Prensa
«Brasil lleva 20 años de Seguridad jurídica»
Eduardo José Viola nació en 1949 en Campana (Buenos Aires) y se formó como sociólogo en la Universidad de Buenos Aires. Es profesor titular del Instituto de Relaciones Internacionales de la Universidad de Brasilia, escribió varios libros y se doctoró en Ciencia Política por la Universidad de San Pablo. Además, tiene un posdoctorado en Economía Política Internacional de la Universidad de Colorado (EE.UU.). De paso por Buenos Aires para dar una conferencia en la ONG argentina de la que es consejero académico –el Centro para la Apertura y el Desarrollo de América Latina (Cadal)–, habló de tendencias económicas y políticas en ambos países.
Fuente: La Voz del Interior (Córdoba, Argentina)
Nacido en Argentina pero residente en Brasil, el académico Eduardo Viola explica las diferencias evolutivas entre ambos países y califica la política económica argentina como “una de las más conservadoras del mundo”.
Por Ricardo Mosso (especial)
Brasil, decime qué se siente/ tener en casa a tu papá... El cantito del último Mundial fue un éxito de la creatividad popular del fútbol. Pero si se mira hacia Brasil en un contexto económico y geopolítico, el tono de cargada se cae a pedazos: nuestro vecino es la gran potencia de América latina y uno de los cinco emergentes más importantes del mundo. Pero no todo está perdido para la Argentina, que también puede beneficiarse de una mayor integración con ese país. Al menos así lo cree el académico Eduardo José Viola, quien, tras exiliarse en Brasil en 1976, basó su carrera de investigación sobre relaciones internacionales y globalización en Brasil.
Viola, que se siente más brasileño que argentino, según confiesa a La Voz del Interior, no deja de criticar las políticas de ambos países que considera no permiten engancharse con los beneficios de la globalización.
De paso por Buenos Aires para dar una conferencia en la ONG argentina de la que es consejero académico –el Centro para la Apertura y el Desarrollo de América Latina (Cadal)–, habló de tendencias económicas y políticas en ambos países.
–A los argentinos nos suena familiar la descripción que usted hace del Brasil de hoy: estancamiento de la economía, agotamiento del modelo de crecimiento basado en precios internacionales y el consumo, descontento social. ¿Le parece que es así?
–Sí, claro. Pero, a pesar de lo parecido, la economía brasileña es mucho más de mercado: Brasil lleva 20 años cumpliendo contratos nacionales e internacionales, hay una seguridad jurídica que la Argentina no tiene. El cambio de divisas desde 1999 es flotante, lo rige el mercado, con alguna intervención sucia para evitar extremos. Y una diferencia fundamental es que, desde 2000, Brasil recibe inversiones extranjeras gigantescas; y Argentina prácticamente no las consigue desde el default de 2001. Hasta 1993, eran dos países que habían tenido moratorias de la deuda externa; eran muy similares. Pero, a partir de ese año, Brasil fue cambiando el rumbo, nunca más hizo quiebra de contratos, que es decisivo para la credibilidad de un país ante los inversores extranjeros. La Argentina volvió a hacerlo.
–En las charlas de café en Argentina se suele admirar a Brasil por su coherencia. ¿Cómo ven esa opinión allá?
–Es una verdad parcial, una exageración, aunque Brasil es el país más importante de América latina. Es cierto que la política externa brasileña tiene más continuidad que la argentina, que históricamente fue totalmente capturada por vaivenes de la política interna, y en los últimos 10 años ni hablemos. La gran diferencia se empezó a dar al final de la Segunda Guerra cuando la Argentina eligió como presidente a Perón, que era antiestadounidense; a partir de ahí el país va teniendo una política externa errática. De todas maneras, Brasil ha ido quedando aislado de las cadenas globales de valor por su política más proteccionista, que en los últimos 15 años es un error gigantesco. Su poder económico está cada vez más basado en los agronegocios y en la minería, además de los servicios.
