Desde 1994, Lukashenko ha consolidado un régimen hiperpresidencialista gracias a los referéndums constitucionales de 1996 y 2004, que le permitieron presentarse en las elecciones para un tercer y sucesivos mandatos. A lo largo de su gobierno, el sistema político (tanto vertical como horizontalmente) se ha encontrado bajo el control del poder ejecutivo, apoyándose principalmente en las fuerzas de seguridad y los órganos de enjuiciamiento. Esto ha repercutido en el desempeño de Bielorrusia en los criterios del BTI del Estado de derecho y en la estabilidad de las instituciones.
En efecto, el presidente es responsable por la toma de decisiones políticas. En este sentido, existe una muy limitada separación de poderes. Por un lado, los tribunales se encuentran subordinados al ejecutivo, quien elige a casi todos los jueces de las cortes, a excepción de 6 de ellos pertenecientes a la Corte Constitucional que son elegidos por el parlamento (desde el BTI 2006, la calificación del Poder judicial independiente bielorruso ha desmejorado de 4 a 3 puntos). Es más, representantes del ejecutivo y de las agencias de seguridad nacionales y regionales frecuentemente intervienen en los juicios. Así, ha demostrado su imposibilidad de salvaguardar los derechos humanos y la libertad, convirtiéndose en parte del aparato político represivo. Por consiguiente, la implementación de medidas anti-corrupción resulta inconsistente y se suma la falta de transparencia, disminuyendo de 5 puntos en el 2020 a 3 puntos en el 2024. Por otro lado, dentro de la Asamblea Nacional, que es un parlamento bicameral y desempeña un papel ceremonial, la oposición no estuvo representada entre 2004 y 2016.
Según la Oficina de Instituciones Democráticas y Derechos Humanos, desde el 2001, ninguna elección ha sido reconocida por la comunidad internacional como libre y justa. A pesar de que en las elecciones de 2015 y 2016 se registraron ciertos avances, en las de 2019 no se registró una oposición verdadera, hubo severas restricciones a los medios de comunicación, falta de seguridad durante el periodo de votaciones y falta de transparencia durante el conteo. Esto marcó el ambiente de la campaña presidencial del 2020, tras la cual tuvieron lugar una serie de protestas generalizadas, en respuesta al fraude y la manipulación electoral, que fueron fuertemente reprimidas por la policía (arrestos masivos, tortura y violencia). A partir de entonces la represión aumentó aún más. Finalmente, en las elecciones del 2023 se anunció la obligatoriedad de la inscripción de los partidos para marginar a la oposición y a prominentes figuras de la sociedad civil, encarcelarlos u obligarlos a salir del país. Como consecuencia, únicamente aquellos leales a las autoridades gobernantes tienen la posibilidad de participar en las elecciones, lo que generó una disminución en la puntuación de Bielorrusia en el indicador de participación política que en el 2018 y 2020 era de 3 puntos a 1,8 puntos en 2024. Por lo tanto, la puntuación en el indicador Elecciones libres y justas se ha mantenido en un bajo nivel de 2 puntos, con una leve mejora a 3 puntos en los BTI 2018 y 2020.
La situación de los derechos se ha deteriorado como consecuencia de la política de disuasión de la oposición, sobre todo tras las elecciones del 2020, mediante desapariciones forzadas, acoso, represión, entre otros. En este sentido, se ha deteriorado el espacio cívico a causa de que en su práctica es definida por el gobierno que abusa de su poder en orden a discriminar y oprimir a ciertas minorías étnicas, grupos sociales y de interés que no apoyan el régimen. Por lo que, la calificación de Bielorrusia en el BTI 2024 disminuyó a 1 punto en el indicador Derechos Civiles. Del mismo modo, la libertad de expresión (que obtuvo 2 puntos) se encuentra restringida y la religiosa en la práctica tampoco se aplica, ya que se restringe la actividad religiosa, se censura la literatura, se prohíbe a los extranjeros el formar parte de las comunidades religiosas y mediante un decreto del 2023 deben registrarse ante el gobierno, regulando así excesivamente la libertad de conciencia.
TRANSFORMACIÓN ECONÓMICA. En cuanto al Estado de la Economía del Mercado, mide el nivel socioeconómico en términos de apertura de mercado y bienestar social, la liberalización del mismo y el desempeño macroeconómico. En esta dimensión Bielorrusia ha obtenido los mejores resultados en comparación con el resto, pero se encuentra fuertemente debilitada. En el reporte 2024 del BTI ha alcanzado el puntaje de 5,02, disminuyendo 0,21 puntos respecto al reporte de 2022. Dentro del ranking, se encuentra en el puesto 80 de los 137 países examinados por el BTI.
