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Análisis Sínico
El lado oscuro de China
Por América Economía
China es la obsesión del mundo. La fuerza de su economía y la pujanza de sus fábricas ha puesto al gigante asiático en el centro de nuestro futuro. Todos quieren hacer negocios con, desde y para China, mientras los economistas predicen que en algunas décadas más esta nación se convertirá en la mayor economía del planeta. Hoy, cualquier país que quiera competir en el mercado global debe tener en cuenta el factor chino, ya sea que el gigante asiático se convierta en cliente, proveedor, maquilador, competidor o en una combinación de todas esas condiciones a la vez.
Pero en medio de tanta fascinación y fuegos artificiales, no hay que perder de vista el otro lado de la moneda de la realidad china. La pujanza y dimensiones de su economía y el hecho que el gobierno de Beijing esté abriendo su gigantesca economía y, poco a poco, su mercado al mundo -incluyendo su crucial ingreso a la OMC-- no debe hacer olvidar que China es una dictadura política que todavía no encuentra el camino de salida hacia la democracia. Tampoco está claro que quiera hacerlo.
Para muchos, que China se haya vuelto liberal en lo económico parece ser suficiente. Que sea una dictadura de partido único donde el respeto a los derechos humanos es una extravagancia parece ser un detalle menor. Pero subestimar este detalle es un peligroso error.
Por encima de todo, por razones éticas y morales. Las dictaduras -disfrazadas de filosofía, religión o idiosincrasia- son socialmente injustas y legalmente abusivas, tienden a la corrupción y a sofocar todo atisbo de diversidad, oxígeno imprescindible para el desarrollo humano.
Pero además, hay consideraciones prácticas. El acelerado desarrollo de China se ha concentrado en la hoy pujante zona costera, mientras que las inmensas zonas rurales que se extienden hacia el oeste se debaten todavía en la pobreza y el atraso. Su incorporación a la sociedad moderna requerirá la creación de decenas de millones de empleos anuales que, por más dinámica que sea la economía china, no es seguro que puedan ser satisfechos. Esto creará fuertes presiones sociales que serán difíciles de resolver aun bajo una dictadura. Algunos economistas, como Sebastián Edwards, ex economista jefe del Banco Mundial y hoy profesor de economía internacional en la Escuela de Negocios de la Universidad de California en Los Angeles, señalan que las presiones sociales que se generarán en China será uno de los mayores riesgos que puede enfrentar la economía mundial en las próximas décadas.
A diferencia de su actitud en el ámbito económico y de negocios, en el área política el gobierno chino ha dado pocas señales de apertura. Todo lo contrario. El Congreso Nacional del Pueblo, órgano legislativo chino, determinó en abril que no habrá sufragio universal en Hong Kong -territorio regido por estatutos especiales- por otros ocho años, un duro golpe a las organizaciones democráticas hongkonesas que reclaman sufragio universal en 2007 para elegir al jefe del poder ejecutivo y en 2008 para elegir a sus legisladores.
En otra preocupante muestra de intolerancia, el 1 de junio las autoridades chinas detuvieron a Jiang Yanyong, un cirujano de 72 años del Ejército de Liberación del Pueblo, que se hizo célebre el año pasado cuando dio la voz de alarma sobre los esfuerzos del gobierno chino por ocultar el brote del Síndrome Respiratorio Agudo Severo, el tristemente célebre SARS que golpeó a la economía asiática y, de paso, a la economía mundial. Además de ese pecado, Jiang criticó a principios de este año a través de la prensa la matanza de la Plaza de Tiananmen, en Beijing, durante una manifestación pro democrática realizada en 1989. Según el diario estadounidense The Washington Post, Jian está en una habitación bajo vigilancia las 24 horas, sometido a un proceso que el gobierno definió al diario estadounidense como de "ayuda y educación" para que cambie su modo de pensar y "eleve su nivel de entendimiento" sobre la represión de Tiananmen.
Está bien el entusiasmo y la fascinación por la irrupción china. Pero la realpolitik que se está aplicando en el caso chino es un arma de doble filo. La libertad económica no tiene sentido sin libertad política. Y de esto, en América Latina sabemos demasiado.
