Prensa
HACIA EL CONCENSO DE CHILE
Fuente: LR21 (Uruguay)
HERNAN BONILLA
En anteriores artículos hemos tratado el fracaso del "neoliberalismo", al que hemos criticado desde una perspectiva liberal. En síntesis, habíamos señalado que la reforma no realizada --el establecimiento de un sólido Estado de Derecho--, arruinó las sí efectuadas, como la liberalización comercial y financiera, las privatizaciones, la disciplina fiscal, entre otras. En la última edición de la revista Perspectiva (que puede consultarse en la página www.revistaperspectiva.com), el Presidente del Centro para la Apertura y el Desarrollo de América Latina (Cadal), Pedro Isern, presenta un artículo titulado "Del consenso de Washington al consenso de Chile", que constituye un valioso aporte para explicar lo que ha sucedido en nuestro continente en la década de los noventa.
El consenso de Washington consistió en diez recomendaciones de estricto sentido común que formuló el economista John Williamson en 1989. Se suele decir que los gobiernos "neoliberales" latinoamericanos de los noventa siguieron estas pautas. Así es que se suele tildar de "neoliberales" a los gobiernos de Menem, Lacalle, Collor de Mello o Fujimori, sólo por citar algunos ejemplos. En todos estos casos salta a la vista que no fueron gobiernos liberales, por lo tanto, ¿qué es el neoliberalismo?
Al respecto dice Pedro Isern en su artículo: "Nuestra definición de "neoliberalismo" será simple y concreta: una forma algo más sofisticada de "populismo"". Este es el punto esencial; la década de los noventa no marcó un cambio en la relación entre el Estado y los ciudadanos, sino que se utilizó una fachada pro mercado, al tiempo que el Estado seguía siendo ese gran centro de distribución de poder y riqueza característico de la historia de América Latina. Isern señala, con acierto, al criticar a los gobiernos de la época que "no habían comprendido la identidad analítica que hay entre economía de mercado y estado de derecho". Si no existe un Estado de Derecho que garantice la libertad de los ciudadanos no puede desarrollarse una sana economía de mercado, como hemos comprobado dramáticamente. Sin embargo, existe una excepción a destacar; el caso de Chile.
Luego de la dictadura de Pinochet, los gobiernos de la Concertación Democrática han logrado tasas de crecimiento económico importantes, baja inflación y disminución constante de la pobreza, entre otros logros importantes. La diferencia de Chile con respecto a los casos de Argentina, Uruguay o Brasil, estuvo en que allí se conjugaron economía de mercado y Estado de Derecho. En palabras de Isern: "...el "consenso de Chile" fáctico, que nos muestra la realidad de los años noventa no es sólo un mejoramiento cualitativo comparado con el teórico "consenso de Washington" sino, por el contrario, supone una diferencia cualitativa tal que nos enfrenta a dos arreglos económico-institucionales opuestos. Lo que nos muestra la experiencia chilena desde 1990 en adelante es que para que la economía de mercado sea sustentable y se profundice en el mediano y largo plazo, debe estar vigente un estado de derecho que muestre una previsibilidad de determinadas reglas que deben necesariamente respaldarse en la existencia de consensos básicos entre los actores políticos relevantes".
