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Corea del Norte bajo la lupa
Por qué Corea del Norte desconfía de los extranjeros
(NK News) Desde que Corea del Norte cerró sus fronteras en plena pandemia de COVID, solo diez embajadas siguen operativas en el país. Pero el éxodo de diplomáticos y extranjeros de Pyongyang no es un hecho aislado para el régimen norcoreano. Más bien, confirma las antiguas sospechas del régimen de los Kim hacia los extranjeros de todo tipo y color.
Por Andrei Lankov
(NK News) La espectacular evacuación en agosto de una familia rusa de Corea del Norte en una carretilla de tren --y las subsiguientes salidas, nada ceremoniales, del personal diplomático desde que comenzó la pandemia de COVID-19-- atrajo atención considerable sobre la disminución de la población extranjera en el país, donde las agencias internacionales retiraron su personal y solo diez embajadas siguen operativas.
Si bien esta evacuación apresurada fue en gran parte resultado del brote de COVID, parece también que las autoridades norcoreanas realmente quieren que los extranjeros abandonen el país.
La historia de las relaciones de Corea del Norte con los extranjeros muestra que esto no debería ser una sorpresa. El régimen de la familia Kim ha considerado durante mucho tiempo a los extranjeros como intrínsecamente peligrosos y ha hecho todo lo posible para reducir la presencia extranjera en el país.
Aunque el número de expatriados aumentó a fines de la década de 1990, cuando el país buscó ayuda internacional para enfrentar una hambruna devastadora, se trató de una concesión forzada. Corea del Norte tiene ahora bajas probabilidades de obtener asistencia o incluso de participar en un comercio rentable, y esto significa que los extranjeros, que no tienen ningún valor para el régimen, deben irse.
Un comienzo multinacional
En 1945 Corea del Norte era, esencialmente, un lugar multinacional. Los coreanos étnicos formaban alrededor del 95-97% de su población total, pero el país también albergaba entre 40.000 y 50.000 chinos y 220.000 japoneses étnicos. También había pequeños grupos de extranjeros de otras nacionalidades.
El régimen de la familia Kim ha considerado durante mucho tiempo a los extranjeros como intrínsecamente peligrosos y ha hecho todo lo posible para reducir la presencia extranjera en el país.
Esta situación cambió drásticamente después de agosto de 1945, cuando los japoneses fueron enviados de regreso a su país de la manera menos protocolar posible. Las autoridades siguieron tolerando a los chinos por un tiempo.
También había tropas extranjeras. En agosto de 1945, los rusos llegaron en gran número después de derrotar a las tropas japonesas y se quedaron hasta finales de 1948. En octubre de 1950, las tropas chinas se apresuraron a rescatar al régimen de Kim Il Sung [N. del E.: durante la Guerra de Corea] y permanecieron en el país hasta 1958.
Los primeros expatriados de posguerra en Corea del Norte fueron los asesores soviéticos que comenzaron a llegar a finales de 1945. Algunos eran coreanos étnicos del Asia Central soviética que luego se convertirían en burócratas y militares norcoreanos.
Mucho más numerosos fueron los asesores soviéticos no coreanos, tanto civiles como militares, que llegaron a ser miles entre 1948 y 1958. Su función consistía en gran parte en garantizar el buen funcionamiento de las industrias, la burocracia y las fuerzas armadas y de seguridad de Corea del Norte.
Estos asesores eran bien pagos y vivían con lujos modestos, y en general residían en las antiguas casas de los japoneses ricos. Sus hijos asistían a escuelas de estilo soviético, no hablaban coreano y el ciudadano norcoreano medio rara vez interactuaba con ellos, aunque las autoridades toleraban esas interacciones en aquel momento.
Un norcoreano de finales de la década de 1940 o 1950, con los recuerdos del pasado colonial japonés todavía frescos, casi con certeza debe de haber sentido que su país era entonces más “coreano” de lo que había sido bajo el dominio japonés. Los extranjeros, aunque presentes, no estaban a la vista.
