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Defensa de la Libertad de Expresión Artística
Saluden a la cultura argentina que se va
El pedido de renuncia, apenas a una semana de asumir, del flamante director ejecutivo de la TV Pública, Leonardo Flores, por su documental sobre la pobreza en Venezuela bajo el chavismo es una muestra más de la intención homogeneizadora y centralista de las políticas culturales bajo la conducción de los Kirchner y su ejecución por parte de Tristán Bauer.Por Cecilia Noce
Desde su regreso al poder, los Kirchner han reactivado todas las estrategias de control y sometimiento de la cultura para crear la ilusión de un discurso único que ya habían experimentado en gobiernos anteriores. Esta pulsión es común a otros regímenes populistas que sueñan con autoritarismos más duros. Un ejemplo es la política cultural del gobierno de Hungría bajo Viktor Orbán. Como señala la ONG Freemuse, para 2019 y 2020, de forma lenta y constante, el gobierno de Orbán ha desmantelado las posibilidades y plataformas de la cultura no oficialista, coartando la autonomía de las instituciones culturales, utilizando el financiamiento como herramienta de sometimiento (recortes para unos y recursos abundantes para otros), y ejerciendo la censura directa de forma cada vez más amplia.
En América Latina, Jair Bolsonaro también ha basado su política cultural en la centralización y homogeneización de voces. Los artistas han debido enfrentar numerosas instancias de censura directa e indirecta que han reducido sus espacios de trabajo. Aún más, el gobierno de Bolsonaro ha buscado limitar la autonomía y autarquía, inclusive financiera, de la que gozan instituciones prestigiosas de la cultura brasileña, como el Instituto de cine, la Biblioteca Nacional, entre otras. El Secretario especial de cultura, Mario Frías ha sido claro: el único curador reconocido en el país es el “jefe”, “patrón”, o sea el presidente. El último intento, la aplicación discrecional de la Ley Rouanet intentó sancionar tanto el ámbito de la cultura, como aquellos distritos que buscaron reducir la circulación para hacer frente a la pandemia.
Claro está que el gobierno que más ha avanzado en la centralización y homogeneización de la cultura en la región es el cubano. A partir del Decreto 349 de 2018, los artistas generan arte oficial (el gobierno la llama “revolucionaria”) o son criminales.
El gobierno de los Kirchner se mueve nuevamente hacia el mismo propósito de homogeneización y centralización de la cultura. La administración del centro Cultural Kirchner es solo un botón de muestra. Mientras la institución es utilizada cada 17 de octubre como sede de festejo de un partido, el oficial, la cita de Jorge Luis Borges fue removida de su fachada. Como en el caso de los premios Astor Piazzola, la idea es borrar, cancelar, cualquier vestigio de una cultura no sometida al peronismo. A diferencia de lo que sucede en otros gobiernos autoritarios o con tendencias autoritarias, en la Argentina el grueso del mundo cultural y de la sociedad festeja el sometimiento y control por parte del estado. Una hipótesis es que lo hacen, más que por acercamiento ideológico, por cuestiones de seguridad financiera. Aceptar y aplaudir la cultura oficial asegura participación en la caja del estado. Esta idea, sin embargo, se basa en graves errores de cálculo.
El auto-sometimiento o el festejo del sometimiento de la cultura y su justificación tienen como consecuencia el aislamiento de la cultura en dos sentidos. Al elegir la “protección”· del estado, los artistas abandonan la posibilidad de relacionarse con sus pares en el mundo. A nadie le importa, más allá de este grupo reducido, la estética del peronismo que ya atrasaba hace 70 años, ni su estética ni su teoría estética. De esa forma renuncian a trabajos en conjunto con otros, a la posibilidad de becas, de residencias e inclusive de mecenazgos. El consumo irónico, fetichista, encuentra su techo muy rápidamente.
Además, se aíslan de las audiencias locales. De más está decir que quienes no acuerdan con el peronismo difícilmente vayan a una muestra sobre Evita (¿la número cuánto en estos años?) o vean un documental que intenta responder dónde está Santiago Maldonado. Inclusive quienes adscriben a esas ideas, ¿por qué pagarían para ver, escuchar, consumir lo que de todas formas les llega de forma constante y sistemática sin poner un peso? Hay que asumirlo, el gran problema de las construcciones hegemónicas es que aburren.
De esta forma, el mundo del arte y de la cultura en sentido amplio, se somete a depender del Estado y acá viene lo más grueso en su cálculo. La pelea por los fondos nacionales no es contra los artistas independientes. Pelear por la caja del estado implica tener adversarios con verdadero poder de fuego: los camioneros de Moyano, los docentes de Baradel, los empresarios de la industria textil, los ensambladores de Tierra del Fuego, los laboratorios de Sigman y Friguieras, los científicos del Conicet, los aeronáuticos de Biró. En esa contienda, tal vez una decena de figuras “estelares” reciban tajada de la torta. Para el resto, el sometimiento a la homogeneización y centralización de la cultura significará precarización laboral en términos de salarios paupérrimos y pluriempleo.
Saluden a la cultura argentina que se va. Saluden a los artistas argentinos que se transforman en empleados municipales.
