Derechos Humanos y
Solidaridad Democrática Internacional

Artículos

Análisis Latino

27-09-2024

El estancamiento prolongado de Haití

De acuerdo al Índice de Transformación Bertelsmann (BTI, por sus siglas en inglés) se puede señalar la existencia en Haití de una autocracia que ha fluctuado entre ser moderada y dura; un estado económico que pasó de ser muy limitado a uno rudimentario; y una gobernanza caracterizada por ser débil, e inclusive fallida.
Por Luis Angel Palomino

Como la primera nación en abolir la esclavitud y obtener su independencia en 1804, Haití ha atravesado siglos de desafíos profundos, pero el siglo XXI ha traído consigo una serie de problemas que han exacerbado la situación del Estado haitiano. Así, la República de Haití ha sido testigo de una constante inestabilidad y corrupción, manifestada a través de golpes de Estado, dictaduras opresivas y crisis humanitaria severas.

La República de Haití es uno de los pocos países de América que opera bajo un régimen semipresidencialista, consagrado en su Constitución de 1987. Este sistema combina elementos del presidencialismo y el parlamentarismo, otorgando poder tanto al presidente como al primer ministro. En un régimen semipresidencialista, el presidente es jefe de Estado, responsable de la política exterior y defensa, mientras que el primer ministro es jefe de gobierno y administra las políticas internas, manteniendo la confianza del parlamento.

No obstante, este sistema ha sido vulnerado en Haití, pues este Estado ha experimentado una historia marcada por la inestabilidad política, incluidos numerosos golpes de Estado que han debilitado la gobernabilidad. En la actualidad, el país atraviesa una de sus crisis más profundas desde el 2019 tras el asesinato del expresidente Jovenel Moïse, así destacándose la fragilidad del Estado haitiano. Actualmente, a fecha de agosto de 2024, el Consejo Presidencial de Transición, encabezado por Edgard Leblanc Fils como presidente interino, busca restaurar el orden democrático en este difícil contexto. Mientras tanto, Garry Conille, en su rol de primer ministro, dirige la política interna de la nación haitiana. La crisis reciente evidencia los desafíos profundos que enfrenta Haití, no solo en términos de gobernabilidad, sino también en lo económico y social. Un análisis más detallado es crucial para entender las raíces de esta situación y las posibles vías de recuperación en este contexto de incertidumbre.

En este sentido, el Bertelsmann Transformation Index (BTI) brinda las herramientas para el análisis de la evolución de Haití en términos políticos, económicos y de gobernanza. Este índice evalúa el cambio social en 137 países en desarrollo y en transición hacia la democracia y la economía de mercado, mediante una metodología que usa datos recolectados de diversos medios oficiales e instituciones, y proporciona un análisis exhaustivo de la gestión de los Estados en los procesos de transformación. Así, su actualización bienal permite el análisis de tendencias y estrategias de transformación, proporcionando una visión integral de los procesos de cambio político y económico en estos países.

El BTI produce dos índices que cubren tres dimensiones de análisis: el Índice de Estado, que evalúa de forma agregada tanto a la dimensión de la transformación política como la transformación económica; y el Índice de Gobernanza, que examina la calidad de la gobernanza para gestionar las transformaciones. En estas tres dimensiones se califican un total de 17 criterios, que comprenden varios indicadores, con puntuaciones del 1 (peor) al 10 (mejor), permitiendo así la comparación y comprensión de la situación de los Estados evaluados. La asignación de puntajes sigue a un marco metodológico estandarizado en el que expertos nacionales califican cualitativamente todos los indicadores, y estos resultados se revisan en procesos de calibración regional e interregional para garantizar su precisión y comparabilidad de estos. En el siguiente gráfico, se puede apreciar el desempeño de Haití en las tres dimensiones del BTI desde 2006 hasta 2024.

El estancamiento prolongado de Haití

Figura 1. Elaboración propia del puntaje de Haití en Transformación Política, Transformación Económica y Gobernanza (1-10) según el BTI de 2006 a 2024.