Diplomáticos peligrosos
Corea del Norte se proclamó oficialmente un Estado soberano en 1948. El gobierno de Pyongyang insistía en que era el único gobierno legítimo de toda la península de Corea y que el gobierno de Corea del Sur era ilegal. Seúl afirmaba lo mismo por su parte.
Durante décadas, esta curiosa falta de reconocimiento mutuo influyó en la presencia diplomática y de expatriados en el lugar. Hasta alrededor de 1970, un país no podía mantener embajadas simultáneamente en Seúl y en Pyongyang, y la mayoría de los países eligieron el Sur.
Entre 1948 y 1960, solo una docena de países, en su inmensa mayoría comunistas, tuvieron embajadas en Pyongyang. Las embajadas de China y la Unión Soviética fueron, por lejos, las más grandes.
La propaganda oficial ensalzaba la solidaridad de los países comunistas, pero los diplomáticos pronto descubrieron que sus anfitriones norcoreanos los observaban minuciosamente y que desalentaban la interacción con los lugareños. En documentos diplomáticos de finales de la década de 1950, los diplomáticos de Europa del Este aseguraron que los vigilaban con más atención que a sus pares de países occidentales hostiles. Esta vigilancia pronto se extendió a los soviéticos y chinos.
Desde finales de la década de 1950, los líderes de la República Popular Democrática de Corea [N. del E.: nombre oficial de Corea del Norte] asumieron que cuanto menos conocieran los extranjeros acerca de la situación interna de Corea, mejor. Las autoridades llegaron a ver a todos los diplomáticos y expatriados como espías a tiempo completo o parcial. Los extranjeros no podían ser expulsados ya que el país dependía de la ayuda externa, pero las autoridades escondían todo lo que podían de sus miradas indiscretas.
Los norcoreanos no veían mucha diferencia entre los diplomáticos y los asesores técnicos en lo que respecta a la seguridad, y el número de asesores soviéticos disminuyó drásticamente a fines de la década de 1950 hasta llegar a unos pocos cientos durante las tres décadas siguientes.
Desde finales de la década de 1950, las autoridades norcoreanas llegaron a ver a todos los diplomáticos y expatriados residentes en el país como espías.
Los ciudadanos norcoreanos que desarrollaban relaciones excesivamente cercanas con los asesores extranjeros normalmente desaparecían sin dejar rastro. Lo más probable es que las autoridades considerasen necesario separar a los ciudadanos de aquella peligrosa fuente de contaminación ideológica.
Desde la década de 1960, todo el personal norcoreano que trabajaba con expatriados era, técnicamente, empleado de la policía de seguridad norcoreana. En muchos casos, esta afiliación era una formalidad, pero de todos modos se esperaba que escribieran informes detallados sobre las palabras y las actividades de aquellos extranjeros a su cargo.
Reconocimiento internacional
Corea del Norte y Corea del Sur abandonaron en gran medida el principio de reconocimiento mutuamente excluyente a principios de la década de 1970. Chad y la República Centroafricana se convirtieron en los primeros países en establecer relaciones con la República Popular Democrática de Corea al tiempo que mantenían lazos con la República de Corea, y el número de países que reconocía a Corea del Norte comenzó a crecer con rapidez.
Este dramático aumento del reconocimiento formal no resultó en un aumento correspondiente en el número de embajadas. La mayoría de los países, después de establecer relaciones diplomáticas con Corea del Norte, se contentaron con enviar a sus embajadores a un país cercano y a hacer visitas esporádicas a Pyongyang.
Hacia principios de la década de 1970, solo había entre 20 y 30 embajadas en la capital de Corea del Norte, y la mayoría de estas misiones eran pequeñas, con apenas dos a cuatro diplomáticos, o incluso un solo “embajador solitario”. Pero en la medida en que algunas embajadas llevaron su propio personal, el número total de expatriados llegó a miles.
En la década de 1970 apareció cierta infraestructura para satisfacer sus necesidades. Alrededor de 1977 abrieron las tiendas que aceptaban moneda extranjera, y los expatriados podían usar allí su moneda para comprar productos importados de alta calidad. También se abrieron centros de servicios, cafeterías y restaurantes para extranjeros, y prohibidos para los locales, en los barrios diplomáticos en el este de Pyongyang, donde se reubicaron la mayoría de las embajadas.
