Prensa
La moneda china gana terreno
Fuente: La Nación (Argentina)
Raúl Ferro
Para LA NACION
A fines de agosto de este año, una serie de bancos internacionales -entre ellos JP Morgan, HSBC, StanChart y Citigroup- se embarcaron en sendos roadshows para promocionar entre sus clientes la idea de comenzar a denominar su comercio con China en yuanes, la moneda del gigante asiático. Este hecho recalca una realidad que se ve venir desde hace varios años: los problemas macroeconómicos que arrastra la economía estadounidense y sus preocupantes perspectivas a mediano plazo constituyen factores que se traducen en una debilidad estructural del dólar de Estados Unidos, una moneda que, huelga decirlo, es la base del ahorro y del comercio mundial. Sin embargo, el creciente peso de China como potencia económica -que acaba de desplazar a Japón en ese sentido- y su omnipresente influencia en el comercio mundial han llevado a muchos, incluso a los banqueros arriba mencionados y a otros muchos colegas, a pasar parte del agua de la economía internacional al molino de la moneda china.
Sin embargo, pese a lo que pueden pensar o decir algunos dirigentes de los países que insisten en la validez de modelos económicos que fracasaron hace cuatro décadas, la irrupción del yuan en el escenario económico mundial no es un asunto ideológico: es consecuencia de la más elemental lógica de mercado, lógica que la dictadura política del partido comunista chino entiende y abraza con gran entusiasmo.
Esa es la lectura correcta de las señales que nos llegan de la economía mundial. Aquí no hay temas de soberanía ni de relaciones Norte-Sur involucrados. Se trata de cambios estructurales en la forma en que se ordena el mundo para ahorrar, comerciar e interactuar en general.
Pero ¿ha muerto el dólar? No, en absoluto. "No es fácil encontrar monedas que puedan competir con el dólar, especialmente como medio de pago", dice Daniel Titelman, jefe de la sección de estudios del desarrollo de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal). "El dólar como reserva va a durar muchos años, pero eso no quiere decir que no podamos ir avanzando hacia un sistema multimonedas que tampoco reemplazará necesariamente al dólar en el corto plazo", añadió.
Los datos son contundentes. Aunque con una moderada tendencia a la baja, todavía dos terceras partes de las reservas monetarias de los países del mundo están en dólares de Estados Unidos, mientras que el 56% del comercio mundial y el 80% de las transacciones en divisas en el mundo se realizan en esa moneda. Pese al terremoto que lo sacudió en 2008, el sistema financiero estadounidense es el más profundo del planeta, de lejos, al igual que su mercado de capitales. Y pese a todos los problemas macroeconómicos que enfrenta Estados Unidos, vemos que cuando se trata de flight to quality , de buscar un lugar seguro para las inversiones, los bonos del tesoro norteamericano, es decir, el dólar, son el destino buscado.
El problema es que este cambio estructural tiene importantes consecuencias para las economías emergentes, incluyendo Argentina. Ya no estamos en los 70. La época en que nuestros países podían apoyar su ventaja competitiva fundamentalmente en el tipo de cambio, en el valor del dólar, son historia. Las vueltas de la economía han llevado a que los países emergentes enfrenten los dolores de cabeza de la revaluación en lugar de los conocidos terrores de la devaluación, tan comunes hasta hace diez años.
Hoy, más que nunca, los países tienen que diseñar políticas públicas que estimulen la productividad. Los problemas que genera la tendencia a la revaluación de las monedas de los países emergentes son un "mejor" problema y, más que nunca, presenta la oportunidad -la necesidad, en realidad- de construir la competitividad de nuestras economías haciéndolas más eficientes. Buena infraestructura, un aparato estatal eficiente, estabilidad macroeconómica y reglas de juego estables y justas para el desarrollo de las empresas deben ser la base de esa competitividad. Lo mejor de todo es que, si se juegan bien las cartas, debería aumentar el valor agregado de la producción de nuestros países y, por lo tanto, los niveles salariales y la rentabilidad empresarial, para generar verdadera riqueza.
Estamos ante la oportunidad de crear círculos virtuosos de crecimiento. Pero para lograrlo, una de las primeras tentaciones que hay que vencer es la de manipular la economía. Este es un mensaje que debe escucharse especialmente en la ribera sur del Río de la Plata.
