Entrevistas
Análisis Latino
Fernando H. Cardoso:
«En democracia, el Estado no puede pretender sustituir la sociedad»
Fernando Henrique Cardoso (FHC) fue Presidente de la República Federal de Brasil durante dos mandatos consecutivos (1995-2002) y de acuerdo a una encuesta de Prospect y Foreign Policy, es uno de los doscientos intelectuales públicos más importantes del mundo.Por Gabriel C. Salvia
Gabriel C. Salvia, Editor de www.analisislatino.com
Actualmente es presidente del Instituto Fernando Henrique Cardoso (iFHC, São Paulo), presidente honorario del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) y miembro del Consejo Deliberativo del Proyecto Plataforma Democrática. Es Miembro de la Junta Directiva del Club de Madrid (Madrid), miembro de la Clinton Global Initiative (New York, NY), miembro del Directorio del Diálogo Interamericano (Washington, D.C), del World Resources Institute (Washington, D.C) y del Thomas. J. Watson Jr. Institute for International Studies de la Universidad de Brown (Providence, RI). Es también Presidente de la Comisión independiente sobre SIDA y el Derecho, co-presidente de la Comisión latinoamericana sobre Drogas y Democracia desde 2008, y lideró, en 2010, la creación de la Comisión Global sobre Políticas de Drogas. Miembro del Consejo de Lideres Globales para la Salud Reproductiva.
Escribe mensualmente una columna para los diarios O Estado de Sau Paulo y O Globo.
Nació en Río de Janeiro en 1931, estuvo casado con la antropóloga Ruth Cardoso (1930-2008) con quien tuvo tres hijos.
AL ¿Cuáles considera que fueron los aportes más importantes de sus gobiernos para que actualmente Brasil esté considerado como un ejemplo económico y social democráticamente exitoso en América Latina, a pesar de todos los desafíos que tiene pendientes?
F.H.C.: Pienso que el aporte más importante fue crear, a través de la estabilización y de la construcción de un nuevo régimen fiscal, las condiciones para que el País pudiera avanzar en la realización de los grandes objetivos de la Constitución de 1988: la consolidación de la democracia y la concreción de derechos sociales de amplio alcance. El descontrol inflacionario y la debilidad financiera del Estado impedían asegurar la gobernabilidad democrática y hacían polvo los derechos sociales establecidos en la Constitución. Esto cambió. En perspectiva histórica, estoy seguro que Brasil nunca fue tan democrático, ya sea en cuanto al ejercicio de los derechos políticos, ya sea en cuanto al acceso a los derechos sociales. Pero insisto, esto no fue obra de un gobierno. Expresa un cambio de la sociedad brasileña.
AL ¿Cuál considera que es la reforma estructural más importante que tiene que realizar Brasil?
F.H.C.: No creo que exista una reforma estructural decisiva. La agenda abarca múltiples iniciativas. Lo más decisivo es recuperar la propia idea de que reformas son necesarias. Reformas, en plural, para mejorar la eficiencia del Estado, para dar más calidad a las políticas sociales, para asegurar la sostenibilidad de las cuentas públicas, para preparar la economía (empresas y trabajadores) a disputar nuevos espacios en el mundo.
Hay desafíos nuevos. En 2030 se estima que la población económicamente activa de Brasil será de 150 millones de personas. Hay que generar empleo de calidad para este inmenso contingente poblacional y prepararlo para ocupar los puestos de trabajo. De esto va a depender fundamentalmente el progreso económico y social del país. Esto requiere más desarrollo e innovación empresarial, de un lado, y mejor educación, de otro. Los próximos veinte años serán decisivos ya que, a partir de 2030, empezará a cerrarse nuestra ventana de oportunidad demográfica. Es decir la proporción de inactivos sobre la población total comenzará a crecer significativamente. Necesitamos avanzar más rápidamente ahora.
La política sirve para apuntar desafíos y rumbos. Y crear las condiciones para que la sociedad avance. En democracia, el Estado no puede pretender sustituir la sociedad.
AL ¿Cuál es su balance sobre los dos gobiernos de Lula?