–En esos aspectos sí se parece a la Argentina…
–Sí, pero Brasil exporta muchos minerales y alimentos, tiene un mercado mucho más diversificado. Y la soja es importante en Brasil, pero Argentina depende de la soja. De todos modos, la industria brasileña se contrajo: bajó del 26 por ciento del PBI en el año 2000 al 14 por ciento en 2013. En la década del ’70, Brasil parecía seguir un camino tipo Corea del Sur, pero hoy eso cambió radicalmente. El crecimiento fuerte de Brasil fue entre 1940 y 1980, en los años ’80 hubo una crisis de endeudamiento por la gran importación de petróleo para la industria; eso se llamó “la década perdida”, que se dio al mismo tiempo que la democratización. Y en 1994 finalmente llega el plan económico de Fernando Henrique Cardoso que estabiliza la economía y hace reformas promercado, que crearon las condiciones para el salto de crecimiento económico de 2000-2010 con Lula.
–En cuanto a políticas sociales, ¿cómo evalúa la experiencia de la “Bolsa Familia” que implantó Lula?
–En Brasil, en los últimos 20 años hubo una disminución en la desigualdad de la distribución del ingreso por dos factores. El fundamental fue un aumento sistemático del salario mínimo –regulado por el Estado–. Ese aumento fue superior al del salario medio. El segundo factor fue la “Bolsa Familia”. La desigualdad sigue siendo muy alta en Brasil, pero creció el mercado interno. La “Bolsa Familia” es dinero que llega a 13 millones de familias más pobres, unos 45 millones de personas, que es el 23 por ciento de la población. La diferencia con Argentina es que el criterio de asignación no está tan mediado por clientelismo, como acá. Claro que la mayoría de las personas que la reciben votan al Partido de los Trabajadores, pero no hay una relación directa. Igualmente, en Brasil el salario llegó a un límite: no se puede subir más si no hay una revolución de la productividad del trabajo.
–Eso parece ser otra regla de la economía globalizada.
–Exactamente, ¿cómo podés distribuir lo que no producís? Para producir, el eje decisivo es la productividad, que sólo la tenés cuando estás abierto al mundo. Quien no produce con los métodos más modernos quiebra.
–Entonces, ¿la clave de cierto desarrollo para un país sería elegir dónde y cómo insertar producción?
–Ahí está el punto: un país tiene que hacer muy bien algunas cosas, y promoverlas en forma articulada con la ciencia y la tecnología. La producción tiene que ser intensiva en conocimiento. En mi visión, la Argentina puede tener un pequeño sector industrial conectado con cadenas productivas globales. Es lo opuesto a la visión de los Kirchner; lo que han hecho es una cierta reconstrucción de la industria que es una vuelta al pasado. La Argentina sólo puede desarrollar una industria que tenga un componente importante de recursos naturales, como todo lo que sea procesamiento de alimentos, o biotecnología, productos muy sofisticados de ese tipo. Y si Brasil sigue con la misma política económica de los últimos cinco o 10 años, va a quedar igual que la Argentina. Lo que pasa es que si la oposición –el PSDB o del PSB– gana las próximas elecciones, va a tener una política económica menos proteccionista y más de promover la integración.
–¿Eso en Brasil se considera de derecha o de izquierda?
–Hoy “derecha o izquierda” es irrelevante. Yo diría que la política económica argentina hoy es una de las más conservadoras del mundo, porque quiere producir la mayor cantidad de componentes dentro del país, y eso protegido por tarifas aduaneras. En el mundo actual, ser progresista es tener una política económica abierta, con mucha exportación y mucha importación.
–Aparte de un incentivo para el descontento social en Brasil, ¿le parece que los casos notables de corrupción que ha habido tuvieron alguna influencia en el estancamiento actual de su economía?
–Los procesamientos de alto perfil por el escándalo del mensalão (mensualidad) han tenido el impacto de reducir la credibilidad de las autoridades, pero tuvieron un pequeño impacto en el estancamiento económico.
–¿Cómo ve la coyuntura política argentina actual?
–Los problemas argentinos son muy serios y no se resuelven en cinco años. Uno de los principales es traer la inflación a niveles normales, a cerca del seis por ciento. Yo creo que el kirchnerismo como tal termina en diciembre del año que viene. La tendencia es que en 2015 gane otra corriente peronista con Massa –aunque también podría ser el PRO o los radicales– y que haga un gobierno mucho más promercado. Una vez que quede claro que el nuevo gobierno está a favor de la seguridad jurídica, en un período no muy largo es probable que la Argentina vuelva a atraer inversión extranjera. Sin esa inversión, la Argentina no se va a desarrollar en nada.