Aunque Bielorrusia se encuentra entre los países con un alto índice de desarrollo humano, hay un deterioro de la esperanza de vida, años de escolarización y la renta per cápita.
Como señala el BTI, la competencia del mercado siempre funcionó en un marco institucional débil. Dado que, desde 2006, se aplica una política de intervención y el sistema bancario quedó en manos del Estado. Sin embargo, la economía (principalmente el comercio y la industria) se ha visto afectada por las sanciones impuestas por Occidente, y mediante la suba de impuestos y las regulaciones, el gobierno ha desalentado a las empresas privadas, que juegan un papel crucial en la economía. Esta tendencia continúa hasta la actualidad, junto con un aumento de las políticas represivas por la crisis del 2020, restricciones a las inversiones extranjeras, expropiaciones, entre otros. Por lo que, la organización del mercado que desde 2006 se había mantenido en 4,8 puntos ha disminuido 1 punto quedando en 3,8 puntos y el respeto a la propiedad privada que desde 2006 (con 2 puntos) había aumentado, a partir del 2021 comenzó a disminuir. A esto debe sumarse que la mano de obra calificada disminuyó debido al descenso en la calidad de la educación en los últimos años y a una creciente fuga de estudiantes como consecuencia de la represión política interna y las tensiones geopolíticas. No obstante, ha mejorado la estabilidad fiscal y monetaria del país.
A causa de la recesión económica de 2014 a 2016, la débil recuperación económica entre 2017 y 2020, y la creciente presión rusa, las autoridades han diversificado las relaciones exteriores y los vínculos del país. Además, se han comprometido con los objetivos de desarrollo sostenible, pero la falta de participación de expertos y ONG ha interferido en la evaluación de los avances al respecto. Por lo tanto, Bielorrusia cuenta con una economía que apenas alcanza los 5 puntos, lo cual dentro de los parámetros evaluados por el BTI significan que se encuentra limitada.
CALIDAD DE LA GOBERNANZA. Respecto al Índice de Gobernanza, mide la calidad del liderazgo político con que se llevan a cabo los procesos políticos. En este sentido, Bielorrusia ha obtenido los peores resultados en comparación con las demás dimensiones debido a la constante gestión defectuosa. Actualmente se encuentra en el puesto número 127 con un puntaje de 2,22 en el reporte 2024.
En 2013 el gobierno comenzó una progresiva reforma de la estructura administrativa que permitió garantizar los bienes públicos básicos y modificó la administración local, y terminó centralizando aún más el poder. A partir de ello, la principal tarea de la élite ha sido consolidar un bloque de seguridad y al aparato estatal en torno de Lukashenko, lo que se encuentra acompañado por una disciplina militar en la que cualquier intento de desafiar las directrices ideológicas se ha equiparado casi con la alta traición.
Por otra parte, las actividades de las organizaciones de la sociedad civil opositoras han sido atacadas constantemente. Así, a pesar de que el puntaje en la construcción de consensos tanto con los partidos de la oposición como de otras organizaciones opositoras siempre ha sido bajo, en estos últimos años ha disminuido aún más llegando a 1,6 puntos en la medición del BTI.
En 2020, el gobierno bielorruso se enfrentó a una crisis epidemiológica, una económica y una política que afectaron su reputación de país estable y seguro, y dieron lugar a serias dudas acerca de la legitimidad nacional e internacional de Lukashenko, así como sobre su capacidad para mantener su régimen político y su modelo socioeconómico. Es más, tanto la represión contra la población como a las fuerzas democráticas y de la sociedad civil que se encuentran en el exilio han contribuido a la deslegitimación del régimen y a agravar la crisis. Empero, a lo largo de 2022, el régimen restableció la manejabilidad y la eficiencia básica de las instituciones del Estado con un puntaje de 3,3, lo cual implica una disminución de aproximadamente 1 punto respecto de años anteriores. Mientras que en relación con la cooperación internacional ha disminuido a 2 puntos respecto del 2020 debido a que ha abandonado la política de buen vecino que buscaba diversificar sus relaciones económicas. Ello junto con las sanciones de Occidente y el aislamiento del Este, la han acercado a Rusia.
CONCLUSIONES. De acuerdo con el BTI, desde 2006 Bielorrusia ha mantenido niveles bajos en las tres dimensiones que analiza. A pesar de haber presentado ciertas mejoras a partir del 2014, desde el 2019 se observa la reversión de las mejoras anteriores y la consolidación del régimen de Lukashenko, gracias a la consolidación de su leal aparato de seguridad y de la élite administrativa, así como al apoyo político, financiero y militar de Rusia. Por lo tanto, hoy en día es clasificada como una autocracia de línea dura con una limitada transformación económica y una gobernanza fallida.