© LA NACION
El autor es miembro del Consejo Consultivo de Cadal
Fuente: La Nación (Buenos Aires, Argentina)
La Nación (Argentina)
Raúl Ferro
Para LA NACION
A fines de agosto de este año, una serie de bancos internacionales -entre ellos JP Morgan, HSBC, StanChart y Citigroup- se embarcaron en sendos roadshows para promocionar entre sus clientes la idea de comenzar a denominar su comercio con China en yuanes, la moneda del gigante asiático. Este hecho recalca una realidad que se ve venir desde hace varios años: los problemas macroeconómicos que arrastra la economía estadounidense y sus preocupantes perspectivas a mediano plazo constituyen factores que se traducen en una debilidad estructural del dólar de Estados Unidos, una moneda que, huelga decirlo, es la base del ahorro y del comercio mundial. Sin embargo, el creciente peso de China como potencia económica -que acaba de desplazar a Japón en ese sentido- y su omnipresente influencia en el comercio mundial han llevado a muchos, incluso a los banqueros arriba mencionados y a otros muchos colegas, a pasar parte del agua de la economía internacional al molino de la moneda china.
Sin embargo, pese a lo que pueden pensar o decir algunos dirigentes de los países que insisten en la validez de modelos económicos que fracasaron hace cuatro décadas, la irrupción del yuan en el escenario económico mundial no es un asunto ideológico: es consecuencia de la más elemental lógica de mercado, lógica que la dictadura política del partido comunista chino entiende y abraza con gran entusiasmo.
Esa es la lectura correcta de las señales que nos llegan de la economía mundial. Aquí no hay temas de soberanía ni de relaciones Norte-Sur involucrados. Se trata de cambios estructurales en la forma en que se ordena el mundo para ahorrar, comerciar e interactuar en general.
Pero ¿ha muerto el dólar? No, en absoluto. "No es fácil encontrar monedas que puedan competir con el dólar, especialmente como medio de pago", dice Daniel Titelman, jefe de la sección de estudios del desarrollo de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal). "El dólar como reserva va a durar muchos años, pero eso no quiere decir que no podamos ir avanzando hacia un sistema multimonedas que tampoco reemplazará necesariamente al dólar en el corto plazo", añadió.
Los datos son contundentes. Aunque con una moderada tendencia a la baja, todavía dos terceras partes de las reservas monetarias de los países del mundo están en dólares de Estados Unidos, mientras que el 56% del comercio mundial y el 80% de las transacciones en divisas en el mundo se realizan en esa moneda. Pese al terremoto que lo sacudió en 2008, el sistema financiero estadounidense es el más profundo del planeta, de lejos, al igual que su mercado de capitales. Y pese a todos los problemas macroeconómicos que enfrenta Estados Unidos, vemos que cuando se trata de flight to quality , de buscar un lugar seguro para las inversiones, los bonos del tesoro norteamericano, es decir, el dólar, son el destino buscado.
El problema es que este cambio estructural tiene importantes consecuencias para las economías emergentes, incluyendo Argentina. Ya no estamos en los 70. La época en que nuestros países podían apoyar su ventaja competitiva fundamentalmente en el tipo de cambio, en el valor del dólar, son historia. Las vueltas de la economía han llevado a que los países emergentes enfrenten los dolores de cabeza de la revaluación en lugar de los conocidos terrores de la devaluación, tan comunes hasta hace diez años.
Hoy, más que nunca, los países tienen que diseñar políticas públicas que estimulen la productividad. Los problemas que genera la tendencia a la revaluación de las monedas de los países emergentes son un "mejor" problema y, más que nunca, presenta la oportunidad -la necesidad, en realidad- de construir la competitividad de nuestras economías haciéndolas más eficientes. Buena infraestructura, un aparato estatal eficiente, estabilidad macroeconómica y reglas de juego estables y justas para el desarrollo de las empresas deben ser la base de esa competitividad. Lo mejor de todo es que, si se juegan bien las cartas, debería aumentar el valor agregado de la producción de nuestros países y, por lo tanto, los niveles salariales y la rentabilidad empresarial, para generar verdadera riqueza.
Estamos ante la oportunidad de crear círculos virtuosos de crecimiento. Pero para lograrlo, una de las primeras tentaciones que hay que vencer es la de manipular la economía. Este es un mensaje que debe escucharse especialmente en la ribera sur del Río de la Plata.
© LA NACION
El autor es miembro del Consejo Consultivo de Cadal
Fuente: La Nación (Buenos Aires, Argentina)