Prensa
Inconsecuencia argentina en la defensa de los derechos humanos
El silencio oficial frente a la muerte de este disidente en Cuba y, en general, a la obscena violación de los derechos humanos por parte del régimen de partido y pensamiento único cubano, es aún más sorprendente al recordar lo expresado por el titular de la Cancillería, Héctor Timerman, cuando se desempeñaba como periodista.
Fuente: El Popular (Olavarría, Argentina)
Gabriel C. Salvia (*)
El 19 de enero pasado se produjo en Cuba la muerte del joven disidente cubano Wilman Villar, quien había sido detenido y encarcelado arbitrariamente en noviembre de 2011, acusado de un delito que no es tal desde la perspectiva democrática y condenado a cuatro años de prisión.
Sin embargo, a diferencia de los gobiernos de la Unión Europea, Chile, España, México, los Estados Unidos y Alemania, la cancillería argentina, desde la cual se declama que el eje de la política exterior se basa en la defensa y promoción de los derechos humanos, no emitió ninguna expresión de condena o, al menos, de preocupación.
El silencio oficial frente a la muerte de este disidente en Cuba y, en general, a la obscena violación de los derechos humanos por parte del régimen de partido y pensamiento único cubano, es aún más sorprendente al recordar lo expresado por el titular de la Cancillería, Héctor Timerman, cuando se desempeñaba como periodista.
El lunes pasado se cumplieron ocho años de una nota que publicara la revista "Debate", firmada por Timerman: "El pasado argentino nos coloca en la obligación de ejercer un rol de liderazgo que muy pocos países pueden intentar ocupar. Por ejemplo, en la lucha contra la violación de los derechos humanos y en la solidaridad activa con quienes se ven privados de ellos. Porque fuimos víctimas no debemos olvidar a las actuales víctimas... Por ejemplo, en relación a Cuba, correspondería recibirlos, confortarlos y ser sus voceros frente al régimen castrista", escribió.
Asimismo, en una entrevista realizada a fines del año 2003, el mismo Timerman reconocía que "una de las lecciones que hemos aprendido durante todos estos años de lucha por los derechos humanos es la importancia que tiene la influencia política que pueden llegar a tener gobiernos extranjeros... Yo recuerdo y me imagino que será esto importante para los colegas cubanos que están presos en este momento, que fuimos ayudados de una forma categórica aquí en Argentina por las embajadas de Francia, Italia, Venezuela, Estados Unidos y una de las maneras que tenían de ayudarnos era justamente sacarnos de esta situación de no existencia en la que el régimen nos quería colocar".
Pero la inconsecuencia en la defensa de los derechos humanos no se limita al actual canciller, sino que a todo el gobierno que representa, a sus ideólogos intelectuales y a los organismos de derechos humanos que lo apoyan.
Es que el régimen cubano fue un reconocido cómplice de la dictadura militar argentina y no sólo por obedecer las directivas de la Unión Soviética, principal destino de la exportación de granos desde la Argentina. La dictadura cubana aspiraba a liderar el Movimiento de los No Alineados, el cual integraba la Argentina y gracias a su respaldo y el del bloque socialista los militares nunca fueron condenados en la entonces Comisión de Derechos Humanos, en Ginebra.
Como lo reconoció en una entrevista con la analista Kezia McKeague, el propio Gabriel Martínez, embajador argentino en Ginebra durante todo el período de la dictadura militar: "Los cubanos siempre, siempre nos apoyaron y nosotros los apoyamos a ellos".
Además, nunca "Granma", el diario oficial de la dictadura cubana, denunció las violaciones a los derechos humanos en la Argentina, e incluso a los exiliados argentinos en Cuba se los obligaba a viajar a México para criticar a los militares.
Más conocido fue el apoyo del propio Fidel Castro a la invasión militar del 2 de abril de 1982 a las islas Malvinas, recibiendo en La Habana con los brazos abiertos al entonces canciller Nicanor Costa Méndez, avalando así tanto a un gobierno ilegítimo y represivo, como el recurso de la vía armada para recuperar la soberanía sobre ese territorio.
De más está decir que si los militares salían airosos de la contienda, incluso si se aplicaba el acuerdo de las tres banderas, ellos hubiesen seguido unos años más en el poder, entre otras cosas gracias al apoyo del castrismo.
En definitiva, si el actual gobierno argentino y los referentes sociales que lo apoyan, defendieran honestamente los derechos humanos en lugar de respaldar a un régimen que fue cómplice de los militares deberían ayudar y solidarizarse con los activistas democráticos cubanos.
