Artículos
Monitoreo de la gobernabilidad democrática
Sojanomics
Por Tristán Rodríguez Loredo
Había una vez un país en el que la riqueza de su suelo era tal que cualquier desaguisado de los ministros de Economía podía ser salvado por una buena cosecha. También las fortunas más conspicuas eran resistentes a hijos tarambanas, yernos vividores y festejantes cultores del braguetazo.
El campo daba para todo... hasta que llegó el orden, las industrias arrebataron el poder de convocatoria de la oligarquía local. Pero todo pasa y volver a las fuentes más que un acto de justicia parece ser, por estas latitudes, una impronta histórica.
En la campaña 1991/92, la superficie sembrada de trigo fue de 4,75 millones de hectáreas, produciendo 9,9 millones de toneladas, y un rinde de 2.173 kilos por ha. En la última campaña, la superficie aumentó poco: 5,2 millones de ha, 12,6 millones de t de producción y 2.500 kilos de rinde (casi un 20% de aumento).
Mientras tanto, la soja aumentó la superficie cultivada de cinco a 14,4 millones de ha y la producción de 1,1 millón de t a 3,8 millones; con un crecimiento también en rindes de 2.291 a 2.730 kg.
Con el maíz, otro tanto: la superficie aumentó 27%, la producción 91% y los rindes, el 63 por ciento. El único que mermó fue el girasol: la superficie sembrada se redujo el 37%, permaneció casi inalterable la producción, por lo que aumentó en ese guarismo el rinde. Una auténtica revolución verde.
El revés de Prebisch.
Las razones son muchas y de las más variadas. Pero en algo los economistas parecen encontrar un raro consenso: la economía argentina parece haber roto el maleficio al que lo condenaba la ya histórica teoría de Raúl Prebisch acerca del deterioro de los términos del intercambio para los países que denominaba "periféricos" en desmedro de los "centrales".
Es cuando se comparaban kilos de lomo o toneladas de trigo versus kilos de auto alemán o equipos japoneses. A su sombra y en su nombre se cometieron las más irracionales políticas de protección y promoción de actividades que sin la ayuda generosa y paciente del Estado no hubieran siquiera nacido.
Según la última estadística elaborada por el INDEC, el valor índice de los términos del intercambio pasó de 86,3 en el inicio de la convertibilidad a 98,4 en su final y a 119,1 a mediados del año 2005, último dato oficial disponible.
En lo que va del año, la soja, por ejemplo alcanzó el pico de su cotización de los últimos 24 meses esta semana, superando los $ 600 la tonelada en los mercados locales.
Las estimaciones para la actual campaña de granos proyectan una producción total de entre 42 y 43 millones de toneladas, todo un récord.
Socio oportunista.
El socio que se beneficia de estos movimientos ascendentes es, nuevamente, quien más castiga al sector: el Estado nacional. Las retenciones son el principal recurso fiscal, la principal arma para redistribuir ingresos en el corto plazo y un antídoto eficaz para productores díscolos.
Aun en medio de estas restricciones, la euforia global es tal que alcanza para que los ganadores de la economía del modelo K sigan siendo los hombres de campo.
Claro que ellos mismo se ven como los sponsors casi exclusivos de la fiesta "productivista", atizados por las amenazas de una brecha que se agranda entre los precios "consensuados" o tolerados y los internacionales.
Es que los precios, una vez alejados de la mano omnisciente y omnipresente de Guillermo Moreno, adquieren una dinámica en el mercado internacional que refleja la escasez relativa de los bienes.
No es sólo cuestión de lluvias y avatares metereológicos: tambíen puede faltar harina o aceite de soja porque se demanda más, y esto obedece no a un decreto salvador sino a que los chinos, por ejemplo, quieren comer mejor, un lujo que cada vez es para más ciudadanos. Y en un país con 1.300 millones de bocas y una tasa de crecimiento de la economía cercana al 10% anual en los últimos 30 años, no es un dato menor.
Cambio estructural.
Los veteranos en el tránsito de estos mercados, como Gustavo Grobocopatel (de Los Grobo, el principal productor sojero), afirman que no es un pico de demanda sino un mercado que está mutando de raíz. Un auténtico cambio de paradigma girando en torno al desarrollo notable del área de Asia-Pacífico, de las restricciones en el uso del agua y otros recursos naturales, la irrupción de los biocombustibles o la aparición de nuevas aplicaciones medicinales. Todo suma para que la Argentina vuelva a ser salvada por las buenas cosechas.