Al comparar los resultados de la última edición del BTI de 2024 con los de 2006, se observa una tendencia decreciente de Haití en las tres dimensiones, a pesar de que, en principio, sus puntuaciones ya eran de por sí bajas. Dentro del período señalado sobre Haití, de acuerdo al BTI, se puede señalar la existencia de una autocracia que ha fluctuado entre ser moderada y dura; un estado económico que pasó de ser muy limitado a uno rudimentario; una gobernanza caracterizada por ser débil, e inclusive fallida. Si bien el estado económico haitiano se comprendía como el nivel más bajo de los analizados por el BTI, en el último reporte se comprende que la dimensión política ha sido la más afectada dentro del régimen haitiano, siendo así uno de los países con índices más bajos en las tres dimensiones en América Latina y el Caribe. De esta forma, se debe entender cómo estas dimensiones se han reducido en los últimos años, lo cual es crucial para el entendimiento de la situación de Haití.

Transformación Política en Haití

La trayectoria política de Haití durante las últimas dos décadas refleja una historia marcada por la inestabilidad, la corrupción, el uso de la violencia, y el debilitamiento institucional democrático. El país ha sido incapaz de establecer un régimen democrático fuerte, por lo que el BTI refleja estos puntajes fluctuantes, señalando así una profunda crisis en la gobernabilidad y en el estado de derecho en territorio haitiano. A continuación, se analiza cómo Haití ha atravesado distintos episodios políticos que han moldeado su frágil democracia desde 2006 hasta el 2024, según el BTI.

En 2006, Haití obtuvo un puntaje de 3,35 en el índice de Estado de Democracia del BTI, el cual mide la calidad y estabilidad de la democracia y el estado de derecho. Este puntaje reflejaba una situación política precaria, que ha acompañado a Haití desde su creación como república. Sin embargo, es importante notar que, a pesar de la medición de aspectos democráticos, el BTI no calificaba a Haití como una democracia en ese momento. La elección de René Préval como presidente (2006-2011) brindó un leve respiro, a pesar de las denuncias de fraude en los resultados. Su mandato fue visto como un esfuerzo por restaurar la estabilidad tras años de crisis política y militar, que habían marcado el inicio del siglo XXI en Haití. Bajo su gobierno, Haití experimentó un pequeño progreso en la construcción de instituciones democráticas, reflejado en un aumento de su puntaje a 4,4 en el BTI 2008, cuando fue clasificado como una "democracia defectuosa" según el índice. El país alcanzó su punto más alto con un puntaje de 5,05 en el BTI 2010, aunque aún con serias limitaciones democráticas.

Sin embargo, este frágil avance fue rápidamente interrumpido por el devastador terremoto de 2010, que dejó a Haití en una situación de emergencia humanitaria y de caos político. El desastre natural no solo desmanteló gran parte de la infraestructura física de Haití, sino que también exacerbó sus problemas políticos que no había terminado de solucionar. Las elecciones de 2011, celebradas en medio de una enorme inestabilidad, llevaron al poder a Michel Martelly, el cual gobernó Haití de 2011 a 2016. Bajo su administración, Haití experimentó una disminución constante en su estado de transformación política, lo cual sumado al terremoto del 2010 llevó a la caída del puntaje a 3,67 en 2012.

El rendimiento de Haití siguió deteriorándose durante el gobierno de Michel Martelly, conocido por su estilo autoritario. Martelly enfrentó acusaciones de corrupción, narcotráfico y represión, lo que obstaculizó cualquier avance significativo en la institucionalización democrática del Estado. Una de las críticas más contundentes hacia su mandato fueron las protestas masivas debido a su incapacidad para realizar elecciones a tiempo, lo que provocó un vacío de poder en el poder legislativo y lo llevó a gobernar por decreto en gran parte de su administración. Este deterioro se reflejó en los indicadores del Estado de derecho en el BTI, particularmente en la separación de poderes, poder judicial independiente, persecución del abuso de poder y derechos civiles.