F.H.C.: El hecho de que haya ocurrido un cambio de poder con un grado bastante apreciable de continuidad fue muy positivo para Brasil. Pese a mucha retórica en contrario, en la conducción de las políticas económica y social no veo discrepancias pronunciadas entre el gobierno de Lula y el mío. Esto explica un avance de la sociedad brasileña. Las sociedades modernas, más desarrolladas, no cambian por rupturas, sino que con avances más o menos incrementales. Lo que sí, creo, marca una diferencia es que el gobierno de Lula invirtió menos en la institucionalidad. Fue más político, en el sentido más convencional de la palabra. Osaría decir que menos republicano.
AL ¿Qué diferencias sustanciales percibe entre Dilma y Lula?
F.H.C.: Son estilos muy distintos. Lula es un animal político, pero sobretodo un animal que se adapta a circunstancias. Dilma tiene concepciones más estructuradas. Sin embargo, ambos comparten una visión relativamente estado-céntrica del proceso de cambio social.
AL Pasando de Brasil a la región, ¿Cuáles son los mayores desafíos y las grandes oportunidades políticas, económicas y sociales que enfrenta América Latina?
F.H.C.: La región avanzó en términos de su capacidad de manejo de la macroeconomía, consolidó la democracia electoral y obtuvo avances en el combate a la pobreza. Se vio beneficiada en la última década por precios crecientes de commodities en la economía internacional. Ahora surgen dudas sobre la duración y la intensidad de este ciclo favorable del mercado de commodities. De inmediato, el desafío es amortiguar los impactos que inevitablemente producirá la nueva etapa de la crisis originada en 2007/2008. En una mirada de más de largo plazo, y suponiendo un retorno de las tendencias “estructurales” anteriores, el desafío es aprovechar la renta extraordinaria de las commodities para avanzar más rápidamente en políticas que promuevan un cambio cualitativo en nuestros procesos de desarrollo. Están los que creen que la forma más eficiente de promover los cambios es concentrar poder y recursos en el Estado. Yo creo que el Estado tiene un papel esencial, no solo en la regulación, pero también como inductor, desde que su acción se dé bajo reglas claras, que no sofoquen la competencia, y bajo mecanismos efectivos que permitan a la sociedad evaluar y controlar las acciones del gobierno.
AL ¿Es eficiente para el fortalecimiento democrático y la integración económica la coexistencia de tantos organismos regionales?
F.H.C.: De hecho, hubo en los últimos años una proliferación de organismos regionales de cúpula. Veo esta proliferación como un síntoma de las dificultades de profundizar la integración, si por esto entendemos un proceso gradual de generación de reglas y políticas que faciliten los flujos socioeconómicos entre los países de la región en un marco relativamente estable y protegido de las oscilaciones políticas de corto plazo en cada uno de ellos. No es que no haya habido aumento de estos flujos. Sí, hubo. Pero, al mismo tiempo, en términos prácticos se abandonó el intento de construir un marco institucional estable a partir del fortalecimiento de bloques sub-regionales, como Mercosur y la Comunidad Andina.
La verdad es que en términos de modelos de desarrollo e inserción externa, tuvimos más divergencia que convergencia en los últimos años en América del Sur. Un clivaje obvio es entre los países que se mantuvieron alineados a un modelo de capitalismo liberal y otros que rompieron con esto modelo. Pero este clivaje no resume todo el cuadro a que me refiero. Es importante notar que, mismo entre los países que no rompieron, ganó prestigio la idea de ampliar los espacios de decisión autónoma de políticas de desarrollo, por fuera de instituciones supranacionales. No estoy juzgando, es un hecho. Al mismo tiempo, el tema de la integración no está muerto. En este cuadro, organizaciones como Unasur permiten demarcar un espacio político y discursivo no despreciable desde el punto de vista simbólico, al mismo tiempo que exigen muy poco de sus miembros, porque sus objetivos son extremadamente genéricos y la adhesión no implica ninguna cesión importante de soberanía o esfuerzo real de coordinación de políticas.