Cecilia NoceInvestigadora AsociadaDoctoranda en Ciencias Sociales Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires, beca UBACyT (Universidad de Buenos Aires); Maestría en Sociología de la cultura y análisis cultural, Instituto de Altos Estudios Sociales, Universidad Nacional de San Martín, Argentina- Año 2014; Postgrado Internacional “Gestión y Política en la comunicación y cultura”, Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), Año 2005; Licenciada en Letras, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires; e Investigadora del Grupo de Estudios de Asia y América Latina, Instituto de Estudios sobre América Latina y el Caribe, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires.
Desde su regreso al poder, los Kirchner han reactivado todas las estrategias de control y sometimiento de la cultura para crear la ilusión de un discurso único que ya habían experimentado en gobiernos anteriores. Esta pulsión es común a otros regímenes populistas que sueñan con autoritarismos más duros. Un ejemplo es la política cultural del gobierno de Hungría bajo Viktor Orbán. Como señala la ONG Freemuse, para 2019 y 2020, de forma lenta y constante, el gobierno de Orbán ha desmantelado las posibilidades y plataformas de la cultura no oficialista, coartando la autonomía de las instituciones culturales, utilizando el financiamiento como herramienta de sometimiento (recortes para unos y recursos abundantes para otros), y ejerciendo la censura directa de forma cada vez más amplia.
En América Latina, Jair Bolsonaro también ha basado su política cultural en la centralización y homogeneización de voces. Los artistas han debido enfrentar numerosas instancias de censura directa e indirecta que han reducido sus espacios de trabajo. Aún más, el gobierno de Bolsonaro ha buscado limitar la autonomía y autarquía, inclusive financiera, de la que gozan instituciones prestigiosas de la cultura brasileña, como el Instituto de cine, la Biblioteca Nacional, entre otras. El Secretario especial de cultura, Mario Frías ha sido claro: el único curador reconocido en el país es el “jefe”, “patrón”, o sea el presidente. El último intento, la aplicación discrecional de la Ley Rouanet intentó sancionar tanto el ámbito de la cultura, como aquellos distritos que buscaron reducir la circulación para hacer frente a la pandemia.
Claro está que el gobierno que más ha avanzado en la centralización y homogeneización de la cultura en la región es el cubano. A partir del Decreto 349 de 2018, los artistas generan arte oficial (el gobierno la llama “revolucionaria”) o son criminales.
El gobierno de los Kirchner se mueve nuevamente hacia el mismo propósito de homogeneización y centralización de la cultura. La administración del centro Cultural Kirchner es solo un botón de muestra. Mientras la institución es utilizada cada 17 de octubre como sede de festejo de un partido, el oficial, la cita de Jorge Luis Borges fue removida de su fachada. Como en el caso de los premios Astor Piazzola, la idea es borrar, cancelar, cualquier vestigio de una cultura no sometida al peronismo. A diferencia de lo que sucede en otros gobiernos autoritarios o con tendencias autoritarias, en la Argentina el grueso del mundo cultural y de la sociedad festeja el sometimiento y control por parte del estado. Una hipótesis es que lo hacen, más que por acercamiento ideológico, por cuestiones de seguridad financiera. Aceptar y aplaudir la cultura oficial asegura participación en la caja del estado. Esta idea, sin embargo, se basa en graves errores de cálculo.
El auto-sometimiento o el festejo del sometimiento de la cultura y su justificación tienen como consecuencia el aislamiento de la cultura en dos sentidos. Al elegir la “protección”· del estado, los artistas abandonan la posibilidad de relacionarse con sus pares en el mundo. A nadie le importa, más allá de este grupo reducido, la estética del peronismo que ya atrasaba hace 70 años, ni su estética ni su teoría estética. De esa forma renuncian a trabajos en conjunto con otros, a la posibilidad de becas, de residencias e inclusive de mecenazgos. El consumo irónico, fetichista, encuentra su techo muy rápidamente.
Además, se aíslan de las audiencias locales. De más está decir que quienes no acuerdan con el peronismo difícilmente vayan a una muestra sobre Evita (¿la número cuánto en estos años?) o vean un documental que intenta responder dónde está Santiago Maldonado. Inclusive quienes adscriben a esas ideas, ¿por qué pagarían para ver, escuchar, consumir lo que de todas formas les llega de forma constante y sistemática sin poner un peso? Hay que asumirlo, el gran problema de las construcciones hegemónicas es que aburren.
De esta forma, el mundo del arte y de la cultura en sentido amplio, se somete a depender del Estado y acá viene lo más grueso en su cálculo. La pelea por los fondos nacionales no es contra los artistas independientes. Pelear por la caja del estado implica tener adversarios con verdadero poder de fuego: los camioneros de Moyano, los docentes de Baradel, los empresarios de la industria textil, los ensambladores de Tierra del Fuego, los laboratorios de Sigman y Friguieras, los científicos del Conicet, los aeronáuticos de Biró. En esa contienda, tal vez una decena de figuras “estelares” reciban tajada de la torta. Para el resto, el sometimiento a la homogeneización y centralización de la cultura significará precarización laboral en términos de salarios paupérrimos y pluriempleo.
Saluden a la cultura argentina que se va. Saluden a los artistas argentinos que se transforman en empleados municipales.