La lista de prohibiciones era extensa. En la década de 1980, los expatriados no podían ir al cine ni a la mayoría de los museos. En teoría, podían visitar casas privadas, pero esas visitas requerían de aprobación previa y eran extremadamente infrecuentes.
Mientras tanto, los norcoreanos sabían que hablar con un extranjero les aseguraba una conversación larga con la policía de seguridad. Por lo tanto, la reacción común hacia los extranjeros era evitar cualquier tipo de comunicación e incluso huir de ellos, algo común en la década de 1970.
Guardias rojos y esposas extranjeras
La posición de los chinos en el país se deterioró después de que los estudiantes de una escuela china local, inspirados en la Revolución Cultural de Mao, realizaron una manifestación en el centro de Pyongyang en 1966. Estos autoproclamados “Guardias Rojos de Pyongyang” marcharon con el retrato de Mao en alto y gritando consignas que reclamaban a los líderes de Corea del Norte por no emular a China.
Las autoridades cerraron la escuela y aumentaron la presión sobre los chinos étnicos en el país. Su número se redujo de 50.000 en 1945 a unos 5.000 en la actualidad.
Otro grupo peculiar estaba formado por los cónyuges extranjeros, casi todas mujeres, de ciudadanos de la República Popular Democrática de Corea. En la década de 1950, unos cientos de norcoreanos que habían visitado la Unión Soviética y otros países de Europa del Este como estudiantes o trabajadores subcontratados regresaron con esposas extranjeras. Las mujeres enfrentaron la hostilidad y el acoso sistemático cuando las relaciones de Corea del Norte con otros países del bloque comunista se deterioraron en la década de 1960.
Las autoridades presionaron a los norcoreanos para que se divorciaran de sus esposas extranjeras. En algunos casos, a las mujeres se les negó el derecho a regresar mientras visitaban a sus familiares en el extranjero. Las autoridades cortaron toda comunicación entre las mujeres y sus maridos norcoreanos, así como con sus hijos, y es improbable que se les haya permitido volver a entrar en contacto alguna vez hasta el día de hoy.
Traducción: Agustín Menéndez
Edición: Florencia Grieco
Las opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de sus autores y no representan necesariamente la opinión de CADAL.
Andrei LankovDirector de Korea Risk Group, que engloba a NK News y NK Pro. Es profesor en la Universidad Kookmin (Seúl) y uno de los expertos en Corea del Norte más reconocidos. Se graduó de la Universidad estatal de Leningrado y estudió también en la Universidad Kim Il Sung, en Pyongyang, en 1985.
(NK News) La espectacular evacuación en agosto de una familia rusa de Corea del Norte en una carretilla de tren --y las subsiguientes salidas, nada ceremoniales, del personal diplomático desde que comenzó la pandemia de COVID-19-- atrajo atención considerable sobre la disminución de la población extranjera en el país, donde las agencias internacionales retiraron su personal y solo diez embajadas siguen operativas.
Si bien esta evacuación apresurada fue en gran parte resultado del brote de COVID, parece también que las autoridades norcoreanas realmente quieren que los extranjeros abandonen el país.
La historia de las relaciones de Corea del Norte con los extranjeros muestra que esto no debería ser una sorpresa. El régimen de la familia Kim ha considerado durante mucho tiempo a los extranjeros como intrínsecamente peligrosos y ha hecho todo lo posible para reducir la presencia extranjera en el país.
Aunque el número de expatriados aumentó a fines de la década de 1990, cuando el país buscó ayuda internacional para enfrentar una hambruna devastadora, se trató de una concesión forzada. Corea del Norte tiene ahora bajas probabilidades de obtener asistencia o incluso de participar en un comercio rentable, y esto significa que los extranjeros, que no tienen ningún valor para el régimen, deben irse.
Un comienzo multinacional
En 1945 Corea del Norte era, esencialmente, un lugar multinacional. Los coreanos étnicos formaban alrededor del 95-97% de su población total, pero el país también albergaba entre 40.000 y 50.000 chinos y 220.000 japoneses étnicos. También había pequeños grupos de extranjeros de otras nacionalidades.
