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Instituto Václav Havel
El día de Solidaridad y Tiananmen
Dos fueron los caminos abiertos en la jornada histórica del 4 de junio de 1989: en Europa fue el primer paso para el desmoronamiento del socialismo real, un sistema de opresión, censura y estancamiento; en Asia Oriental, en cambio, los tanques fueron la demostración de que el régimen comunista chino no está dispuesto a reconocer las libertades individuales ni a abandonar el monopolio del poder.Por Ricardo López Göttig
El pasado 4 de junio se cumplió un cuarto de siglo de dos eventos que marcaron la historia de Asia y Europa. En la República Popular China, el 4 de junio de 1989 se produjo la masacre de Tiananmen, que reprimió a los estudiantes que reclamaban la democratización del régimen socialista; en Polonia, en esa jornada triunfaba en las urnas el sindicato Solidaridad, poniendo en evidencia la falta de legitimidad del comunismo en Europa Oriental.
Polonia era una posición clave en el tablero de ajedrez de la guerra fría, un país que había sido invadido y repartido entre el Reich nazi y la Unión Soviética en 1939. El paupérrimo nivel de vida del socialismo real despertaba el descontento de la población, y por ello se creó en agosto de 1980 el sindicato Solidaridad en la ciudad de Gdan'sk, en los astilleros Lenin, liderado por el electricista Lech Walesa. La existencia de un sindicato que no respondiera al régimen comunista era un severo cuestionamiento a la legitimidad del sistema socialista, ya que ponía en evidencia que no era un gobierno de, por y para los proletarios. Si bien el sindicato Solidaridad fue declarado ilegal y debió funcionar en la clandestinidad durante los años siguientes, el apoyo decidido que tuvo por parte de la Iglesia Católica –la figura de Juan Pablo II fue un elemento de gran motivación para la feligresía polaca- y el reconocimiento que tuvo Walesa en Occidente, obteniendo el Premio Nobel de la Paz en 1983, le dieron vida a este movimiento. En esos tiempos de vida clandestina, uno de los miembros más destacados de Solidaridad, el sacerdote Jerzy Popiełuszko, fue asesinado por agentes del Servicio de Seguridad en 1984. Cobijados por los vientos de deshielo de la era de la Perestroika y glasnost provenientes de la Unión Soviética en la era Gorbachov, el sindicato Solidaridad realizó varias huelgas que llevaron a que el régimen comunista polaco negociara una salida electoral en la llamada Mesa Redonda, en la que se acordó que se pudiera votar por un tercio del Parlamento (Sejm) y que se creara un Senado con cien escaños. El 4 de junio de 1989, Solidaridad ganó todas las bancas de ese tercio del Parlamento y 99 de las cien bancas de la cámara alta. En consecuencia, pudo nombrar al primer ministro, Tadeusz Mazowiecki, que dio los pasos iniciales hacia la transición a la democracia, aun cuando los comunistas conservaban la mayoría del Parlamento y la presidencia bajo el general Jaruzelski.
El mismo día en el que se celebraron esos históricos comicios en Polonia, los jóvenes que se manifestaban en la plaza de Tiananmen en Beijing fueron implacablemente reprimidos por el llamado Ejército de Liberación Popular, la fuerza armada del Partido Comunista de la República Popular China. Los estudiantes habían tomado la plaza durante varias semanas para reclamar por lo que llamaban la “quinta modernización”: la democracia, tomando la consigna de las cuatro modernizaciones en la economía y la defensa propuestas por Deng Xiaoping. Aún se ignora cuántos fueron los muertos y el régimen todavía imperante intenta diluir lo ocurrido llamándolo “incidente”, prohibiendo su mención y conmemoración.
Dos fueron los caminos abiertos en esa jornada histórica: en Europa fue el primer paso para el desmoronamiento del socialismo real, un sistema de opresión, censura y estancamiento; en Asia Oriental, en cambio, los tanques fueron la demostración de que el régimen comunista chino no está dispuesto a reconocer las libertades individuales ni a abandonar el monopolio del poder. En Europa se expandió el horizonte de las democracias liberales hacia el Oriente, mientras que en gran parte de Asia sigue siendo una noble aspiración.
El autor es Doctor en Historia y Analista de CADAL.