La concentración del poder ejecutivo bajo Martelly debilitó la separación de poderes, y la falta de independencia del poder judicial aumentó las percepciones de corrupción. Además, la persecución del abuso de poder fue mínima, y los derechos civiles se vieron restringidos por la represión de protestas y la creciente violencia política. El puntaje de Haití en el BTI 2014 cayó a 3,92, y el BTI 2016 reflejó una baja adicional a 3,75. Esto indicaba una crisis institucional más profunda y el progresivo desgaste del sistema democrático en el país.

La victoria de Jovenel Moïse en las elecciones generales de 2017 no supuso un alivio para la situación política de Haití. A pesar de las esperanzas iniciales de estabilización, el mandato de Moïse estuvo marcado por una creciente insatisfacción y una escalada de las tensiones políticas ya presentes. Moïse fue acusado de manipular las elecciones y de hacer uso de la coerción para suprimir la oposición, lo que provocó un ciclo de protestas masivas en todo el país. Si bien el puntaje de Haití en el BTI mejoró ligeramente 4,1 en el BTI 2018 y a 4,22 en el BTI 2020, gracias al incremento en la participación política dentro de la población haitiana, esta mejoría resultó ser temporal, reflejando la inestabilidad de la situación política.

Las acusaciones de corrupción contra Moïse, sumadas a la creciente influencia de grupos criminales y la incapacidad del gobierno para garantizar el orden dentro del territorio, provocaron un nuevo colapso del sistema democrático haitiano, observándose un deterioro en el indicador del monopolio en el uso de la fuerza. En 2021, esta situación alcanzó su punto más crítico cuando Moïse fue asesinado en su residencia, dejando al país sumido en una crisis política de gran profundidad. El asesinato de Moïse profundizó el vacío de poder en Haití, lo que llevó a un rápido deterioro de la seguridad y a un aumento de la violencia de los grupos criminales que controlan grandes partes de la república, debilitándose las condiciones de integración política y social. El impacto de esta situación se reflejó en el puntaje de Haití en el BTI, que descendió nuevamente a 3,87 en 2022. El estado de derecho en Haití se ha visto seriamente debilitado, con instituciones judiciales prácticamente inoperantes y con denuncias constantes de violaciones a los derechos civiles, descendiendo a 3 en referencia a este indicador.

En 2024, el puntaje de Haití en el BTI cayó a 2,48, el más bajo en la historia reciente del país. Este descenso dramático refleja la crisis total de Haití, profundizada por la incapacidad del Consejo Presidencial de Transición, liderado por Edgard Leblanc Fils, para restaurar un orden democrático viable. La ausencia de elecciones libres y justas, junto con la impericia de Garry Conille, el primer ministro, para proporcionar seguridad, ha erosionado completamente la confianza en la institucionalidad. Además, el sistema judicial está esencialmente paralizado, con jueces y fiscales enfrentando amenazas de grupos criminales armados y políticos corruptos. Mientras tanto, la violencia contra periodistas y activistas sigue aumentando, evidenciando la fragilidad del Estado haitiano en medio de esta crisis.

Este dramático descenso en el BTI 2024 de Haití se explica por una combinación de factores críticos que han socavado su transformación política. En términos de estatalidad, el puntaje de 4,8 refleja cómo el Estado ha perdido el control sobre gran parte del territorio, mientras grupos criminales armados ejercen una creciente influencia. En cuanto a la participación política, la falta de elecciones libres y justas, sumada a la represión de la oposición y la incapacidad de garantizar derechos básicos como la libertad de asociación y expresión, redujo este aspecto a 2,5. El estado de derecho, con un puntaje de 1,5, refleja un sistema judicial colapsado, donde jueces y fiscales enfrentan amenazas constantes, mientras la corrupción permanece sin control. Las instituciones democráticas han sido prácticamente desmanteladas, alcanzando el puntaje más bajo de 1,0, lo que evidencia su completa disfuncionalidad. Asimismo, la integración política y social, con un puntaje de 2,7, muestra un país profundamente fragmentado, donde la violencia, la desconfianza y la exclusión social siguen debilitando cualquier esfuerzo por restaurar la cohesión nacional haitiana. Finalmente, el BTI clasifica a Haití como un Estado fallido, ya que el promedio de los puntajes en los indicadores de monopolio en el uso de la fuerza y administración básica es menor a 3 puntos, lo que refleja la incapacidad del Estado para cumplir funciones esenciales.