Esta situación cambió drásticamente después de agosto de 1945, cuando los japoneses fueron enviados de regreso a su país de la manera menos protocolar posible. Las autoridades siguieron tolerando a los chinos por un tiempo.
También había tropas extranjeras. En agosto de 1945, los rusos llegaron en gran número después de derrotar a las tropas japonesas y se quedaron hasta finales de 1948. En octubre de 1950, las tropas chinas se apresuraron a rescatar al régimen de Kim Il Sung [N. del E.: durante la Guerra de Corea] y permanecieron en el país hasta 1958.
Los primeros expatriados de posguerra en Corea del Norte fueron los asesores soviéticos que comenzaron a llegar a finales de 1945. Algunos eran coreanos étnicos del Asia Central soviética que luego se convertirían en burócratas y militares norcoreanos.
Mucho más numerosos fueron los asesores soviéticos no coreanos, tanto civiles como militares, que llegaron a ser miles entre 1948 y 1958. Su función consistía en gran parte en garantizar el buen funcionamiento de las industrias, la burocracia y las fuerzas armadas y de seguridad de Corea del Norte.
Estos asesores eran bien pagos y vivían con lujos modestos, y en general residían en las antiguas casas de los japoneses ricos. Sus hijos asistían a escuelas de estilo soviético, no hablaban coreano y el ciudadano norcoreano medio rara vez interactuaba con ellos, aunque las autoridades toleraban esas interacciones en aquel momento.
Un norcoreano de finales de la década de 1940 o 1950, con los recuerdos del pasado colonial japonés todavía frescos, casi con certeza debe de haber sentido que su país era entonces más “coreano” de lo que había sido bajo el dominio japonés. Los extranjeros, aunque presentes, no estaban a la vista.
Diplomáticos peligrosos
Corea del Norte se proclamó oficialmente un Estado soberano en 1948. El gobierno de Pyongyang insistía en que era el único gobierno legítimo de toda la península de Corea y que el gobierno de Corea del Sur era ilegal. Seúl afirmaba lo mismo por su parte.
Durante décadas, esta curiosa falta de reconocimiento mutuo influyó en la presencia diplomática y de expatriados en el lugar. Hasta alrededor de 1970, un país no podía mantener embajadas simultáneamente en Seúl y en Pyongyang, y la mayoría de los países eligieron el Sur.
Entre 1948 y 1960, solo una docena de países, en su inmensa mayoría comunistas, tuvieron embajadas en Pyongyang. Las embajadas de China y la Unión Soviética fueron, por lejos, las más grandes.
La propaganda oficial ensalzaba la solidaridad de los países comunistas, pero los diplomáticos pronto descubrieron que sus anfitriones norcoreanos los observaban minuciosamente y que desalentaban la interacción con los lugareños. En documentos diplomáticos de finales de la década de 1950, los diplomáticos de Europa del Este aseguraron que los vigilaban con más atención que a sus pares de países occidentales hostiles. Esta vigilancia pronto se extendió a los soviéticos y chinos.
Desde finales de la década de 1950, los líderes de la República Popular Democrática de Corea [N. del E.: nombre oficial de Corea del Norte] asumieron que cuanto menos conocieran los extranjeros acerca de la situación interna de Corea, mejor. Las autoridades llegaron a ver a todos los diplomáticos y expatriados como espías a tiempo completo o parcial. Los extranjeros no podían ser expulsados ya que el país dependía de la ayuda externa, pero las autoridades escondían todo lo que podían de sus miradas indiscretas.
Los norcoreanos no veían mucha diferencia entre los diplomáticos y los asesores técnicos en lo que respecta a la seguridad, y el número de asesores soviéticos disminuyó drásticamente a fines de la década de 1950 hasta llegar a unos pocos cientos durante las tres décadas siguientes.
Los ciudadanos norcoreanos que desarrollaban relaciones excesivamente cercanas con los asesores extranjeros normalmente desaparecían sin dejar rastro. Lo más probable es que las autoridades considerasen necesario separar a los ciudadanos de aquella peligrosa fuente de contaminación ideológica.