Perfil
Eduardo José Viola nació en 1949 en Campana (Buenos Aires) y se formó como sociólogo en la Universidad de Buenos Aires. Es profesor titular del Instituto de Relaciones Internacionales de la Universidad de Brasilia, escribió varios libros y se doctoró en Ciencia Política por la Universidad de San Pablo. Además, tiene un posdoctorado en Economía Política Internacional de la Universidad de Colorado (EE.UU.).
Fuente: La Voz del Interior (Córdoba, Argentina), 18 de agosto de 2014
La Voz del Interior (Córdoba, Argentina)
Nacido en Argentina pero residente en Brasil, el académico Eduardo Viola explica las diferencias evolutivas entre ambos países y califica la política económica argentina como “una de las más conservadoras del mundo”.
Por Ricardo Mosso (especial)
Brasil, decime qué se siente/ tener en casa a tu papá... El cantito del último Mundial fue un éxito de la creatividad popular del fútbol. Pero si se mira hacia Brasil en un contexto económico y geopolítico, el tono de cargada se cae a pedazos: nuestro vecino es la gran potencia de América latina y uno de los cinco emergentes más importantes del mundo. Pero no todo está perdido para la Argentina, que también puede beneficiarse de una mayor integración con ese país. Al menos así lo cree el académico Eduardo José Viola, quien, tras exiliarse en Brasil en 1976, basó su carrera de investigación sobre relaciones internacionales y globalización en Brasil.
Viola, que se siente más brasileño que argentino, según confiesa a La Voz del Interior, no deja de criticar las políticas de ambos países que considera no permiten engancharse con los beneficios de la globalización.
De paso por Buenos Aires para dar una conferencia en la ONG argentina de la que es consejero académico –el Centro para la Apertura y el Desarrollo de América Latina (Cadal)–, habló de tendencias económicas y políticas en ambos países.
–A los argentinos nos suena familiar la descripción que usted hace del Brasil de hoy: estancamiento de la economía, agotamiento del modelo de crecimiento basado en precios internacionales y el consumo, descontento social. ¿Le parece que es así?
–Sí, claro. Pero, a pesar de lo parecido, la economía brasileña es mucho más de mercado: Brasil lleva 20 años cumpliendo contratos nacionales e internacionales, hay una seguridad jurídica que la Argentina no tiene. El cambio de divisas desde 1999 es flotante, lo rige el mercado, con alguna intervención sucia para evitar extremos. Y una diferencia fundamental es que, desde 2000, Brasil recibe inversiones extranjeras gigantescas; y Argentina prácticamente no las consigue desde el default de 2001. Hasta 1993, eran dos países que habían tenido moratorias de la deuda externa; eran muy similares. Pero, a partir de ese año, Brasil fue cambiando el rumbo, nunca más hizo quiebra de contratos, que es decisivo para la credibilidad de un país ante los inversores extranjeros. La Argentina volvió a hacerlo.
–En las charlas de café en Argentina se suele admirar a Brasil por su coherencia. ¿Cómo ven esa opinión allá?
–Es una verdad parcial, una exageración, aunque Brasil es el país más importante de América latina. Es cierto que la política externa brasileña tiene más continuidad que la argentina, que históricamente fue totalmente capturada por vaivenes de la política interna, y en los últimos 10 años ni hablemos. La gran diferencia se empezó a dar al final de la Segunda Guerra cuando la Argentina eligió como presidente a Perón, que era antiestadounidense; a partir de ahí el país va teniendo una política externa errática. De todas maneras, Brasil ha ido quedando aislado de las cadenas globales de valor por su política más proteccionista, que en los últimos 15 años es un error gigantesco. Su poder económico está cada vez más basado en los agronegocios y en la minería, además de los servicios.
–En esos aspectos sí se parece a la Argentina…
–Sí, pero Brasil exporta muchos minerales y alimentos, tiene un mercado mucho más diversificado. Y la soja es importante en Brasil, pero Argentina depende de la soja. De todos modos, la industria brasileña se contrajo: bajó del 26 por ciento del PBI en el año 2000 al 14 por ciento en 2013. En la década del ’70, Brasil parecía seguir un camino tipo Corea del Sur, pero hoy eso cambió radicalmente. El crecimiento fuerte de Brasil fue entre 1940 y 1980, en los años ’80 hubo una crisis de endeudamiento por la gran importación de petróleo para la industria; eso se llamó “la década perdida”, que se dio al mismo tiempo que la democratización. Y en 1994 finalmente llega el plan económico de Fernando Henrique Cardoso que estabiliza la economía y hace reformas promercado, que crearon las condiciones para el salto de crecimiento económico de 2000-2010 con Lula.