Creo que proponer el "consenso de Chile" en vez del "consenso de Washington" como ejemplo a seguir presenta varias ventajas. En primer lugar es un proyecto autóctono, por lo que resulta más simpático que algo que viene de Washington. En segundo término, ha demostrado su éxito en la práctica, mientras que el de Washington eran recomendaciones de un economista teórico. Finalmente, los logros del modelo chileno, por encima de puntuales objeciones, son indudablemente superiores a los del "neoliberalismo" de los noventa y al "neopopulismo" de comienzos del siglo XXI. Los liberales tenemos en el Chile del socialista Lagos un ejemplo que no encontramos en ningún "neoliberal". Por lo tanto, considero que para la batalla de ideas que debemos afrontar los liberales latinoamericanos, el cambio de términos que nos propone Pedro Isern es una contribución relevante. *
LR21 (Uruguay)
HERNAN BONILLA
En anteriores artículos hemos tratado el fracaso del "neoliberalismo", al que hemos criticado desde una perspectiva liberal. En síntesis, habíamos señalado que la reforma no realizada --el establecimiento de un sólido Estado de Derecho--, arruinó las sí efectuadas, como la liberalización comercial y financiera, las privatizaciones, la disciplina fiscal, entre otras. En la última edición de la revista Perspectiva (que puede consultarse en la página www.revistaperspectiva.com), el Presidente del Centro para la Apertura y el Desarrollo de América Latina (Cadal), Pedro Isern, presenta un artículo titulado "Del consenso de Washington al consenso de Chile", que constituye un valioso aporte para explicar lo que ha sucedido en nuestro continente en la década de los noventa.
El consenso de Washington consistió en diez recomendaciones de estricto sentido común que formuló el economista John Williamson en 1989. Se suele decir que los gobiernos "neoliberales" latinoamericanos de los noventa siguieron estas pautas. Así es que se suele tildar de "neoliberales" a los gobiernos de Menem, Lacalle, Collor de Mello o Fujimori, sólo por citar algunos ejemplos. En todos estos casos salta a la vista que no fueron gobiernos liberales, por lo tanto, ¿qué es el neoliberalismo?
Al respecto dice Pedro Isern en su artículo: "Nuestra definición de "neoliberalismo" será simple y concreta: una forma algo más sofisticada de "populismo"". Este es el punto esencial; la década de los noventa no marcó un cambio en la relación entre el Estado y los ciudadanos, sino que se utilizó una fachada pro mercado, al tiempo que el Estado seguía siendo ese gran centro de distribución de poder y riqueza característico de la historia de América Latina. Isern señala, con acierto, al criticar a los gobiernos de la época que "no habían comprendido la identidad analítica que hay entre economía de mercado y estado de derecho". Si no existe un Estado de Derecho que garantice la libertad de los ciudadanos no puede desarrollarse una sana economía de mercado, como hemos comprobado dramáticamente. Sin embargo, existe una excepción a destacar; el caso de Chile.
Luego de la dictadura de Pinochet, los gobiernos de la Concertación Democrática han logrado tasas de crecimiento económico importantes, baja inflación y disminución constante de la pobreza, entre otros logros importantes. La diferencia de Chile con respecto a los casos de Argentina, Uruguay o Brasil, estuvo en que allí se conjugaron economía de mercado y Estado de Derecho. En palabras de Isern: "...el "consenso de Chile" fáctico, que nos muestra la realidad de los años noventa no es sólo un mejoramiento cualitativo comparado con el teórico "consenso de Washington" sino, por el contrario, supone una diferencia cualitativa tal que nos enfrenta a dos arreglos económico-institucionales opuestos. Lo que nos muestra la experiencia chilena desde 1990 en adelante es que para que la economía de mercado sea sustentable y se profundice en el mediano y largo plazo, debe estar vigente un estado de derecho que muestre una previsibilidad de determinadas reglas que deben necesariamente respaldarse en la existencia de consensos básicos entre los actores políticos relevantes".
Creo que proponer el "consenso de Chile" en vez del "consenso de Washington" como ejemplo a seguir presenta varias ventajas. En primer lugar es un proyecto autóctono, por lo que resulta más simpático que algo que viene de Washington. En segundo término, ha demostrado su éxito en la práctica, mientras que el de Washington eran recomendaciones de un economista teórico. Finalmente, los logros del modelo chileno, por encima de puntuales objeciones, son indudablemente superiores a los del "neoliberalismo" de los noventa y al "neopopulismo" de comienzos del siglo XXI. Los liberales tenemos en el Chile del socialista Lagos un ejemplo que no encontramos en ningún "neoliberal". Por lo tanto, considero que para la batalla de ideas que debemos afrontar los liberales latinoamericanos, el cambio de términos que nos propone Pedro Isern es una contribución relevante. *