(*) GABRIEL C. SALVIA es titular de Cadal y compilador del libro "Diplomacia y Derechos Humanos en Cuba"
Fuente: El Popular (Olavarría, Argentina)
El Popular (Olavarría, Argentina)
Gabriel C. Salvia (*)
El 19 de enero pasado se produjo en Cuba la muerte del joven disidente cubano Wilman Villar, quien había sido detenido y encarcelado arbitrariamente en noviembre de 2011, acusado de un delito que no es tal desde la perspectiva democrática y condenado a cuatro años de prisión.
Sin embargo, a diferencia de los gobiernos de la Unión Europea, Chile, España, México, los Estados Unidos y Alemania, la cancillería argentina, desde la cual se declama que el eje de la política exterior se basa en la defensa y promoción de los derechos humanos, no emitió ninguna expresión de condena o, al menos, de preocupación.
El silencio oficial frente a la muerte de este disidente en Cuba y, en general, a la obscena violación de los derechos humanos por parte del régimen de partido y pensamiento único cubano, es aún más sorprendente al recordar lo expresado por el titular de la Cancillería, Héctor Timerman, cuando se desempeñaba como periodista.
El lunes pasado se cumplieron ocho años de una nota que publicara la revista "Debate", firmada por Timerman: "El pasado argentino nos coloca en la obligación de ejercer un rol de liderazgo que muy pocos países pueden intentar ocupar. Por ejemplo, en la lucha contra la violación de los derechos humanos y en la solidaridad activa con quienes se ven privados de ellos. Porque fuimos víctimas no debemos olvidar a las actuales víctimas... Por ejemplo, en relación a Cuba, correspondería recibirlos, confortarlos y ser sus voceros frente al régimen castrista", escribió.
Asimismo, en una entrevista realizada a fines del año 2003, el mismo Timerman reconocía que "una de las lecciones que hemos aprendido durante todos estos años de lucha por los derechos humanos es la importancia que tiene la influencia política que pueden llegar a tener gobiernos extranjeros... Yo recuerdo y me imagino que será esto importante para los colegas cubanos que están presos en este momento, que fuimos ayudados de una forma categórica aquí en Argentina por las embajadas de Francia, Italia, Venezuela, Estados Unidos y una de las maneras que tenían de ayudarnos era justamente sacarnos de esta situación de no existencia en la que el régimen nos quería colocar".
Pero la inconsecuencia en la defensa de los derechos humanos no se limita al actual canciller, sino que a todo el gobierno que representa, a sus ideólogos intelectuales y a los organismos de derechos humanos que lo apoyan.
Es que el régimen cubano fue un reconocido cómplice de la dictadura militar argentina y no sólo por obedecer las directivas de la Unión Soviética, principal destino de la exportación de granos desde la Argentina. La dictadura cubana aspiraba a liderar el Movimiento de los No Alineados, el cual integraba la Argentina y gracias a su respaldo y el del bloque socialista los militares nunca fueron condenados en la entonces Comisión de Derechos Humanos, en Ginebra.
Como lo reconoció en una entrevista con la analista Kezia McKeague, el propio Gabriel Martínez, embajador argentino en Ginebra durante todo el período de la dictadura militar: "Los cubanos siempre, siempre nos apoyaron y nosotros los apoyamos a ellos".
Además, nunca "Granma", el diario oficial de la dictadura cubana, denunció las violaciones a los derechos humanos en la Argentina, e incluso a los exiliados argentinos en Cuba se los obligaba a viajar a México para criticar a los militares.
Más conocido fue el apoyo del propio Fidel Castro a la invasión militar del 2 de abril de 1982 a las islas Malvinas, recibiendo en La Habana con los brazos abiertos al entonces canciller Nicanor Costa Méndez, avalando así tanto a un gobierno ilegítimo y represivo, como el recurso de la vía armada para recuperar la soberanía sobre ese territorio.
De más está decir que si los militares salían airosos de la contienda, incluso si se aplicaba el acuerdo de las tres banderas, ellos hubiesen seguido unos años más en el poder, entre otras cosas gracias al apoyo del castrismo.
En definitiva, si el actual gobierno argentino y los referentes sociales que lo apoyan, defendieran honestamente los derechos humanos en lugar de respaldar a un régimen que fue cómplice de los militares deberían ayudar y solidarizarse con los activistas democráticos cubanos.
(*) GABRIEL C. SALVIA es titular de Cadal y compilador del libro "Diplomacia y Derechos Humanos en Cuba"
Fuente: El Popular (Olavarría, Argentina)