América Economía
China es la obsesión del mundo. La fuerza de su economía y la pujanza de sus fábricas ha puesto al gigante asiático en el centro de nuestro futuro. Todos quieren hacer negocios con, desde y para China, mientras los economistas predicen que en algunas décadas más esta nación se convertirá en la mayor economía del planeta. Hoy, cualquier país que quiera competir en el mercado global debe tener en cuenta el factor chino, ya sea que el gigante asiático se convierta en cliente, proveedor, maquilador, competidor o en una combinación de todas esas condiciones a la vez.
Pero en medio de tanta fascinación y fuegos artificiales, no hay que perder de vista el otro lado de la moneda de la realidad china. La pujanza y dimensiones de su economía y el hecho que el gobierno de Beijing esté abriendo su gigantesca economía y, poco a poco, su mercado al mundo -incluyendo su crucial ingreso a la OMC-- no debe hacer olvidar que China es una dictadura política que todavía no encuentra el camino de salida hacia la democracia. Tampoco está claro que quiera hacerlo.
Para muchos, que China se haya vuelto liberal en lo económico parece ser suficiente. Que sea una dictadura de partido único donde el respeto a los derechos humanos es una extravagancia parece ser un detalle menor. Pero subestimar este detalle es un peligroso error.
Por encima de todo, por razones éticas y morales. Las dictaduras -disfrazadas de filosofía, religión o idiosincrasia- son socialmente injustas y legalmente abusivas, tienden a la corrupción y a sofocar todo atisbo de diversidad, oxígeno imprescindible para el desarrollo humano.
Pero además, hay consideraciones prácticas. El acelerado desarrollo de China se ha concentrado en la hoy pujante zona costera, mientras que las inmensas zonas rurales que se extienden hacia el oeste se debaten todavía en la pobreza y el atraso. Su incorporación a la sociedad moderna requerirá la creación de decenas de millones de empleos anuales que, por más dinámica que sea la economía china, no es seguro que puedan ser satisfechos. Esto creará fuertes presiones sociales que serán difíciles de resolver aun bajo una dictadura. Algunos economistas, como Sebastián Edwards, ex economista jefe del Banco Mundial y hoy profesor de economía internacional en la Escuela de Negocios de la Universidad de California en Los Angeles, señalan que las presiones sociales que se generarán en China será uno de los mayores riesgos que puede enfrentar la economía mundial en las próximas décadas.
A diferencia de su actitud en el ámbito económico y de negocios, en el área política el gobierno chino ha dado pocas señales de apertura. Todo lo contrario. El Congreso Nacional del Pueblo, órgano legislativo chino, determinó en abril que no habrá sufragio universal en Hong Kong -territorio regido por estatutos especiales- por otros ocho años, un duro golpe a las organizaciones democráticas hongkonesas que reclaman sufragio universal en 2007 para elegir al jefe del poder ejecutivo y en 2008 para elegir a sus legisladores.
En otra preocupante muestra de intolerancia, el 1 de junio las autoridades chinas detuvieron a Jiang Yanyong, un cirujano de 72 años del Ejército de Liberación del Pueblo, que se hizo célebre el año pasado cuando dio la voz de alarma sobre los esfuerzos del gobierno chino por ocultar el brote del Síndrome Respiratorio Agudo Severo, el tristemente célebre SARS que golpeó a la economía asiática y, de paso, a la economía mundial. Además de ese pecado, Jiang criticó a principios de este año a través de la prensa la matanza de la Plaza de Tiananmen, en Beijing, durante una manifestación pro democrática realizada en 1989. Según el diario estadounidense The Washington Post, Jian está en una habitación bajo vigilancia las 24 horas, sometido a un proceso que el gobierno definió al diario estadounidense como de "ayuda y educación" para que cambie su modo de pensar y "eleve su nivel de entendimiento" sobre la represión de Tiananmen.
Está bien el entusiasmo y la fascinación por la irrupción china. Pero la realpolitik que se está aplicando en el caso chino es un arma de doble filo. La libertad económica no tiene sentido sin libertad política. Y de esto, en América Latina sabemos demasiado.