Entrevista publicada en la edición número 27 de la Revista Perspectiva (Instituto de Ciencias Políticas, Colombia) www.revistaperspectiva.com
Gabriel C. SalviaDirector GeneralActivista de derechos humanos enfocado en la solidaridad democrática internacional. En 2024 recibió el Premio Gratias Agit del Ministerio de Relaciones Exteriores de la República Checa. Es autor de los libros "Memoria, derechos humanos y solidaridad democrática internacional" (2024) y "Bailando por un espejismo: apuntes sobre política, economía y diplomacia en los gobiernos de Cristina Fernández de Kirchner" (2017). Además, compiló varios libros, entre ellos "75 años de la Declaración Universal de Derechos Humanos: Miradas desde Cuba" (2023), "Los derechos humanos en las relaciones internacionales y la política exterior" (2021), "Desafíos para el fortalecimiento democrático en la Argentina" (2015), "Un balance político a 30 años del retorno a la democracia en Argentina" (2013) y "Diplomacia y Derechos Humanos en Cuba" (2011), Sus columnas de opinión han sido publicadas en varios medios en español. Actualmente publica en Clarín, Perfil, Infobae y La Nación, de Argentina. Ha participado en eventos internacionales en América Latina, África, Asia, Europa, los Balcanes y en Estados Unidos. Desde 1992 se desempeña como director en Organizaciones de la Sociedad Civil y es miembro fundador de CADAL. Como periodista, trabajó entre 1992 y 1997 en gráfica, radio y TV especializado en temas parlamentarios, políticos y económicos, y posteriormente contribuyó con entrevistas en La Nación y Perfil.
Gabriel C. Salvia, Editor de www.analisislatino.com
Actualmente es presidente del Instituto Fernando Henrique Cardoso (iFHC, São Paulo), presidente honorario del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) y miembro del Consejo Deliberativo del Proyecto Plataforma Democrática. Es Miembro de la Junta Directiva del Club de Madrid (Madrid), miembro de la Clinton Global Initiative (New York, NY), miembro del Directorio del Diálogo Interamericano (Washington, D.C), del World Resources Institute (Washington, D.C) y del Thomas. J. Watson Jr. Institute for International Studies de la Universidad de Brown (Providence, RI). Es también Presidente de la Comisión independiente sobre SIDA y el Derecho, co-presidente de la Comisión latinoamericana sobre Drogas y Democracia desde 2008, y lideró, en 2010, la creación de la Comisión Global sobre Políticas de Drogas. Miembro del Consejo de Lideres Globales para la Salud Reproductiva.
Escribe mensualmente una columna para los diarios O Estado de Sau Paulo y O Globo.
Nació en Río de Janeiro en 1931, estuvo casado con la antropóloga Ruth Cardoso (1930-2008) con quien tuvo tres hijos.
AL ¿Cuáles considera que fueron los aportes más importantes de sus gobiernos para que actualmente Brasil esté considerado como un ejemplo económico y social democráticamente exitoso en América Latina, a pesar de todos los desafíos que tiene pendientes?
F.H.C.: Pienso que el aporte más importante fue crear, a través de la estabilización y de la construcción de un nuevo régimen fiscal, las condiciones para que el País pudiera avanzar en la realización de los grandes objetivos de la Constitución de 1988: la consolidación de la democracia y la concreción de derechos sociales de amplio alcance. El descontrol inflacionario y la debilidad financiera del Estado impedían asegurar la gobernabilidad democrática y hacían polvo los derechos sociales establecidos en la Constitución. Esto cambió. En perspectiva histórica, estoy seguro que Brasil nunca fue tan democrático, ya sea en cuanto al ejercicio de los derechos políticos, ya sea en cuanto al acceso a los derechos sociales. Pero insisto, esto no fue obra de un gobierno. Expresa un cambio de la sociedad brasileña.
AL ¿Cuál considera que es la reforma estructural más importante que tiene que realizar Brasil?
F.H.C.: No creo que exista una reforma estructural decisiva. La agenda abarca múltiples iniciativas. Lo más decisivo es recuperar la propia idea de que reformas son necesarias. Reformas, en plural, para mejorar la eficiencia del Estado, para dar más calidad a las políticas sociales, para asegurar la sostenibilidad de las cuentas públicas, para preparar la economía (empresas y trabajadores) a disputar nuevos espacios en el mundo.
Hay desafíos nuevos. En 2030 se estima que la población económicamente activa de Brasil será de 150 millones de personas. Hay que generar empleo de calidad para este inmenso contingente poblacional y prepararlo para ocupar los puestos de trabajo. De esto va a depender fundamentalmente el progreso económico y social del país. Esto requiere más desarrollo e innovación empresarial, de un lado, y mejor educación, de otro. Los próximos veinte años serán decisivos ya que, a partir de 2030, empezará a cerrarse nuestra ventana de oportunidad demográfica. Es decir la proporción de inactivos sobre la población total comenzará a crecer significativamente. Necesitamos avanzar más rápidamente ahora.