Ricardo López GöttigDirector del Instituto Václav Havel
Profesor y Doctor en Historia, egresado de la Universidad de Belgrano y de la Universidad Karlova de Praga (República Checa), respectivamente. Doctorando en Ciencia Política. Es profesor titular de Historia Contemporánea en la Universidad de Belgrano, y profesor en las maestrías en Relaciones Internacionales de la UB y de la Universidad del Salvador. Fue profesor visitante en la Universidad Torcuato Di Tella, en la Universidad ORT Uruguay y en la Universidad de Pavía (Italia). Autor de los libros “Origen, mitos e influencias del antisemitismo en el mundo” (2019) y “Milada Horáková. Defensora de los derechos humanos y víctima de los totalitarismos” (2020), ambos publicados por CADAL y la Fundación Konrad Adenauer, entre otros. Fue Director de Museos y Preservación Patrimonial de la Provincia de Buenos Aires (2015-2019).
El pasado 4 de junio se cumplió un cuarto de siglo de dos eventos que marcaron la historia de Asia y Europa. En la República Popular China, el 4 de junio de 1989 se produjo la masacre de Tiananmen, que reprimió a los estudiantes que reclamaban la democratización del régimen socialista; en Polonia, en esa jornada triunfaba en las urnas el sindicato Solidaridad, poniendo en evidencia la falta de legitimidad del comunismo en Europa Oriental.
Polonia era una posición clave en el tablero de ajedrez de la guerra fría, un país que había sido invadido y repartido entre el Reich nazi y la Unión Soviética en 1939. El paupérrimo nivel de vida del socialismo real despertaba el descontento de la población, y por ello se creó en agosto de 1980 el sindicato Solidaridad en la ciudad de Gdan'sk, en los astilleros Lenin, liderado por el electricista Lech Walesa. La existencia de un sindicato que no respondiera al régimen comunista era un severo cuestionamiento a la legitimidad del sistema socialista, ya que ponía en evidencia que no era un gobierno de, por y para los proletarios. Si bien el sindicato Solidaridad fue declarado ilegal y debió funcionar en la clandestinidad durante los años siguientes, el apoyo decidido que tuvo por parte de la Iglesia Católica –la figura de Juan Pablo II fue un elemento de gran motivación para la feligresía polaca- y el reconocimiento que tuvo Walesa en Occidente, obteniendo el Premio Nobel de la Paz en 1983, le dieron vida a este movimiento. En esos tiempos de vida clandestina, uno de los miembros más destacados de Solidaridad, el sacerdote Jerzy Popiełuszko, fue asesinado por agentes del Servicio de Seguridad en 1984. Cobijados por los vientos de deshielo de la era de la Perestroika y glasnost provenientes de la Unión Soviética en la era Gorbachov, el sindicato Solidaridad realizó varias huelgas que llevaron a que el régimen comunista polaco negociara una salida electoral en la llamada Mesa Redonda, en la que se acordó que se pudiera votar por un tercio del Parlamento (Sejm) y que se creara un Senado con cien escaños. El 4 de junio de 1989, Solidaridad ganó todas las bancas de ese tercio del Parlamento y 99 de las cien bancas de la cámara alta. En consecuencia, pudo nombrar al primer ministro, Tadeusz Mazowiecki, que dio los pasos iniciales hacia la transición a la democracia, aun cuando los comunistas conservaban la mayoría del Parlamento y la presidencia bajo el general Jaruzelski.
El mismo día en el que se celebraron esos históricos comicios en Polonia, los jóvenes que se manifestaban en la plaza de Tiananmen en Beijing fueron implacablemente reprimidos por el llamado Ejército de Liberación Popular, la fuerza armada del Partido Comunista de la República Popular China. Los estudiantes habían tomado la plaza durante varias semanas para reclamar por lo que llamaban la “quinta modernización”: la democracia, tomando la consigna de las cuatro modernizaciones en la economía y la defensa propuestas por Deng Xiaoping. Aún se ignora cuántos fueron los muertos y el régimen todavía imperante intenta diluir lo ocurrido llamándolo “incidente”, prohibiendo su mención y conmemoración.
Dos fueron los caminos abiertos en esa jornada histórica: en Europa fue el primer paso para el desmoronamiento del socialismo real, un sistema de opresión, censura y estancamiento; en Asia Oriental, en cambio, los tanques fueron la demostración de que el régimen comunista chino no está dispuesto a reconocer las libertades individuales ni a abandonar el monopolio del poder. En Europa se expandió el horizonte de las democracias liberales hacia el Oriente, mientras que en gran parte de Asia sigue siendo una noble aspiración.
El autor es Doctor en Historia y Analista de CADAL.