Transformación Económica

La trayectoria económica de Haití, reflejada en los puntajes del Estado de Economía en el BTI desde 2006 hasta 2024, muestra un claro patrón de inestabilidad y declive en términos económicos, influenciado por una combinación de factores internos y externos, incluidos legados históricos que han condenado al país a una continua fragilidad económica a raíz de deudas. En 2006, Haití obtuvo un puntaje de 3,21 en el Estado de Economía según el BTI. Este período se caracterizó por esfuerzos del gobierno para estabilizar la economía tras años de inestabilidad política, y también por el apoyo recibido por parte de la comunidad internacional, lo cual permitió la implementación de reformas liberales, las cuales contribuyeron al fortalecimiento de las instituciones económicas haitianas en primera instancia.

Esta apertura de mercado se vio reflejada en el crecimiento en los dos puntajes posteriores de Haití, siendo de 3,75 en el BTI 2008, y de 3,89 en el BTI 2010, alcanzando el punto más alto de todos los puntajes del Estado haitiano en este ámbito. No obstante, este crecimiento se mantuvo muy limitado, siendo frágil y dependiente de factores externos. Por ende, tras el terremoto que sacudió a Haití en 2010, los avances en materia económica se detuvieron, lo cual fue acompañado del daño de la infraestructura de la república haitiana. Tras este terremoto, Haití enfrentó enormes desafíos para reconstruir su economía y sociedad, confrontando la destrucción de infraestructura clave, como carreteras, hospitales y escuelas, junto con la pérdida de vidas y desplazamientos masivos. A pesar de la ayuda internacional masiva, la recuperación fue lenta y desorganizada, lo que se reflejó en una disminución del puntaje a nivel económico a 3,14 en el BTI 2012. Haití, al depender de factores externos, no tiene la infraestructura necesaria para competir o integrarse bien en el mercado global, lo que lo mantiene en una situación de dependencia y subdesarrollo.

A partir de 2014, Haití experimentó un estancamiento económico, con un puntaje que fluctuó ligeramente, pero se mantuvo en niveles bajos, estableciéndose como una economía rudimentaria. Si bien en el BTI 2014 el puntaje subió ligeramente a 3,25 gracias a los esfuerzos de reconstrucción y ayuda internacional, la profunda fragilidad estructural no permitió la implementación de políticas económicas efectivas, socavando la situación económica haitiana. En el BTI 2016, el puntaje fue de 3,18, cayendo a 2,89 en el BTI 2018. Este período estuvo marcado por la inestabilidad política continua, la corrupción endémica y los desastres naturales recurrentes, como huracanes y sequías, que afectaron la agricultura y otras industrias clave para el desarrollo. La falta de inversión en infraestructura y la incapacidad del gobierno para proporcionar servicios básicos contribuyeron al deterioro de las condiciones de vida. La pobreza y el desempleo permanecieron siendo altos, mientras que la inflación y la devaluación de la moneda haitiana, el gourde, erosionaron el poder adquisitivo de la población.