La política sirve para apuntar desafíos y rumbos. Y crear las condiciones para que la sociedad avance. En democracia, el Estado no puede pretender sustituir la sociedad.
AL ¿Cuál es su balance sobre los dos gobiernos de Lula?
F.H.C.: El hecho de que haya ocurrido un cambio de poder con un grado bastante apreciable de continuidad fue muy positivo para Brasil. Pese a mucha retórica en contrario, en la conducción de las políticas económica y social no veo discrepancias pronunciadas entre el gobierno de Lula y el mío. Esto explica un avance de la sociedad brasileña. Las sociedades modernas, más desarrolladas, no cambian por rupturas, sino que con avances más o menos incrementales. Lo que sí, creo, marca una diferencia es que el gobierno de Lula invirtió menos en la institucionalidad. Fue más político, en el sentido más convencional de la palabra. Osaría decir que menos republicano.
AL ¿Qué diferencias sustanciales percibe entre Dilma y Lula?
F.H.C.: Son estilos muy distintos. Lula es un animal político, pero sobretodo un animal que se adapta a circunstancias. Dilma tiene concepciones más estructuradas. Sin embargo, ambos comparten una visión relativamente estado-céntrica del proceso de cambio social.
AL Pasando de Brasil a la región, ¿Cuáles son los mayores desafíos y las grandes oportunidades políticas, económicas y sociales que enfrenta América Latina?
F.H.C.: La región avanzó en términos de su capacidad de manejo de la macroeconomía, consolidó la democracia electoral y obtuvo avances en el combate a la pobreza. Se vio beneficiada en la última década por precios crecientes de commodities en la economía internacional. Ahora surgen dudas sobre la duración y la intensidad de este ciclo favorable del mercado de commodities. De inmediato, el desafío es amortiguar los impactos que inevitablemente producirá la nueva etapa de la crisis originada en 2007/2008. En una mirada de más de largo plazo, y suponiendo un retorno de las tendencias “estructurales” anteriores, el desafío es aprovechar la renta extraordinaria de las commodities para avanzar más rápidamente en políticas que promuevan un cambio cualitativo en nuestros procesos de desarrollo. Están los que creen que la forma más eficiente de promover los cambios es concentrar poder y recursos en el Estado. Yo creo que el Estado tiene un papel esencial, no solo en la regulación, pero también como inductor, desde que su acción se dé bajo reglas claras, que no sofoquen la competencia, y bajo mecanismos efectivos que permitan a la sociedad evaluar y controlar las acciones del gobierno.
AL ¿Es eficiente para el fortalecimiento democrático y la integración económica la coexistencia de tantos organismos regionales?
F.H.C.: De hecho, hubo en los últimos años una proliferación de organismos regionales de cúpula. Veo esta proliferación como un síntoma de las dificultades de profundizar la integración, si por esto entendemos un proceso gradual de generación de reglas y políticas que faciliten los flujos socioeconómicos entre los países de la región en un marco relativamente estable y protegido de las oscilaciones políticas de corto plazo en cada uno de ellos. No es que no haya habido aumento de estos flujos. Sí, hubo. Pero, al mismo tiempo, en términos prácticos se abandonó el intento de construir un marco institucional estable a partir del fortalecimiento de bloques sub-regionales, como Mercosur y la Comunidad Andina.
La verdad es que en términos de modelos de desarrollo e inserción externa, tuvimos más divergencia que convergencia en los últimos años en América del Sur. Un clivaje obvio es entre los países que se mantuvieron alineados a un modelo de capitalismo liberal y otros que rompieron con esto modelo. Pero este clivaje no resume todo el cuadro a que me refiero. Es importante notar que, mismo entre los países que no rompieron, ganó prestigio la idea de ampliar los espacios de decisión autónoma de políticas de desarrollo, por fuera de instituciones supranacionales. No estoy juzgando, es un hecho. Al mismo tiempo, el tema de la integración no está muerto. En este cuadro, organizaciones como Unasur permiten demarcar un espacio político y discursivo no despreciable desde el punto de vista simbólico, al mismo tiempo que exigen muy poco de sus miembros, porque sus objetivos son extremadamente genéricos y la adhesión no implica ninguna cesión importante de soberanía o esfuerzo real de coordinación de políticas.
Entrevista publicada en la edición número 27 de la Revista Perspectiva (Instituto de Ciencias Políticas, Colombia) www.revistaperspectiva.com