Desde la década de 1960, todo el personal norcoreano que trabajaba con expatriados era, técnicamente, empleado de la policía de seguridad norcoreana. En muchos casos, esta afiliación era una formalidad, pero de todos modos se esperaba que escribieran informes detallados sobre las palabras y las actividades de aquellos extranjeros a su cargo.
Reconocimiento internacional
Corea del Norte y Corea del Sur abandonaron en gran medida el principio de reconocimiento mutuamente excluyente a principios de la década de 1970. Chad y la República Centroafricana se convirtieron en los primeros países en establecer relaciones con la República Popular Democrática de Corea al tiempo que mantenían lazos con la República de Corea, y el número de países que reconocía a Corea del Norte comenzó a crecer con rapidez.
Este dramático aumento del reconocimiento formal no resultó en un aumento correspondiente en el número de embajadas. La mayoría de los países, después de establecer relaciones diplomáticas con Corea del Norte, se contentaron con enviar a sus embajadores a un país cercano y a hacer visitas esporádicas a Pyongyang.
Hacia principios de la década de 1970, solo había entre 20 y 30 embajadas en la capital de Corea del Norte, y la mayoría de estas misiones eran pequeñas, con apenas dos a cuatro diplomáticos, o incluso un solo “embajador solitario”. Pero en la medida en que algunas embajadas llevaron su propio personal, el número total de expatriados llegó a miles.
En la década de 1970 apareció cierta infraestructura para satisfacer sus necesidades. Alrededor de 1977 abrieron las tiendas que aceptaban moneda extranjera, y los expatriados podían usar allí su moneda para comprar productos importados de alta calidad. También se abrieron centros de servicios, cafeterías y restaurantes para extranjeros, y prohibidos para los locales, en los barrios diplomáticos en el este de Pyongyang, donde se reubicaron la mayoría de las embajadas.
La lista de prohibiciones era extensa. En la década de 1980, los expatriados no podían ir al cine ni a la mayoría de los museos. En teoría, podían visitar casas privadas, pero esas visitas requerían de aprobación previa y eran extremadamente infrecuentes.
Mientras tanto, los norcoreanos sabían que hablar con un extranjero les aseguraba una conversación larga con la policía de seguridad. Por lo tanto, la reacción común hacia los extranjeros era evitar cualquier tipo de comunicación e incluso huir de ellos, algo común en la década de 1970.
Guardias rojos y esposas extranjeras
La posición de los chinos en el país se deterioró después de que los estudiantes de una escuela china local, inspirados en la Revolución Cultural de Mao, realizaron una manifestación en el centro de Pyongyang en 1966. Estos autoproclamados “Guardias Rojos de Pyongyang” marcharon con el retrato de Mao en alto y gritando consignas que reclamaban a los líderes de Corea del Norte por no emular a China.
Las autoridades cerraron la escuela y aumentaron la presión sobre los chinos étnicos en el país. Su número se redujo de 50.000 en 1945 a unos 5.000 en la actualidad.
Otro grupo peculiar estaba formado por los cónyuges extranjeros, casi todas mujeres, de ciudadanos de la República Popular Democrática de Corea. En la década de 1950, unos cientos de norcoreanos que habían visitado la Unión Soviética y otros países de Europa del Este como estudiantes o trabajadores subcontratados regresaron con esposas extranjeras. Las mujeres enfrentaron la hostilidad y el acoso sistemático cuando las relaciones de Corea del Norte con otros países del bloque comunista se deterioraron en la década de 1960.
Las autoridades presionaron a los norcoreanos para que se divorciaran de sus esposas extranjeras. En algunos casos, a las mujeres se les negó el derecho a regresar mientras visitaban a sus familiares en el extranjero. Las autoridades cortaron toda comunicación entre las mujeres y sus maridos norcoreanos, así como con sus hijos, y es improbable que se les haya permitido volver a entrar en contacto alguna vez hasta el día de hoy.
Traducción: Agustín Menéndez
Edición: Florencia Grieco
Las opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de sus autores y no representan necesariamente la opinión de CADAL.