La situación económica de Haití se deterioró aún más entre 2020 y 2024, con el puntaje cayendo a 2,46 en el último año. Este período estuvo marcado por una crisis económica profunda, agudizada por la pandemia de COVID-19, que paralizó aún más la economía y agotó los ya limitados recursos del gobierno. La pandemia tuvo un impacto devastador en Haití, afectando tanto la salud pública como la economía. El turismo, una fuente importante de ingresos del Estado, se desplomó, y las remesas, que representan una gran parte del PBI, también disminuyeron debido a la recesión global dada por la pandemia. Al mismo tiempo, la hiperinflación, la violencia y la inseguridad se incrementaron, lo que ahuyentó la inversión nacional e internacional, y empeoró las condiciones de vida. Así, la economía haitiana, ya frágil, ha llegado a un punto de quiebre, con pocas perspectivas de mejora a corto plazo sin una intervención significativa y sostenida, principalmente dadas por la inestabilidad política misma.

Gobernanza

El Índice de Gobernanza del BTI para Haití entre 2006 y 2024 revela una tendencia de inestabilidad y deterioro político constante, reflejando la complejidad de la situación en la república haitiana. En el BTI 2006, Haití comenzó con un puntaje de 2,87 y ocupando la posición 104, en un contexto marcado por la fragilidad institucional y la debilidad de sus estructuras de gobierno. Sin embargo, los años 2008 y 2010 mostraron una mejora inesperada, dejando de ser una gobernanza fallida, con puntajes que subieron a 4,5 y 4,75, respectivamente, y una mejoría en la posición hasta el puesto 71, lo cual permitió su asentamiento como un Estado con gobernanza débil. Este incremento se atribuye a los diversos esfuerzos de estabilización bajo la supervisión internacional dada por la inserción dentro del mercado.

Sin embargo, el terremoto de 2010 cambió el paradigma, pues, no solo destruyó la infraestructura física de Haití, sino que también impactó severamente en su capacidad de gobernanza. Para 2012, el puntaje cayó a 3,45 y el país descendió al puesto 108. La respuesta gubernamental, caracterizada por una falta de coordinación y recursos, demostró la incapacidad estatal de Haití para gestionar la crisis, erosionando la opinión pública, y debilitando las instituciones de gobernanza.

A partir del BTI 2014, el puntaje del Índice de Gobernanza se estabilizó ligeramente en torno a 3,44 y 3,39 hasta el BTI 2018, pero esto no fue indicativo de una verdadera mejora. Durante este periodo, la gobernanza en Haití siguió caracterizándose por la corrupción endémica, la ineficacia en la administración pública y una débil capacidad de implementación de políticas públicas. Esto llevó a que se profundizara la crisis socioeconómica y la violencia generalizada en Haití.

El periodo de 2020 a 2024 muestra un claro retroceso, con el puntaje de gobernanza disminuyendo a 3,33 en el BTI 2020, 2,94 en el BTI 2022, y finalmente a 2,62 en el BTI 2024, posicionando a Haití en el puesto 121. Esta caída refleja la creciente debilidad del Estado haitiano, incapaz de controlar la violencia de los grupos criminales, la corrupción, y la falta de legitimidad y confianza en las instituciones. Los escándalos de corrupción, el mal manejo de los recursos públicos, y la intervención limitada y mal orientada de la comunidad internacional han perpetuado un ciclo de ineficacia gubernamental, siendo así extremadamente débil e ineficiente.

Conclusión

La evolución de Haití en el siglo XXI refleja una nación estancada en un ciclo de inestabilidad política, económica y de gobernanza. A pesar de breves momentos de esperanza, la persistente crisis ha debilitado las instituciones del Estado, manteniendo los desafíos históricos que enfrenta el país. Los indicadores del BTI muestran un deterioro constante en las tres dimensiones analizadas, posicionando a Haití entre las naciones más frágiles a nivel americano y global, entendiéndose como un Estado fallido en relación al último BTI. De este modo, esta comprensión de las tres dimensiones analizadas contribuye a esclarecer las problemáticas que acontecen en la República de Haití, pudiéndose formular estrategias adecuadas para la mejora del Estado haitiano.

Luis Angel Palomino
Luis Angel Palomino
Estudiante de Relaciones Internacionales de la Pontificia Universidad Católica del Perú y voluntario de CADAL.
 
 
 

 
 
Más sobre el proyecto Análisis Latino
 
Ultimos videos