–En cuanto a políticas sociales, ¿cómo evalúa la experiencia de la “Bolsa Familia” que implantó Lula?
–En Brasil, en los últimos 20 años hubo una disminución en la desigualdad de la distribución del ingreso por dos factores. El fundamental fue un aumento sistemático del salario mínimo –regulado por el Estado–. Ese aumento fue superior al del salario medio. El segundo factor fue la “Bolsa Familia”. La desigualdad sigue siendo muy alta en Brasil, pero creció el mercado interno. La “Bolsa Familia” es dinero que llega a 13 millones de familias más pobres, unos 45 millones de personas, que es el 23 por ciento de la población. La diferencia con Argentina es que el criterio de asignación no está tan mediado por clientelismo, como acá. Claro que la mayoría de las personas que la reciben votan al Partido de los Trabajadores, pero no hay una relación directa. Igualmente, en Brasil el salario llegó a un límite: no se puede subir más si no hay una revolución de la productividad del trabajo.
–Eso parece ser otra regla de la economía globalizada.
–Exactamente, ¿cómo podés distribuir lo que no producís? Para producir, el eje decisivo es la productividad, que sólo la tenés cuando estás abierto al mundo. Quien no produce con los métodos más modernos quiebra.
–Entonces, ¿la clave de cierto desarrollo para un país sería elegir dónde y cómo insertar producción?
–Ahí está el punto: un país tiene que hacer muy bien algunas cosas, y promoverlas en forma articulada con la ciencia y la tecnología. La producción tiene que ser intensiva en conocimiento. En mi visión, la Argentina puede tener un pequeño sector industrial conectado con cadenas productivas globales. Es lo opuesto a la visión de los Kirchner; lo que han hecho es una cierta reconstrucción de la industria que es una vuelta al pasado. La Argentina sólo puede desarrollar una industria que tenga un componente importante de recursos naturales, como todo lo que sea procesamiento de alimentos, o biotecnología, productos muy sofisticados de ese tipo. Y si Brasil sigue con la misma política económica de los últimos cinco o 10 años, va a quedar igual que la Argentina. Lo que pasa es que si la oposición –el PSDB o del PSB– gana las próximas elecciones, va a tener una política económica menos proteccionista y más de promover la integración.
–¿Eso en Brasil se considera de derecha o de izquierda?
–Hoy “derecha o izquierda” es irrelevante. Yo diría que la política económica argentina hoy es una de las más conservadoras del mundo, porque quiere producir la mayor cantidad de componentes dentro del país, y eso protegido por tarifas aduaneras. En el mundo actual, ser progresista es tener una política económica abierta, con mucha exportación y mucha importación.
–Aparte de un incentivo para el descontento social en Brasil, ¿le parece que los casos notables de corrupción que ha habido tuvieron alguna influencia en el estancamiento actual de su economía?
–Los procesamientos de alto perfil por el escándalo del mensalão (mensualidad) han tenido el impacto de reducir la credibilidad de las autoridades, pero tuvieron un pequeño impacto en el estancamiento económico.
–¿Cómo ve la coyuntura política argentina actual?
–Los problemas argentinos son muy serios y no se resuelven en cinco años. Uno de los principales es traer la inflación a niveles normales, a cerca del seis por ciento. Yo creo que el kirchnerismo como tal termina en diciembre del año que viene. La tendencia es que en 2015 gane otra corriente peronista con Massa –aunque también podría ser el PRO o los radicales– y que haga un gobierno mucho más promercado. Una vez que quede claro que el nuevo gobierno está a favor de la seguridad jurídica, en un período no muy largo es probable que la Argentina vuelva a atraer inversión extranjera. Sin esa inversión, la Argentina no se va a desarrollar en nada.
Perfil
Eduardo José Viola nació en 1949 en Campana (Buenos Aires) y se formó como sociólogo en la Universidad de Buenos Aires. Es profesor titular del Instituto de Relaciones Internacionales de la Universidad de Brasilia, escribió varios libros y se doctoró en Ciencia Política por la Universidad de San Pablo. Además, tiene un posdoctorado en Economía Política Internacional de la Universidad de Colorado (EE.UU.).
Fuente: La Voz del Interior (Córdoba, Argentina), 18 de agosto de 2014