Fuente: http://www.perfil.com/contenidos/2006/11/12/noticia_0008.html
Tristán Rodríguez LoredoConsejero ConsultivoLicenciado en Economía y Master en Sociología (Universidad Católica Argentina). Master en Gestión de Empresas de Comunicación (Universidad de Navarra, España). Profesor en el Instituto de Comunicación Social (UCA) y en la Facultad de Comunicación (Universidad Austral). Fue Director Ejecutivo de la Asociación Cristiana Dirigentes de Empresa (ACDE). Como periodista profesional se desempeñó en El Cronista Comercial, Clarín, Editorial Atlántida, fue director de las revistas Negocios y Apertura y actualmente es editor y columnista en Editorial Perfil.
Había una vez un país en el que la riqueza de su suelo era tal que cualquier desaguisado de los ministros de Economía podía ser salvado por una buena cosecha. También las fortunas más conspicuas eran resistentes a hijos tarambanas, yernos vividores y festejantes cultores del braguetazo.
El campo daba para todo... hasta que llegó el orden, las industrias arrebataron el poder de convocatoria de la oligarquía local. Pero todo pasa y volver a las fuentes más que un acto de justicia parece ser, por estas latitudes, una impronta histórica.
En la campaña 1991/92, la superficie sembrada de trigo fue de 4,75 millones de hectáreas, produciendo 9,9 millones de toneladas, y un rinde de 2.173 kilos por ha. En la última campaña, la superficie aumentó poco: 5,2 millones de ha, 12,6 millones de t de producción y 2.500 kilos de rinde (casi un 20% de aumento).
Mientras tanto, la soja aumentó la superficie cultivada de cinco a 14,4 millones de ha y la producción de 1,1 millón de t a 3,8 millones; con un crecimiento también en rindes de 2.291 a 2.730 kg.
Con el maíz, otro tanto: la superficie aumentó 27%, la producción 91% y los rindes, el 63 por ciento. El único que mermó fue el girasol: la superficie sembrada se redujo el 37%, permaneció casi inalterable la producción, por lo que aumentó en ese guarismo el rinde. Una auténtica revolución verde.
El revés de Prebisch.
Las razones son muchas y de las más variadas. Pero en algo los economistas parecen encontrar un raro consenso: la economía argentina parece haber roto el maleficio al que lo condenaba la ya histórica teoría de Raúl Prebisch acerca del deterioro de los términos del intercambio para los países que denominaba "periféricos" en desmedro de los "centrales".
Es cuando se comparaban kilos de lomo o toneladas de trigo versus kilos de auto alemán o equipos japoneses. A su sombra y en su nombre se cometieron las más irracionales políticas de protección y promoción de actividades que sin la ayuda generosa y paciente del Estado no hubieran siquiera nacido.
Según la última estadística elaborada por el INDEC, el valor índice de los términos del intercambio pasó de 86,3 en el inicio de la convertibilidad a 98,4 en su final y a 119,1 a mediados del año 2005, último dato oficial disponible.
En lo que va del año, la soja, por ejemplo alcanzó el pico de su cotización de los últimos 24 meses esta semana, superando los $ 600 la tonelada en los mercados locales.
Las estimaciones para la actual campaña de granos proyectan una producción total de entre 42 y 43 millones de toneladas, todo un récord.
Socio oportunista.
El socio que se beneficia de estos movimientos ascendentes es, nuevamente, quien más castiga al sector: el Estado nacional. Las retenciones son el principal recurso fiscal, la principal arma para redistribuir ingresos en el corto plazo y un antídoto eficaz para productores díscolos.
Aun en medio de estas restricciones, la euforia global es tal que alcanza para que los ganadores de la economía del modelo K sigan siendo los hombres de campo.
Claro que ellos mismo se ven como los sponsors casi exclusivos de la fiesta "productivista", atizados por las amenazas de una brecha que se agranda entre los precios "consensuados" o tolerados y los internacionales.
Es que los precios, una vez alejados de la mano omnisciente y omnipresente de Guillermo Moreno, adquieren una dinámica en el mercado internacional que refleja la escasez relativa de los bienes.
No es sólo cuestión de lluvias y avatares metereológicos: tambíen puede faltar harina o aceite de soja porque se demanda más, y esto obedece no a un decreto salvador sino a que los chinos, por ejemplo, quieren comer mejor, un lujo que cada vez es para más ciudadanos. Y en un país con 1.300 millones de bocas y una tasa de crecimiento de la economía cercana al 10% anual en los últimos 30 años, no es un dato menor.
Cambio estructural.
Los veteranos en el tránsito de estos mercados, como Gustavo Grobocopatel (de Los Grobo, el principal productor sojero), afirman que no es un pico de demanda sino un mercado que está mutando de raíz. Un auténtico cambio de paradigma girando en torno al desarrollo notable del área de Asia-Pacífico, de las restricciones en el uso del agua y otros recursos naturales, la irrupción de los biocombustibles o la aparición de nuevas aplicaciones medicinales. Todo suma para que la Argentina vuelva a ser salvada por las buenas cosechas.
Fuente: http://www.perfil.com/contenidos/2006/11/12/noticia_0008.html